La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

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miércoles, 1 de febrero de 2017

UNA NOCHE DE GARDEL EN TIEMPOS DE LE PERA

Juan no lo sabía, pera ya eran sus últimos partidos. O por lo menos sus últimos partidos en esa etapa mágica. En su carrera había ganado y perdido, pero jamás sin elegancia. Nunca había abandonado tampoco su puesto. Era un dos silencioso, eficiente, exacto, puntual. No le molestaba jugar de último hombre, casi sin cruzar la mitad de la cancha. Ni siquiera lo inmutaba haber jugado casi 200 partidos sin haber hecho un gol. No perdía el sueño por más que la pelota estuviese en sus pies esos pocos segundos que cortaba avances de los contrarios. Él estaba para otra cosa. Juan creaba el quite, buscaba el tiempo justo para arrojarse con sus largas piernas flacas y como un cirujano extirpaba la pelota del delantero que seguía corriendo como si todavía la tuviera en su poder. Su presencia en el fondo era garantía, y si él no estaba, el equipo podía venirse en picada.
Debuto en el club nada menos que en un clásico y nunca más salió. Había llegado adonde quería llegar, jugaba donde quería jugar. Hasta había participado en un mundial. Eran tiempos de paz. Tiempos que cosechaba lo que había sembrado tantos años.
Los que lo vimos jugar no recordamos haberlo visto pegar patadas, dar manotazos o ponerles cara de malo a los jugadores que enfrentaba. El rosarino se había ganado la chapa de ídolo solo por su categoría para defender. Siempre a tiempo, nunca tarde, galera y bastón. Parado en el lugar justo y en el momento indicado. 
A los 32 años quería lograr lo que muchos buenos jugadores del club no habían podido lograr, un campeonato... El año anterior tenían todo para ganarlo y lo perdieron por penales. Este año estaba todo dado para dar la vuelta. Más de una década que no salían campeones y esta vez, llegada la mitad del torneo, iban primeros. El club era una olla a presión buscando explotar. 
Entonces llega ese partido en el que la sospechosa parsimonia del desarrollo, anuncian alguna desgracia en el horizonte. Irían, cuanto mucho, veinte minutos del segundo tiempo. Cero a cero, trabado en el medio, como siempre el equipo jugaba mejor que el rival, pero no mucho. Lo suficiente para sacar la mínima diferencia o no perder. Juan, el tiempista, el último hombre de la defensa, hacía lo suyo. Ordenaba. Cerraba. Trababa e iba al piso para quedarse con contragolpes de los rivales. Hasta ahí un partido más. Pero las hecatombes no se anuncian a través de señales contundentes. Aparecen, así, como si salieran del escondite, esperando el momento más inoportuno. Simplemente se inició cuando Juan salió a cortar una pelota dividida con el siete contrario, un petiso rápido y atrevido, que siempre amagaba por adentro y salía por afuera. Juan lo espero y cuando fue al piso pese a quedarse como siempre con la pelota, sintió como la rodilla seguía de largo y el dolor lo inundo… Grave lesión que iba a dejar al equipo diezmado en la segunda parte del torneo. Para colmo tal era la seguidilla de partidos de Juan sin faltar ni un minuto, desde hacía años, que el equipo solo tenía de recambio un par de pibes de las inferiores. Todo pintaba oscuro a futuro en la búsqueda del esquivo campeonato. 
Ese partido, como la mayoría, lo ganaron casi sobre el final con un gol de tiro libre del Chino. En la semana, el técnico un poco desorientado por la inesperada baja para el resto del campeonato de Juan, recurrió a un pibe de las inferiores que solo había jugado unos pocos minutos en su carrera y ya en los diarios era una polémica de todos los días. La apuesta era brava, ya que el próximo partido era el clásico. 
Era el turno de Luis, un pibe del oeste del conurbano bonaerense que había hecho todas las divisiones inferiores del club. Se venía el clásico y Luis no había sido ni una sola vez titular. Para mayores, debía reemplazar a uno de los mejores defensores del país. Todo esto sabia el viejo back central, que ya el primer día de entrenamiento de la semana se hizo presente, se llevó al pibe a un costado de la cancha y le charlo un inolvidable monologo de 45 minutos…: 
-No siempre es mirar la pelota pibe. El último hombre mira todo, tiene todo el panorama de cómo viene la jugada. Tenes que calcular el efecto que trae la pelota, distancia, velocidad y alternativa de quite. Intenta calcular donde va a caer la bocha pero no olvides el pique o rebote que es algo muy importante. Sino tenes en cuenta esto último la pelota te puede pasar por arriba dejando al delantero mano a mano con el arquero, vos sos el último escollo, el último soldado de tu equipo. 
Luis lo miraba con admiración y respeto, pero no le salían palabras… 
-Cuando quitas, mira a tu alrededor buscando opciones. Siempre la primera y la más cercana es la que tenes que elegir, son tus primeros partidos. La opción que tenes mas cerca pibe, entendelo. Escúchame bien, si robas la pelota y después se la regalas al contrario, no hay vuelta atrás. Ni en tu cabeza en lo que resta de partido, ni en la memoria del hincha. Es muy importante pibe, roba y pase corto. No te quieras hacer el Gardel, sos pendejo, ahora es robar y pase corto, robar y pase corto, grábatelo. Nada de hacerte el Gardel. ¿Sabes quién es Gardel nene no? ¿Si? Bárbaro. Bueno, nada que ver con lo que tenes que ser. Vos estas para ser Le Pera. ¿Sabes quién es Alfredo Le Pera? ¿No? Bueno, a eso voy. No te quieras hacer el Gardel, tenes que ser Le Pera. Fundamentales, pero detrás de Gardel. Nosotros los defensores somos eso. Deja que el Chino o Beto sean Gardel. Nosotros acompañamos pibe, somos el arranque, la puntada inicial, el poeta que empieza a crear para que defina alguno al que le toque ser Gardel ese día. Grábatelo, vos y tus alrededores, donde te muevas en la cancha, son Le Pera… 
Luis quiso meter un bocado, pero las palabras no le salían de la boca. Estaba por debutar en un clásico y su ídolo, el ídolo del club le hablaba como un par. 
 -Un 2 no puede arrugar. De ninguna manera te digo que vayas a partir a alguien o a jugarle sucio. Pero el pie, con fuerza, sin regalar nada. Ningún rapidito o gambetita puede ganarte trabando pibe. Ahí es blanco o negro. Ahí te recibís de último hombre, traba y dale vuelta la gamba, que la próxima vez, salte o se vaya para la otra punta. Como si fuera la última, así hay que ir todas las pelotas divididas. ¿Entendes pibe? Estas medio pálido… 
En seguida Luis abrazo al veterano defensor de mil batallas y conteniendo las lágrimas le dijo: 
-Me voy a jugar la vida en cada pelota señor, entendí todo. 
Luis debuto en el clásico, mostró un nivel y una seguridad que superó las expectativas de todos. Y encima en un puesto tan clave como el de primer marcador central. El club iba camino al título y los sueños de ambos defensores estaban al alcance de la mano. Pero faltando dos fechas, como nada de lo que cuesta o se añora puede salir sin sufrimiento, una derrota de local complica el campeonato. 
Llega la anteúltima fecha, partido de visitante y la obligación de ganar. El partido transcurre y la victoria hasta ahí estrecha le permite por ahora seguir soñando con ese campeonato. Pero el local está cada vez más cerca del empate y la mayoría espera que ocurra la lógica antes del final… 
Luis hasta ahí, había cumplido en los ocho partidos que transcurrieron, el manual del perfecto zaguero. Algunos aplausos bajaban de las tribunas cuando la tocaba, pequeños instantes, ya que Luis haciendo caso a su "consejero", largaba rápidamente la pelota al primero que se le acercaba. 
Faltando pocos minutos, la pelota se le va larga a un compañero y cae suave en el muslo derecho de Luis que achicaba espacios en la mitad de la cancha. Controla el pique y en vez de tocar inmediatamente, gira… Escucha los aplausos que bajan de la tribuna “Bochini” y se queda unos instantes más con el esférico en su poder… Faltaba únicamente buscar con la mirada al tres que ya se abría por izquierda o algún volante que se acercara a pedirla, para que pase el tiempo del juego. Pero entonces pasó lo que nunca había pasado antes. Luis bajó de nuevo los ojos y vio sus pies embarrados, su rodilla raspada, sus medias bajas, y la pelota radiante, reluciente, debajo de los viejos reflectores que parecían que solo a ella iluminaban. Los gritos desde el costado de la cancha le llegaron de inmediato ¡Lárgala, lárgala! Gritaba el técnico charrúa desaforado, al que el final del partido se le hacía interminable. Pero algo dentro de Luis tomaba forma. Cascini, el volante contrario, advirtió sus vacilaciones y se le vino al humo para atorarlo en su torpeza. Luis no pudo evitar bajar de nuevo la cabeza y volver a ver la pelota, como nunca hasta entonces, hasta enamorarse perdidamente de ella hasta el último rincón de su ser. Respiro profundamente y avanzo. Empezaba a entrar en la historia para siempre. Dejo atrás a Cascini, paso entre medio de Cravero y Mayo y cruzo el círculo central. Hamacó su cuerpo, balanceó su cadera inexperta, y dejó que el botín acariciara suavemente la pelota unos metros hacia adelante. El técnico ya sacado, tiro la botella de agua a un costado y le gritó que la tire al área. En eso sintió la mano de Juan, el veterano central que le dijo: déjalo que siga… Luis los miro un instante, sin prisa y con dejadez y siguió avanzando. Llegó hasta ¾ de cancha casi sin despeinarse y ya había dejado tres contrarios en el camino. Iba con la cabeza en alto, con el gesto sereno, con una libertad indómita que le nacía en el estómago y lo invitaba a seguir yendo. Cuando al fin le salió Baena el defensor central, Luis le amago hacia la izquierda y acomodo su cuerpo para la derecha, pero en su apuro inexperto la tiró algo larga, de modo que Bellini apuro su paso pensando que lo cerraba, seguro de llegar primero. Pero no, Luis se recuperó y cuando el arquero salía a achicar, la adelantó la derecha y casi yendo al piso como cuando robaba pelotas en el área de su propio arco y con la destreza de un delantero consumado, definió fuerte, por encima del arquero Moriconi. 
Sintió la luz de los flashes. Sintió los abrazos desaforados de sus compañeros. Y sintió la caricia abrupta de la historia. Era un gol maradoniano, era la borrachera soñada, ensordecedora, de los que juegan futbol cada fin de semana. Era la locura desatada y la confirmación de un campeonato seguro y esperado. 
Así, eufórico y extasiado, lo fue a buscar a Juan al banco de suplentes. Juan lo recibió y se dieron un abrazo como padre e hijo. Entonces Juan, el defensor de mil batallas, le dijo: 
 -¡¡Sos Gardel pibe!! ¡¡Sos Gardelito fenómeno!!

4 comentarios:

  1. CREO RECONOCER A LUIS EN ESE PARTIDO PERO, COMO SIEMPRE, ME INTERESA NUESTRO MUNDO COTIDIANO QUE NOS PERMITE ACORDARNOS Y RENDIRLES HOMENAJE A NUESTROS "GARDEL Y LE PERA". EN MI EQUIPO EL 2 TAMBIÉN ERA LUIS, EN REALIDAD LUISITO: CATEGORÍA, LIMPIEZA EN EL JUEGO Y EL TIEMPO JUSTO PARA LLEGAR A CUALQUIER PELOTA COMPLICADA. DE POCAS PALABRAS PERO DE GRAN CORAZÓN. GRAN RELATO EDU. NO TERMINA DE EMOCIONARME COMO EL FÚTBOL NOS CONECTA CON NUESTRAS VIDAS Y NOS HACE COMPRENDER UN POCO NUESTROS SENTIMIENTOS.

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  2. QUE BUEN RELATO!!!
    TODAVIA RECUERDO ESA NOCHE,INOLVIDABLE.FELICITACIONES,GRANCUENTO!

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  3. Excelente Edu!!! Lo recuerdo tanto… porque lo escuche primero, luego lo pude ver el domingo. Eran épocas del codificado de viernes, se veía en futbol de primera recién el domingo. Cancha de Independiente contra Platense del negro Marcheta. Con mis rulos metidos en la almohada por el sufrimiento, Fantino por radio Mitre me lo contó. Lo grite hasta la afonía!
    Juan Simón el más elegante dos que vi jugar, solo hizo un gol en el campeonato mundial sub 20 de Japón en 1979. Aquel de Maradona, Ramón Díaz, Barbas, Calderón, etc.
    Gardelito Medero no volvió a jugar así… recuerdo algún partido verlo en la cancha jugando para Colón… Gracias por terrible gol que hiciste!

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