La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

......Tu comentario es bienvenido!! (gracias)...........
Queremos recibir tus aportes y sugerencias a: correomanoinquieta@gmail.com

sábado, 17 de octubre de 2020

NI UN PASO MAS


La eternidad nos acompaña ciegamente

Una tarde cualquiera puede ser el inicio de un camino que serpentea en la memoria y nos devuelve a lugares que marcaron nuestra historia con letras de lenguas que mantienen su esencia.
Muchos dicen que darse un paseo por nuestro pasado nos refresca, nos empapa con gotas de relatos, con destellos fotográficos que se proyectan en el cielo y nos regala la mejor toma cinematográfica de un documental que de a poco va tomando forma.
Desearía poder recrear de manera auténtica y sensible esos fragmentos de tu historia. Podría haber comenzado hace años, lo sé. Sabrás disculparme pero sigo luchando contra esa sombra que persigue y oscurece mis preguntas.
“Lo mejor de nuestra piel, es que no nos deja huir…” cantaba Solari y se abre el inmenso abanico de oportunidades que nos regala la libre percepción. Así es como siento que no puedo escapar de esas incógnitas, de esos retazos de tu pasado que poco a poco vas mostrando en tus relatos de cualquier tarde. A tu manera, y cuando el silencio se hace presente entre tazas de matecocido con leche y chipa que amasaste con tus manos llenas de bondad, me hacés viajar al origen de tus decisiones. Mostrás esas escenas de la misma manera que has puesto sobre la mesa la receta que aprendiste al costado del horno de barro, mientras la abuela Guillermina amasaba y el abuelo Juan hacía las veces de degustador oficial.
Caen fichas dentro de mi cabeza, se acomodan, buscan su forma y un sonido rompe la silenciosa monotonía.
“Un día gris de una semana cualquiera, me acuerdo de estar en mi lugar de todos los días, el taller mecánico. Para eso me había presentado 3 meses antes al Servicio Militar de mi país, quería servir a mi patria y aprender un oficio. Mi cuñado Daniel Velázquez era el encargado de capacitar en Tornería a los que ingresábamos, así que esos eran mis objetivos. 
Todo parecía indicar que sería un día más, pero recibimos la orden inmediata del Comandante de Agrupación de Conscriptos Sergio Alcaraz: ¡todos a formar!
Nos miramos sin saber qué sucedía, esa orden no parecía ser una de las que recibíamos a diario, no parecía otro baile más. Fue así que recibimos la instrucción y rápidamente nos separaron en grupos. Estábamos a punto de practicar posiciones y ubicaciones para combatir. Cuando esas palabras salieron de su boca, el silencio se hizo espeso, el estruendo de nuestros corazones galopando nos recordaba, por si hacía falta, que ahí estábamos para eso. Nuestra misión era colaborar con las fuerzas de la Cañonera Paraguay y la Cañonera Huamitá y evitar el avance militar argentino en su búsqueda implacable contra el General Juan Domingo Perón. Hasta ese día, no recuerdo si había escuchado alguna vez su nombre, pero por esas cosas del destino se convirtió en un símbolo imborrable en mi vida.
Una vez formados los grupos nos pusieron al tanto de la situación: El Comandante y Capitán de la Embarcación “La cañonera Paraguay” que se encontraba en reparación en el Río de La Plata, le había dicho a los militares argentinos que fueron a buscar al General Perón: ponen un pie en esta embarcación y volamos Buenos Aires. El objetivo de apresar al General, tuvo una barrera que resultaría infranqueable para la embestida militar argentina.
La historia quiso que tales sucesos no se concretaran, que el General encontrara en suelo paraguayo el lugar al que en tierra propia querían ponerle barrotes eternos.
Hoy, luego de 53 años de estar en esta maravillosa tierra Argentina, recuerdo cada día aquella intempestiva pesadilla y despierto entre preguntas que mi historia de Inmigrante construyó. ¡Cuántas sorpresas nos regala el destino! Valió la pena todo lo que viví, cada momento de zozobra, cada intento de cambiar la historia de aquellos que tienen el poder de hacerlo y a veces nos dejan sin nada. Yo tengo 4 hijos hermosos, que me regalaron más hijos del corazón, nietos y bisnietos que alegran mis días, y una compañera que se arrojó a la aventura a mi lado, como yo hubiera tenido que arrojarme si una de esas botas argentinas ponían un pie en la Cañonera.
El agradecimiento a estas tierras se lo debo a los valores que mis padres me inculcaron de pequeño, pero también, por esas finas jugadas del destino, se lo debo al General. Luego de aquellos sucesos, y habiendo cumplido el Servicio Militar, volví a mi pueblo, Altos de la Cordillera, a 60 kilómetros de Asunción.
En una tarde cualquiera, de esas que cambian el rumbo y tiempo después serpentean en mi cabeza, llegó al pueblo un agradecimiento enviado por el General Perón: alimentos, ropa, bicicletas, triciclos y muchas cosas más, que en un lugar olvidado del interior se recibe con inmensa alegría. Porque se puede sentir que alguien se acuerda de vos, que te tiene presente.”
 Las fichas que estaban acomodadas vuelven a buscar nuevas posiciones. Mis ojos buscan sus ojos y el abrazo no tarda en llegar.
Las historias que habitan en esos rincones poco visitados pueden ser más que una señal, se convierten en el mejor de los argumentos de cualquier discurso y nos pueden aclarar el panorama. Hasta pueden terminar con una frase ocurrente, como las que se le ocurren a mi papá en sus momentos de esplendor: “Yo era Peronista antes de conocer al General”.
 
 Muchas gracias a mi viejo, Don Juan, por ser inspirador y ponerle letra a sus recuerdos



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viernes, 3 de abril de 2020

VIAJE AL ORIGEN DE LA GAMBETA


Para vos, enano

Cada vez que me decido a frenar, a mirar por el espejo retrovisor sin nada que obstaculice mi visión, puedo imaginarlo concentrado como quien intenta poner toda su pericia al servicio de la acción. Su primer gambeta fue con las manos. Sí, con las manos. Para un futbolero, a principios del siglo veintiuno, ver un pibe agarrar la pelota con la mano podría haberse convertido en un factor de riesgo de padecer un paro cardíaco. A mí no me asustaba en lo más mínimo, creo que no ponía por delante mi pasión, y sólo me dedicaba a disfrutar de ese momento de creatividad del pequeño Lautaro. Adelantaba la cabeza, ponía primera, corría hacia la pelota y con envidiable decisión frenaba justo frente ella. Estiraba esos brazos  flacuchos que bailaban en la camiseta manga larga que acusaba restos de mermelada de durazno en los puños (señal que la merienda había precedido al juego en el patio), separaba bien esos deditos que hace poquito habían apretado mi dedo índice en la clínica, y convencido de su objetivo agarraba la pelota, separaba las piernas y la hacía pasar por entre ellas. A veces el balón se trababa un poco por la espesura del pasto o por el casi imperceptible roce con el jogging verde que la abuela le había hecho a medida. Pero cuando  al bajar la cabeza quedando con el mundo al revés mirando entre sus piernas, y veía que  la pelota había pasado, comenzaba un nuevo desafío que iba acompañado de un relato futbolero que susurraba la emoción que sentía por haber sido capaz de realizar su gambeta. Y allá iba mi enano, corriendo emocionado, brazos en alto sacando chispas del pasto con sus zapatillas negras con abrojos.
¿Será que a veces nuestro corazón está conectado con el destino? Mi impaciente argentinidad rebotaba en mi mente con insistencia diabólica esperando el momento en el que Lauti toque la pelota con el pie. Y rápidamente otra agobiante incógnita: ¿será derecho o zurdo? No, imposible que sea zurdo si en mi familia todos le dimos con la diestra y la otra era para tener el mismo par de zapatos nomás. O tal vez aquel esguince de rodilla que tuve cuando estaba en inferiores y que me obligó a usar el pie izquierdo durante la recuperación pasó por osmosis atípica a mi adn y le traspasé la envidiable habilidad que tienen los que le pegan con la misma que Messi y Maradona.
¿Y si sale arquero? Por ahí por eso la persigue y la agarra con las manos. Le gusta revolcarse, disfruta del pasto, sus pantalones tienen esas hermosas manchas en las rodillas que denotan un arduo trabajo cerca de la tierra, todos signos y señales que podrían hacer pensar que en su relato silencioso nombra a Goyén como lo hacía yo cuando jugaba en la vereda de mi casa y mis amigos  pateaban al arco inventado entre el poste luz y un buzo cualquiera.
¿En qué puesto jugará? En las carreras arranca rápido, es decidido, pareciera que no le tiene miedo a los choques (a juzgar por las marcas que tiene en la frente y en otras partes del cuerpo), pero pareciera que no va a ser muy alto, así que por ahí le quedaría bien ser un wing. O por ahí un marcador de punta con recorrido, de esos que llegan al área contraria, que no dudan en pisar campo contrario para sumarse al ataque.
Pero todo eso va a tener más certeza si de una vez por todas se decide a tocarla con el pie. Pero parece que no le llegó la hora todavía a las extremidades inferiores. El juego de las manos y las piernas abiertas como si fueran un túnel sigue siendo divertido, le agrega más dificultad y también la hace pasar en sentido inverso: de atrás hacia adelante. Y el festejo se acrecienta, el relato en forma de susurro cobra una emotividad tal que a los que asistimos a tamaño espectáculo nos dibuja una sonrisa comparable con los que pagan una entrada para ver a su ídolo máximo. Y la aventura se hace extrema cuando con la insistencia propia de un jugador profesional pidiéndole al árbitro que le saque amarilla a ese jugador que hizo una falta, Lauti les pide a su hermana y a su prima que dejen por un rato la hamaca y se animen a hacer lo que él había intentado con persistente emoción. Así  es que Julieta y Josefina dejan por un momento su juego y se suman al campo de juego. Ambas con joggings, cómodas para saltar y estar atentas a las pruebas de acrobacia que Mariana, mi mujer, preparaba con esa imaginación propia de una madre que sólo quiere disfrutar de una tarde con sus hijos y sobrina.
Julieta tiene el pelo lacio, casi como suaves flechas de un color oscuro que combinan a la perfección con esos ojos que no paran de moverse cuando el juego le entusiasma y ella habla en voz alta adelantando todo lo que va a suceder en su guión de directora de juego. El jogging rosa y gris hace juego con sus zapatillas de princesa que de vez en cuando lleva los cordones desatados en señal de protesta a los que quieren mantenerla atada. Es que esos piecitos que transitan la casa con una fuerza inaudita, llevan en su andar la mágica sensación que me provoca oírla llegar. Y nadie que pueda provocar eso en un ser humano, puede quedar encerrada o atada a los requerimientos de otro mortal.  Ella lo mira a Lautaro y sabe que su gambeta no requiere tanta habilidad para alguien con su recorrido de vida, que ya tiene sala rosa y sala celeste aprobadas. Pero igual se presta a la prueba, con la misma emoción de una principiante que ha quedado en evidencia delante del público que espera sus movimientos en el escenario.
Josefina es un poquito más pequeña, más reservada. Se sienta en un escaloncito que sirve de límite entre las baldosas amarillas del patio y el comienzo del parque que hoy sirve de campo de juego para estas proezas deportivas. Desde allí observa cada movimiento, cada palabra soltada al viento por sus primos que la animan para sumarse a la aventura con la pelota y no se dan por vencidos hasta recibir una respuesta positiva. Ahí es cuando Jose deja su cómoda estadía en el escalón, se pone de pie y como el sol de esa tarde de otoño se va dibujando una sonrisa en esa carita redonda, brillante, fresca, que queda perfecta en el marco que forman su flequillo y el pelo que cae sobre sus orejas sin sobrepasar las mejillas. Como si siempre estuviese en una foto, transmitiendo todo con su mirada y su sonrisa.
Y ahí es cuando se pone a  funcionar una maquinaria de risas, asombro y energía que envuelve la tarde y nos tiene a Mariana y a mí como espectadores de lujo. Cada tanto nos codeamos en una clara señal de socorro porque el mate cebado espera entre nuestras manos pero no lo registramos, tal vez, porque lo único que interesa en ese momento es que a los tres peques les salga el truco con la pelota. Seguramente las tareas del hogar podrán esperar un rato más, nadie se quiere perder estos encuentros. Son esos segundos que te regala la vida para atesorar y traerlos a la mente en días de encierro o de melancolía. O simplemente, cuando podemos bajar un cambio y no depender de las agujas del reloj ni del calendario para darnos cuenta que el tiempo pasa y con él se agiganta la importancia de las pausas placenteras.  Sobre todo cuando los vemos abrazarse luego de que cada uno de ellos pudo completar la hazaña y se funden en un abrazo tan profundo como el rincón donde guardo esta película.
Pero al final, ¿de qué jugará Lauti? Todavía no pateó, ni siquiera para alcanzársela a sus compañeras de juego. Tendría que meterme en su juego y obligarlo “disimuladamente” a poner la redonda en el pasto e incitarlo a chutar hacia mí - pienso por un instante. Pero como quien viaja dentro de su propio corazón, a ese lugar de donde vienen todas las decisiones que saltan a la realidad de una manera prematura, casi sin forma, aterradas por la exposición humana que no tiene en cuenta los conflictos que las atraviesan, simplemente elijo detenerme y disfrutar.
Hacia allí viajé hoy. Muchas veces estuve cerca, tal vez pasé y ni me di cuenta.
En ciertas ocasiones me acobarda la idea de agobiarte y que la presión sea más intensa que la intención. Debe ser esa dicotomía de sentirme con autoridad para poder aconsejarte que se va desvaneciendo cuando te veo llorar o reír por esta pasión que elegiste. No debe haber pasión más grande que la que se lastima y vuelve a renacer porque nos ofrece el tiempo necesario para volver a mezclar las cartas y jugar la mejor mano en la siguiente partida.
Así que luego de volver al patio de tu niñez, ver tu gambeta con las manos, tu sonrisa pícara, tus brazos flacuchos balanceándose, tus manos fuertes que aprietan mi dedo índice, tu camiseta manga larga con mermelada de durazno, tus pantalones con las rodillas embarradas, tus zapatillas negras con abrojos, tu relato en forma de murmullo, tu pedido insistente para jugar con Julieta y con Josefina, tus marcas en la frente, tus pruebas acrobáticas con mamá, tu abrazo pidiendo que te acompañe… vine hoy a decirte que sea cual sea tu puesto, tu pasión y tu gambeta voy a estar al lado tuyo esperando que la pelota cruce hacia el otro lado, ahí donde vos querés que llegue para reírte, agachar la cabeza y correr levantando los brazos.


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jueves, 2 de abril de 2020

COMO UN DUENDE ENTRE LAS SOMBRAS

“Que noche llena de hastío y de frio, el viento trae un extraño lamento….”. La voz del polaco suena inconfundible desde el estéreo de la camioneta.
Mientras maneja rumbo a la capital a buscar a Gustavo y Eduardo, bajo una fuerte y persistente llovizna, Jorge canturrea por lo bajo –“..parece un pozo de sombras la noche..” Tal cual Polaco, que noche fulera! -piensa Jorge- Esto va a seguir así, cuando hay sudestada difícil que pare hasta mañana. Menos mal que voy con tiempo así los muchachos no se mojan mientras me esperan. “Garuuua, solo y triste por la acera va este corazón transido con tristeza de tapera…” sigue el polaco con su voz aguardentosa. -Espero que Gustavo esta vez no falle. Eduardo seguro que va a estar porque cuando se trata de asado y guitarreada no se la quiere perder. Además, el ya vino para el oeste varias veces, ya está acostumbrado al conurbano profundo. Pero Gustavo no, un par de veces estuvo para venir y a último momento falló. Encima los muchachos están recargosos con eso de que Gustavo no existe, que es mi amigo imaginario y otras boludeces más. ¡ ¡Ya van a ver cuando lo conozcan! Seguro van a pegar onda enseguida. “Perdiiido, como un duende que en las sombras más la busca y más la nombra, garua...tristeza…¡hasta el cielo se ha puesto a llorar!” termina el polaco mientras Jorge va bajando de la autopista.


A los pocos minutos de estar estacionado frente a la plaza Once, Eduardo llega corriendo y se lanza adentro de la camioneta. - ¡Hola Jorgito!¿Cómo estás?¡Que noche de perros viejo! ¿Igual se hace el asadito no? Traje la viola porque hoy le vamos a dar hasta tarde. - ¡Si Edu, por supuesto! ¡Mira si nos va a parar una lloviznita de mierda! -Y el otro muchacho, ¿va a venir? Preguntó un Eduardo ansioso por rajar para el oeste. - ¿Gustavo? Sí …seguro que viene!, le mande mensajito hace un rato y me dijo que a las 7 estaba acá.- contestó Jorge mientras limpiaba los vidrios de la camioneta para ver mejor cuando se acercara Gustavo. - ¡Ahí viene! Está cruzando la plaza.-dijo Jorge aliviado de ver venir a Gustavo y que esta vez no hubiera fallado. Entre la llovizna, Gustavo se acercaba dando saltitos buscando esquivar los charcos. Jorge abrió la ventanilla y le hizo señas para que subiera en la parte de atrás. Gustavo entró, cerró la puerta de la camioneta y mientras sostenía una botellita de agua, y sin saludar a Eduardo, con una voz apenas perceptible dijo: -Perdoname Jorge, creo que no voy a poder acompañarte esta noche… El silencio que siguió a sus palabras duro apenas unos segundos pero pareció una eternidad. Antes de contestar, en esa fracción de tiempo interminable, a Jorge se le cruzaron mil imágenes. La ilusión por el encuentro tantas veces soñado, la vergüenza de llegar sin Gustavo y aguantar las cargadas de los muchachos, ese grupo de escritores inquietos que estaban esperando allá, en el oeste lejano… - ¿Como que no podés? ¿Qué problema tenés??-La frase dicha con un poco de angustia y de fastidio pareció que podría torcer la decisión de Gustavo. -No se Jorge, no me siento bien del estómago. Además, se va a hacer tarde y mañana tengo cosas que hacer. A Jorge la sombra de una duda infinita empezó a nublarle la razón. En su fuero intimo pensaba: ¿Cómo que no se siente bien? ¿Por qué no me mando un mensajito si hoy todo se resuelve por celular, si hasta las relaciones sentimentales más largas se terminan mandando un whatsapp?. ¿Por qué esperar llegar al límite y encima con Eduardo siendo testigo de este momento tan vergonzoso?? Eduardo, el otro pasajero de esa noche de garua interminable, atónito testigo de ese diálogo inquietante, revoleaba los ojos intrigado ensimismado en sus propios pensamientos. ¿Qué está pasando acá? ¿Cómo es que en esta noche tan fría y tan mía se produce esta situación impensada hace solo un momento? ¿Seré yo la causa de este desencuentro? ¿Este muchacho estará incómodo por mi presencia? ¿Tendrá temor de pasar la línea de fronteras de la Gral. Paz que nos adentra en tierra de infieles? La cabeza de Eduardo bullía de interrogantes. -Me dolió el estómago todo el día, por eso estoy a pura agua.- amplio Gustavo su cuadro intestinal para dar mayor dramatismo a las razones de su deserción. Jorge miraba hacia atrás con el brazo apoyado en el respaldo de su asiento a un Gustavo que se debatía en seguir esgrimiendo razones de su ausencia o bajar del vehículo y que termine todo de una vez. Entonces Gustavo hizo un último intento para complacer a un Jorge que a esa altura se estaba poniendo intranquilo. -Por ahí si el asado termina a eso de las once podría ir… El intento fue peor, fue como un mazazo en la poca paciencia que le quedaba a Jorge. ¿Un asado en el conurbano, con guitarreada y vino puede terminar a las once!?? ¿Qué le pasa a este muchacho!?? Esa propuesta imposible de aceptar fue el intento definitivo. -¡No Gustavo, yo no te puedo traer a esa hora, mejor no vengas! Un silencio atroz invadió la cabina de la Partner. Eduardo a esa altura se mordía el labio inferior inquieto ante el inminente desenlace. -Bueno Jorge, es lo mejor, combinamos para otro día...chau…nos vemos en la próxima. Gustavo se bajó despacio, se acomodó la campera para cubrirse de la garua que seguía clavando con sus púas y desapareció como un duende entre las sombras de la noche. Pasaron unos segundos interminables. Jorge aferrado al volante, sin arrancar el motor, miraba al horizonte sin ver, sin decir ni una palabra. Y entonces escuchó lo que necesitaba, una palabra de consuelo que lo saque de ese estado de bronca y desolación, que lo haga volver a la realidad y olvidar rápidamente lo que había pasado con Gustavo -Che Jorge, ¿porque no vamos yendo? ¡A ver si encima se pasa el asado! - dijo finalmente un Eduardo despreocupado por las razones de Gustavo y ansioso por llegar y entrarle a las achuras… Leer más...

martes, 31 de marzo de 2020

LOS ESCRITORES Y EL FUTBOL

Partiendo del supuesto que los escritores son seres humanos y, como tales, en su gran mayoría les gusta el deporte y sobre todo el fútbol, ¿se puede establecer alguna relación entre la literatura que produjo cada uno y el club de sus amores? Veamos algunos casos:
Gabriel García Marquez, premio nobel 1982, era hincha del Junior de Barranquilla. Nació en 1927 y el club se había fundado en 1924. Su jugador emblema fue el “pìbe” Valderrama, dos veces semifinalista de la Copa Libertadores. Aquí una primera relación, realmente Valderrama tenía una especie de “realismo mágico” en su juego. Lo negativo de la relación de Gabo con su club, creo que debió ser la bandera del Junior, muy parecida a la de EEUU, que no se debe haber gustado nada, cuando fue pasando de la infancia al compromiso político de su juventud y adultez Eduardo Galeano, hincha de Nacional de Montevideo, autor de Las Venas abiertas de América Latina y uno de los mejores libros sobre el tema, El fútbol a sol y sombra. Es un homenaje al fútbol, un poema escrito en prosa. Dice: “Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”. Albert Camus, famoso escritor premio Nobel 1957, autor de El Extranjero y La Peste, libro que se ha puesto de moda en este tiempo con motivo de la pandemia mundial del Coronoavirus, fue un fan del fútbol, incluso jugó de arquero en un equipo de Argelia, cuna también del gran Sinedine Sidane. Le gustaba decir que no había aprendido la moral en Marx o en los evangelios, sino en su vida de pobreza. En la calle. En los terrenos de fútbol. Fue hincha del Racing Club de Paris. Arthur Conan Doyle, o más conocido como Sherlock Holmes, era inglés y jugador de fútbol del Portsmouth. También fue arquero como Camus, aunque luego terminaría jugando de 4. En una de las aventuras de Sherlock Holmes –“El tres cuartos desaparecido”- el escritor puso en labios del célebre detective: “Los partidos de fútbol no están en mi horizonte en absoluto”. Teniendo en cuenta esta afirmación, las obra basada en el inquilino del 221B de Baker Street no se relaciona con el fútbol, pero Arthur Conan-Doyle llegó hasta a ganarse la vida como deportista. Juan Villoro, escritor mexicano, autor de Dios es redondo, Ida y vuelta (a dúo con Martín Caparrós) y Balon dividido. Es hincha del Necaxa. Dijo al respecto "El Necaxa es como la literatura, para las minorías ilustradas". Ha sido cronista en los mundiales Italia 90 para el periódico El Nacional, Francia 98 para La Jornada, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Adolfo Bioy Casares, gran escritor argentino, premio Cervantes 1990. Otro escritor, Ignacio Molina, comenta en un artículo que “No tengo pruebas para afirmar que Adolfo Bioy Casares haya sido hincha o simpatizante de Excursionistas, pero sí es seguro que Excursio es el equipo de fútbol más mencionado en sus relatos y novelas (esto incluye a los cuentos que escribía con Jorge Luis Borges bajo el seudónimo Bustos Domecq)… En mis lecturas pude detectar cuatro textos en los que aparece Excursionistas: El sueño de los héroes (publicado en 1954): “De las paredes colgaban cinco retratos: Humberto Primo; unos novios; el equipo argentino de fútbol que, en las Olimpíadas, perdió contra los uruguayos; el equipo de Excursionistas (en colores, recortado de El Gráfico)… Gauna habló de Larsen y de cómo se habían mudado a Saavedra. — Ahora soy hombre de Platense — declaró. — No es mal equipo — contestó Santiago-. Pero yo, como decía Aldini, prefiero a Excursionistas.” Diario de la guerra del cerdo (1969), “Hacía tanto frío que a toda la concurrencia del café se le ocurría la misma idea de soplarse las palmas de las manos. Como Vidal no se convencía de que no hubiera allí algo abierto, de vez en cuando miraba en derredor. Dante, que si perdía se enojaba (su devoción por el equipo de fútbol de Excursionistas, inexplicablemente no le había servido para encarar con filosofía las derrotas), lo reprendió por desatender el juego…” De la forma del mundo (1972), “Sin embargo, en tres días de isleño, Correa no alcanzó a leer el número de páginas previsto. Perdió el sábado en cuidar un asado y en chupar mate, y el domingo fue a ver el encuentro de Excursionistas y Huracán, porque francamente no sentía ganas de abrir los libros”. Los inmortales (cuento escrito junto a Jorge Luis Borges) (1978). “Con dolor en el alma, porque esa tarde se jugaba el desquite de Excursionistas contra Deportivo Español y acaso yo no arribara entre los primeros a la cita de honor, encamíneme al consultorio de Avenida Corrientes y Pasteur… — Disculpe, Bustos, que lo haya hecho esperar. Fui a retirar entrada para el encuentro de Excursionistas. Esto es solamente un anticipo de otros artículos sobre el tema para seguir conociendo que los escritores son de carne y hueso y transpiraron la camiseta como nosotros. Como dijo Eduardo Sacheri, “Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol.” Jorge Vilarrasa Leer más...