La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

......Tu comentario es bienvenido!! (gracias)...........
Queremos recibir tus aportes y sugerencias a: correomanoinquieta@gmail.com

sábado, 29 de junio de 2013

Aspirinas y Caramelos


La primera vez que tuve la sensación de que mi viejo se moría, que lo vi débil de verdad, fue yendo a ver al Rojo. Rodolfo (así se llamaba) era periodista. Trabajaba en tele, Tomamos el bondi a Avellaneda (ya no teníamos el Fiat 800 que se había ido para pagar una deuda) y encaramos la larga caminata por la siempre convulsionada Alsina. Eramos miles los que caminábamos hacia el estadio de la Doble Visera envueltos en banderas, gorros y entonando cantitos que prometían que “vamos a salir campeón…" Llegando a las boleterías, vi que el viejo encaraba para la fila de la Popular. Debe haber visto la cara de decepción del nene acostumbrado a las cabinas y las plateas. Me dijo algo así como “hoy vamos acá, es mejor". No le creí. Entendí que era lo que se podía. La fila de al lado, la de las butacas, era más ordenada. La de la General era un caos de empujones, gritos… Mi viejo -vale la pena recordar que lo suyo eran las letras más que las multitudes…- pujaba por llegar a la ventanilla, pero no avanzaba. De pronto lo vi salir de ese marea de compradores de último momento. “Vamos, esto no es para nosotros" me dijo. Me salió de adentro un “Y si vamos a la platea?" Creo que mi pregunta fue un puñal. Me contestó “No tenemos plata". Recuerdo la sequedad de la respuesta. Hoy entiendo que era la última armadura de un tipo disminuido, que no podía cumplirle “algo" a su hijo. Era grave? No, claro que no. Pero evidentemente para él tenía un simbolismo. Ya no era lo que había sido. No se le abrían las puertas de las cabinas. No llegaba a comprar dos plateas. Empezaba a no poder. Con aire de vencidos, volvimos por Alsina, una calle que siempre me pareció horrenda. Mientras nos alejábamos del estadio, recuerdo haber escuchado el rugido de las tribunas, exaltadas por la salida del equipo… A las pocas cuadras, mi viejo detuvo su caminata. Me miró y me dijo “esperá un segundo". Se sentó en el portal de una casita. “Qué te pasa?" le dije. “No me siento muy bien, ya se me pasa". Una señora que veía la escena desde adentro de la casa salió y le dio un vaso de agua. La situación no duró mucho, se recompuso rápido. Al rato estábamos de nuevo en el colectivo y media hora más tarde, en casa. Lo que podría haber sido un simple sofocón, fue para mi una señal grave. No se bien porqué, pero ese día de diciembre, algo me dijo que mi viejo se me estaba muriendo. Tenía insólitos y jóvenes 53 años, pero fumaba mucho, había tenido un pre infarto un par de años antes, no se cuidaba… Y estaba (comprendí muchos años después) muy deprimido. Rodolfo se fue un año y medio después, sin dar demasiada lucha, sin comprender que era más importante cuidarse que entregarse al vicio que lo había tomado a los 14 años y del que, para colmo, estaba orgulloso. Nos dejó rápido. Mi enojo con él, por no haber estado, por no haber bancado, por no haber peleado, duró años. Muchos años. Ese hombre que se fue envuelto en debilidades, antes de apagarse, fue mi ídolo. Ese porteño tanguero que no me legó un mango, me dejó un puñado de cosas invalorables: el gusto por la historia, la pasión por la lectura, el placer por una buena partida de ajedrez, el ateísmo, una imagen de decencia inquebrantable que fue clave para que yo no me desviara cuando me tentaron… Y claro, el paladar negro de hincha de Independiente. De muy chico aprendí dos versos : Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla (el primero) y Miceli, Ceconatto, Lacacia, Grillo y Cruz (el segundo). Se dicen de corrido, rápido, porque decirlo así es señal de que sabes… Nos recuerdo embanderando juntos la casa, mientras esperábamos que la Central Terrena de Balcarce retransmitiera la señal de alguna final de la Libertadores jugada en Montevideo, en San Pablo, en Santiago… Nos veo saltando y gritando goles de Bertoni que ya van a venir, repitiendo Bo Bo Chini hasta la afonía, aplaudiendo barridas de Pancho Sa, corajeadas del Mencho Balbuena, tiros libres de Pavoni… Me gustaba escuchar aquella anécdota de una tarde en la que Bernao se había acercado a plena platea baja y le había dedicado un gol a mi vieja… Amaba a Boneco, aquel perro pulgoso que salía a la cancha con el primer equipo, llevando en su boca el banderín del CAI. Cuando yo era chiquito, Rodolfo solía venir con un caramelo. Me lo daba y me decía “te lo manda el señor Independiente". A veces, en vez de una golosina traía una aspirina. Ante mi mirada de asco, respondía “te la manda el señor Racing". Era un tipo serio, pero cuando quería, tenía salidas memorables. El viejo se fue en junio -vaya casualidad- del 82. No llegó a ver el gol de Percudani al Liverpool. Tampoco vivió esa tarde en la que salimos campeones frente a un Racing que descendía. Pero su vida estuvo repleta de vueltas olímpicas, de hazañas, de gloria internacional. De eso, se fue lleno. Escribo esto en plena agonía. A no ser que obre un milagro, en tres semanas nos habremos ido a la B. No se que pensaría Rodolfo ahora, pero estoy seguro que jamas se le cruzó por la cabeza que su invencible equipo repleto de copas, estuviese así, casi sentenciado, a días de adquirir esa mancha imborrable. Me costó añares despedirlo, hacer un duelo como corresponde. Creo que una buena parte de mi tristeza actual tiene que ver con que no puedo parar de recordarlo. De recordarte. Volvé viejo. Aparecete de traje, envuelto en una bandera roja. Decime que todo esto es una aspirina que me mandó el señor Racing. Que nosotros comemos caramelos, porque los amargos son ellos. Enseñame de nuevo a aplaudir un sombrerito del Bocha. Agarrame de la mano para gritar un gol de Bertoni. Si no podes volver, te entiendo. Ya es hora de bancármela solo. Seré digno. Aunque, te aviso. A escondidas de Lola, voy a llorar. Chau viejito. Descansá en el cielo inexistente de los ateos. Algún día vamos a volver. Este también es un modo, tardío, de despedirte. 
en radio, en gráfica… Los viernes solía llegar con un regalo: credenciales de Prensa para la cancha. Yo crecí acostumbrado a los lugares privilegiados. Vi muchos partidos en las cabinas, al lado a los relatores de las radios, o en plateas “lujosas". Era parte de la “chapa" de mi papá. Pero en 1980, la mano venía distinta. El viejo estaba sin laburar en los medios. En la Argentina de la plata dulce, había puesto un kiosco en la galería de al lado de Sadaic. Ese negocito, último bien de una extraña herencia familiar, no daba para ningún lujo. Vivíamos con lo justo. Para colmo, al periodista le faltaba el “brillo" de la profesión. El otrora escriba reconocido y jefazo, ahora expendía alfajores, turrones y 43/70. Un dato: lo hacía de saco y corbata. Me cuesta recordarlo con otro ropaje. Era casi su uniforme. Es posible que yo, con 11 hincha-bolas años, haya insistido en ir a la cancha ese día caluroso de diciembre. Jugábamos el partido de vuelta de una semifinal del Nacional. Racing de Córdoba nos había ganado 4 a 0 en la ida, pero vaya a saber que extraño convencimiento nos llevaba a creer que lo podíamos dar vuelta.
LUCIANO OLIVERA 
Gracias Pablo J. por el aporte... Leer más...

lunes, 24 de junio de 2013

Don Ramón, DT de Brown de Adrogue


Ese abrazo fuerte y entre ojos mojados de gloria que “Sombra de alambre” recibe en el centro de Adrogué luego del ascenso a la B Nacional es un espejo, inmejorable, para entender quién es este tipo al que el barrio reconoce con ese particular apodo. Un día, en 1999, “Sombra de alambre” –por sus delgadas piernas y brazos- dejó esa pensión en la que vivió tres años luego de la separación de lo que fue su primer matrimonio. La dejó porque los dirigentes de Brown de Adrogué –club en el que se inició en el baby, luego fue goleador de la Primera y en ese entonces un multiuso entre juveniles y mantenimiento-– necesitaban a alguien de confianza para cuidar las nuevas instalaciones con la flamante concentración para el plantel y pensaron en él, en ese personaje que todo el mundo conoce en el barrio. Entonces, Pablo Vico –así se escribe y así figura en su documento, aunque desde que es entrenador alguien le puso el tilde en la o– se fue a vivir a la cancha de Brown, ahí atrás del campo de juego donde figura un cartel que dice: “Prohibida la entrada a toda persona ajena a este sector”. En un monoambiente, en ese lugar en el mundo que, dice, “no dejará por una mejor oferta” porque es ese espacio donde encuentra la felicidad. Vive junto a Dorys, su actual pareja, que atiende las canchas de tenis del predio y también está en la venta de entradas cuando Brown juega de local. Vive, también, con Rocky, su perro.Pablo Vico, el entrenador de Brown de Adrogué, líder del campeonato de la B Metropolitana es un fiel exponente del amor que un hombre del fútbol puede llegar a sentir por un club. Es que el lugar en el mundo de este técnico está literalmente en la institución de la zona Sur del GBA, pues reside en un monoambiente que se encuentra en el predio que aloja a la cancha del equipo. A lo largo de 14 años, Vico trabajó con las diversas categorías de la entidad, y por su amor incondicional a “El Trico”, se convirtió en un auténtico referente para la los hinchas. Pero no sólo es el entrenador del club, sino que es un hombre que vive por los colores celeste, negro y rojo. Es el coordinador de todas las categorías, desde las infantiles hasta la primera división, colabora en las canchas de tenis e incluso se encarga de tareas administrativas. Su hogar es Brown de Adrogué. El entrenador de 55 años --siempre acompañado por su perro Rocky, un boxer que ladra a todo aquel que se acerque a su amo-- es apodado por los hinchas como "Don Ramón" por su extenso bigote y porque suele usar una gorra. Como complemento lleva un arito en la oreja izquierda. Si bien su apellido va sin tilde, la mayoría de la gente lo llama Vicó. Según el DT, es "su nombre artístico". Nació en Parque Patricios y su carrera fustolística comenzó en el club de sus amores, Brown. Su récord fue de 28 tantos en 30 fechas. Luego de dos años allí, pasó a Temperley y tuvo una propuesta concreta para jugar en River. Su DT y ejemplo a seguir, Carlos Peucelle fue quien insistió con el pase que no pudo ser posible ya que una lesión en el tobillo se interpuso en el camino del goleador y le impidió jugar al fútbol por ocho meses. Vico vive en el club desde 1999. Luego de su separación, estuvo tres años en una pensión y cuando los directivos le ofrecieron habitar el antiguo monoambiente en el que antes vivía un casero, no dudó en aceptarlo. La única condición era que cuide el lugar, y fue seguida al pie de la letra: su hogar está siempre limpio y ordenado. Tiene dos hijos, una mujer de 29 años que trabaja en la aduana y un hombre de 33 que es dueño de una pollería. Ninguno de ellos está vinculado al ambiente futbolero, pero asisten a cada partido para apoyar a su padre. Su fiel compañera es Doris, su pareja desde hace diez años. Ella es su mano derecha. Cumple diferentes funciones ya que es la encargada de lavar la ropa de los infantiles y juveniles, cobra las cuotas y las entradas para los partidos, se encarga del buffet y cada jueves hace un asado para 34 personas que incluye al cuerpo técnico y al plantel de jugadores. Vico describe al club como una “gran familia” y resalta la importancia de la relación “de compañerismo” que hay entre todos los que constituyen la institución. El entrenador siente que su rutina es común, pero no toma noción de lo peculiar que puede llegar a ser su vida. Suele levantarse alrededor de las 6 para tomar mate y comenzar con el entrenamiento después de las 8. Luego almuerza en una parrilla y a la tarde regresa al club para encargarse de las canchas de tenis. En los ratos libres mira videos del oponente a enfrentar en la fecha siguiente y planifica el equipo. Pablo Vico asumió la responsabilidad de la primera división en 2009 y desde entonces no paró de sumar. Su equipo es el primero en la tabla del campeonato y promete luchar por el ascenso hasta el final del certamen. “Nunca me voy a ir de Brown” - ¿Por qué piensa que a la gente le llama la atención su forma de ser? -Vivo por mi pasión. Hace más de 14 años que trabajo de lo mismo. A la mañana entreno con el equipo de Primera, al mediodía a corto para almorzar en una parrilla que queda a unas cuadras y a la tarde tengo mi segundo trabajo en las canchas de tenis del club. A algunos les llama la atención mi rutina, pero es por mi forma de ser. Vivo pendiente de lo que pasa en Brown. Empecé acá en el baby y seguí hasta ser técnico de los profesionales. - ¿Y qué es lo que lo llevó a vivir en el club? - Fue la vida. Yo tenía una familia, pero como todo matrimonio que sufre un desgaste, me separé. Viví casi tres años en una pensión, y la verdad que se trató de una situación triste. Los dirigentes del club me preguntaron si quería quedarme acá y tratar de cuidar, de mantener el lugar. Y acepté sin dudarlo. Antes de estar en una pensión, preferí quedarme donde me siento más cómodo. - ¿Por qué Brown se destapó este año? - Hace más de dos años y medio que venimos trabajando con un mismo proyecto. Ahora salió a la luz todo lo que se venía construyendo. Muy en silencio y de a poco. Esto viene en crecimiento. Se están dando los resultados con mucho sacrificio. Si bien estamos pasando un buen momento, tenemos los pies sobre la tierra. Nuestro objetivo es tratar de superar la campaña del campeonato pasado, que fue la mejor que hicimos en la historia. Pero no puedo decir que vamos a ser campeones, todavía es algo que no puedo prometer. - ¿Le conviene al mundo del fútbol que ascienda un equipo chico como Brown? -Uno pensaba que por ser un club chico nos iban a tratar de voltear, como se dice vulgarmente, pero lo cierto es que el campeonato pasado y éste, en los cuales Brown tuvo una participación importante, el club no sufrió ningún perjuicio. Nunca se dio una situación como para que uno piense que me querían tirar abajo al equipo, o algo así. Desde mi lugar, te puedo decir que Brown está disputando un campeonato de igual a igual con los más grandes y hasta ahora no tuvimos ningún problema. -¿Su futuro está en Brown? - El día que vos no me vean en Primera división, voy a estar trabajando con los chiquitos de la misma manera y con las mismas ganas que ahora. A mí, de acá, no me saca nadie. Tres pesos no me van a cambiar mi vida, y menos a esta altura. Soy de Brown y no me voy a ir a ningún lado. No pienso traicionar mis pensamientos, de acá no me muevo. Quiero ser feliz, estar tranquilo, vivir en donde me siento más cómodo, sufrir y llorar por este cuadro. No es que lo digo de la boca para afuera. Lo digo de verdad. Uno tiene que ser agradecido de la gente que le dio una mano en un momento difícil. En Brown nací, y en Brown voy a morir. Es así. Fuentes: http://www.turiver.com/ http://tiempo.infonews.com/ Leer más...