La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

......Tu comentario es bienvenido!! (gracias)...........
Queremos recibir tus aportes y sugerencias a: correomanoinquieta@gmail.com

sábado, 17 de octubre de 2020

NI UN PASO MAS


La eternidad nos acompaña ciegamente

Una tarde cualquiera puede ser el inicio de un camino que serpentea en la memoria y nos devuelve a lugares que marcaron nuestra historia con letras de lenguas que mantienen su esencia.
Muchos dicen que darse un paseo por nuestro pasado nos refresca, nos empapa con gotas de relatos, con destellos fotográficos que se proyectan en el cielo y nos regala la mejor toma cinematográfica de un documental que de a poco va tomando forma.
Desearía poder recrear de manera auténtica y sensible esos fragmentos de tu historia. Podría haber comenzado hace años, lo sé. Sabrás disculparme pero sigo luchando contra esa sombra que persigue y oscurece mis preguntas.
“Lo mejor de nuestra piel, es que no nos deja huir…” cantaba Solari y se abre el inmenso abanico de oportunidades que nos regala la libre percepción. Así es como siento que no puedo escapar de esas incógnitas, de esos retazos de tu pasado que poco a poco vas mostrando en tus relatos de cualquier tarde. A tu manera, y cuando el silencio se hace presente entre tazas de matecocido con leche y chipa que amasaste con tus manos llenas de bondad, me hacés viajar al origen de tus decisiones. Mostrás esas escenas de la misma manera que has puesto sobre la mesa la receta que aprendiste al costado del horno de barro, mientras la abuela Guillermina amasaba y el abuelo Juan hacía las veces de degustador oficial.
Caen fichas dentro de mi cabeza, se acomodan, buscan su forma y un sonido rompe la silenciosa monotonía.
“Un día gris de una semana cualquiera, me acuerdo de estar en mi lugar de todos los días, el taller mecánico. Para eso me había presentado 3 meses antes al Servicio Militar de mi país, quería servir a mi patria y aprender un oficio. Mi cuñado Daniel Velázquez era el encargado de capacitar en Tornería a los que ingresábamos, así que esos eran mis objetivos. 
Todo parecía indicar que sería un día más, pero recibimos la orden inmediata del Comandante de Agrupación de Conscriptos Sergio Alcaraz: ¡todos a formar!
Nos miramos sin saber qué sucedía, esa orden no parecía ser una de las que recibíamos a diario, no parecía otro baile más. Fue así que recibimos la instrucción y rápidamente nos separaron en grupos. Estábamos a punto de practicar posiciones y ubicaciones para combatir. Cuando esas palabras salieron de su boca, el silencio se hizo espeso, el estruendo de nuestros corazones galopando nos recordaba, por si hacía falta, que ahí estábamos para eso. Nuestra misión era colaborar con las fuerzas de la Cañonera Paraguay y la Cañonera Huamitá y evitar el avance militar argentino en su búsqueda implacable contra el General Juan Domingo Perón. Hasta ese día, no recuerdo si había escuchado alguna vez su nombre, pero por esas cosas del destino se convirtió en un símbolo imborrable en mi vida.
Una vez formados los grupos nos pusieron al tanto de la situación: El Comandante y Capitán de la Embarcación “La cañonera Paraguay” que se encontraba en reparación en el Río de La Plata, le había dicho a los militares argentinos que fueron a buscar al General Perón: ponen un pie en esta embarcación y volamos Buenos Aires. El objetivo de apresar al General, tuvo una barrera que resultaría infranqueable para la embestida militar argentina.
La historia quiso que tales sucesos no se concretaran, que el General encontrara en suelo paraguayo el lugar al que en tierra propia querían ponerle barrotes eternos.
Hoy, luego de 53 años de estar en esta maravillosa tierra Argentina, recuerdo cada día aquella intempestiva pesadilla y despierto entre preguntas que mi historia de Inmigrante construyó. ¡Cuántas sorpresas nos regala el destino! Valió la pena todo lo que viví, cada momento de zozobra, cada intento de cambiar la historia de aquellos que tienen el poder de hacerlo y a veces nos dejan sin nada. Yo tengo 4 hijos hermosos, que me regalaron más hijos del corazón, nietos y bisnietos que alegran mis días, y una compañera que se arrojó a la aventura a mi lado, como yo hubiera tenido que arrojarme si una de esas botas argentinas ponían un pie en la Cañonera.
El agradecimiento a estas tierras se lo debo a los valores que mis padres me inculcaron de pequeño, pero también, por esas finas jugadas del destino, se lo debo al General. Luego de aquellos sucesos, y habiendo cumplido el Servicio Militar, volví a mi pueblo, Altos de la Cordillera, a 60 kilómetros de Asunción.
En una tarde cualquiera, de esas que cambian el rumbo y tiempo después serpentean en mi cabeza, llegó al pueblo un agradecimiento enviado por el General Perón: alimentos, ropa, bicicletas, triciclos y muchas cosas más, que en un lugar olvidado del interior se recibe con inmensa alegría. Porque se puede sentir que alguien se acuerda de vos, que te tiene presente.”
 Las fichas que estaban acomodadas vuelven a buscar nuevas posiciones. Mis ojos buscan sus ojos y el abrazo no tarda en llegar.
Las historias que habitan en esos rincones poco visitados pueden ser más que una señal, se convierten en el mejor de los argumentos de cualquier discurso y nos pueden aclarar el panorama. Hasta pueden terminar con una frase ocurrente, como las que se le ocurren a mi papá en sus momentos de esplendor: “Yo era Peronista antes de conocer al General”.
 
 Muchas gracias a mi viejo, Don Juan, por ser inspirador y ponerle letra a sus recuerdos



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viernes, 3 de abril de 2020

VIAJE AL ORIGEN DE LA GAMBETA


Para vos, enano

Cada vez que me decido a frenar, a mirar por el espejo retrovisor sin nada que obstaculice mi visión, puedo imaginarlo concentrado como quien intenta poner toda su pericia al servicio de la acción. Su primer gambeta fue con las manos. Sí, con las manos. Para un futbolero, a principios del siglo veintiuno, ver un pibe agarrar la pelota con la mano podría haberse convertido en un factor de riesgo de padecer un paro cardíaco. A mí no me asustaba en lo más mínimo, creo que no ponía por delante mi pasión, y sólo me dedicaba a disfrutar de ese momento de creatividad del pequeño Lautaro. Adelantaba la cabeza, ponía primera, corría hacia la pelota y con envidiable decisión frenaba justo frente ella. Estiraba esos brazos  flacuchos que bailaban en la camiseta manga larga que acusaba restos de mermelada de durazno en los puños (señal que la merienda había precedido al juego en el patio), separaba bien esos deditos que hace poquito habían apretado mi dedo índice en la clínica, y convencido de su objetivo agarraba la pelota, separaba las piernas y la hacía pasar por entre ellas. A veces el balón se trababa un poco por la espesura del pasto o por el casi imperceptible roce con el jogging verde que la abuela le había hecho a medida. Pero cuando  al bajar la cabeza quedando con el mundo al revés mirando entre sus piernas, y veía que  la pelota había pasado, comenzaba un nuevo desafío que iba acompañado de un relato futbolero que susurraba la emoción que sentía por haber sido capaz de realizar su gambeta. Y allá iba mi enano, corriendo emocionado, brazos en alto sacando chispas del pasto con sus zapatillas negras con abrojos.
¿Será que a veces nuestro corazón está conectado con el destino? Mi impaciente argentinidad rebotaba en mi mente con insistencia diabólica esperando el momento en el que Lauti toque la pelota con el pie. Y rápidamente otra agobiante incógnita: ¿será derecho o zurdo? No, imposible que sea zurdo si en mi familia todos le dimos con la diestra y la otra era para tener el mismo par de zapatos nomás. O tal vez aquel esguince de rodilla que tuve cuando estaba en inferiores y que me obligó a usar el pie izquierdo durante la recuperación pasó por osmosis atípica a mi adn y le traspasé la envidiable habilidad que tienen los que le pegan con la misma que Messi y Maradona.
¿Y si sale arquero? Por ahí por eso la persigue y la agarra con las manos. Le gusta revolcarse, disfruta del pasto, sus pantalones tienen esas hermosas manchas en las rodillas que denotan un arduo trabajo cerca de la tierra, todos signos y señales que podrían hacer pensar que en su relato silencioso nombra a Goyén como lo hacía yo cuando jugaba en la vereda de mi casa y mis amigos  pateaban al arco inventado entre el poste luz y un buzo cualquiera.
¿En qué puesto jugará? En las carreras arranca rápido, es decidido, pareciera que no le tiene miedo a los choques (a juzgar por las marcas que tiene en la frente y en otras partes del cuerpo), pero pareciera que no va a ser muy alto, así que por ahí le quedaría bien ser un wing. O por ahí un marcador de punta con recorrido, de esos que llegan al área contraria, que no dudan en pisar campo contrario para sumarse al ataque.
Pero todo eso va a tener más certeza si de una vez por todas se decide a tocarla con el pie. Pero parece que no le llegó la hora todavía a las extremidades inferiores. El juego de las manos y las piernas abiertas como si fueran un túnel sigue siendo divertido, le agrega más dificultad y también la hace pasar en sentido inverso: de atrás hacia adelante. Y el festejo se acrecienta, el relato en forma de susurro cobra una emotividad tal que a los que asistimos a tamaño espectáculo nos dibuja una sonrisa comparable con los que pagan una entrada para ver a su ídolo máximo. Y la aventura se hace extrema cuando con la insistencia propia de un jugador profesional pidiéndole al árbitro que le saque amarilla a ese jugador que hizo una falta, Lauti les pide a su hermana y a su prima que dejen por un rato la hamaca y se animen a hacer lo que él había intentado con persistente emoción. Así  es que Julieta y Josefina dejan por un momento su juego y se suman al campo de juego. Ambas con joggings, cómodas para saltar y estar atentas a las pruebas de acrobacia que Mariana, mi mujer, preparaba con esa imaginación propia de una madre que sólo quiere disfrutar de una tarde con sus hijos y sobrina.
Julieta tiene el pelo lacio, casi como suaves flechas de un color oscuro que combinan a la perfección con esos ojos que no paran de moverse cuando el juego le entusiasma y ella habla en voz alta adelantando todo lo que va a suceder en su guión de directora de juego. El jogging rosa y gris hace juego con sus zapatillas de princesa que de vez en cuando lleva los cordones desatados en señal de protesta a los que quieren mantenerla atada. Es que esos piecitos que transitan la casa con una fuerza inaudita, llevan en su andar la mágica sensación que me provoca oírla llegar. Y nadie que pueda provocar eso en un ser humano, puede quedar encerrada o atada a los requerimientos de otro mortal.  Ella lo mira a Lautaro y sabe que su gambeta no requiere tanta habilidad para alguien con su recorrido de vida, que ya tiene sala rosa y sala celeste aprobadas. Pero igual se presta a la prueba, con la misma emoción de una principiante que ha quedado en evidencia delante del público que espera sus movimientos en el escenario.
Josefina es un poquito más pequeña, más reservada. Se sienta en un escaloncito que sirve de límite entre las baldosas amarillas del patio y el comienzo del parque que hoy sirve de campo de juego para estas proezas deportivas. Desde allí observa cada movimiento, cada palabra soltada al viento por sus primos que la animan para sumarse a la aventura con la pelota y no se dan por vencidos hasta recibir una respuesta positiva. Ahí es cuando Jose deja su cómoda estadía en el escalón, se pone de pie y como el sol de esa tarde de otoño se va dibujando una sonrisa en esa carita redonda, brillante, fresca, que queda perfecta en el marco que forman su flequillo y el pelo que cae sobre sus orejas sin sobrepasar las mejillas. Como si siempre estuviese en una foto, transmitiendo todo con su mirada y su sonrisa.
Y ahí es cuando se pone a  funcionar una maquinaria de risas, asombro y energía que envuelve la tarde y nos tiene a Mariana y a mí como espectadores de lujo. Cada tanto nos codeamos en una clara señal de socorro porque el mate cebado espera entre nuestras manos pero no lo registramos, tal vez, porque lo único que interesa en ese momento es que a los tres peques les salga el truco con la pelota. Seguramente las tareas del hogar podrán esperar un rato más, nadie se quiere perder estos encuentros. Son esos segundos que te regala la vida para atesorar y traerlos a la mente en días de encierro o de melancolía. O simplemente, cuando podemos bajar un cambio y no depender de las agujas del reloj ni del calendario para darnos cuenta que el tiempo pasa y con él se agiganta la importancia de las pausas placenteras.  Sobre todo cuando los vemos abrazarse luego de que cada uno de ellos pudo completar la hazaña y se funden en un abrazo tan profundo como el rincón donde guardo esta película.
Pero al final, ¿de qué jugará Lauti? Todavía no pateó, ni siquiera para alcanzársela a sus compañeras de juego. Tendría que meterme en su juego y obligarlo “disimuladamente” a poner la redonda en el pasto e incitarlo a chutar hacia mí - pienso por un instante. Pero como quien viaja dentro de su propio corazón, a ese lugar de donde vienen todas las decisiones que saltan a la realidad de una manera prematura, casi sin forma, aterradas por la exposición humana que no tiene en cuenta los conflictos que las atraviesan, simplemente elijo detenerme y disfrutar.
Hacia allí viajé hoy. Muchas veces estuve cerca, tal vez pasé y ni me di cuenta.
En ciertas ocasiones me acobarda la idea de agobiarte y que la presión sea más intensa que la intención. Debe ser esa dicotomía de sentirme con autoridad para poder aconsejarte que se va desvaneciendo cuando te veo llorar o reír por esta pasión que elegiste. No debe haber pasión más grande que la que se lastima y vuelve a renacer porque nos ofrece el tiempo necesario para volver a mezclar las cartas y jugar la mejor mano en la siguiente partida.
Así que luego de volver al patio de tu niñez, ver tu gambeta con las manos, tu sonrisa pícara, tus brazos flacuchos balanceándose, tus manos fuertes que aprietan mi dedo índice, tu camiseta manga larga con mermelada de durazno, tus pantalones con las rodillas embarradas, tus zapatillas negras con abrojos, tu relato en forma de murmullo, tu pedido insistente para jugar con Julieta y con Josefina, tus marcas en la frente, tus pruebas acrobáticas con mamá, tu abrazo pidiendo que te acompañe… vine hoy a decirte que sea cual sea tu puesto, tu pasión y tu gambeta voy a estar al lado tuyo esperando que la pelota cruce hacia el otro lado, ahí donde vos querés que llegue para reírte, agachar la cabeza y correr levantando los brazos.


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jueves, 2 de abril de 2020

COMO UN DUENDE ENTRE LAS SOMBRAS

“Que noche llena de hastío y de frio, el viento trae un extraño lamento….”. La voz del polaco suena inconfundible desde el estéreo de la camioneta.
Mientras maneja rumbo a la capital a buscar a Gustavo y Eduardo, bajo una fuerte y persistente llovizna, Jorge canturrea por lo bajo –“..parece un pozo de sombras la noche..” Tal cual Polaco, que noche fulera! -piensa Jorge- Esto va a seguir así, cuando hay sudestada difícil que pare hasta mañana. Menos mal que voy con tiempo así los muchachos no se mojan mientras me esperan. “Garuuua, solo y triste por la acera va este corazón transido con tristeza de tapera…” sigue el polaco con su voz aguardentosa. -Espero que Gustavo esta vez no falle. Eduardo seguro que va a estar porque cuando se trata de asado y guitarreada no se la quiere perder. Además, el ya vino para el oeste varias veces, ya está acostumbrado al conurbano profundo. Pero Gustavo no, un par de veces estuvo para venir y a último momento falló. Encima los muchachos están recargosos con eso de que Gustavo no existe, que es mi amigo imaginario y otras boludeces más. ¡ ¡Ya van a ver cuando lo conozcan! Seguro van a pegar onda enseguida. “Perdiiido, como un duende que en las sombras más la busca y más la nombra, garua...tristeza…¡hasta el cielo se ha puesto a llorar!” termina el polaco mientras Jorge va bajando de la autopista.


A los pocos minutos de estar estacionado frente a la plaza Once, Eduardo llega corriendo y se lanza adentro de la camioneta. - ¡Hola Jorgito!¿Cómo estás?¡Que noche de perros viejo! ¿Igual se hace el asadito no? Traje la viola porque hoy le vamos a dar hasta tarde. - ¡Si Edu, por supuesto! ¡Mira si nos va a parar una lloviznita de mierda! -Y el otro muchacho, ¿va a venir? Preguntó un Eduardo ansioso por rajar para el oeste. - ¿Gustavo? Sí …seguro que viene!, le mande mensajito hace un rato y me dijo que a las 7 estaba acá.- contestó Jorge mientras limpiaba los vidrios de la camioneta para ver mejor cuando se acercara Gustavo. - ¡Ahí viene! Está cruzando la plaza.-dijo Jorge aliviado de ver venir a Gustavo y que esta vez no hubiera fallado. Entre la llovizna, Gustavo se acercaba dando saltitos buscando esquivar los charcos. Jorge abrió la ventanilla y le hizo señas para que subiera en la parte de atrás. Gustavo entró, cerró la puerta de la camioneta y mientras sostenía una botellita de agua, y sin saludar a Eduardo, con una voz apenas perceptible dijo: -Perdoname Jorge, creo que no voy a poder acompañarte esta noche… El silencio que siguió a sus palabras duro apenas unos segundos pero pareció una eternidad. Antes de contestar, en esa fracción de tiempo interminable, a Jorge se le cruzaron mil imágenes. La ilusión por el encuentro tantas veces soñado, la vergüenza de llegar sin Gustavo y aguantar las cargadas de los muchachos, ese grupo de escritores inquietos que estaban esperando allá, en el oeste lejano… - ¿Como que no podés? ¿Qué problema tenés??-La frase dicha con un poco de angustia y de fastidio pareció que podría torcer la decisión de Gustavo. -No se Jorge, no me siento bien del estómago. Además, se va a hacer tarde y mañana tengo cosas que hacer. A Jorge la sombra de una duda infinita empezó a nublarle la razón. En su fuero intimo pensaba: ¿Cómo que no se siente bien? ¿Por qué no me mando un mensajito si hoy todo se resuelve por celular, si hasta las relaciones sentimentales más largas se terminan mandando un whatsapp?. ¿Por qué esperar llegar al límite y encima con Eduardo siendo testigo de este momento tan vergonzoso?? Eduardo, el otro pasajero de esa noche de garua interminable, atónito testigo de ese diálogo inquietante, revoleaba los ojos intrigado ensimismado en sus propios pensamientos. ¿Qué está pasando acá? ¿Cómo es que en esta noche tan fría y tan mía se produce esta situación impensada hace solo un momento? ¿Seré yo la causa de este desencuentro? ¿Este muchacho estará incómodo por mi presencia? ¿Tendrá temor de pasar la línea de fronteras de la Gral. Paz que nos adentra en tierra de infieles? La cabeza de Eduardo bullía de interrogantes. -Me dolió el estómago todo el día, por eso estoy a pura agua.- amplio Gustavo su cuadro intestinal para dar mayor dramatismo a las razones de su deserción. Jorge miraba hacia atrás con el brazo apoyado en el respaldo de su asiento a un Gustavo que se debatía en seguir esgrimiendo razones de su ausencia o bajar del vehículo y que termine todo de una vez. Entonces Gustavo hizo un último intento para complacer a un Jorge que a esa altura se estaba poniendo intranquilo. -Por ahí si el asado termina a eso de las once podría ir… El intento fue peor, fue como un mazazo en la poca paciencia que le quedaba a Jorge. ¿Un asado en el conurbano, con guitarreada y vino puede terminar a las once!?? ¿Qué le pasa a este muchacho!?? Esa propuesta imposible de aceptar fue el intento definitivo. -¡No Gustavo, yo no te puedo traer a esa hora, mejor no vengas! Un silencio atroz invadió la cabina de la Partner. Eduardo a esa altura se mordía el labio inferior inquieto ante el inminente desenlace. -Bueno Jorge, es lo mejor, combinamos para otro día...chau…nos vemos en la próxima. Gustavo se bajó despacio, se acomodó la campera para cubrirse de la garua que seguía clavando con sus púas y desapareció como un duende entre las sombras de la noche. Pasaron unos segundos interminables. Jorge aferrado al volante, sin arrancar el motor, miraba al horizonte sin ver, sin decir ni una palabra. Y entonces escuchó lo que necesitaba, una palabra de consuelo que lo saque de ese estado de bronca y desolación, que lo haga volver a la realidad y olvidar rápidamente lo que había pasado con Gustavo -Che Jorge, ¿porque no vamos yendo? ¡A ver si encima se pasa el asado! - dijo finalmente un Eduardo despreocupado por las razones de Gustavo y ansioso por llegar y entrarle a las achuras… Leer más...

martes, 31 de marzo de 2020

LOS ESCRITORES Y EL FUTBOL

Partiendo del supuesto que los escritores son seres humanos y, como tales, en su gran mayoría les gusta el deporte y sobre todo el fútbol, ¿se puede establecer alguna relación entre la literatura que produjo cada uno y el club de sus amores? Veamos algunos casos:
Gabriel García Marquez, premio nobel 1982, era hincha del Junior de Barranquilla. Nació en 1927 y el club se había fundado en 1924. Su jugador emblema fue el “pìbe” Valderrama, dos veces semifinalista de la Copa Libertadores. Aquí una primera relación, realmente Valderrama tenía una especie de “realismo mágico” en su juego. Lo negativo de la relación de Gabo con su club, creo que debió ser la bandera del Junior, muy parecida a la de EEUU, que no se debe haber gustado nada, cuando fue pasando de la infancia al compromiso político de su juventud y adultez Eduardo Galeano, hincha de Nacional de Montevideo, autor de Las Venas abiertas de América Latina y uno de los mejores libros sobre el tema, El fútbol a sol y sombra. Es un homenaje al fútbol, un poema escrito en prosa. Dice: “Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”. Albert Camus, famoso escritor premio Nobel 1957, autor de El Extranjero y La Peste, libro que se ha puesto de moda en este tiempo con motivo de la pandemia mundial del Coronoavirus, fue un fan del fútbol, incluso jugó de arquero en un equipo de Argelia, cuna también del gran Sinedine Sidane. Le gustaba decir que no había aprendido la moral en Marx o en los evangelios, sino en su vida de pobreza. En la calle. En los terrenos de fútbol. Fue hincha del Racing Club de Paris. Arthur Conan Doyle, o más conocido como Sherlock Holmes, era inglés y jugador de fútbol del Portsmouth. También fue arquero como Camus, aunque luego terminaría jugando de 4. En una de las aventuras de Sherlock Holmes –“El tres cuartos desaparecido”- el escritor puso en labios del célebre detective: “Los partidos de fútbol no están en mi horizonte en absoluto”. Teniendo en cuenta esta afirmación, las obra basada en el inquilino del 221B de Baker Street no se relaciona con el fútbol, pero Arthur Conan-Doyle llegó hasta a ganarse la vida como deportista. Juan Villoro, escritor mexicano, autor de Dios es redondo, Ida y vuelta (a dúo con Martín Caparrós) y Balon dividido. Es hincha del Necaxa. Dijo al respecto "El Necaxa es como la literatura, para las minorías ilustradas". Ha sido cronista en los mundiales Italia 90 para el periódico El Nacional, Francia 98 para La Jornada, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Adolfo Bioy Casares, gran escritor argentino, premio Cervantes 1990. Otro escritor, Ignacio Molina, comenta en un artículo que “No tengo pruebas para afirmar que Adolfo Bioy Casares haya sido hincha o simpatizante de Excursionistas, pero sí es seguro que Excursio es el equipo de fútbol más mencionado en sus relatos y novelas (esto incluye a los cuentos que escribía con Jorge Luis Borges bajo el seudónimo Bustos Domecq)… En mis lecturas pude detectar cuatro textos en los que aparece Excursionistas: El sueño de los héroes (publicado en 1954): “De las paredes colgaban cinco retratos: Humberto Primo; unos novios; el equipo argentino de fútbol que, en las Olimpíadas, perdió contra los uruguayos; el equipo de Excursionistas (en colores, recortado de El Gráfico)… Gauna habló de Larsen y de cómo se habían mudado a Saavedra. — Ahora soy hombre de Platense — declaró. — No es mal equipo — contestó Santiago-. Pero yo, como decía Aldini, prefiero a Excursionistas.” Diario de la guerra del cerdo (1969), “Hacía tanto frío que a toda la concurrencia del café se le ocurría la misma idea de soplarse las palmas de las manos. Como Vidal no se convencía de que no hubiera allí algo abierto, de vez en cuando miraba en derredor. Dante, que si perdía se enojaba (su devoción por el equipo de fútbol de Excursionistas, inexplicablemente no le había servido para encarar con filosofía las derrotas), lo reprendió por desatender el juego…” De la forma del mundo (1972), “Sin embargo, en tres días de isleño, Correa no alcanzó a leer el número de páginas previsto. Perdió el sábado en cuidar un asado y en chupar mate, y el domingo fue a ver el encuentro de Excursionistas y Huracán, porque francamente no sentía ganas de abrir los libros”. Los inmortales (cuento escrito junto a Jorge Luis Borges) (1978). “Con dolor en el alma, porque esa tarde se jugaba el desquite de Excursionistas contra Deportivo Español y acaso yo no arribara entre los primeros a la cita de honor, encamíneme al consultorio de Avenida Corrientes y Pasteur… — Disculpe, Bustos, que lo haya hecho esperar. Fui a retirar entrada para el encuentro de Excursionistas. Esto es solamente un anticipo de otros artículos sobre el tema para seguir conociendo que los escritores son de carne y hueso y transpiraron la camiseta como nosotros. Como dijo Eduardo Sacheri, “Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol.” Jorge Vilarrasa Leer más...

lunes, 22 de octubre de 2018

MUNDOS PARALELOS



-Siempre tuve curiosidad por entender este concepto de mundos paralelos, comentó Ramiro.
-Yo también, le contesté. ¡Googlialo! (que linda palabra), dale. Ahí está todo. Antes nos quedábamos con las ganas y terminábamos discutiendo horas enteras. Teníamos que volver a casa, buscar en la Enciclopedia Salvar de 20 tomos o en otro diccionario enciclopédico perdido por ahí en la biblioteca de la casa. Recién ahí, sacarnos la duda y esperar un nuevo encuentro para discutir con fundamentos sobre alguna cosa. Solo la memoria de Borges podía brindar respuestas instantáneas.
Ramiro buscó y leyó en vos alta:
“Es el nombre de una hipótesis física, en la que entran en juego la existencia de varias realidades relativamente independientes. El desarrollo de la física cuántica, y la búsqueda de una teoría unificada, han hecho entrever la posibilidad de la existencia de múltiples universos paralelos conformando un multiuniverso. Igualmente, los ocultistas hablan de que para que este cuerpo o materia exista, deben haber ciertas secciones que le complementen… de ahí nace que el hombre es un compuesto de siete chakras, o siete puertas a mundos tales como el de los sueños, o el astral, al energético, al del alma, al de Dios… etc…
-Muy complicado, estamos como al principio, necesito un ejemplo, pero tengo que volver a casa. Nos vemos mañana.
Esa noche, en lugar de ver la tele o Netflix, me dormí temprano y tuve un sueño. A la mañana, bien temprano, lo resumí en un cuento:

-Jugó bien Messi hoy, comentó Gonzalo
-Sí, pero ahora viene la final, los franceses no son como estos ingleses sin alma.
Argentina llegaba a la final de la Copa del Mundo nuevamente. Después de perder con Alemania en 2014, teníamos otra oportunidad, ahora contra Francia.
Pero esta vez Messi no estaba solo. Tras muchas idas y vueltas se logró conformar un seleccionado que jugaba bien en todas las líneas:
Filiol en el arco,  el negro Ibarra de 4, Roberto Perfumo, el mariscal, de 2, Passarella, el gran capitán, de 6 y el ciruja Garré de 3. En el medio, el 8 Ardiles, el 5 Mascherano y el 10 Maradona. Arriba el loco Housemman de 7, el matador Kempes de 9 y Messi, al que lo dejaron jugar también con la 10. Era la primera vez en la historia del fútbol en que dos jugadores tenían el mismo número de camiseta.
-Con estos pibes no podemos perder, acotó Gonzalo
-Mirá querido, como decía mi viejo, en la cancha son 11 contra 11. ¿Sabés cuantas veces vi perder a un equipo de estrellas, contra otro inferior? Ni hablemos con un equipo parejito como el francés.
Esos días antes de la gran final se hicieron de goma. Muchos más argentinos llegaron a Rusia, entre ellos el presidente, su mujer y su hija, como es costumbre en estos casos.
Habrá sido el azar, habrá sido el lechuzón del presidente y su blanca familia, pero igual perdimos con Francia, esta vez 2 a 0, con goles de Mbapée y Platini.
Entonces, será dentro de 4 años en Qatar, con nuevo técnico, nuevos jugadores y sobre todo con nuevo gobierno y presidente con el que nos sintamos orgullosos de llegar y ganar una final del mundo.
¿Mundos paralelos? ¿Mundos mezclados entre la realidad y la ficción?

En realidad, mundos de mierda, donde Messi, el mejor jugador de todos los tiempos todavía no puede ganar un Mundial.
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miércoles, 2 de mayo de 2018

LEÑOS CONVERTIDOS EN CENIZAS



¿Por qué pasado tanto tiempo me caliento por lo que pasó? Era 1972 estábamos a punto de salir de la dictadura. El general Lanusse transcurría sus últimos días como presidente de facto y se esperaba la vuelta de Perón a la Argentina, que finalmente se iba a producir el 17 de noviembre. Tres meses antes Lanussehabía dicho que a Juan Domingo Perón "no le da el cuero" para volver. Pero le dio. Pese a no poder presentarse como candidato, su regreso a la Patria fue trascendente. El 25 de mayo de 1973 asumió la presidencia el Dr, Cámpora y el 20 de junio, Perón retornaba definitivamente a la Argentina después de 18 años de exilio. No exento de contratiempos, el recibimiento del líder congregó a millones de personas en torno del aeropuerto de Ezeiza. Ese paisaje, los bosques de Ezeiza, será el escenario del enfrentamiento de sectores del peronismo: la izquierda: juventud peronista montoneros y la derecha de LopezRega. Era un día gris y lluvioso. De ser la mayor concentración de argentinos, esa jornada pasará a la historia como la Matanza de Ezeiza. Nosotros estábamos allí, acompañando. Votamos dos días antes en el colegio y la mayoría de los alumnos se pronunció por la concurrencia. Pero la asamblea que lo decidió no fue fácil, por el contrario las discusiones se desarrollaron en forma vehemente. Teníamos una profesora de historia, representante de la "posición neutral", cuyo peso, tanto físico como ideológico era importante. Concurría a dar clases, mostrando sin pudor el diario La Nación y, como "el gran diario argentino", era profundamente antiperonista. Su postura ensució la discusión con observaciones históricas que por ser su especialidad, teníamos pocas oportunidades de refutar y que convencieron a muchos alumnos indecisos a no tomar partido en esa coyuntura política y sobre todo a no movilizarse. Muchos de nosotros, de familias peronistas nos sentíamos encandilados por el líder exiliado y veíamos como muy importante comenzar la militancia política yendo todos juntos a ese acto. Julio era mi mejor amigo y hasta ese momento creí que también compartíamos ideas, pero no sé si lo convenció la profe con sus argumentos o no le dio el cuero, como diría Lanusse. Hasta último momento esperé que cambiara de opinión, que abrazara el sentimiento peronista y que a su abrigo se animara a venir. Salimos a la mañana, entre cantos partidarios que musicalizamos, con bombos de distintos tamaños Llegamos relativamente cerca del palco, porque lo alcanzábamos a ver a la distancia. La cantidad de gente era impresionante. Incluso en muchos claros del bosque se veían crepitar leños en fogatas improvisadas, acompañando el crepitar de los corazones de los militantes que habían pasado toda la noche allí, pese a la persistente llovizna Todo se desarrollaba con relativa normalidad cuando se oyeron a lo lejos algunos disparos, parecía algo aislado, pero al rato se escucharon voces alertando sobre un enfrentamiento y muchos se tiraron cuerpo a tierra y rodaron hasta colocarse detrás de algún árbol que los protegiera. Ante el desbande generalizado y con el sonido de las ambulancias como telón de fondo, también nuestro grupo se retiró en busca de los colectivos que nos llevaron de vuelta. Pese a que después nos enteramos de la existencia de muertos y heridos, la jornada representó un hecho histórico sin precedentes. Pero la calentura no me la puedo sacar pese a los años transcurridos, Julio no estuvo allí y los enfrentamientos de minorías impidieron el festejo de la gran mayoría del pueblo argentino. Leer más...

domingo, 18 de marzo de 2018

Ocho años de Mano Inquieta Blog



 Aprovechando que a finales del año pasado sacamos el Libro y el aniversario del Blog, haremos un repaso por los cuentos que aquí publicamos en estos 8 años de Mano Inquieta Blog. En este humilde espacio te proponemos volver a la lectura. Combinar las nuevas tecnologías, en este preciso caso un Blog, con la vieja práctica de leer. A continuación, vamos a brindarles un breve resumen/listado de nuestro mayor orgullo en este Blog: Los Cuentos. Si no leíste alguno, o queres revivir otro, este es el momento ideal. Para pedir nuestro libro, mandanos un mje privado a nuestro facebook de Mano Inquieta.

CUENTOS DE MANO INQUIETA BLOG (por autor y abecedario)
Carlos Carballido&nbsp
Tres de copas (20 Junio 2011) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2011/06/tres-de-copas.html
Acosta juega igual (10 Abril 2011) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2011/04/acosta-juega-igual.html
El recuerdo (20 Febrero 2011)
http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2011/02/el-recuerdo.html
La Primera Vez (12 de Diciembre2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/12/la-primera-vez.html
El dolor de un pecho frío ( 4 de Octubre 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/10/el-dolor-de-un-pecho-frio-mientras.html
Historia de un vestuario (27 de Junio 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/06/historia-de-un-vestuario-subio-al-dodge.html
Casualidad Olímpica (15 de Junio 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/06/casualidad-olimpica-leandro-despejo-con.html
Con los cordones…. (24 de Mayo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/05/con-los-cordones-como-las-clases-ya.html

Eduardo Díaz
El ocaso del enganche (16 Diciembre 2017) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2017/12/el-ocaso-del-enganche.html
Debajo de los tres palos (30 Junio 2017) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2017/06/debajo-de-los-tres-palos.html
Soledad iluminada (2 de Mayo 2017) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2017/05/soledad-iluminada.html
El “Mecha” Ordoñez (1 de Abril de 2017) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2017/04/el-mecha-ordonez.html
El cielo puede esperar (14 Marzo 2017) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2017/03/el-cielo-puede-esperar.html
Una noche de Gardel en tiempos de Le Pera (1 de Febrero 2017) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2017/02/una-noche-de-gardel-en-tiempos-de-le.html
El primer gol de Federico (11 de Enero 2017) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2017/01/el-primer-gol-de-federico.html
Teresita (14 de Diciembre 2016) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2016/12/teresita.html
La pisada del narigón (Noviembre 2016) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2016/11/la-pisada-del-narigon.html
Todo lo anunciaba esa noche (13 Febrero 2011) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2011/02/todo-lo-anunciaba-esa-noche.html
Llegar a casa (23 de Septiembre 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/09/llegar-casa.html
Volver (23 de Agosto 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/08/volver.html
¿La mejor decisión? (17 de Agosto 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/08/la-mejor-decision.html
El primer gol de Ernestito (28 de Mayo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/05/el-primer-gol-de-ernestito.html
Domingos de Lluvia (11 de Mayo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/05/domingos-de-lluvia.html
Fuerte al medio (1 de Abril 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/04/fuerte-al-medio_01.html
El primer partido de Ernestito (24 de Marzo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/03/ernestito.html

Hernan Garcia
 Aunque ganes o pierdas (11 Marzo 2011) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2011/03/aunque-ganes-o-pierdas.html
Y vos…¿De qué lado estas, chabón? (19 Mayo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2010/05/y-vosde-que-lado-estas-chabon.html

Hugo Pacua 
Aquel final del mundo (Diciembre 2012) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2012/12/aquel-final-del-mundo.html
Que…¿Yo no juego? (28 Marzo 2011) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2011/03/que-yo-no-juego_28.html
El Rifle (21 de Septiembre 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/09/el-rifle.html
El regalo de Don Atilio (29 de Mayo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/05/el-regalo-de-don-atilio.html
La ilusión (18 de Marzo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/03/la-ilusion.html

Jorge Vilarrasa
Subterráneo (17 Agosto 2017) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2017/08/subterraneo.html
Encuentro en la plaza del barrio (6 Julio 2017) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2017/07/encuentro-en-la-plaza-del-barrio.html
La receta para escribir un buen cuento (25 Septiembre 2011) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2011/09/la-receta-para-escribir-un-buen-cuento.html
La casa de la calle Olleros (15 de septiembre 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/09/la-casa-de-la-calle-olleros_15.html
El Viaje (4 de Agosto 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/08/el-viaje.html
Los mundiales son un parto (9 de Mayo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/05/los-mundiales-son-un-parto.html
El ángel de la guarda (16 de Abril 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/04/el-angel-de-la-guarda.html
Adiós a Ferro (20 de Marzo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/03/adios-ferro.html

Raúl Díaz 
“A nosotros nos ganó el General Vandenbergh…” (22 Marzo 2012) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2012/03/nosotros-nos-gano-el-general.html
“Un abrazo a los muchachos” (21 Marzo 2011) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2011/03/ya-van-casi-10-horas-y-todavia-no-lo.html
La pesadilla de Pedro (4 Febrero 2011) http://manoinquieta.blogspot.com.ar/2011/02/la-pesadilla-de-pedro.html
Yo juego aunque sea en una gamba (1 de Octubre 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/10/yo-juego-aunque-sea-en-una-gamba.html
Saudade de la bombonera (22 de Julio 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/07/saudade-de-la-bombonera.html
La locura de Yazid (14 de Mayo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/05/la-locura-de-yazid.html
Una decisión difícil (6 de Mayo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/05/una-decision-dificil.html
Un sábado distinto para Sally (29 de Marzo 2010) http://manoinquieta.blogspot.com/2010/03/un-sabado-distinto-para-sally.html
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sábado, 16 de diciembre de 2017

EL OCASO DEL ENGANCHE



Vale admitirlo, alguna vez se le cruzó por la cabeza. Pero en el último domingo, las consecuencias del clasico, lo hacían pensar que era su última oportunidad de trascender, de hacer la bendita diferencia económica en su carrera. Lainez no encontraba su lugar. Casi la totalidad del campeonato lo había visto desde el banco. Y al equipo encima le iba bien, eran pocas las posibilidades de jugar. Banfield peleaba el campeonato y el equipo hacía un año y medio que se paraba 4-3-3, de esos 4-3-3 que se parecen más a un 4-5-1. Su puesto, el de enganche, no era necesario, siempre era la última alternativa de ingreso, eso, cuando rara vez le tocaba ir al banco de suplentes. Banfield jugaba como juegan casi todos los equipos en la actualidad, cuatro defensores con dos laterales rápidos que pasan al ataque, un cinco que cubre espaldas, dos carrileros de ida y vuelta incansable, un nueve definidor y dos wines picantes que muchas veces colaboraban más en defensa que en ataque. En ese dibujo táctico, Lainez no tenía dónde ubicarse, era un típico enganche lagunero, zurdo, lento de piernas, de buena pegada y de gran porte, el único detalle que no era común en los de su puesto.
Así que esa tarde, después del primer entrenamiento semanal del equipo, se quedó hasta que se fue el último de sus compañeros y lo encaró al técnico al borde del campo de juego.
-Esto no lo esperaba Lainez -le dijo Héctor Calcioni, el técnico de Banfield-. Pero debo decirle antes que nada, que el equipo necesita un jugador en ese puesto que pueda ocuparse de muchas cosas que usted no podría cumplir y no alguien que sea un parche de ocasión. Urrutia, el 3 titular se rompió los ligamentos, lo se. Pero necesito alguien que pueda jugar estos diez partidos y no me desarme la defensa. No es lo mismo, es una cuestión de enfoque, un dilema del punto de vista, de mi punto de vista en este caso. Ahora lo que nos hace falta es alguien que tenga experiencia en el puesto, que no desentone. Usted puede ejercitar sus indiscutibles habilidades en otro sector del campo.
- Don Héctor, quiero jugar. Tengo 29 años, pienso que se me acaban las posibilidades. Mi condición de enganche no puede ser un obstáculo -cuestionó Lainez-. 
- No es solamente un obstáculo. Puede ser, para el equipo, un agravante. 
- Considero que perfectamente puedo jugar de lateral, para empezar, soy zurdo. No hay otro zurdo en el equipo más que yo y Urrutia que se lesionó. Insisto que reconsidere por favor, la posibilidad de otorgarme el puesto. 
- Lainez, este país ha pasado muchos años de dictadura, exilio y muerte, actualmente, es un país democrático, o por lo menos mucho más democrático que aquellos años oscuros, usted tiene todo el derecho del mundo a pretender el puesto. Así como también en este caso, tengo derecho a decirle que no. La circunstancia puntual que me plantea es peligrosa, pese a que admiro esto de asumir valientemente su mishiadura y decidirse a retroceder en el campo, no es suficiente para obtener el puesto. Ocurre que el hecho de ser hasta ahora siempre enganche, no produce mayores ventajas para su postulación. 
- Pero tampoco produce inconvenientes, se que puedo adecuarme al puesto. 
- Planteadas así las cosas, en un marco democrático de tolerancia, como técnico y responsable de las tapas de los diarios del día lunes, también tengo el derecho a elegir el perfil de jugador apropiado para ocupar el lugar que hoy necesita el equipo. En otras palabras, Lainez, el equipo necesita nada más ni nada menos que un buen lateral. Que sea lateral, con alma y coraje de un lateral, y sobre todo, con una gran vocación de servicio. El equipo no necesita en ese sector a un respetable enganche devenido a menos que, por diversos motivos absolutamente explicables que no vienen al caso, esté dispuesto a jugar de tres. Debe darse cuenta Lainez, usted es enganche, no tiene nada de malo ser enganche. 
- En su sistema de juego, tiene todo de malo. 
- No es complicado de entender, creame. Su perfil no se ajusta al ideal que le resulta más conveniente para el equipo, no puedo, por una cuestión elemental de responsabilidad, aceptar su postulación. 
- Lo que me contesta es arbitrario, prejuicioso e injusto. 
- Probablemente, Lainez. Pero... ¿Usted cree realmente que puede cumplir con lo que me pide? No, lateral un carajo. Resignese y no insista más, usted no puede ser, está descartado, aunque me caiga bien. Por lo tanto, no me discuta entonces, Lainez, por favor no insista, porque me pone en una situación incómoda. Pero sobre todo le suplico que no se me regale, porque me hace mal. 
- No lo tome así, pero me parece que usted exagera. Hasta me parece que me está tomando el pelo. 
- No Lainez. Es mucho el camino recorrido juntos para que me diga eso. Acá estoy, hablando con usted cuando el entrenamiento terminó, cuando podría estar duchándome para ir a mi casa a rascarme los huevos. No quiero en ese puesto un jugador con ambiciones desmedidas, alguien que se sabe más del rol que está cumpliendo. 
- Su argumento es algo razonable, pero insisto, es prejuicioso y discriminatorio -dijo Lainez, algo abatido-. 
- Sigue agrediéndome y se equivoca. Cada vez que veo a un jugador jugando en un puesto que no es el suyo, me dan ganas de retirarme. Quiero jugadores que jueguen de lo que saben, y no experimentos improvisados. Insisto Lainez, usted tendría que agradecerme y guardarse la arrogancia del desdichado. No solamente debe agradecerme por mi paciencia y por los minutos de más que estoy dedicándole, sino por librarlo de algunas tareas que no le pertenecen y sé que usted nunca podrá hacerlas bien. 
- ¡No tengo arrogancia entrenador! Y le agradezco la paciencia de escucharme. Pero aca estoy, seguro de lo que necesito, pidiéndole una oportunidad de demostrarlo. ¡Pruébeme!. 
- Me seduce su seguridad, la confianza que se tiene, pero no me lo puedo imaginar a usted, suprimiendo sus ambiciones innecesarias de enganche, incorporando la vocación de servicio que tiene un lateral que se precie. 
- No hay aspecto del juego, ..... que yo no esté preparado para realizar, lo desafío a buscar una. 
- Pero qué bien, ahora el señor enganche me desafía. Y encima se le suben los humos de enganche a la cabeza. Jugar de lateral puede ser una tarea ingrata Lainez, veo por lo que me dice y cómo me contesta que realmente no está preparado. Usted cree que dice “Juego de lateral” y ya está. Un lateral que se precie jamás va a dar la raya, anticipa la acción ofensiva del delantero, gana en coraje y mentalidad los duelos del uno contra uno, obstruye la realización de paredes, debe estar dispuesto a ocupar espacios que sus compañeros de defensa abandonan, realizar coberturas y respaldos. Y algo fundamental, el lateral, jamás, por ninguna razón, se queja o mariconea. 
- Pero por favor señor Héctor...entienda de una vez, puedo hacer todo eso y mucho más. Necesito jugar, estoy preparado para asumir el desafío. Estoy en un momento crucial de mi vida, necesito abrirme nuevos caminos. No quiero irme del club, no quiero empezar a pasear de camiseta en camiseta sin destino. Estoy en el ocaso de mi carrera, separado y con tres hijos que mantener. Y en 12 años de trayectoria, no pude hacer una diferencia económica. Mi representante me puede ubicar de lateral a fin de año en un club Ruso. Tiene todo arreglado. Tampoco es facil par mi asumir todo lo que le estoy contando. Permítame demostrarle que estoy a la altura de las circunstancias. 
- Lainez, si lo pongo, nadie en el equipo lo va a respetar. Un enganche devenido a tres, pienselo. Encima usted mide 1,87mts, hizo mas goles de cabeza que de zurda, no tiene velocidad, y las lagunas... ¿Qué hacemos con sus lagunas típicas de enganche? De tres, una laguna, es un gol en contra. Terminemos acá, no insista más. 
- Insisto porque no me convence. 
 - Si lo pongo de tres, sus compañeros van a pensar que fracasó como enganche. Y los pibes de la reserva van a pensar que prefiero poner a cualquiera antes que a aquellos que se vienen preparando durante años en el puesto.Ya me lo imagino Lainez, en la primera de cambio, cuando le salga una oportunidad, lo veo queriendo salir jugando, queriendo tirar un cambio de frente y haciendo cagadas. Estamos primeros Lainez. Sabe usted lo que le cuesta estar primero a este Club... Es así, Lainez, el fútbol profesional muchas veces es una mierda. Yo no puedo velar por sus intereses, resulta que el señor se le acaba la carrera y yo tengo que acceder a su capricho y perjudicar al tres de vocación, al lateral de alma que espera su oportunidad. Usted no puede birlarle el puesto a un compañero por mero capricho. Yo se que es un hombre de valores, no se entregue tan fácilmente y confíe que más temprano que tarde le va a ir muy bien, todavía le queda hilo en el carretel. -agregó Calcioni, dándole la mano para dar por finalizada la charla-. 
- Listo señor, entiendo lo que me dice y gracias por tomarse el tiempo de darme sus explicaciones. Lo único Don Héctor, necesito poder servirle al equipo en algún lado. Tengame en cuenta. Entiendo sus dudas, pero quizá, en algún entrenamiento en la semana, pueda ubicarme en algún otro lado que le sirva al equipo...No lo molesto mas. Chau... 
- Espere Lainez. Tengo quizá una solución... ¡El Turco sigue siendo su representante? Usted es alto, de gran porte, y de buen juego aéreo... En el último partido nos empataron con dos goles de cabeza en el área... Si corro a Quique Sanchez de tres. ¿Como se ve de seis? Hablelo con el Turco, capaz los rusos con un compiladito viéndolo a usted en defensa agarran...¿no? Y si eso pasa, no se olviden de mi...
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jueves, 17 de agosto de 2017

SUBTERRANEO

Hacía muchos años que no viajaba en el subte de Buenos Aires. Había olvidado el submundo subterráneo. Allí, el tiempo no se detiene, hay muy pocos minutos para permanecer quieto, solo los que transcurren entre el paso de un tren y otro o los cortos viajes sentado o parado, entre estación de ascenso y de descenso. Después, el tiempo continuo transcurre caminando pasillos, subiendo y bajando escaleras, trepando y bajando de los trenes. Lo nuevo de este subtransporte de Buenos Aires es la modernidad de sus nuevas estaciones, con diseños similares a las de algunas de las capitales más importantes del mundo y muchos artistas urbanos, nueva expresión que reemplaza al ciego que tocaba la armónica o al viejito y su remendada guitarra. Los artistas urbanos del subte incorporaron la tecnología y sus instrumentos y voces suenan muy bien en la acústica de algunos pasillos y estaciones. Mini recitales de dos, o a lo sumo tres temas entretienen a un auditorio agradecido por mitigar la espera entre tren y tren o el viaje entre estación y estación. Pero esta nueva imagen choca con la profundización del problema de siempre, la marginalidad y la pobreza que se hace visible, pese a los muchos que agachan la cabeza ante el pedido de una monedita por parte de los pobres urbanos. Son los excluidos de la sociedad, alojados en viviendas precarias, en barrios cercanos al centro de Buenos Aires y que arrastran chicos en su periplo diario en busca de ayuda. Y allí aparece la dicotomía, mucha gente premia a los artistas urbanos, probablemente en el convencimiento de que reciben una contraprestación e ignoran el pedido de limosna de los pobres urbanos, porque naturalmente no reciben nada a cambio. Es el doloroso funcionamiento del sistema económico en que vivimos. Era el jueves de la semana pasada, de un invierno particular en Buenos Aires, con temperaturas más altas, cielos nublados y probabilidades de lluvia que se estiran de un día para el otro, como afirmando la imposibilidad de la meteorología de predecir, con cierta seguridad, las condiciones del tiempo. Hacía mi viaje habitual en el subte de la línea H, de Once a Las Heras, en horas de la tarde. En el andén contrario al mío, del tren que va a la estación terminal Hospitales, vi una escena que me llamó la atención, dos chicos corrían delante de un hombre que tenía otro chico dormido colgado en un arnés muy cerca de su cuerpo. Todos comían mandarinas. Pasaron rápidamente hacia el final del andén atravesando los asientos de espera y pasando por alto un tacho con su respectiva bolsa de residuos. Recién allí, en la semipenumbra del comienzo del túnel de ingreso del tren, tiraron las cáscaras al piso. La reacción casi instintiva de una señora que esperaba el tren sentada a mi lado y que también observaba la escena, fue de indignación y en vos alta sentenció: "éstos no aprenden más, les ponés un tacho de basura al lado pero igual tiran la basura en el piso, todo lo quieren de arriba. Es un problema de educ..." Unos segundos antes, el hombre había dejado al niño casi dormido en uno de los bancos de espera y al ingresar el tren a la plataforma, cuando todavía no reduce la velocidad por su entrada a la estación, observamos que el hombre se tiraba abajo del andén, entre los gritos de los dos chicos mayores que estaban con él y los pasajeros que esperaban. Creo que todos sentimos el golpe seco del los cuerpo en las vías aunque no lo hayamos escuchado, luego, el leve movimiento del vagón cuando, como pegando un saltito, el hombre fue aplastado. J.V. (EL ALQUIMISTA) Leer más...

jueves, 6 de julio de 2017

ENCUENTRO EN LA PLAZA DEL BARRIO

Miguel hace ese camino todos los días, de mañana, con sol o con nubes. Y si no llueve mucho, también.
Pero todo arranca en su casa, a las seis o siete de la mañana, según sea verano o invierno.
 Le entusiasma salir a caminar, piensa que solo se necesita ropa adecuada y un buen par de zapatillas, es saludable y está al alcance de cualquier bolsillo.
Siempre va con sus auriculares conectados al celular para escuchar audiolibros o música.
Las primeras cuatro o cinco cuadras al salir de casa son en subida, después hay unas diez de terreno llano y las últimas dos con una leve inclinación hacia abajo, desembocan en la plaza. 
La plaza Las Perdices tiene aproximadamente veinte mil metros cuadrados (200 de largo por 100 de ancho). Trata de recorrer cuatro vueltas a buen ritmo alrededor de ella. 
Es de los primeros en llegar, aunque rápidamente los corredores y caminantes van ingresando al predio y encolumnándose uno tras otro. 
Su preocupación inicial es que todos van hacia el mismo lado, generalmente en el sentido de las agujas del reloj. Recuerda cuando vio la película Expreso de medianoche, donde se observaba una cárcel en Estambúl, y los presos, ya trastornados por el encierro y la locura, daban vueltas a una especie de fuente, todos a la misma hora y justamente en el sentido de las agujas del reloj. El hecho de interrumpir esa rutina era terrible para los presos que se violentaban con el transgresor que osaba cambiar. Imagina que lo mismo pasaría si cambiara de dirección en la caminata por la plaza. 
Se cruza con mucha gente, pero casi siempre están las mismas personas, algunas solas como él, otras en grupos que caminan o corren juntos. Ve a las tres o cuatro amigas que salen a caminar y ocupan todo el ancho de la vereda que circunda la plaza, cincuentonas y rellenitas que hablan constantemente. Pasan los corredores expertos, que se nota entrenan todos los días, lucen las camisetas de las distintas maratones donde han participado. También hay chicas lindas, con curvaturas y piernas que envidiaría cualquier mediática de la televisión. 
Pero hoy, al que ve más adelante es a su cardiólogo. Viene siempre con su esposa y camina más lento que él. Calcula que en cinco o diez minutos lo alcanzará. Lo había visitado tres días antes en su consultorio. Recuerda que luego de revisar sus análisis de sangre y orina y leer el informe del Eco-doppler que le realizaron, tomó su presión arterial y estaba un poco alta. 
- Tomate la presión en casa a distintas horas y vemos. Si no baja, agregamos algún medicamento, le dijo. Ya que casi siempre nos encontramos en la plaza, comentame ahí, en la caminata, como te fue. 
- Pero doctor, le contestó, ¿no le molesta que tan temprano le rompa los quinotos con temas de trabajo? 
- No, haceme una seña: pulgar para arriba, bajó la presión, pulgar para abajo sigue arriba. 
- Bueno, nos encontramos allá y le cuento. 
- Ah, eso sí, en la plaza no atiendo por obras sociales, dijo sonriendo. En el momento del cruce, Miguel le hizo la señal con el pulgar hacia arriba. Ahí fue donde sintió un fuerte dolor de pecho que lo dobló en dos. 


ENCUENTRO EN LA PLAZA DEL BARRIO (VERSIÓN SUBJETIVA)
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viernes, 30 de junio de 2017

DEBAJO DE LOS TRES PALOS

“Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”.
Albert Camus, arquero y escritor.


Quien no se preguntó alguna vez, que motiva a ese tipo estar ahí, custodiando su soledad, su destino cambiante y su propio abismo. Quien no se lo pregunto, cuando de repente lo miramos, distantes, diferentes, bufones, dignos y solemnes. Ese artista solista en medio de una banda que de vez en cuando lo deja tocar. El niño, el muchacho aislado, pero rodeado de una multitud expectante de su soledad. Todos los demás se ocultan, aparecen y desaparecen, mientras este ermitaño cubierto por guantes y amor propio, debe permanecer atento a la espera de algún ataque fulminante o pelotazo hiriente que lo haga protagonista.
Quien no se pregunta qué motiva a ese joven, ser arquero. Un puesto individual en un deporte de equipo. El que viste distinto, en medio de camisetas que se reconocen. El que entrena diferenciado, mientras los demás se sincronizan en un solo conjunto. El único que puede utilizar las manos, en un deporte en el que nos maravillamos con las habilidades que nos brindan pies ajenos. 
Debajo de los tres palos es el guardián de pecados y errores ajenos. Guardián del egoísmo de sus delanteros, de los deslices de vanidad de sus mediocampistas, de los traspiés de sus defensores. Allí está para impedir los goles, para impedir la fiesta ajena. Debajo de los tres palos, el uno en su espalda, el uno consigo mismo, condenado a estar siempre atento, cuando muchos dejan de estarlo. 
Eduardo Galeano, escribió sobre Camus, el “arquero escritor” en su libro El fútbol a sol y sombra: “En 1930 Albert Camus era el San Pedro que custodiaba la puerta del equipo del fútbol de la Universidad de Argel. Se había acostumbrado a jugar de guardameta desde niño, porque ese era el puesto donde menos se gastaban los zapatos. Hijo de casa pobre, Camus no podía darse el lujo de correr por las canchas: cada noche, la abuela le revisaba las suelas y le pegaba una paliza si las encontraba gastadas. Durante sus años de arquero, Camus aprendió muchas cosas: ‘Aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser lo que se dice derecha’. También aprendió a ganar sin sentirse Dios y a perder sin sentirse basura, sabidurías difíciles, y aprendió algunos misterios del alma humana, en cuyos laberintos supo meterse después, en peligroso viaje, a lo largo de sus libros”. 
Sabemos algo los que jugamos y sentimos el fútbol. Lo natural, lo instintivo es darle a la redonda con los pies. La vocación de atajar puede darse por múltiples motivos e historias, y ahí está lo interesante del pibe que decidió ser arquero, esas múltiples historias que finalizaron en una volada de palo a palo para sacarla al córner. 
De chico, la decisión de ser arquero es generalmente por descarte: "Vos, gordo, andá al arco". También predomina la evasiva y la excusa de no querer ser: “un gol cada uno… " “Quien todavía no atajo…”. 
La “arqueridad”, en cambio, se vincula quizá a un cierto grado de madurez como alguna vez reflexiono Juan Sasturain. Madurez de haber aceptado sus limitaciones. Porque la verdad, supongo que ningún niño decidió ser arquero si jugando era un fenómeno. Hay que tener cierta madurez y fortaleza mental para aceptarlo. ¿O cuantos jugadores de futbol conocemos que jamás aceptan sus limitaciones y piensan que son más de lo que son? 
El que ataja es porque se aceptó rápidamente. Aunque sea un poquito. Y aceptarse es tener conciencia de que se puede trascender en el juego que se ama de otras formas y también asumir que se puede perder seguido, en cada jugada. El arquero apuesta siempre y no tiene empate. Tanto el gordito que se banca las puteadas porque no le salió al habilidoso que venía con pelota dominada, como el vocacional que la perdió en un lujo y también es masacrado sin piedad, ambos aprenden de entrada eso de "el puesto más ingrato". Como el referí, el arquero suele ser bueno cuando pasa inadvertido, cuando hace fácil lo difícil, cuando simplifica. Se repara en él cuando se equivoca y su error no es suyo solamente: todos los demás lo pagan por él y él paga por todos. 
Riquel Romalme, el reconocido neurocientífico de La Universidad de Astrorgen, al oeste de Moustreal, después de decenas de estudios y varios años observando guardametas, dice al respecto: “Se dice equivocadamente que el rol del arquero es muy narcisista, ayuda también a veces que lo ponen en ese lugar ciertos periodistas. Es cierto que es el que salva y el que hunde. Quizá tiene veinte atajadas extraordinarias pero le pifia en un centro y pasa a ser el responsable de la derrota. Con semejante sube y baja, no hay posibilidad de ser narcisista. Seguramente serán muchos más los partidos en que va a ser etiquetado como culpable que como salvador. Es así que la fortaleza anímica debe estar muy desarrollada para bancarse los sinsabores del puesto, las críticas de los sabios de siempre y hasta de los propios compañeros. En síntesis, se debe trabajar mucho fuera del campo de juego para que el arquero pueda tener desarrollado un elevado grado de concentración, de aceptación de responsabilidades, de tolerancia a la frustración y de manejo de las presiones. Debe aprender una lección fundamental: no existen las pelotas fáciles. No es bueno tener mucha confianza ni tampoco muy baja. En el fútbol siempre se buscan culpables: el árbitro siempre está a mano, es el más fácil, pero ellos ya están preparados para eso, nunca tuvieron hinchada propia. Un paso atrás del árbitro, está el arquero, al cual muchas veces esos que lo quieren e idolatran, lo pueden llegar a despreciar de un momento a otro.” 
Continua su explicación, el mejor neurocientífico de todos los tiempos: “Nosotros hace veinte años que trabajamos con arqueros de distintas nacionalidades. Apuntamos a que digan en voz alta: ´no estoy acá de casualidad´, ´lo estoy haciendo bien´, ´sigo concentrado aunque la pelota esté lejos´, ´no me debo relajar´; frases de ese estilo para que estén activos aunque no les llegue la pelota”. Finalmente el Doctor Romalme, quien detalla que utiliza tests para conocer los miedos del arquero y luego trabajarlos, explica: “Al ser un puesto tan individual, existe mucho miedo a fracasar, a equivocarse, a no dar lo que se espera de él. Lo que más trabajamos es el fenómeno de lo que yo llamo ‘Dejá Vú’,el error que queda en la memoria inmediata mientras transcurre el partido. Quien supere el fenómeno “Dejá Vú”, tiene resuelto gran parte de su carrera”. 
Así es que llegamos a esta historia, la historia de Federico. Su primer gol, cuando recién empezaba a jugar al fútbol en el club del barrio, había sido un gol en contra. Cuando todavía no entendía las reglas del juego, su primer festejo en el fútbol había sido en contra de su propia valla, en contra de su equipo y sus compañeros. Lejos de entristecerse por esta situación, se enfureció para siempre con aquel arquero que tendría que haber impedido su error. Cuando le explicaron que el gol era en el otro arco, miró sobre su hombro y vio a su compañero que debajo de los tres palos le reprochaba haberle anotado mientras iba a buscar la pelota adentro. Lo miro y lo siguió mirando largo rato, sin entender como no había podido evitar su humillación. ¿Como podía ser que ese muchacho robusto no había podido atajar aquel débil remate que lo hizo blanco de burlas durante el resto del día? Contuvo bronca e impotencia durante los días que le tocó volver al club, pero ya había tomado una decisión. 
Apenas tuvo la oportunidad de volver a entrenar con sus compañeros, le dijo al técnico: 
-Quiero ir al arco. 
 El técnico le explicó: 
-Mira Fede, ya hay un arquero, está Pablo, vos de defensor podes jugar, lo haces bien. 
A lo que Federico contestó inmediatamente: 
-No importa, puedo esperar mi oportunidad. Quiero atajar, quiero ser arquero. 
Así fue que casi el primer año de empezar a jugar al fútbol se lo pasó mayormente en el banco de suplentes. A los pocos entrenamientos en su nuevo puesto ya tenía méritos para ser titular, pero la madre Pablo, el arquero titular, era la tesorera del club y no había forma de que sacaran a Pablo para que él pueda atajar alguna vez un partido entero. Hasta que llegó aquel día que cambió todo. Su equipo se enfrentaba con el primero del campeonato y Pablo se comió diez goles. Esto no alcanzaba para sacarle el puesto, pero al décimo tanto se largo en llanto y tuvo que entrar hasta su mamá a consolarlo mientras gritaba: - ¡No quiero atajar nunca más! 
Desde ese día Federico se paró debajo de los tres palos para siempre. Pero los destinos suelen salir a pasear solo para dar vuelta a la manzana, y las historias a veces se repiten para recordarnos que quien no cree en los caprichos del destino, este vendrá a darle un bofetada para humillarlo. 
Federico logra después de mucho atajar y esperar, llegar a primera. Debuta en la Primera del Club Atlético Ituzaingó a los 16 años. A los 18 siendo una promesa consolidada, lo compra uno de los equipos denominados grandes del fútbol argentino. Pero pasa largo tiempo en el banco, debido a que el titular era quizá, uno de los mejores arqueros que tuvo el fútbol de nuestro país. Un arquero empecinado no solo en ser el mejor, sino en quedarse en el mismo club largos años. Federico vuelve a repetir su historia y espera en el banco su chance, espera lo que alguna vez espero de chico, que se repita la oportunidad de ser el titular, como en su infancia. En algún momento, un traspie, una transferencia, un retiro anticipado, estaba seguro, le iba a brindar lo que anhelaba. Pero este presente no se parecía en nada al pasado de su niñez. 
Durante casi 15 años fue suplente del mismo arquero. Un arquero único, que casi no se lesiono, que tuvo el récord de ocho años seguidos sin faltar un minuto. El destino cruel se reía de su suerte y lo condenaba a una espera eterna que renovaba en esperanzas efímeras cada fin de año. Solo cuando por fin se retira del fútbol el arquero titular, Federico encuentra la chance de atajar seguido, pero ya tenía avanzados 33 años. Le había llegado la hora de demostrar las cualidades que lo destacaban, pero pronto se daría cuenta que su largo letargo en el banco de suplentes lo transformaron casi en un arquero amateur, un arquero de entrenamientos. Atajo quince partidos seguidos como el nuevo titular y su rendimiento fue tan malo que en un partido contra Talleres de Córdoba, sus propios hinchas le tiraron de la tribuna una mano ortopédica. La presión que sentía de atajar con publico fue tal, que no podia rendir como sabía. Ese mismo partido el equipo venía de una racha perdedora tal, que sus hinchas provocaron incidentes en su propio estadio, por lo que se condenó a jugar al club sin público el resto del torneo. Paradojas del destino, los 13 partidos que se jugaron hasta finalizar el torneo con la cancha vacía, Federico fue figura. Esos partidos, mantuvo el arco invicto, con atajadas memorables que muchos recuerdan como casi imposibles. Eso lo puso en las tapas de los diarios y en rumores de transferencias a Europa pese a su avanzada edad. 
Terminaba el año y las noticias confirmaban la vuelta de los hinchas a la cancha en el inicio del nuevo torneo del año siguiente. Y para sorpresa de muchos, paralelamente anunciaban también que Federico se retiraba del fútbol profesional. Los que lo conocían sabían o intuían el porque, pero nadie dijo nada. Esa fue una de las múltiples historias debajo de los tres palos, que hay que contar, que hay que buscar... 
Los demás jugadores pueden equivocarse feo una vez o muchas veces, pero se redimen mediante alguna gambeta espectacular, un pase magistral o un disparo certero. El arquero no tiene esa suerte, la multitud no perdona al arquero. ¿Salió en falso? ¿Se le resbaló la pelota? ¿Fueron de seda los dedos de acero? Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la desgracia. Te equivocas una vez y perdiste el partido, te equivocas una vez, y te putea todo el mundo, podes ser la figura del partido durante 89 minutos, pero te comes un gol y pasas a ser el peor del mundo. Aunque no lo crean, muchos piensan que eso es lo lindo de ser arquero. Lo hermoso de la pasión de atajar, es que es un desafío que se construye día a día, un aprendizaje minuto a minuto dentro y fuera de la cancha... 
Quién le quita a los arqueros bordear el límite de suerte y verdad de dejar a vida en cada pelota. La sensación de libertad al estirarse por completo al tratar de que la pelota no entre en el arco. El buscar a cada instante el amado objetivo de contener el esférico con sus manos antes que cruce la línea de meta. 
Tuve la oportunidad de preguntarle al protagonista de esta historia sus motivos. El protagonista en tiempo real y protagonista en tiempos pasados y futuros que imagine e inventé para este cuento y estas reflexiones. 
Le pregunté a Federico que le gustaba de ser arquero y porque había elegido ese puesto. Debo admitir que esperaba respuestas obvias. Respuestas del tipo “me gusta tirarme al piso” “me gusta agarrar la pelota con las manos”, “porque es el puesto más importante de la cancha”, “porque me sobran huevos para jugar ahí”, o la más simple “no se, ni idea”. Mi imaginación no salía de esas respuestas. 
Pero grande fue mi sorpresa cuando me dijo: “Me doy cuenta que debajo de los tres palos soy importante para el equipo, para mis compañeros. Vos me lo dijiste cuando empecé a atajar y lo entendí enseguida”. Ahi nomas me di cuenta, que todo lo que pensé que motivaba a un arquero, elegir ser arquero, no era lo que la mayoría intuye. Me di cuenta que ese individualista que se pensaba diferente, distinto a los demás, en un juego solitario dentro de un equipo de conjunto, era el primero que pensaba en sacrificarse por sus compañeros. No pude más que sonreír de orgullo para mis adentros, y pensar que Federico aprendió algo que a muchos les cuesta toda la vida entender. Como Albert Camus años atrás, aprendió a ganar sin sentirse Dios y a perder sin sentirse basura, cuando su vida recién está empezando, ya resolvió una gran parte de los misterios del alma humana, y esa enseñanza, se la debe al fútbol.
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martes, 2 de mayo de 2017

SOLEDAD ILUMINADA

Hace unos 28 años me jubilé y decidí irme a vivir lejos, al sur. Me jubile joven, pero casi por obligación. En la crisis de la Argentina que terminó en la hiperinflación del año 1989, yo trabajaba en una empresa dedicada a producir alimentos (!Gran puntería tuve en esos tiempos!). La empresa cerró dos de sus tres plantas y forme parte de los retiros “voluntarios” que empezaron ese año, y que me dejaron sin trabajo, sin posibilidad alguna de reincorporarme al mercado laboral formal. Tenía en ese momento 56 años, actualmente tengo 83. En ese momento, con 56 años, sin trabajo, viudo desde hacía una década, y con mi único hijo trabajando en Uruguay, decidí irme a una casa que había heredado de mi tío unos años antes, en el Bolsón, provincia de Río Negro en el sur de la Argentina. Allí con lo poco que me habían dado de mi retiro, más la ayuda de mi hijo, puse un pequeño almacén y fui muy feliz. Admito igual que El Bolsón no es para todos, tiene una energía particular que acepta o rechaza a la gente de una forma difícil de explicar. Cada día en El Bolsón, cada amanecer, emerge la bruma en el valle y la nieve cubre los cerros con su silencio. Cada noche, millones de estrellas alumbran sobre el techo negro en el que ese momento se transforman los cerros, vigilantes nocturnos de la tranquilidad absoluta. El silencio, la ecología, el respeto por la naturaleza, la historia viva de los pueblos originarios, y los métodos naturistas de alimentación se mezclan a gusto en El Bolsón. Fui realmente feliz esos años ahí... Mi pasado, el haber quedado viudo joven, la lejanía de mi hijo y las características del Bolsón, fueron las causas de una vida bastante ermitaña esos días. Disfrutaba la soledad, pero cuando uno va envejeciendo, la soledad es una oscura compañera. Pocas visitas, solo fiestas de fin de año o cumpleaños, cuando mi hijo se daba una vuelta por mis nuevos pagos, eran mi compañía programada año a año. No mucho más. Encima nunca me gusto la tecnología, siempre fui bastante reacio a los cambios, por lo que es difícil comunicarme con mi hijo y ver como mis nietos crecen, pero no puedo acostumbrarme a esas nuevas formas de comunicarse. No me gustan ni un poco. En este último tiempo todo cambió. Debido a algunos problemas de salud, problemas que me regalaron mis años de adicción al “pucho”, me fui de mi vida en el campo y tuve que volver a la ciudad, a mi barrio de toda la vida. El cigarrillo, ese amigo que me había acompañado tantos años ahora se convertía en mi enemigo. Nunca lo pude dejar. Ni siquiera cuando Natalia, mi mujer, quedo embarazada. Fue un embarazo no planeado, excusa si las hay, para convencerme de que no pude dejar el vicio de un momento a otro. Pero la verdad es que no pude dejarlo ni siquiera por mi mujer y mi hijo. Natalia dejó de fumar de inmediato, yo no pude. La ansiedad por fumar era grande, cuando tenía que pensar acerca de las finanzas de la casa que no alcanzaban, y así, iba encontrando otras excusas para convencerme a mi mismo. A los 40, cuando quede viudo con un hijo de 12 años, ya fumaba a todas horas y en todos lados sin parar. Así volví al barrio, situación que a esta altura no me agradaba demasiado, pero había sido mayor suerte resistir la venta por parte de mi hijo de la casa de toda mi vida. Era realmente tranquilizador volver a un lugar que conozco de memoria. Ya hace unos seis meses que estoy de vuelta y no he salido mucho. Estos problemas de salud me trajeron un miedo que me paraliza y no me deja pasear por las calles del barrio, ni siquiera hacer las compras necesarias de la semana. De la compras y de mi salud en días donde no la paso bien, se ocupa Anita, la señora que “me ayuda” en la limpieza de la casa, la cual me consiguió mi hijo para que no “haga malos esfuerzos” según sus propias palabras. Después de un verano con calor abrumador, hoy viernes, día soleado de Abril, tengo resuelto salir de travesía por las calles que rondan mi casa. Por lo menos ir a tomarme un café al Bar de la esquina, uno de los pocos negocios que han sobrevivido a mi ausencia. El Bar se encuentra a una cuadra y media de casa. Se que no va ser fácil llegar, a través de los años mis pasos se han convertido en “pasitos”, por lo que puedo llegar a tardar unos diez o doce minutos, con suerte, si no me canso. Son las cinco de la tarde y me decido a salir en busca de la aventura de volver a sentir el sol de otoño en mi piel y en mi cabeza, ya desprovista de pelos desde hace unos pocos años. Siempre tuve la capacidad de abstraerme en innumerables pensamientos cuando caminaba, o realizaba alguna actividad deportiva en épocas donde todavía podía hacerlas, así es que mientras daba esos “pasitos” al Bar, empecé a pensar como muchas veces en estos últimos tiempos en la vejez y en como iba a afrontar estos últimos años de vida con los graves problemas pulmonares que me acechan… La vejez siempre me despertó miedo. Lo asocio a la idea del deterioro y a la idea de la muerte cercana. Será porque no la estoy pasando bien debido a estos problemas respiratorios. No puedo imaginar la muerte, como imaginar lo que nadie te puede contar, esas cosas son las que más asustan a uno, lo que no se conoce. La muerte es ese desconocido que permanece silencioso, que nos acompaña, es invisible, hasta que lo vemos, lo conocemos y ya no podemos hablar de él. Esa espera, con algunos avisos previos de mi débil salud, hace que sea infinita. Pienso que nunca hablamos de la muerte realmente, solo cuando asistimos algún velorio se da la posibilidad. Pero en esos casos se comenta más de la vida del fallecido, que de su propia muerte de la cual estamos siendo testigos. Jamás pude hablar con nadie de mi muerte, ni de la muerte de otros amigos que se han ido antes. Debo estar viejo y necesitado de alguien que me diga o me mienta acerca de lo que viene, debe ser eso, o simplemente los largos minutos que llevo caminando hacia el Bar. Llego al Bar por fin, y veo de reojo como Anita me acompaña con la mirada desde la vereda de enfrente, seguramente órdenes de mi hijo que desconfiaba de este paseo. Como hace 30 años, como lo hice siempre, me siento al fondo mirando hacia la puerta. Desde ahí puedo ver todo lo que en él sucede. Quienes entran, quienes salen, donde se sientan, como son las personas que eligen ese instante tomarse algo en una tarde perdida de Morón. Recuerdo la última vez que estuve en este lugar, fue un domingo de lluvia, lo recuerdo bien porque todos entraban a refugiarse y esperar que pase el diluvio, la mayoría saliendo del trabajo con paraguas y sobretodos grises... Aca estoy de vuelta, muchos años después. Miro a mi alrededor, hay mucha gente, pero casi todas las mesas están ocupadas por no más de dos personas, muchas tienen solo una persona. Esto le daba al Bar, una gran impresión de soledad. No había ningún murmullo de conversaciones, solo la tele de la punta relataba noticias del clima en ese momento. Debido al esfuerzo que había significado llegar hasta ahí, y como llevaba mucho tiempo sin hablar con nadie que no sea Anita, fui midiendo con quien podía empezar una charla casual, pero el paisaje no era el mismo que años atrás. Estuve meditando un buen rato sobre cómo iniciar algun encuentro ocasional, pero cuanto más estudiaba las caras a mi alrededor, más difícil me parecía. Era como si nadie tuviera mirada, desde mi perspectiva, el mundo y el Bar en esos momentos se habían vuelto muy deprimentes. Se me ocurrió dejar caer mi bastón, pensé que tal vez una o dos personas se levantarán a recogerlo y me lo darían, pues soy un anciano, o al menos me dirian: “Se le ha caído el bastón” y podría iniciar alguna conversación de este modo. Aunque estos son los momentos que medito que si uno dejara de albergar esperanzas, se ahorraría un montón de decepciones. Por lo que no hice nada y me dedique a observar ese lúgubre panorama. Me di cuenta que aquel Bar de mis años, de diarios, conversaciones prolongadas, ajedrez, largos cafés y paquetes de tabaco, donde éramos testigos de plantones de parejas, el lugar donde la espera se debía pasar a base de paciencia y bastante permisividad de los camareros, ya no existía. ¡Hasta carteles de prohibido fumar había! Encontré que todos, absolutamente todos los presentes, aún los que estaban acompañados, miraban sus celulares. Como una mascota digital que se muere si no se la atiende y alimenta continuamente, ese Bar era una película de zombies, obnubilados en una pequeña pantalla, la cual no podía entender desde mi vejez, que les ofrecía. Había una pareja en un rincón. Los dos miraban su pequeño aparato y no se miraron en los casi veinte minutos que les mantuve una atención exclusiva. Pensé, que ambos estaban en otra charla a través de su aparato y lo compare con lo gracioso que sería si ella estuviera mirando por sobre su hombro, participando de la conversación de una mesa vecina, mientras él le hablaba. Si esto pasara, se diría que es una mal educada. Pero ahora es al revés, si uno está mirando esa pequeña pantalla, no solo se está manejando dentro de las normas sociales aceptadas, sino que se la considera una persona coherente, informada y actualizada. ¡Increíble! ¡Otro logro de la revolución digital! !Está de moda ser desconsiderado en estos tiempos! Indudablemente estas personas tienen la ilusión de que pueden estar en múltiples lugares al mismo tiempo. Pero mi sensación ahora viendo este panorama, es que el celular debe ofrecerles todo, pero también reclama subordinación absoluta. Resolví irme de ahí, con la pena de haber hecho el esfuerzo de salir de casa y terminar en esta depresiva realidad que me ofrecía el barrio donde pase casi toda mi vida. Me fui pensando, las experiencias únicas que esta generación va a perder. No sabrán jamás por ejemplo, la increíble aventura de ser mirado por una mujer en un bar, un viaje de tren o en la calle buscando alguna dirección. Las charlas casuales en almacenes, paradas de colectivo, filas de banco o con gente del barrio, cuando las esperas no hacen más que invitar a conocer a otras personas. Y así me fui, eché a andar los muchos miles de pasitos hasta casa. Ay, el mundo cambió demasiado para asimilarlo, pensé. Y llegando a mi destino resolví, que al día siguiente iba a tener que comprarme un celular o volver a pasar mis días con mi viejo amigo el “pucho” para que me acompañe hasta la recta final de mi vida y morirme nomas… Leer más...

sábado, 1 de abril de 2017

EL MECHA ORDOÑEZ

“Si, es verdad. Soy así. Pero le voy a decir una cosa señor periodista, porque estoy cansado de que me difamen. Así como sé que en algunas personas no cae bien mi forma de ser en el fútbol, yo sin ir más lejos, jamás he festejado un trancazo de atrás de algún jugador nuestro para cortar un contragolpe, justificado porque habíamos quedado mal parados. Le doy otro ejemplo señor, tampoco he celebrado feroces patadas por otro de los nuestros a la altura de las rodillas que merecía algún pibito habilidoso que nos tomaba el pelo con gambetas burlonas en el final de un partido. Tampoco alenté algún codazo rompedor de sonrisas de propaganda de dentífrico, aplicado por nuestro central a algún delantero bocón. Ni siquiera he aplaudido algún gol que alguno de los nuestros hizo en orsai o con la mano, para sacar ventaja de la mediocridad arbitral del fútbol argentino. En ningún momento alenté a aquellos que se sacaron la camiseta para festejar un gol, a los que levantaron los tapones más allá del empeine del contrario para hacer crujir algún hueso. ¡Escuche usted bien lo que le digo! Ni siquiera apoyé a jugadores que le mostraron un gesto impresentable a la tribuna propia o contraria, motivados por la revancha del momento. En toda mi trayectoria, no puede reprochárseme que incentive a aquellos que pisaron a un rival en el suelo solamente para lastimarlo, no señor periodista, podrán decir muchas cosas de mi forma de expresarme, pero nunca festeje ni celebre ninguna de esas cosas. Yo solo puteo. Pero puteo mirando a los ojos, de frente, y puteo solamente cuando tengo razón. No más preguntas por ahora. Gracias.” El Mecha Ordoñez no sabía de grises. Todo era blanco o negro. Era un futbolista macizo y enorme, enorme de inmenso, no solo porque media 1,95mts, sino porque pasaba las puertas de costado debido a su colosal cuerpo. Jugaba de 5, solo. Nunca le pudieron exigir el moderno doble 5. De todas formas, todos sabían que mientras más lejos tuviera el próximo compañero en la cancha, mejor era. Ordoñez custodiaba la mitad de la cancha como si en esa tarea le fuera la vida. Era temido por los rivales y respetado por los propios, respetado por el miedo que también le tenían. Su formidable entrega y estampa de caudillo, suplían los grandes defectos de su técnica con la pelota. Era una montaña humanoide lenta y compacta que, sin embargo, llegaba siempre a tiempo para cortar los contragolpes con una feroz elegancia. Sabía de sus limitaciones, por eso no perdía casi nunca la pelota. Robaba y tocaba, no cometía errores en el campo de juego. Su voz de mando gruesa y atronadora se oía con claridad desde los cuatro rincones del estadio diferenciándose de los murmullos habituales de la cancha y llegando siempre los insultos que propiciaba a su destinatario. Nunca escatimó pierna fuerte pero leal. Pero contrario a esto, tampoco escatimo agravio certero y desleal. Su colección de tarjetas rojas era más grande que la de sus trofeos. Su récord, llegado al ocaso de su carrera era de 57 rojas en 497 partidos. Era récord en el ámbito local, sin embargo, la mayoría de sus rojas, 48 de ellas, habían sido en los finales de partido. Se decía en el ambiente que cuando el resultado ya no estaba en riesgo el Mecha “se sacaba las ganas” y puteaba a quien lo había fastidiado todo el partido. Pero este detalle no afectaba para nada su popularidad con la hinchada. Julio Jacinto Ordoñez, apodado el “Mecha” poco tiempo después de su primera rabieta, ya en su primer partido en primera división había sido determinante. En un córner en tiempo de descuento, un cabezazo suyo de atropellada, había salvado al club del descenso. Jugo siempre en el mismo club, pese a tentadoras ofertas del exterior y de clubes grandes del ámbito local. Ordoñez jamás se lesionaba, había sido titular y capitán en los cinco campeonatos de la historia del club. Su etapa de entrega total como futbolista en ese club de los denominados “chicos”, ya llevaba 14 años. Era ídolo indiscutido. Sin embargo, los años pasan para todos y pese a que a principio de torneo había declarado que estos eran sus últimos partidos como futbolista, sus reiteradas actitudes hacia todo el ambiente del fútbol y la sequía de conquistas en los últimos años, puso de manifiesto lo que todos manifestaban por lo bajo, ya nadie lo soportaba. El gran problema era que el Mecha Ordoñez era un insultador serial, era más fuerte que él, y para peor, ya no distinguía entre rivales y compañeros. Insultaba a sus compañeros de equipo casi más que a sus rivales, y los despreciaba en todo momento. Los humillaba de manera continua, antes, durante y después de los partidos. Pero debido a su historia y pergaminos en el Club, nadie le contestaba. El último ejemplo fue lo que declaro hace unos meses, al final del primer encuentro del torneo: “este equipo mediocre repleto de jugadores medio pelo y sin huevos, me tiene podrido.” Dijera lo que dijera, ninguno le hacía frente. El Mecha era símbolo del club, una de las populares del estadio ya llevaba su nombre y había sido declarado ciudadano ilustre hace dos años en el Concejo Deliberante por voto unánime de todas las fuerzas políticas. La única vez que sucedió algo así en ese Concejo. Nadie jamás se entregaba tanto a una camiseta como él, por eso para los demás, compañeros, técnico y dirigentes, no quedaba otra que callar. De todas formas, a medida que habían pasaban los años, su verborragia se acrecentaba a limites difíciles de soportar para cualquiera que tuviera un par de orejas. Hacía rato que preocupaba el comportamiento descontrolado del capitán. Nadie sabía cómo llevar a buen puerto esta compleja situación. La mayoría callaba por miedo, porque encima las respuestas de Ordoñez a quienes se atrevían a enfrentarlo eran lapidarias. Algunos hasta se iban después del partido sin bañarse para que no les recriminara su compromiso en el partido finalizado. El ultimo antecedente de sus sobrias contestaciones se dio en medio del torneo pasado, con el equipo puntero. El DT Carlos Alvarenga y el subcapitán del equipo, el colorado Ramírez, sintieron que tenían en ese momento “espalda” para criticarlo por como venía el equipo en el torneo. Alvarenga y Ramírez por pedido de este, en los pasillos del club, siempre que podían lo desacreditaban por lo bajo con cuanto dirigente y periodista se cruzaban. Ordoñez se enteró y en la charla técnica de ese día, mirando siempre a los ojos al DT, dijo en la arenga previa a salir a la cancha: “Estamos solo un punto arriba del segundo y algunos se creen campeones, pese a que empatamos los últimos dos partidos. Pero les digo algo desde el fondo de mi ser, siento una profunda vergüenza por nuestra manera de jugar. Por todos ustedes, los que juegan y los que dirigen este plantel. Hable con varios hinchas, hasta hable con las familias de los que están aca presentes y la mayoría piensa igual. Cada vez que salen a la cancha, todos ellos terminan apagando el televisor porque les provoca un dolor horrible ver el miedo que les da la posibilidad de salir campeones. Basta de jugar como inservibles fracasados que deshonran la camiseta de este glorioso club. Pongan lo que Dios les dio y lo que el miedo les está privando poner. ¡Pongan huevo maricones! Quiero que cuando lleguen a casa puedan mirar a los ojos a sus familias, a su mascota, a su esposa, a sus vecinos y les digan, por fin puedo decir que soy hombre”. En ese mismo partido, una vez terminado el encuentro, también se ocupó de Ramírez cuando declaro a la prensa de manera cortante: “Ganamos, pero algunos no jugaron tan bien. Eso por suerte no se notó porque tienen puestos que si juegan mal no se nota, como por ejemplo el 4 que es de madera terciada. A ese además lo caga la mujer, pero como no nos atacaron por ese costado pasó desapercibido y menos mal que fue así, nuestro técnico estaba preocupado porque todo el mundo sabe que juega porque tienen el mismo representante. Salimos a jugar con un esquema tan conservador que si cruzábamos la mitad de la cancha teníamos la orden de devolver la pelota para que nos ataquen de nuevo. Hoy se ve que regalaban milagros y con un tiro libre desde lejos que rebotó en un contrario que boludeaba y descolocó al arquero, ganamos por la mínima. Eso fue de pedo apenas arranco el partido, a partir de ahí nos sentimos mejor y pudimos hacer lo que nos pidió el técnico, tirarla para arriba. No sabíamos qué carajo hacer con la pelota, nuestro DT se puso a improvisar, a cuidar el resultado y nos ordenó esperar que llegue el final del partido todos colgados del travesaño, algo que le gusta a este DT, colgarse.” Ni el técnico Alvarenga, ni Ramírez, ni los dirigentes del club le dijeron o reprocharon algo. Pero desde ese día, más de uno le juro venganza. Un año después, se disputaba un encuentro que no era un partido más, eran de esos partidos de los denominados fáciles que suelen complicarse, y encima estaba en juego después de mucho tiempo la posibilidad de un campeonato. Apenas arrancado el encuentro, después de que desbordaran a Ramírez como si no existiera, Ordoñez, con su estruendosa vos le dijo: ¡Ramírez, ponete el vestido de novia de tu vieja y disfrázate de la p…. que te pario! En ese instante Ramírez miro al árbitro como niño al que cansado que le hagan bullying, deposita esperanzas en quien puede. Y paso lo increíble, el árbitro en un ataque de valentía, le saco la roja a Ordoñez. Ordoñez se volvió loco y le recriminaba al árbitro que no lo había insultado a él, sino a su compañero. Pero todos sabemos que cuando la roja está en el aire, no hay vuelta atrás... Y aquí es donde vieron su oportunidad algunos que se la tenían jurada a Ordoñez. Una comisión encabezada por Ramírez y el presidente del club fue hasta el vestuario del árbitro en el entretiempo. Allí en una reunión secreta de la que pocos detalles se conocen, se acordó que el informe de la expulsión seria terminante. El árbitro redacto el informe, muchos dicen que ahí mismo y declaro que al momento de expulsarlo por haberlo insultado, Ordoñez le había dicho una cantidad de barbaridades que no se correspondían con un profesional, ni siquiera se correspondían con un ser humano, así arranco ese informe. En él detalla que amenazo a su familia, a sus mascotas, a su abuela moribunda, al mismísimo presidente de la nación y su esposa. Le dijo ahí mismo en la cancha que estaba en contra del aborto y que solo lo justificaba en el caso de su madre. Se declaro a favor de la dictadura militar, del libre mercado, de los presos políticos, de los atentados, hasta del abandono de mascotas; también le hizo saber que estaba de acuerdo con la despenalización de las drogas y en contra del matrimonio igualitario, mientras se despedía de la cancha con un saludo Nazi, algo que por cierto ninguna de las más de 30.000 personas que asistieron ese día vieron. Termina este nefasto informe, el funesto árbitro diciendo: “no puedo reproducir lo que Ordoñez también dijo de nuestro Papa Francisco, dejo esa sanción en manos del señor de los cielos, que en el mas allá, cuando todos seamos juzgados, decidirá las consecuencias de haber insultado de esa manera al Santo Padre”. El informe de todo lo dicho por Ordoñez estuvo firmado por veintinueve testigos: los cuatro árbitros, cuatro jugadores del equipo rival, dieciséis compañeros suyos de equipo, incluidos su técnico y ayudantes. Hasta lo firmo el DT del equipo rival, que en ese momento, maldita casualidad, era Alvarenga que después de su partida en el Club donde jugaba Ordoñez, justo ese partido dirigía el equipo contrario. El escándalo fue tal, que la sanción para Ordoñez fue de 63 partidos, casi dos campeonatos completos. Eran dos largos años sin poder jugar, obligándolo a un retiro forzado. Un retiro mucho tiempo antes del soñado y por supuesto, de la forma que no quería. Pero Ordoñez fiel a su costumbre no se quedó callado, después de conocida la sanción declaro en conferencia de prensa a todo el periodismo: “¡Debe decidir la multitud, los verdaderos hinchas probos, no aquellos hinchas que solo van de local y arrugan, hablo del hincha que la banca en todos lados, ese debe decidir si mi humanidad debe marchar a la ducha eterna del retiro! ¡Solo la justicia desinteresada del pueblo debe tomar esta injusticia dictaminada por unos pocos y marchar para pedir mi retorno! Y cuando vuelva, solo a algunos perdonare, la vuelta no compensará, el dolor que aún siento en mis carnes y mis tendones por lo que están haciendo esta manga de enucos culorotos. ¡Que Dios, que existe y es justo, se manifieste a través de ustedes, los hinchas! ¡Queda en ustedes esa voluntad! ¡Elijan forros! Que me expulsen para siempre del fútbol o tomar por las armas la Asociación del Fútbol Argentino, hacerles entender a los dirigentes quien manda y restablecer el orden”. Pasaron horas y algunos días, no hubo respuesta alguna ante el pedido público del Mecha Ordoñez. Los hinchas, siempre malagradecidos, todavía estaban enojados porque en el partido que lo habían expulsado, el equipo perdió la oportunidad del campeonato. Cuando Ordoñez se dio cuenta que sus palabras ya no motivaban y que nadie temía por lo que de su boca salía, se rindió. Luego de hablar con el único dirigente que todavía le dirigía la palabra, acordó su retiro y un partido despedida que se jugaría en dos años cuando finalice su sanción. Luego, salió por la confitería del club sin que nadie lo mirara siquiera y se fue maldiciendo bajito… Leer más...