Querido hijo:
Esta carta está consagrada a los festejos de River por la obtención del campeonato, así que empiezo a contarte.
El domingo jugaron River y San Lorenzo, un partido en el que desde un comienzo dominó River y ya en el segundo tiempo arrinconó a San Lorenzo en su arco, pero pasaban los minutos sin que llegara el gol que tanto necesitábamos, pero a los veinticuatro minutos Alonso recibe un corner y de cabeza hace el gol. El estadio tembló como nunca, River siguió apretando y luego llegó el segundo y enseguida terminó el match, ante la enorme alegría y emoción de la gente, pues ya se saboreaba el campeonato.
El miércoles se jugó el partido con Argentinos Juniors con la cuarta división, por la huelga de jugadores, y con el triunfo de River la gente directamente enloqueció y fueron en manifestación hasta el Monumental, donde todos dieron rienda suelta a su alegría. Hubo manifestaciones hasta altas horas de la noche en todos los barrios, hasta en el Barrio Norte. Los autos hacían sonar las bocinas como un medio de identificación con la alegría que vive todo el pueblo.
Hoy sábado fui dos veces al estadio y por fin pude sacar una platea para el partido con Racing.
Retomo la escritura hoy lunes. Cuando iba al estadio la Avenida del Libertador presentaba un aspecto único: autos embanderados, familias enteras, desde la abuela hasta los nietos, todos con emblemas blancos y rojos: eran los padres que llevaban a sus hijos a ver un espectáculo único como era la coronación luego de 18 años.
Una vez en el estadio el espectáculo era indescriptible, único, como ni yo ni nadie habíamos visto antes, hasta los trenes se asociaban al júbilo tocando su silbato al pasar. Un gran globo de gas despegó del estadio y voló por la ciudad, y al salir los jugadores ya fue la locura, rodeados de miles de hinchas, la “gorda Matosas” adelante y eufórica. El partido fue lo de menos y se suspendió en el segundo tiempo, pero ya River ganaba dos a cero y estaba todo dicho.
Después siguieron las manifestaciones interminables, no sólo acá, sino en todas la ciudades del interior.
Y cuando ya volvía caminando desde el estadio hasta las Barrancas de Belgrano, no pude menos que acordarme de cuando eras chico y los dos hacíamos el mismo camino, que a veces me decías que te daba una puntada en el estómago y teníamos que parar un rato a descansar.
¡Cuánto te extrañé ayer, en cuántas cosas he pensado y cuánto he recordado!
Eran tiempos más felices que volvían a mi memoria, alegrías y emociones del ayer que ya está lejano.
Y termino este relato deseándote que estés cada día mejor y enviándote un fuerte abrazo.”
Esta es la carta que mi padre me escribió a la cárcel en agosto del ’75, cuando River rompió con la racha de 18 años sin ganar campeonatos.
Yo estaba preso desde hacía un año. Aislado en la cárcel de Magdalena y sin posibilidad de leer otra cosa que no fuera la correspondencia de mis familiares directos que, por supuesto, llegaba a nuestras manos con el sobre abierto por los censores.
La carta me llegó con quince días de atraso, y la noticia del campeonato la recibí primero de la boca de un guardián, gallina como yo, que violando todas las consignas compartió el júbilo conmigo aun a riesgo de ser sancionado. Hasta ese punto llegan las complicidades que genera el fútbol.
Recién ahora que soy padre, casi cuarenta años después, puedo comprender la soledad de mi viejo en el festejo.
Cuando nos separó la política y cada almuerzo familiar se convertía en una disputa, el fútbol nos seguía uniendo y volvíamos a él como el salvavidas capaz de mantener a flote nuestra relación, quebrada por las diferencias insalvables entre sus ideas y las mías. Entre su pensamiento rígido, forjado en su carrera militar, y el mío que empezaba a formarse en la militancia de izquierda.
Durante mis largos años en prisión, mi padre no faltó a una sola visita. Separados por el vidrio del locutorio, seguíamos peleando cada vez que discutíamos de política, hasta que ambos, dolidos, nos refugiábamos en River como punto de encuentro y coincidencia.
La despedida era sin abrazo, el vidrio que nos separaba lo hacía imposible, pero el adiós con la mano iba acompañado de la única consigna que podíamos compartir: ¡Viva River, carajo!, gritábamos los dos cuando sonaba el silbato que anunciaba el fin de la visita.
Así fue en Magdalena, en Caseros, en Rawson, en Devoto: ¡Viva River, carajo!, gritamos siempre que nos despedimos durante aquellos años interminables.
Mi padre murió en el ’89, pero antes tuvimos una revancha. Festejamos juntos la obtención de la Copa Libertadores del ’86: yo había recuperado la libertad tres años antes y él compró las entradas que nos unieron aquella noche en un abrazo interminable en la tribuna San Martín alta, cuando “el búfalo” Funes hizo el gol consagratorio.
Hoy regreso de la cancha con Joaquín y Jorge, mis dos hijos, caminando hacia Barrancas de Belgrano. Vamos tomados por los hombros, tristes, pero no solitarios. Nos acompañamos los tres y juntos afrontamos esta pesadilla. Recordando a mi padre, hacemos el mismo trayecto que cincuenta años atrás yo hacía de su mano.
Ya no hay otro partido. Ya sonó el silbato que no anuncia el fin de la visita, sino la derrota inapelable. Ya estamos en la B. Ya sabemos que ahora iremos a la cancha los sábados y que tendremos que cambiar nuestras rutinas. Ya no habrá más clásicos para palpitar y tendremos que aprender hasta los nombres de nuestros nuevos rivales.
Pero los tres gritamos fuerte para que mi viejo nos escuche donde quiera que esté. Gritamos bien fuerte. ¡Viva River, carajo!
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Este es un blog de futbol, un blog de cuentos, un blog de historias y recuerdos; es un blog hecho con amigos, para viejos amigos y nuevos amigos.
La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..
Queremos recibir tus aportes y sugerencias a: correomanoinquieta@gmail.com
lunes, 27 de junio de 2011
viernes, 24 de junio de 2011
Cuesta Abajo - Gardel y Le Pera
El dicho popular dice: “el tango te espera, ya te va a llegar…”
En mano inquieta hemos decidido acortar camino, salimos al encuentro del 2x4 y su fantástica poesía. Para empezar lo haremos con el mejor de todos, justamente hoy a 76 años de su fallecimiento, si señor! Carlos Gardel.
El lunes 24 de junio de 1935, el avión F31 Ford de la SACO que llevaba a Gardel y a Le Pera, chocó con otro avión similar en cercanías del aeropuerto Olaya Herrera de la ciudad de Medellín. El accidente les costó la vida a ambos y a otros quince pasajeros, entre ellos dos guitarristas de la orquesta que los acompañaban en una gira por toda Latinoamérica.
El tango “Cuesta Abajo” le dio título a la primera película que el zorzal criollo filmó para el sello Paramount en EE.UU. Fue realizada en el año 1934, dirigida por el francés Louis Gasnier y filmada en la ciudad de Nueva York. Cuentan que la canción fue compuesta por Le Pera (letra) y Gardel (música) en pleno set de filmación e interpretada por la orquesta dirigida por Terig Tucci. Desde la prensa se lo vinculó sentimentalmente a Gardel con la protagonista Mona Maris, situación que no fue absolutamente desmentida por ninguno de los dos.
A continuación tendrán la letra y como una joyita, el video de la Orquesta Típica Fernández Fierro con el Chino Laborde en voz, versionando este hermoso tango nada menos que en una vereda de San Telmo. En el inicio citamos un dicho, para cerrar vamos a hacerlo con otro: “…soy Gardel y Le Pera con guitarra eléctrica…”, los muchachos de La Fernández Fierro no tienen instrumentos eléctricos, pero cuanto rock le ponen a semejante tango.
Que lo disfruten amigos inquietos!
Letra:
Si arrastré por este mundo
la vergüenza de haber sido
y el dolor de ya no ser.
Bajo el ala del sombrero
cuantas veces, embozada,
una lágrima asomada
yo no pude contener...
Si crucé por los caminos
como un paria que el destino
se empeñó en deshacer;
si fui flojo, si fui ciego,
sólo quiero que hoy comprendan
el valor que representa
el coraje de querer.
Era, para mí, la vida entera,
como un sol de primavera,
mi esperanza y mi pasión.
Sabía que en el mundo no cabía
toda la humilde alegría
de mi pobre corazón.
Ahora, cuesta abajo en mi rodada,
las ilusiones pasadas
yo no las puedo arrancar.
Sueño con el pasado que añoro,
el tiempo viejo que lloro
y que nunca volverá.
Por seguir tras de su huella
yo bebí incansablemente
en mi copa de dolor,
pero nadie comprendía
que, si todo yo lo daba
en cada vuelta dejaba
pedazos de corazón.
Ahora, triste, en la pendiente,
solitario y ya vencido
yo me quiero confesar:
si aquella boca mentía
el amor que me ofrecía,
por aquellos ojos brujos
yo habría dado siempre más.
Fuentes: Libro “Todo Tango” José Gobello
Sitio Web www.todotango.com
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lunes, 20 de junio de 2011
Tres de Copas
Más que difícil fue para Marcelo la decisión de irse a vivir a la capital. Dejar la casa de los viejos para cambiarla por una pensión de estudiantes, con horario de comidas para respetar y baño para compartir. Meterse sin preludios en esas calles inundadas de gritos y de bocinas, repletas de apuros y nerviosismo. Laburar en lo que se pueda que le permita estudiar y casi sin mas tiempo para nada.
Amigos, familia, un noviazgo en crecimiento, perro y demás afectos quedaron en Saladillo, ciudad natal y lugar en el mundo para vivir. Desde el momento de la mudanza supo que una vez terminada la carrera volvería al pago, solo una cosa no se resignó a perder, su equipo de futbol. Acordó con su hermano mayor y entrenador del mismo, que vendría a jugar domingo de por medio. Preferentemente de local, dependiendo la dificultad del rival.
Las cosas mas o menos funcionaron bien en el primer año, el equipo terminó de la mitad de tabla para arriba, haciendo un digno papel e inclusive habiéndole ganado al eterno rival Junior de Tapalque, que para la desgracia de todo Saladillo terminó consagrándose campeón. Por su parte, cumplió con el equipo en veintidós tantos y como todos los años fue el goleador.
Al empezar el segundo año de facultad, el tío Juan le prestó un Fiat 147 que la tía Susana ya no utilizaba para que pudiese ir y venir de la capital más fácilmente. Esta vez el arreglo con su hermano y director técnico fue más abierto. Vendría a jugar cuantos partidos pueda, pero para eso era necesario que entrenase por su cuenta al menos una vez por semana en la capital. Todo parecía estar dado para realizar una mejor temporada que la anterior, pero el futbol y la vida misma no se resuelve en base a pronósticos.
Para el mes de mayo se quedó sin trabajo, desesperado salió a buscar empleo para poder seguir subsistiendo. Luego de un par de semanas de búsqueda, consiguió un nuevo trabajo con mejor paga pero con mayor carga horaria. No tuvo chance de elegir, empezó a cursar menos materias y recortó tiempo de entrenamiento. Para colmo una noche entrenando en parque Chacabuco sufrió un desgarro abdominal, que entre idas y vueltas lo tuvo marginado de las canchas como tres meses.
El equipo sufrió mucho su ausencia. Solo un triunfo, un puñado de empates y el resto todas derrotas. Cuando Marcelo regresó tampoco pudo aportar para una remontada. Un poco excedido de peso, falto de futbol y un equipo que no ayudaba, miraban bien desde el fin de la tabla de posiciones el transcurrir del campeonato.
Llegaron a la ante ultima fecha del campeonato con serias chances de perder la categoría, necesitaban dos triunfos y esperar que su competidor directo pierda algo en el camino para poder salvarse. Ese domingo se levantó temprano, hizo el bolso y decidió salir para Saladillo. Pasaría por lo de los viejos para almorzar y charlar un rato, de paso para limar asperezas con su hermano mayor. La relación no pasaba su mejor momento, el parecer del DT era que su hermano menor había abocado demasiadas energías al nuevo trabajo y con eso postergado los estudios, pero sobretodo el equipo y no lo sentía consustanciado con las circunstancias a punto de perder la categoría.
Al llegar al auto lo encontró sin dos ruedas, maldijo y lanzó puteadas al cielo. Justo ayer había llenado el tanque de combustible, no tenía plata para salir a comprar una rueda. Apenas le quedaba un puchito para los peajes y no mucho mas, se volvió a la pensión entre bronca y resignación. Llamó por teléfono a sus padres para avisarles lo sucedido, viajaría en colectivo. Les pidió que le avisaran a su hermano que iría directamente para el club en el horario del partido, volvió a disculparse y cortó.
Luego de dos horas de colectivo, llegó pasada las dos de la tarde. Sin mucho tiempo de profundizar les contó a sus compañeros lo sucedido. Enseguida su hermano interrumpió para dar la charla técnica, repartió las marcas en las pelotas paradas, si hubiese un penal sería para que lo ejecutase Marcelo, remarcó la importancia del partido y que si querían quedarse en la liga había que ganar como sea.
El partido no difirió a la mayoría que el equipo había realizado en el campeonato, sin goles ni propios ni ajenos, promediaba el segundo tiempo y solo dos veces había pateado al arco. El Chapa, arquero, capitán y símbolo, si que había tenido trabajo. Resistía, pero el resto no lograba dar dos pases seguidos. El director técnico llamó al zurdo Pelotita y le pidió que vaya a firmar la planilla. Mientras elongaba le dijo, que se parase bien pegado a la raya como wing derecho, que el tres contrario se iba al ataque muy seguido, que esperase que por lo menos una chance fuera a tener, le exigió decisión y que fuese profundo.
Cuando el referee paró el juego para que se realizara el cambio, el DT gritó: “Marcelooo…” ante el estupor y la sorpresa de todos repitió: “Marcelo!”. Este alzó su brazo y lo revoleó por detrás de la nuca, salió caminando por el fondo de la cancha maldiciendo mientras el zurdito ingresó rapidísimo por el medio.
Cuando el reemplazado llegó al banco de suplentes no quiso, no supo, no pudo contener la bronca por su exclusión. Le pegó una patada al bidón de agua y con eso salpicó a todos, inclusive a su hermano. Este lanzó una puteada y lo mandó al vestuario a ducharse.
El partido agonizaba y nada parecía haber cambiado, todo parecía terminar en empate sin goles y con ello, la tan temida pérdida de la categoría. Alto, fuerte y lejos salió el rechazo del Pata, marcador central del equipo y especialista en la materia. La pelota pareció perderse en lo alto, cuando por fin hizo contacto con la tierra, una cómplice mata modificó el pique y con eso engañó al volante contrario dispuesto a dominarla. El beneficiario directo fue Pelotita, que tal como el técnico se lo había pedido estaba pegadito a la raya, sin marca salió hecho un trueno en dirección al área. Una vez dentro, frenó imprevistamente cambiando de pierna la pelota. El que no frenó fue el marcador que cerraba desesperadamente, se llevó consigo al zurdito y a la pelota.
El referee pitó marcando el punto del penal y expulsó al defensor. Sin Marcelo en cancha, fue el Pata el encargado de cambiar pena máxima por gol. Le rompió el arco a
un arquero que casi tímidamente se movió a la izquierda, como esquivando un fusilazo que entró por el medio.
Mucha fue la euforia de todo el mundo, el partido terminó y al llegar al vestuario recién se dieron cuenta de la falta del nueve del equipo. Marcelo se fue sin bañarse y exclamando bronca a más no poder, algunos dijeron oír en sus gritos que se olvidaran de él para siempre. Su hermano le restó importancia, dejaría que se tranquilizaran las aguas y hablaría para poder reestablecer relación. La semana próxima se jugarían la permanencia de visitante, nada menos que en cancha de Junior de Tapalque, clásico y campeón ya consagrado por segundo año consecutivo. El equipo local no solo estaba dispuesto a dar la vuelta para festejar, sino que también se relameaba con la posibilidad de ser testigo privilegiado del descenso del rival historico.
En el transcurrir de la semana Marcelo no dio mas señales de su enojo, tampoco respondió los cuatro o cinco llamados de su hermano a la pensión. Solo habló con su padre y evitó tocar el tema. Casi por encima esbozó un “…nos vemos el domingo Pa…” y colgó. La bronca se le fue diluyendo con los dias, llegó el domingo y casi nada quedaba ya de lo sucedido en su mente.
Un cielo muy nublado y la presión bajísima derivó en una lluvia no muy fuerte, pero si constante y molesta para manejar el sacudido 147 de la tía Susy hasta Tapalque.
La lluvia se hizo tormenta y su ruido llenó el silencio del que maneja mientras piensa. Marcelo empezó a pensar el partido, a pensar en su hermano, en como se disculparía o sino valía la pena hacerlo. Tantas conjeturas, tantas suposiciones y de repente el auto se apagó. Inmediatamente puso las valizas y se corrió hacia la banquina. Infinitos e inútiles fueron los intentos para arrancar el Fiat, hasta que la batería no quiso más y ya ni eso le quedó. Caminó unos 600 o 700 metros hasta el poste de SOS de la autopista, totalmente empapado descolgó el teléfono . Acordó con una operadora el lugar y los datos del vehiculo, emprendió el regreso hasta el coche.
Pasados los veinte minutos una grúa lo llevó hasta la próxima estación de peaje. Ahí un mecánico le dijo que se le había roto la tapa del distribuidor, que el agua había hecho destrozos en no se que carajo y que hasta mañana no podría conseguir un reemplazo.
Dejó el auto, agarró el bolso y se paró al lado de la cabina de peaje. Empezó a tratar de encontrar algún solidario automovilista que lo alcanzase hasta destino. Un camionero se apiadó de el y se ofreció llevarlo hasta Las Flores y después vería como llegar hasta Tapalque.
Nunca fue un tipo de muchas palabras, pero supo entender la necesidad del camionero de charlar, semejante favor no merecía la ingratitud de su parte de no retribuirle algunas respuestas al paso a las tantas preguntas que no paraba de recibir. La cuestión que pasados los kilómetros y los minutos terminó contándole la historia completa del berretín con su hermano. El camionero le restó importancia a la pelea y le contó alguna suya con sus propios hermanos. Sin sacar los ojos del camino, con un tono de voz tan seguro como paternal a la vez, le dijo: “…mire pibe, su hermano sabe que esta peleita no cambia nada, él necesita tanto de ud como usted también de él….” Pitó del rubio jokey y termino por decir: “ puede ser que ud no sea mas el ancho de espadas que era, pero hoy es como un tres de copas para su equipo. Su hermano seguramente no desconoce esto…”
Se quedó pensando en esas palabras, luego de unos minutos de silencio el camionero prometió llevarlo hasta la cancha de Junior a jugar el partido.
En el vestuario visitante todo era incertidumbre, nadie sabía nada de Marcelo. Se aproximaba el horario de inicio del partido y el DT caminaba por las paredes. Dio una enérgica charla técnica, nombró uno por uno los once que entrarían a jugar y ante el estupor de todos sostuvo con firmeza la ausencia de su hermano. Cuando los equipos ya estaban en la cancha, Junior dio una aburrida vuelta olímpica con niños en brazos y todo. El sórdido ruido del frenar de un inmenso camión con acoplado despertó la atención de todos, locales y visitantes, de la cabina bajó velozmente Marcelo con bolso en mano y al grito de llegueeee.
El que no pudo esperar fue el partido, mientras el retrasado centrodelantero se cambiaba raduamente el árbitro pitó el inicio. A llegar al banco de suplentes no cruzaron ni palabras ni miradas con su hermano, saludos a sus compañeros y prometió contarles luego las peripecias que tuvo que pasar para poder llegar.
El Deportivo Saladillo no hacia pie en el partido y el Chapa de a poco con sus intervenciones se iba transformando en figura. Hasta que llegó un corner para el local, la pelota con destino de punto de penal no parecía ser difícil para el arquero. Con el Chapa ya dispuesto a descolgar el centro y empezar una rápida contra, el Pata que acompañaba en la marca al nueve contrario le dio con el techo de su cabeza y descolocó al arquero. La pelota entró por el segundo palo casi pidiendo permiso sin que nadie pudiese hacer nada.
Allí si se produjo el primer cruce de miradas entre el entrenador y Marcelo. La escena fue irreproducible con palabras, sin decirse nada se perdonaron todo. Como quien deja cosas en el galpón recuerdos olvidados, dejaron atrás la diferencia y se unieron ante la adversidad como solo se lo puede hacer con un hermano. Enseguida todos en el banco de suplentes percibieron esto, se mancomunaron en alentar el equipo para que no bajasen los brazos. El entrenador mandó a calentar a Marcelo, gritó algunas indicaciones para los volantes y les pidió tranquilidad a los defensores.
Junior no cambió demasiado el repertorio, pero si el Deportivo empezó de a poco a remontar el partido. Esto no se traducía en situaciones de gol, de todas formas no era poco no sentirse agobiado por el rival. Para el final del primer tiempo, el partido estuvo parejo al nivel de los de Saladillo. Durante el entretiempo, el técnico ordenó las marcas, exigió el mayor de los compromisos, les pidió a todos a los gritos que entendieran la posibilidad de ganar no era nula y que se podían salvar de descender. Anunció el cambio de Marcelo por Pelotita y no hubo mas tiempo.
El juego tuvo casi un único dueño y fue Junior nuevamente, los del Depo de Saladillo no pudieron hacer nada para que acortar diferencias entre el campeón y el casi descendido. Por suerte fue el Chapa con sus voladas el encargado de hacer resistir al equipo y mantenerlo en el partido con chances aun. Hasta que se produjo una desgraciada jugada para el campeón, entre toque y toque el marcador central recibió un pase hacia atrás de un volante, este con suficiencia que no tenía pero agrandado por el momento, paró la pelota y con la suela del botín derecho quiso cambiar de pierna para abrir el juego con un marcador de punta. Su torpeza de numero dos dio con la realidad y se tropezó con la pelota a sus pies, Marcelo ni lerdo ni perezoso ya estaba ahí para sacar provecho de semejante burrada. Se llevó la pelota con la punta del botín y emprendió la carrera hacia el arco, cuando el arquero salió a achicar la tiró por un lado y fue a buscarla por el otro. Con el arco descubierto y un ángulo cerrado definió al lado de un palo. Gritando como loco fue a buscar la pelota dormida en el fondo del arco, cuando se hizo de ella escuchó como desde el alambrado el camionero que lo había traído gritaba desaforadamente el gol. Cerró fuerte el puño y se lo gritó con el alma a él también.
A partir de allí el partido cambió de dueño, los treinta o cuarenta que se habían venido desde Saladillo esperando un milagro se hicieron escuchar con su aliento, los muchachos del Deportivo a puro temple y coraje arrinconaron a Junior en su propio arco. Su arquero se fue transformando en figura a medida que el tiempo transcurría, pero no lo podían quebrar. Los contrataques aislados de Junior exigían de gritos al DT, que ya casi sin voz solo atinaba a gesticular mandando para adelante a todos una vez terminado cada sobresalto en el propio arco. Los minutos pasaron, las chances de permanencia se diluían entre pelotazos a la olla y esfuerzos sin resultados. El árbitro marcó dos minutos de adicional antes de que el Pata sacara un tiro libre cerca de la mitad de cancha, el balón con destino de area fue rechazado al corner con un puñetazo por el arquero. Todos, absolutamente todos los del Depo (incluyendo al arquero) coparon el área, diez almas esperando un centro de dios que los salvara, sin mucho mas que esperanza.
La pelota cayó muy pasada y cuando se perdía por la línea de fondo, fue el Chapa que como cuando volaba para atajar voló para ponerle el palietal derecho y meterla otra vez en zona de peligro. Vivoreante y sin destino concreto, la pelota se encontró con el pecho de Marcelo y juntos, pelota y jugador, entraron hasta el fondo del arco. El grito de gol se habrá escuchado hasta Saladillo, Marcelo corrió desaforadamente hasta su hermano, el abrazo que los confundió será recordado por todos los presentes como de los más conmovedores. En seguida, vinieron el resto e improvisaron un brutal festejo en forma de montaña humana.
No hubo tiempo para mas partido, el arbitro no dejó ni que Junior sacara del medio. Como lo había vaticinado el nuevo amigo camionero, el tres de copa y en la ultima mano de las buenas, había servido para que el Depo no perdiera la categoría.
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Las cosas mas o menos funcionaron bien en el primer año, el equipo terminó de la mitad de tabla para arriba, haciendo un digno papel e inclusive habiéndole ganado al eterno rival Junior de Tapalque, que para la desgracia de todo Saladillo terminó consagrándose campeón. Por su parte, cumplió con el equipo en veintidós tantos y como todos los años fue el goleador.
Al empezar el segundo año de facultad, el tío Juan le prestó un Fiat 147 que la tía Susana ya no utilizaba para que pudiese ir y venir de la capital más fácilmente. Esta vez el arreglo con su hermano y director técnico fue más abierto. Vendría a jugar cuantos partidos pueda, pero para eso era necesario que entrenase por su cuenta al menos una vez por semana en la capital. Todo parecía estar dado para realizar una mejor temporada que la anterior, pero el futbol y la vida misma no se resuelve en base a pronósticos.
Para el mes de mayo se quedó sin trabajo, desesperado salió a buscar empleo para poder seguir subsistiendo. Luego de un par de semanas de búsqueda, consiguió un nuevo trabajo con mejor paga pero con mayor carga horaria. No tuvo chance de elegir, empezó a cursar menos materias y recortó tiempo de entrenamiento. Para colmo una noche entrenando en parque Chacabuco sufrió un desgarro abdominal, que entre idas y vueltas lo tuvo marginado de las canchas como tres meses.
El equipo sufrió mucho su ausencia. Solo un triunfo, un puñado de empates y el resto todas derrotas. Cuando Marcelo regresó tampoco pudo aportar para una remontada. Un poco excedido de peso, falto de futbol y un equipo que no ayudaba, miraban bien desde el fin de la tabla de posiciones el transcurrir del campeonato.
Llegaron a la ante ultima fecha del campeonato con serias chances de perder la categoría, necesitaban dos triunfos y esperar que su competidor directo pierda algo en el camino para poder salvarse. Ese domingo se levantó temprano, hizo el bolso y decidió salir para Saladillo. Pasaría por lo de los viejos para almorzar y charlar un rato, de paso para limar asperezas con su hermano mayor. La relación no pasaba su mejor momento, el parecer del DT era que su hermano menor había abocado demasiadas energías al nuevo trabajo y con eso postergado los estudios, pero sobretodo el equipo y no lo sentía consustanciado con las circunstancias a punto de perder la categoría.
Al llegar al auto lo encontró sin dos ruedas, maldijo y lanzó puteadas al cielo. Justo ayer había llenado el tanque de combustible, no tenía plata para salir a comprar una rueda. Apenas le quedaba un puchito para los peajes y no mucho mas, se volvió a la pensión entre bronca y resignación. Llamó por teléfono a sus padres para avisarles lo sucedido, viajaría en colectivo. Les pidió que le avisaran a su hermano que iría directamente para el club en el horario del partido, volvió a disculparse y cortó.
Luego de dos horas de colectivo, llegó pasada las dos de la tarde. Sin mucho tiempo de profundizar les contó a sus compañeros lo sucedido. Enseguida su hermano interrumpió para dar la charla técnica, repartió las marcas en las pelotas paradas, si hubiese un penal sería para que lo ejecutase Marcelo, remarcó la importancia del partido y que si querían quedarse en la liga había que ganar como sea.
El partido no difirió a la mayoría que el equipo había realizado en el campeonato, sin goles ni propios ni ajenos, promediaba el segundo tiempo y solo dos veces había pateado al arco. El Chapa, arquero, capitán y símbolo, si que había tenido trabajo. Resistía, pero el resto no lograba dar dos pases seguidos. El director técnico llamó al zurdo Pelotita y le pidió que vaya a firmar la planilla. Mientras elongaba le dijo, que se parase bien pegado a la raya como wing derecho, que el tres contrario se iba al ataque muy seguido, que esperase que por lo menos una chance fuera a tener, le exigió decisión y que fuese profundo.
Cuando el referee paró el juego para que se realizara el cambio, el DT gritó: “Marcelooo…” ante el estupor y la sorpresa de todos repitió: “Marcelo!”. Este alzó su brazo y lo revoleó por detrás de la nuca, salió caminando por el fondo de la cancha maldiciendo mientras el zurdito ingresó rapidísimo por el medio.
Cuando el reemplazado llegó al banco de suplentes no quiso, no supo, no pudo contener la bronca por su exclusión. Le pegó una patada al bidón de agua y con eso salpicó a todos, inclusive a su hermano. Este lanzó una puteada y lo mandó al vestuario a ducharse.
El partido agonizaba y nada parecía haber cambiado, todo parecía terminar en empate sin goles y con ello, la tan temida pérdida de la categoría. Alto, fuerte y lejos salió el rechazo del Pata, marcador central del equipo y especialista en la materia. La pelota pareció perderse en lo alto, cuando por fin hizo contacto con la tierra, una cómplice mata modificó el pique y con eso engañó al volante contrario dispuesto a dominarla. El beneficiario directo fue Pelotita, que tal como el técnico se lo había pedido estaba pegadito a la raya, sin marca salió hecho un trueno en dirección al área. Una vez dentro, frenó imprevistamente cambiando de pierna la pelota. El que no frenó fue el marcador que cerraba desesperadamente, se llevó consigo al zurdito y a la pelota.
El referee pitó marcando el punto del penal y expulsó al defensor. Sin Marcelo en cancha, fue el Pata el encargado de cambiar pena máxima por gol. Le rompió el arco a
un arquero que casi tímidamente se movió a la izquierda, como esquivando un fusilazo que entró por el medio.
Mucha fue la euforia de todo el mundo, el partido terminó y al llegar al vestuario recién se dieron cuenta de la falta del nueve del equipo. Marcelo se fue sin bañarse y exclamando bronca a más no poder, algunos dijeron oír en sus gritos que se olvidaran de él para siempre. Su hermano le restó importancia, dejaría que se tranquilizaran las aguas y hablaría para poder reestablecer relación. La semana próxima se jugarían la permanencia de visitante, nada menos que en cancha de Junior de Tapalque, clásico y campeón ya consagrado por segundo año consecutivo. El equipo local no solo estaba dispuesto a dar la vuelta para festejar, sino que también se relameaba con la posibilidad de ser testigo privilegiado del descenso del rival historico.
En el transcurrir de la semana Marcelo no dio mas señales de su enojo, tampoco respondió los cuatro o cinco llamados de su hermano a la pensión. Solo habló con su padre y evitó tocar el tema. Casi por encima esbozó un “…nos vemos el domingo Pa…” y colgó. La bronca se le fue diluyendo con los dias, llegó el domingo y casi nada quedaba ya de lo sucedido en su mente.
Un cielo muy nublado y la presión bajísima derivó en una lluvia no muy fuerte, pero si constante y molesta para manejar el sacudido 147 de la tía Susy hasta Tapalque.
La lluvia se hizo tormenta y su ruido llenó el silencio del que maneja mientras piensa. Marcelo empezó a pensar el partido, a pensar en su hermano, en como se disculparía o sino valía la pena hacerlo. Tantas conjeturas, tantas suposiciones y de repente el auto se apagó. Inmediatamente puso las valizas y se corrió hacia la banquina. Infinitos e inútiles fueron los intentos para arrancar el Fiat, hasta que la batería no quiso más y ya ni eso le quedó. Caminó unos 600 o 700 metros hasta el poste de SOS de la autopista, totalmente empapado descolgó el teléfono . Acordó con una operadora el lugar y los datos del vehiculo, emprendió el regreso hasta el coche.
Pasados los veinte minutos una grúa lo llevó hasta la próxima estación de peaje. Ahí un mecánico le dijo que se le había roto la tapa del distribuidor, que el agua había hecho destrozos en no se que carajo y que hasta mañana no podría conseguir un reemplazo.
Dejó el auto, agarró el bolso y se paró al lado de la cabina de peaje. Empezó a tratar de encontrar algún solidario automovilista que lo alcanzase hasta destino. Un camionero se apiadó de el y se ofreció llevarlo hasta Las Flores y después vería como llegar hasta Tapalque.
Nunca fue un tipo de muchas palabras, pero supo entender la necesidad del camionero de charlar, semejante favor no merecía la ingratitud de su parte de no retribuirle algunas respuestas al paso a las tantas preguntas que no paraba de recibir. La cuestión que pasados los kilómetros y los minutos terminó contándole la historia completa del berretín con su hermano. El camionero le restó importancia a la pelea y le contó alguna suya con sus propios hermanos. Sin sacar los ojos del camino, con un tono de voz tan seguro como paternal a la vez, le dijo: “…mire pibe, su hermano sabe que esta peleita no cambia nada, él necesita tanto de ud como usted también de él….” Pitó del rubio jokey y termino por decir: “ puede ser que ud no sea mas el ancho de espadas que era, pero hoy es como un tres de copas para su equipo. Su hermano seguramente no desconoce esto…”
Se quedó pensando en esas palabras, luego de unos minutos de silencio el camionero prometió llevarlo hasta la cancha de Junior a jugar el partido.
En el vestuario visitante todo era incertidumbre, nadie sabía nada de Marcelo. Se aproximaba el horario de inicio del partido y el DT caminaba por las paredes. Dio una enérgica charla técnica, nombró uno por uno los once que entrarían a jugar y ante el estupor de todos sostuvo con firmeza la ausencia de su hermano. Cuando los equipos ya estaban en la cancha, Junior dio una aburrida vuelta olímpica con niños en brazos y todo. El sórdido ruido del frenar de un inmenso camión con acoplado despertó la atención de todos, locales y visitantes, de la cabina bajó velozmente Marcelo con bolso en mano y al grito de llegueeee.
El que no pudo esperar fue el partido, mientras el retrasado centrodelantero se cambiaba raduamente el árbitro pitó el inicio. A llegar al banco de suplentes no cruzaron ni palabras ni miradas con su hermano, saludos a sus compañeros y prometió contarles luego las peripecias que tuvo que pasar para poder llegar.
El Deportivo Saladillo no hacia pie en el partido y el Chapa de a poco con sus intervenciones se iba transformando en figura. Hasta que llegó un corner para el local, la pelota con destino de punto de penal no parecía ser difícil para el arquero. Con el Chapa ya dispuesto a descolgar el centro y empezar una rápida contra, el Pata que acompañaba en la marca al nueve contrario le dio con el techo de su cabeza y descolocó al arquero. La pelota entró por el segundo palo casi pidiendo permiso sin que nadie pudiese hacer nada.
Allí si se produjo el primer cruce de miradas entre el entrenador y Marcelo. La escena fue irreproducible con palabras, sin decirse nada se perdonaron todo. Como quien deja cosas en el galpón recuerdos olvidados, dejaron atrás la diferencia y se unieron ante la adversidad como solo se lo puede hacer con un hermano. Enseguida todos en el banco de suplentes percibieron esto, se mancomunaron en alentar el equipo para que no bajasen los brazos. El entrenador mandó a calentar a Marcelo, gritó algunas indicaciones para los volantes y les pidió tranquilidad a los defensores.
Junior no cambió demasiado el repertorio, pero si el Deportivo empezó de a poco a remontar el partido. Esto no se traducía en situaciones de gol, de todas formas no era poco no sentirse agobiado por el rival. Para el final del primer tiempo, el partido estuvo parejo al nivel de los de Saladillo. Durante el entretiempo, el técnico ordenó las marcas, exigió el mayor de los compromisos, les pidió a todos a los gritos que entendieran la posibilidad de ganar no era nula y que se podían salvar de descender. Anunció el cambio de Marcelo por Pelotita y no hubo mas tiempo.
El juego tuvo casi un único dueño y fue Junior nuevamente, los del Depo de Saladillo no pudieron hacer nada para que acortar diferencias entre el campeón y el casi descendido. Por suerte fue el Chapa con sus voladas el encargado de hacer resistir al equipo y mantenerlo en el partido con chances aun. Hasta que se produjo una desgraciada jugada para el campeón, entre toque y toque el marcador central recibió un pase hacia atrás de un volante, este con suficiencia que no tenía pero agrandado por el momento, paró la pelota y con la suela del botín derecho quiso cambiar de pierna para abrir el juego con un marcador de punta. Su torpeza de numero dos dio con la realidad y se tropezó con la pelota a sus pies, Marcelo ni lerdo ni perezoso ya estaba ahí para sacar provecho de semejante burrada. Se llevó la pelota con la punta del botín y emprendió la carrera hacia el arco, cuando el arquero salió a achicar la tiró por un lado y fue a buscarla por el otro. Con el arco descubierto y un ángulo cerrado definió al lado de un palo. Gritando como loco fue a buscar la pelota dormida en el fondo del arco, cuando se hizo de ella escuchó como desde el alambrado el camionero que lo había traído gritaba desaforadamente el gol. Cerró fuerte el puño y se lo gritó con el alma a él también.
A partir de allí el partido cambió de dueño, los treinta o cuarenta que se habían venido desde Saladillo esperando un milagro se hicieron escuchar con su aliento, los muchachos del Deportivo a puro temple y coraje arrinconaron a Junior en su propio arco. Su arquero se fue transformando en figura a medida que el tiempo transcurría, pero no lo podían quebrar. Los contrataques aislados de Junior exigían de gritos al DT, que ya casi sin voz solo atinaba a gesticular mandando para adelante a todos una vez terminado cada sobresalto en el propio arco. Los minutos pasaron, las chances de permanencia se diluían entre pelotazos a la olla y esfuerzos sin resultados. El árbitro marcó dos minutos de adicional antes de que el Pata sacara un tiro libre cerca de la mitad de cancha, el balón con destino de area fue rechazado al corner con un puñetazo por el arquero. Todos, absolutamente todos los del Depo (incluyendo al arquero) coparon el área, diez almas esperando un centro de dios que los salvara, sin mucho mas que esperanza.
La pelota cayó muy pasada y cuando se perdía por la línea de fondo, fue el Chapa que como cuando volaba para atajar voló para ponerle el palietal derecho y meterla otra vez en zona de peligro. Vivoreante y sin destino concreto, la pelota se encontró con el pecho de Marcelo y juntos, pelota y jugador, entraron hasta el fondo del arco. El grito de gol se habrá escuchado hasta Saladillo, Marcelo corrió desaforadamente hasta su hermano, el abrazo que los confundió será recordado por todos los presentes como de los más conmovedores. En seguida, vinieron el resto e improvisaron un brutal festejo en forma de montaña humana.
No hubo tiempo para mas partido, el arbitro no dejó ni que Junior sacara del medio. Como lo había vaticinado el nuevo amigo camionero, el tres de copa y en la ultima mano de las buenas, había servido para que el Depo no perdiera la categoría.
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martes, 14 de junio de 2011
LA NOVENA SINFONIA DE MARTIN
¡Yo ví jugar a PALERMO!, diremos muchos de nosotros cuando pasen los años y se extrañe a ese Titán del área, al que Bianchi bautizó “el optimista del gol”, al gran nueve de Boca, al eterno Martín Palermo.
Quizás su vida pueda verse en cines en algún tiempo, pero no haría falta, nosotros los de Boca la fuimos grabando meticulosamente en nuestras retinas . Tuvimos el privilegio de estar en la cancha o de verlo desde la tele y gritar al mismo tiempo que él sus goles, besando la misma camiseta que él besaba, llorando con la misma emoción que él nos contagiaba partido tras partido.
Perdón les pido a los miles de hinchas que aun sin ser de Boca lo admiran e idolatran, no es que no se reconozca que un jugador así trasciende a su propio pueblo, es que mal les pese a algunos ES DE BOCA, se hizo grande en BOCA y su último partido profesional en el fútbol, vestirá la camiseta de BOCA.
Como Bostero ganó todo, como bostero se elevó a la estatura de héroe para cabecear la estrella más alta y hacerle un golazo a la historia, a esa historia que tuvimos el privilegio de vivir con el y a la otra que comenzará a escribirse desde ahora como un mito.
Ese es PALERMO, el que erró tres penales en un mismo partido, el que volvió de una lesión para amargar a River y enamorar a todos, el que metio un gol de media cancha, el que hizo otro gol de cabeza desde cuarenta metros, el que convirtió un penal pateando con los dos pies, el que fue a Japón para hacerse eterno.
Ese es MARTIN, el 9 de Boca , el que hizo festejar a DIOS con el gol del último minuto clasificándonos para un mundial contra Perú, ese es PALERMO, el que emociona, el que transpira, el nene bueno, el hombre increíble, el más querido el único, el elegido.
Como si no bastara el ídolo dentro de la cancha, también afuera es un grande, bastaría con preguntarle a todos los chicos que hizo feliz en sus apariciones silenciosas por hospitales y clubes, o al mismo BUONANOTE cuando estando internado y lo vio entrar en su habitación para darle su aliento y su apoyo.
El es así, si hasta en el final de su gloriosa carrera puso por encima la amistad con el “MELLIZO” GUILLERMO y es capaz de resignar noventa minutos de fútbol, de flashes, de records, de reportajes y portadas, con tal de no sentir que traiciona a un buen amigo. Y pensar que hay quienes ven en el fútbol solamente negocios…
Por eso cuando el árbitro el Domingo suene el silbato del final y todos los corazones vayan a abrazarlo, no tengan vergüenza de soltar una lágrima AMIGOS BOSTEROS, se va un grande y hay que aplaudir de pié hasta enrojecer las palmas.
Celebren los hinchas de Estudiantes que lo vieron crecer desde la cuna, festejen los hinchas de Gimnasia porque caminó también sus calles, alcen las banderas los de mi pueblo xeneize, vívenlo a gritos todos los hinchas del fÚtbol…
Se va MARTIN PALERMO, NACE UNA LEYENDA.
Quizás su vida pueda verse en cines en algún tiempo, pero no haría falta, nosotros los de Boca la fuimos grabando meticulosamente en nuestras retinas . Tuvimos el privilegio de estar en la cancha o de verlo desde la tele y gritar al mismo tiempo que él sus goles, besando la misma camiseta que él besaba, llorando con la misma emoción que él nos contagiaba partido tras partido.
Perdón les pido a los miles de hinchas que aun sin ser de Boca lo admiran e idolatran, no es que no se reconozca que un jugador así trasciende a su propio pueblo, es que mal les pese a algunos ES DE BOCA, se hizo grande en BOCA y su último partido profesional en el fútbol, vestirá la camiseta de BOCA.
Como Bostero ganó todo, como bostero se elevó a la estatura de héroe para cabecear la estrella más alta y hacerle un golazo a la historia, a esa historia que tuvimos el privilegio de vivir con el y a la otra que comenzará a escribirse desde ahora como un mito.
Ese es PALERMO, el que erró tres penales en un mismo partido, el que volvió de una lesión para amargar a River y enamorar a todos, el que metio un gol de media cancha, el que hizo otro gol de cabeza desde cuarenta metros, el que convirtió un penal pateando con los dos pies, el que fue a Japón para hacerse eterno.
Ese es MARTIN, el 9 de Boca , el que hizo festejar a DIOS con el gol del último minuto clasificándonos para un mundial contra Perú, ese es PALERMO, el que emociona, el que transpira, el nene bueno, el hombre increíble, el más querido el único, el elegido.
Como si no bastara el ídolo dentro de la cancha, también afuera es un grande, bastaría con preguntarle a todos los chicos que hizo feliz en sus apariciones silenciosas por hospitales y clubes, o al mismo BUONANOTE cuando estando internado y lo vio entrar en su habitación para darle su aliento y su apoyo.
El es así, si hasta en el final de su gloriosa carrera puso por encima la amistad con el “MELLIZO” GUILLERMO y es capaz de resignar noventa minutos de fútbol, de flashes, de records, de reportajes y portadas, con tal de no sentir que traiciona a un buen amigo. Y pensar que hay quienes ven en el fútbol solamente negocios…
Por eso cuando el árbitro el Domingo suene el silbato del final y todos los corazones vayan a abrazarlo, no tengan vergüenza de soltar una lágrima AMIGOS BOSTEROS, se va un grande y hay que aplaudir de pié hasta enrojecer las palmas.
Celebren los hinchas de Estudiantes que lo vieron crecer desde la cuna, festejen los hinchas de Gimnasia porque caminó también sus calles, alcen las banderas los de mi pueblo xeneize, vívenlo a gritos todos los hinchas del fÚtbol…
Se va MARTIN PALERMO, NACE UNA LEYENDA.
Raúl Vallejos
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lunes, 6 de junio de 2011
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