“Que noche llena de hastío y de frio, el viento trae un extraño lamento….”. La voz del polaco suena inconfundible desde el estéreo de la camioneta.
Mientras maneja rumbo a la capital a buscar a Gustavo y Eduardo, bajo una fuerte y persistente llovizna, Jorge canturrea por lo bajo –“..parece un pozo de sombras la noche..” Tal cual Polaco, que noche fulera! -piensa Jorge- Esto va a seguir así, cuando hay sudestada difícil que pare hasta mañana. Menos mal que voy con tiempo así los muchachos no se mojan mientras me esperan.
“Garuuua, solo y triste por la acera va este corazón transido con tristeza de tapera…” sigue el polaco con su voz aguardentosa. -Espero que Gustavo esta vez no falle. Eduardo seguro que va a estar porque cuando se trata de asado y guitarreada no se la quiere perder. Además, el ya vino para el oeste varias veces, ya está acostumbrado al conurbano profundo. Pero Gustavo no, un par de veces estuvo para venir y a último momento falló. Encima los muchachos están recargosos con eso de que Gustavo no existe, que es mi amigo imaginario y otras boludeces más. ¡ ¡Ya van a ver cuando lo conozcan! Seguro van a pegar onda enseguida.
“Perdiiido, como un duende que en las sombras más la busca y más la nombra, garua...tristeza…¡hasta el cielo se ha puesto a llorar!” termina el polaco mientras Jorge va bajando de la autopista.
A los pocos minutos de estar estacionado frente a la plaza Once, Eduardo llega corriendo y se lanza adentro de la camioneta. - ¡Hola Jorgito!¿Cómo estás?¡Que noche de perros viejo! ¿Igual se hace el asadito no? Traje la viola porque hoy le vamos a dar hasta tarde. - ¡Si Edu, por supuesto! ¡Mira si nos va a parar una lloviznita de mierda! -Y el otro muchacho, ¿va a venir? Preguntó un Eduardo ansioso por rajar para el oeste. - ¿Gustavo? Sí …seguro que viene!, le mande mensajito hace un rato y me dijo que a las 7 estaba acá.- contestó Jorge mientras limpiaba los vidrios de la camioneta para ver mejor cuando se acercara Gustavo. - ¡Ahí viene! Está cruzando la plaza.-dijo Jorge aliviado de ver venir a Gustavo y que esta vez no hubiera fallado. Entre la llovizna, Gustavo se acercaba dando saltitos buscando esquivar los charcos. Jorge abrió la ventanilla y le hizo señas para que subiera en la parte de atrás. Gustavo entró, cerró la puerta de la camioneta y mientras sostenía una botellita de agua, y sin saludar a Eduardo, con una voz apenas perceptible dijo: -Perdoname Jorge, creo que no voy a poder acompañarte esta noche… El silencio que siguió a sus palabras duro apenas unos segundos pero pareció una eternidad. Antes de contestar, en esa fracción de tiempo interminable, a Jorge se le cruzaron mil imágenes. La ilusión por el encuentro tantas veces soñado, la vergüenza de llegar sin Gustavo y aguantar las cargadas de los muchachos, ese grupo de escritores inquietos que estaban esperando allá, en el oeste lejano… - ¿Como que no podés? ¿Qué problema tenés??-La frase dicha con un poco de angustia y de fastidio pareció que podría torcer la decisión de Gustavo. -No se Jorge, no me siento bien del estómago. Además, se va a hacer tarde y mañana tengo cosas que hacer. A Jorge la sombra de una duda infinita empezó a nublarle la razón. En su fuero intimo pensaba: ¿Cómo que no se siente bien? ¿Por qué no me mando un mensajito si hoy todo se resuelve por celular, si hasta las relaciones sentimentales más largas se terminan mandando un whatsapp?. ¿Por qué esperar llegar al límite y encima con Eduardo siendo testigo de este momento tan vergonzoso?? Eduardo, el otro pasajero de esa noche de garua interminable, atónito testigo de ese diálogo inquietante, revoleaba los ojos intrigado ensimismado en sus propios pensamientos. ¿Qué está pasando acá? ¿Cómo es que en esta noche tan fría y tan mía se produce esta situación impensada hace solo un momento? ¿Seré yo la causa de este desencuentro? ¿Este muchacho estará incómodo por mi presencia? ¿Tendrá temor de pasar la línea de fronteras de la Gral. Paz que nos adentra en tierra de infieles? La cabeza de Eduardo bullía de interrogantes. -Me dolió el estómago todo el día, por eso estoy a pura agua.- amplio Gustavo su cuadro intestinal para dar mayor dramatismo a las razones de su deserción. Jorge miraba hacia atrás con el brazo apoyado en el respaldo de su asiento a un Gustavo que se debatía en seguir esgrimiendo razones de su ausencia o bajar del vehículo y que termine todo de una vez. Entonces Gustavo hizo un último intento para complacer a un Jorge que a esa altura se estaba poniendo intranquilo. -Por ahí si el asado termina a eso de las once podría ir… El intento fue peor, fue como un mazazo en la poca paciencia que le quedaba a Jorge. ¿Un asado en el conurbano, con guitarreada y vino puede terminar a las once!?? ¿Qué le pasa a este muchacho!?? Esa propuesta imposible de aceptar fue el intento definitivo. -¡No Gustavo, yo no te puedo traer a esa hora, mejor no vengas! Un silencio atroz invadió la cabina de la Partner. Eduardo a esa altura se mordía el labio inferior inquieto ante el inminente desenlace. -Bueno Jorge, es lo mejor, combinamos para otro día...chau…nos vemos en la próxima. Gustavo se bajó despacio, se acomodó la campera para cubrirse de la garua que seguía clavando con sus púas y desapareció como un duende entre las sombras de la noche. Pasaron unos segundos interminables. Jorge aferrado al volante, sin arrancar el motor, miraba al horizonte sin ver, sin decir ni una palabra. Y entonces escuchó lo que necesitaba, una palabra de consuelo que lo saque de ese estado de bronca y desolación, que lo haga volver a la realidad y olvidar rápidamente lo que había pasado con Gustavo -Che Jorge, ¿porque no vamos yendo? ¡A ver si encima se pasa el asado! - dijo finalmente un Eduardo despreocupado por las razones de Gustavo y ansioso por llegar y entrarle a las achuras…
Esas historias urbanas que poco a poco se convierten en leyenda...pero que quedó atrapada en este gran relato!! Y se yapa, un poco de la magia del Polaco!
ResponderEliminarQué tangazo, Aníbal Troilo, el Polaco Goyeneche y un relato antológico. Gracias cuarentena!
ResponderEliminarMe recuerda a otras historias vividas, pero no tan bien contadas como esta. Las pequeñas cosas pasan, se hacen grandes cuando sabemos contarlas. Buenísimo
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