La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

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domingo, 19 de febrero de 2012

Confesiones para el viejo


Y otra vez estoy por acá, donde vos estas ya sin estarlo. Van para dos años que te fuiste y aun no logro encontrarme en frente de tu tumba. Lo esquivo inconscientemente, aunque en realidad si me sentase a pensarlo y a darle un poco de rosca al asunto, seguramente resultaría que en el plano consiente también.
Pero bueno, hoy vine porque si te ando soñando seguido es porque necesitamos un poco de este contacto. Eso sin contar como clara señal de la idea, que el otro día el cuadro que vos nos pintaste y se luce en casa, se soltó de un lateral y quedo tambaleando como un péndulo. La miré a Leti, después a Guadi que decía “¿qué pasó pa?” y dije en vos alta que tenía que venir al cementerio.

Estaciono y cuando bajo del auto se me abalanzan las vendedoras ofreciendo flores que para mí son todas iguales de feas, te traje estas que no sé si te hubiesen gustado, pero no se elegir.
Se te extraña viejo! Extraño hacer sobremesa con vos para terminar el vino con soda, extraño oír tu carcajada ante cualquier chiste malo mío, extraño que te emociones por cualquier cosa y te esfuerces sin éxito para que no me dé cuenta.
Por acá anda todo más o menos bien, bueno lo sabrás supongo. La vieja esta mil puntos, hasta te diría que los años la van poniendo sabia. No voy a entrar en detalles pero quédate tranquilo que te la cuidamos.
Yo bien, mi familia es la mayor alegría que tengo en la vida. Leti es un sol, no sabes cuánto lamento que no la hayas podido disfrutar un tiempo más como nuera. Y la pulga? Es un torbellino de 10 kilos y medio que no para nunca, ni quieta ni callada… A quien te hace acordar? Por lo menos yo no la amenazo como vos si lo hacías a mi de meterme pupilo en un colegio.
La casa esta revolucionada y un tanto ansiosa con la llegada de Matilda. Por cierto, te gusta el nombre? Algo me hace pensar de que no, pero después del que me pusiste vos a mí no podes replicar nada en absoluto.
Tanto te gastaba yo con tus plantas y el pasto y hoy me reconozco tan o inclusive mas obsesionado que vos con el tema. De aquellas plantas que vos me dejaste en macetas, creo que se me murió una sola y las demás gozan de más salud que yo. Tengo nuevas, que cuido y riego diariamente.
No conforme con eso, el pasto siempre se mantiene de un corto y riguroso verde. Pasa el tiempo y me siento más parecido a vos. Eso asusta un poco, enorgullece otro tanto e ilusiona también el resto. Espero no llegar a tener tu panza, o usar los pantalones tan arriba (casi tapando el ombligo) y sin remera.
Y hablando de nuestros parecidos, me doy cuenta que estoy riendo y llorando simultáneamente. ¿Te acordas? ¿Cuantas veces intentaste tapar lágrimas de emoción con carcajadas disimiles? Yo respondo: ¡Infinidad de veces!. Mientras dejo de jugar con las piedritas de la tumba de tu vecino, me seco las mejillas y acaricio tu foto sonriente el día de mi casamiento.
Bueno viejo, creo haberte puesto al día más o menos, aunque es muy probable que ya lo hayas estado pero de mi boca te puede resultar un tanto más amigable. Dicho sea de paso, si andas con tiempo y te cruzas con el titiritero de todo esto, pedile su bendición para el nacimiento de Mati, te lo agradezco.
Gracias por enseñarme a llevar conmigo siempre una sonrisa como primer gesto para todos lados, por tanto cariño. Parece que te emocionaste vos ahora… unas gotas empiezan a caer desde el cielo, te dejo ó mejor te llevo conmigo como siempre. Abrazo gigante taramela, chau.


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sábado, 4 de febrero de 2012

La vuelta del Abuelo Poeta

A casi un año del anterior artículo de Mano Inquieta sobre “El Abuelo Poeta”, otra vez me encuentro revolviendo viejos papeles escritos por Don Joaquín.
Con la misma emoción releo una carta escrita a María Laura (su nieta, mi hija) a raíz de un viaje de estudio que realizó a Portland, EEUU, a principios de 1995.
Será una sorpresa para algunos, pero para los que lo escucharon alguna vez, podrán comprobar que trata de un tema que habitualmente estaba entre sus preocupaciones, el desarraigo. En este sentido, esta carta es un verdadero ensayo literario sobre el tema, que la disfruten

“…Para darme cuenta de todo esto tuve que volver atrás todo lo visto y vivido en mi propia familia. Recordar a mis padres y tíos, antepasados de todos ustedes, en pocas palabras, que hicieron algo parecido a lo que yo estaba imaginando para mis nietos en un futuro cercano.
Ellos también buscaron nuevos horizontes emigrando de su tierra.
Eran todos catalanes (hasta mi único primo lo fue) y de las dos familias –padre y madre-, solo uno de los hermanos de mi madre quedó por siempre en su país. Mi padre, su hermano y su madre (mi abuelo paterno falleció joven en Cataluña) vinieron a la Argentina, como así también mis abuelos maternos y cuatro de sus hijos.
Mi padre llegó a la Argentina en 1911. Venía de una España en decadencia y conflictos. Se había perdido la guerra de Cuba en 1904 y muchos españoles perdieron allí la vida o volvieron enfermos, muchos de paludismo, encontraron a su patria envuelta en convulsiones sociales y políticas profundas, con rebeliones anarquistas, atentados y represiones. España y sus habitantes estaban pobres, con bajísimos niveles de educación popular y dificultades para conseguir el sustento diario en muchísimos casos. Además el temor a nuevas guerras estaba latente.
Y entonces, tanto españoles, como también pasó algo similar con los italianos, buscaron un nuevo mundo, que en ese instante parecía mejor. Y muchísimos se dirigieron a la Argentina.
Queridos nietos: medio siglo después seguían con su alma en su país. Yo vi a mi papá muy enfermo delirar con una vertiente de agua fresca de la que él había bebido cuando joven. Y esa vertiente no se encontraba, como las que yo recuerdo entrañablemente, en las sierras de Córdoba, en Catamarca o Tucumán. Era el Pirineo español. Y en su fiebre la veía en medio de los pinos, vislumbrando a lo lejos el mar de Cataluña, mientras estoy seguro que en su cerebro sonaban acordes de sardanas.
Ya desde mi infancia había escuchado añorar la música de zarzuela, recordar los paisajes incomparables de su tierra. Hablar de Barcelona, de Montserrat, del Paseo de Gracia, la Rambla de las Flores, la Plaza de Cataluña, el monumento a Colón como algo incomparable, único, bellísimo.
Y es que el mar catalán era más mar que ninguno, sus montañas las más bellas, sus gentes las mejores gentes.
Y todo esto no lo terminaba de entender, hasta que me di cuenta de que todo lo que decían era verdad. De que para ellos era realmente así.
Y es que el mar, las montañas, la música, las ciudades, las gentes mejores, más bellas, más entrañables, son las que se ven con los ojos de la niñez, la adolescencia y la juventud.
Porque los sentidos, los sentimientos, las ideas se formaron, se emocionaron y crecieron y gozaron la época de mayor transformación, la época que nos marca para toda la vida.
Y entonces me di cuenta de porqué, en los ojos de mis padres, de mis tíos, de mis abuelos, siempre había como una nube de tristeza, de melancolía. Era el dolor de la añoranza de lo perdido.
Habían perdido los cimientos, las bases de sus vidas; los habían dejado demasiado lejos. Habían perdido, como dice una canción que canta Peteco: “el brillo del alma”.
Porque sus almas no estaban totalmente con ellos, en el país donde vivieron inclusive la mayor parte de sus vidas.
Fue como si a esa alma la hubieran partido por la mitad con un hachazo certero en el momento de partir.
Y nunca se volvieron a reunir con esa mitad. Yo diría con la parte más ingenua, entusiasta, vivaz, vital de ese intangible órgano: con su alma de niños, de adolescentes y de jóvenes.
Por eso sus pensamientos, sus sentimientos, todos sus recuerdos, el tiempo y la distancia hacían que lo vivido les pareciera mejor de lo que realmente fue. Volaban constantemente para tratar de reunirse con esa parte separada abruptamente tantos años antes. Y quizás, solamente al rememorar a sus gentes, sus paisajes, sus costumbres, su país, recuperaban en parte ese “brillo del alma” de sus años jóvenes.
Chicos: hemos sido quizás “condenados” a no poder separarnos impunemente de nuestras raíces, de la tierra en la que pasamos los primeros años de nuestras vidas.
La felicidad –ese indefinible estado huidizo, cambiante y veleidoso que todos perseguimos a lo largo de la existencia – quizás solo pueda ser completa, aunque por períodos o momentos, si no hemos sido desterrados del lugar de nuestros primeros recuerdos, de nuestras primeras experiencias, imágenes, emociones, amores; si no nos hemos extrañado de nuestra tierra. Porque al fin y al cabo, como las plantas, también morimos emocionalmente si nos cortan las raíces.”
GRACIAS JOAQUIN
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