- La vestimenta
Pies
Los botines deben ser de color negro o gris. El rojo, amarillo y violeta está prohibido. El botin blanco es un caso especial: el jugador que, poseyendo calzado blanco, no sea la figura indiscutible de la cancha será sancionado con la no participación en los próximos cinco encuentros, y será puesto inmediatamente en la categoría del Falta Uno. Jugar con las topper de lonita -ahí sí se permite blancas- es una demostración de coraje. El que juega con las lonitas indefectiblemente es el jugador más talentoso de la cancha, lagunero, gran tirador de caños y absolutamente intrascendente. Lo bancamos. Las medias de fútbol no se usan hasta las rodillas, como los jugadores de verdad. Por algo estás jugando al fútbol 5 y no estás en primera: asumilo. La gente que usa canilleras en el fútbol 5 debería tener directamente un patrullero que lo esté esperando en la puerta para propinarle un correctivo apremio ilegal.
Torso
Tremendo este tema. Al igual que para observar un partido de Argentina, usar la camiseta oficial-actual de la Selección después de los quince años no merece ni discusiones: está mal y debería estar prohibido. La camiseta de la Selección debe tener siempre, mínimamente, un Mundial de atraso. Si vas a usar la actual, si sos tan piedra para hacerlo, al menos tené la decencia de que no tenga el nombre de ningún jugador (un señor panzón de 32 años con la remera que dice Messi, de verdad, me deprime la semana). El jugador que "tiene el equipo completo" de cualquier club, selección o lo que sea, será invitado a mirar el partido desde afuera hasta que terminen de jugar los adultos que entendieron que madurar no es joda. Es preferible jugar cuatro contra cuatro, a jugar con un boludo, porque cinco contra cuatro y un boludo da la falsa idea de igualdad: no hay igualdad porque el boludo tiende a desnivelar. La camiseta de Brasil e Inglaterra están prohibidas. Me chupa un huevo qué pariente tuyo viva ahí, ¿tá?
Cabeza
Del cuello para arriba, no hay nada permitido. Lo bueno es que el FAV (Futbolista Amateur con Vincha) es recuperable. Hay que apuntar todos los cruces, justamente, a la vincha. Al tercer rodillazo en la sien no la usa más.
-La mujer
El/la que crea que esto que voy a decir es machismo no entendió nada: el que lleva una novia/mujer/amante, lo que sea a un partido de fútbol 5 con sus amigos se le deberían suspender las garantías constitucionales básicas. Debería declarárselo directamente ciudadano de la Edad Media, con todas las prerrogativas del caso: se lo podría eventualmente matar con una espada o prenderlo fuego por brujería, ahí, en la canchita. Y esto no es machismo, no es que pase una cosa re interesante en los partidos, sino justamente lo contrario: la mujer se aburre porque los partidos entre los pibes son malísimos para toda la Humanidad, excepto para esos 10 que están ahí. El Que Lleva a la Novia, además, generalmente: a) es infiel y/o cornudo; b) si es jefe, maltrata a sus empleados; c) juega siempre adelante, baja hasta mitad de la cancha sin marcar y putea a sus compañeros; d) es gorila; e) si vino en auto no te lleva a tu casa.
-De los que hacen goles en una canchita de fútbol 5 y se los dedican a las novias que llevaron a verlo, prefiero no hablar porque no quiero promover el gatillo fácil. Porque los goles, salvo el último si "golgana", en fútbol 5 no se festejan.
-En el fútbol 5 no existe el foul. Qué raro, pensarán ustedes, ¿entonces vale provocar fracturas expuestas a troche y moche? No, tranqui. Al no existir autoridad superior, el foul se cobra por consenso o confesión del autor (o de cualquiera de sus compañeros). Cuando alguien para el partido al grito de "me pegaste, me pegaste" o "mano, mano, mano", se le entrega el balón en mano, se le vocifera un "puto" y se le advierte que el próximo foul que cobre tendrá verdaderas razones materiales (se dice así: "ahora vas a ver lo que es foul de verdad". Luego de esa frase, el partido se pone áspero y se transforma en más espantoso para quien lo vea de afuera). "Puto", en fútbol 5, no implica una postura contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, no es discriminación, ni hace referencia al gusto sexual de nadie.
-Bañarse después de los partidos... ¿qué onda?, ¿la gente va a jugar al fútbol y de ahí entra a laburar en Cancillería? Muchachos, ¿vinieron desde la Tierra Media a jugar al fútbol? No, padre, tenés media, una hora como máximo a tu casa, ¿nunca pasaste tanto tiempo sin bañarte, Mr. Músculo?
- Si terminás un partido antes de que te vengan a sacar, hay dos opciones. O ninguno aguanta más, están a punto de escupir los pulmones y uno ya prendió un pucho (con lo cual se resuelve automáticamente comenzar a convocar directamente al asadito y terminar con esa parafernalia de "hacer deporte" o te dan miedo los que están por entrar a jugar, y sos un cagón. El partido se termina cuando viene el encargado de la cancha (que siempre es gordo, de remera negra y con mala onda ) y te saca.
- Hay sólo dos motivos para suspender la concurrencia a un partido de fútbol 5. La enfermedad grave de un pariente (directo, de sangre) o la enfermedad (semi-terminal) propia. Todas las demás excusas merecen el repudio popular. Cancelar la asistencia con menos de dos horas del inicio reviste la misma gravedad que acostarse con la mujer de un amigo.
Gracias Martín por este aporte, y gracias Carlos P. por enviarlo
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Este es un blog de futbol, un blog de cuentos, un blog de historias y recuerdos; es un blog hecho con amigos, para viejos amigos y nuevos amigos.
La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..
Queremos recibir tus aportes y sugerencias a: correomanoinquieta@gmail.com
martes, 27 de julio de 2010
jueves, 22 de julio de 2010
SAUDADE DE LA BOMBONERA…
El golpe de la ola lo trajo de vuelta de los recuerdos. Ya pasaron cuatro años y parece que fue ayer. Cuando la vió, no lo podía creer. En medio de la multitud, con la camiseta apretada, gritando como loca, con esos faroles entre verde y gris que lo deslumbraron desde el primer momento y que todavía le resultan increíbles.
Ya pasaron cuatro años. Al principio le costó acostumbrarse, extrañaba a los viejos, a los amigos, la previa de los partidos a dos cuadras de la cancha, meta chori y vino tinto, desenrollando los trapos, ajustando los parches, y sobre todo la adrenalina de los clásicos.
La verdad que todavía extraña mucho. Pero bueno, acá tirado en la arena, mirando el mar y la playa y meta caipirinha, la nostalgia de los domingos se aguanta un poco mejor. Además, ya tiene dos pibes, Román y Martincito, dos “mininhos” que corren por la arena, que ya empiezan a darle a la bola y se los imagina debutando en Primera.
La vida en Santos no es fácil, como en cualquier lado. Al principio le costó mucho. Desde entender lo que le decían, hasta la comida, todo fue muy difícil, sobre todo por la forma en que se quedó, con la ropa del viaje, casi sin plata, con la guita del regreso a la Argentina, que solo le alcanzó para sobrevivir la primer semana. Todo fue muy duro, pero valió la pena.
Después de todo, en Bs. As. no había mucho para hacer. Laburo muy poco, si se le puede llamar laburo a vender alfajores en Constitución o Paty y chori los días de partido. La verdad que no era gran cosa. Igual, con eso le alcanzaba. Los viejos se bancaban con la jubilación y él algo aportaba, por lo menos para el morfi y el resto le servía para rebuscarse con la pilcha y algunos vicios. Para que más.
Todo fue muy rápido. Cuando lo cuenta, nadie lo puede creer. A él mismo le parece mentira. Pero fue así nomás, de repente, sin pensarlo, como todo lo que le pasó en la vida. Es cierto, fue difícil adaptarse. La verdad que lo ayudó que a Boca lo respetan, sobre todo los brazukas, saben que con Boca no se jode. Eso le facilitó que lo aceptaran, que lo tratasen de igual a igual, sin verdugueada.
La primera que lo entendió fue Teresa. Desde el primer momento que se vieron, Teresa lo respetó. Aunque el primer encontronazo de las barras fue bravo. Después de desafiarse, de putearse, de medirse a ver hasta donde se la aguantaban, las barras se calmaron y cada uno se ocupó de lo suyo. Pero Beto los miraba y no lo podía creer. Desde que la vió entre la multitud no lo podía entender ¿qué hacía esa mina entre todos esos negros desaforados? No tenía nada que ver, no encajaba para nada entre toda esa indiada.
Por eso desde que la vió, no se la pudo sacar de la cabeza. Hasta se distrajo cuando el Chelo Delgado metió el segundo porque la estaba buscando entre la barra del Santos. Cuando terminó el partido, se separó de los muchachos y salió a rastrearla. Se metió la bandera bajo la campera y se mezcló con la “torcida” local. Habían perdido mal así que estaban todos como en una procesión, sin gritos ni quilombo.
Hasta que la encontró caminando con otra mina, que resultó ser la hermana menor, a tres cuadras de la cancha. Primero lo trataron mal, ella y la hermana, también entre los dos partidos se habían comido cinco, pero después de hacerle algunas gastadas, Teresa aflojó y le devolvió su primera sonrisa.
Empezaron a caminar juntos, y desde ese día, no se separaron más. Beto le mandó un mensaje a los muchachos diciéndoles que se quedaba unos días y después se volvía. Les avisó que tenía el trapo, que se queden tranquilos que nadie se lo había arrebatado, que vayan nomás que el se las iba a rebuscar para la vuelta.
Esa noche le pidió asilo a Teresa con la excusa de que los micros con la hinchada se habían ido y que no tenía plata para la vuelta. Teresa sonrió de nuevo y convenció a los viejos para que lo dejen dormir en un cuartito que tenían en el fondo de la casa. A los tres días tenía que definir qué hacía, pero ya no decidía solo, Teresa tampoco quería que se fuera, quería que se quede con ella para siempre. Y así fue nomás, los ojos de Teresa pudieron más que los domingos con “La Doce”, y se quedó para no volver nunca más.
Al principio los muchachos estaban preocupados. Pensaban que los brazukas lo habían tirado en la playa con un par de navajazos, pero cuando recibieron la foto de Beto abrazando a la garota de la barra del Santos envuelta con la bandera de Boca, no lo podían creer: “¡Qué pedazo de turro, con razón se quedó!” decían los barras pasándose la foto de mano en mano.
Se acuerda y sonríe, mientras el mar le moja los pies, recuerda como la conoció y vuelve a sonreír. Le parece increíble que aquella con ojos encendidos, y el gesto desafiante, que iba al frente como cualquier otro, hoy haya cambiado tanto y se haya convertido en esta mujer amorosa, que cría a sus dos hijos en la tranquilidad de la casita en la playa.
Él también cambió. Ya era tiempo que lo hiciera. Demasiadas entradas en las comisarías de la Argentina hicieron que cuando tuvo la posibilidad de empezar otra vida, agarrara viaje enseguida. Antes no tenía nada que lo atara demasiado. Fuera de los viejos y la barra, no tenía nada que valiera la pena, nada que lo obligara a cuidarse, a no arriesgarlo todo cada domingo. Una vez, hasta estuvo a punto de pasar del otro lado. Un puntazo en un entrevero en Parque Lezama contra la barra de los cuervos, casi lo despacha a visitar a San Pedro. Diez días en terapia intensiva y dos meses de recuperación no lograron acobardarlo. Apenas pudo caminar, ya estaba de nuevo firme en el paravalancha, listo para la próxima batalla, como todos los domingos, desde hacía quince años.
Pero ahora es otra cosa. Ahora tiene mucho que perder. Están Román y Martincito, la escuelita de fútbol, el laburo en el Puerto de Santos, la casita en la playa de Sao Vicente y Teresa, sobre todo ella, la que con su mirada hizo que se olvidara de todo.
Ahora es distinto, ya no puede andar jugándose la vida porque sí. Además, no es lo mismo. Acá no es hincha, acá es simpatizante. Puede ir con Teresa al Vila Belmiro, pero no es lo mismo. Nada se puede comparar con “La Doce”, la bombonera latiendo, la salida de los equipos, el canto sin parar. Los ve gritar, putear, amargarse, igual que le pasaba a él, pero no siente lo mismo. Los ve como un plateísta, sin emoción, sin entender tanta locura.
Una sola vez le salió la fiera de adentro. El Santos jugaba de local contra el San Pablo por la final del Torneo Paulista. Había ido con Teresa y los dos chicos. Román tenía un año y medio y Martincito apenas un par de meses. Habían ido con los viejos amigos de Teresa, la torcida santista. Para ella, era una forma de recordar viejos tiempos. Cuando faltaba una cuadra, doblando una esquina, de repente apareció la barra del San Pablo y se les vinieron encima. Y entonces sintió que todo se nublaba. De repente se vió corriendo por las vías, al frente de La Doce. Pero no era como entonces, no se trataba de defender un trapo o vengar alguna que otra emboscada traicionera. Era otra cosa. Esta vez, su mujer y sus hijos estaban en peligro. Y entonces, le salió el viejo barrabrava de adentro, el Capitán de cientos de entreveros. Agarró el primer fierro que encontró y empezó a voltear “morochos”. No lo podían parar. Y ahí los santistas, que siempre cobraban por ser menos, se animaron y se lanzaron como fieras. Todavía la hinchada canta recordando ese día, gozando a los Paulistas que “No paran de correr…”
Cuando recuperó la conciencia, volvió a buscar a Román y Martincito, los levantó en brazos, miró a Teresa y con una sonrisa serena le dijo: “Entremos que ya está todo tranquilo…”.
Vuelve a mirar el mar, esta vez recuerda pero no sonríe. Ya pasaron cuatro años desde que está acá, cuatro años sin ver a los viejos, sin comerse un asado con la barra, sin el olor del viejo riachuelo. Desde que se quedó, aquella noche de la Final de la Libertadores, no volvió ni para las fiestas. Por eso a veces extraña tanto.
Acá en Brasil la nostalgia es algo que siempre está presente, ellos lo sienten profundamente, pero lo llaman con una palabra distinta a todas. Teresa se la dijo el día que lo vió callado mirando el atardecer, un domingo de verano sentados en la playa: “Vocé Tem Saudade”, le dijo abrazándolo tiernamente. Y le explicó que ellos, los brasileños, hablan de saudade cuando los embarga un profundo sentimiento de ausencia, de soledad, de recuerdo doloroso. Pero también, saudade es esperanza, es saber que lo perdido alguna vez volverá a estar presente. Beto comprendió lo que quería decirle, entendió que quería consolarlo. No le recriminaba que extrañara, solo quería acompañarlo en su recuerdo. Entonces Beto la miró y le dijo suavemente: “Sabes que pasa brazukita, tengo saudade de la Bombonera…”.
Por eso, hoy que pasaron cuatro años lo come la ansiedad. Hace una semana que no duerme. Después de las semifinales, supo que la copa se definía en Brasil, en Porto Alegre. Y encima en el partido de ida, le hicimos tres en la Bombonera. Y además, Román la está rompiendo y con él encendido, la Copa seguro va para Buenos Aires.
Cuatro años preparándose para este día. Sabía que iba a llegar. Por eso les dijo a los muchachos que se quedaba con la bandera y que la próxima final que jugaran en Brasil, ahí iba a estar, como antes, como siempre.
Román y Martincito también están ansiosos. Es la primera vez que van a ver lo que su padre les contó tantas veces. Beto les prometió que un día iban a conocer el otro amor de su vida, aparte de su familia. “Algún día los voy a llevar a ver a Boca. Y ese día, seguro vamos a ser campeones, como el día que conocí a su mamá”.
Ya falta poco para salir para Porto Alegre. Teresa está terminando de vestir a los “mininhos” con el 9 y el 10 de Palermo y de Riquelme. Apura la última caipirinha, recoge la bandera estirada en la playa y con una sonrisa que hace años no tiene, se levanta lentamente, porque ya es hora de salir para la cancha, para ir a ver a BOCA…
P.D: Este es un relato para bosteros. Pido disculpas a los “Inquietos” que no son de Boca. Espero no lo consideren un atrevimiento. Como concesión a los “No bosteros”, omití el Final Feliz del cuento: Román rompiéndola contra el Gremio y BOCA CAMPEÓN POR SEXTA VEZ DE LA COPA LIBERTADORES.
AUTOR: R.D.
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R.D.
martes, 20 de julio de 2010
3 años de luto para el futbol y la cultura Argentina
Ayer (19 de Julio) se cumplio un nuevo aniversario de la muerte del Negro Fontanarrosa, la obra del escritor-dibujante sigue intacta en el corazón de los argentinos y sobre todo en el corazón de los que amamos el futbol. Vaya un pequeño homenaje al Negro desde este humilde blog con uno de sus cuentos:
Wilmar Everton Cardaña, número 5 de Peñarol de Roberto Fontanarrosa
Porque yo lo conoci a Cardaña. Y porque lo conoci a Cardaña puedo afirmar que mucho se equivocan aquellos que juzgaron o juzgan al aspero centrehalf peñarolense a traves de la imagen recogida en los campos de juego.
Yo se que es dificil imaginar, suponer, adivinar, una personalidad tierna y sensible escondida tras la carnadura hosca y prepotente del capitan de los aurinegros. Yo entiendo que no es sencillo intuir el gesto amable o la frase cordial en un hombre que hizo del encontronazo cruel, la pierna arriba o el gesto acerbo, una marca personal e indeleble a lo largo de su prolongada campaña. A lo sumo, admito, era factible entrever en el la grandeza, el coraje y una hombria de bien reconocida incluso por aquellos que fueron sus victimas, encarnizados rivales o detractores.
Pero yo lo conoci a Cardaña y creo que fui uno de los pocos privilegiados que pudo compartir su circulo aulico, cimentado en el respeto mutuo y los afectos sobreentendidos. Y fue ese respeto, ese sobreentendido. el que me permitio ser testigo de un hecho, de una anecdota, que echa por tierra el equivocado concepto de considerar a Wilmar Everton Cardaña como un mero cacique huraño, un rispido patron de la media cancha, temido y evitado por los rivales. Cuantas veces el insulto hiriente, el epiteto injusto, el cantico soez, cayo desde la graderia rival sobre la humanidad generosa de mi amigo! Sin duda alguna, muchos de aquellos que ayer desgranaron los mas pesados e injuriosos improperios contra Wilmar Everton Cardaña se sentiran incomodos o arrepentidos al finalizar de leer esta nota que revela la otra cara del idolo deportivo. Cuanta nobleza habitaba el pecho inconmensurable de Wilmar! Cuanto valor civico podia esconderse bajo el glorioso numero cinco prendido a la mirasol peñarolense, ya fuera sobre el cesped del Estadio Centenario, en cualquier campo de la vecina Buenos Aires, o en la grama misma de tantos y tantos estadios brasileños donde los fragiles y siempre pusilanimes morenos le temian como a una figura mitologica !
No por nada, mi amigo y colega Pablo Aladino Puseya, inolvidable periodista, desaparecido ya, que supo firmar sus columnas en "El Tero Alerta" de Rocha con el ingenioso pseudonimo de "Banderin de Corner", bautizo a Cardaña como "El Hombre". Asi, a secas, con mayusculas, porque supo advertir en Cardaña al luchador indoblegable, al deportista cabal de verguenza invicta, mas alla de la circunstancial controversia sobre un puntapie a destiempo o una fractura expuesta. Tiempo despues, algun picaro modifico el apelativo para extenderlo a "El Hombre de Roble", lo que, en si, parecia configurar un elogio a la increible solidez de sus piernas ligeramente chuecas, pero que en verdad escamoteaba la verdadera intencion del apodo, que aproximaba a Cardan~a a la infame condicion de "tronco". Lo avieso de la maniobra lo certifica el hecho de que esta deformacion de su apodo fue adaptada velozmente por los seguidores de Nacional. Y no quedo alli la cosa, porque despues de aquel desgraciado incidente con Fanego (el veloz punterito de Huracan Buceo que se destrozara una clavicula contra el alambrado olimpico en un cruce fortuito con Cardaña) parte de un periodismo no propiamente imparcial, paso a llamarlo "El Hombre de Neanderthal". Quisiera que esta anecdota, que puedo contar dado el particular contacto que tuve con el caudillo indiscutible de Peñarol, eche algo de luz sobre la "leyenda negra" que sobre el se derramara desaprensivamente. A mucho tiempo de los hechos, pienso que el mismo Cardaña, refugiado hoy en la paz y el reposo de su hogar en Treinta y Tres, me perdonara que refiera lo ocurrido en circunstancias de aquella historica final del 54, tema que el, por pudor y humildad, jamas quiso develar. Puede que el relato aporte tambien nuevas referencias a los amigos tangueros, ya que lo sucedido en torno a esa final inolvidable fue inmortalizado en un tango que, precisamente, lleva por nombre "La numero cinco". La anecdota revelara que el titulo de la pieza se refiere a la casquivana pelota de futbol, y no al numero que lucia la camiseta de Wilmar Everton Cardaña sobre sus dorsales, ni al que identificaba (este fue un rumor poco serio y malintencionado) a una damisela aspirante al trono de "Miss Paysandu" y por quien, dicen, suspiraba el inspirado compositor de tangos.
Aquella mañana del 3 de noviembre de 1954 llegue al hotel Olinto Gallo, donde se alojaba habitualmente el plantel de Peñarol, palpitando encontrarme con un clima de nervios y tension, acorde con la magnitud del gran encontronazo final con el clasico enemigo de todos los tiempos: Nacional. Habia una efervescencia formidable en Montevideo y los tamborines de la murga "Los que pelan la chaucha" no habian dejado de atronar el barrio de La Tumba en toda la noche. Sin embargo, me halle con un grupo de muchachos --jugadores, tecnicos y dirigentes-- departiendo mansamente luego del desayuno, al parecer olvidados de la proximidad de la justa. Pero esa primera impresion fue efimera. Algun gesto falso, ciertas torpezas en los movimientos, un par de respuestas destempladas o el rechinar penetrante de algunas dentaduras, denotaban el crispamiento interior, el desgarro insoportable de la espera.
Pregunte por Cardaña y me contestaron que el recio capitan se habia retirado a su habitacion luego de merendar. Subi a su pieza, con la familiariedad que me conferia su actitud amistosa hacia mi, y me invito a pasar con un gruñido. Wilmar Everton Cardaña era hombre de pocas palabras, muy pocas, como todo hombre criado en el campo, entre vacas y animales poco propensos al dialogo. Creo que hasta ese dia --y ya llevabamos mas de dos años de amistad--, solo le habia contabilizado nueve palabras, monosilabicas en su mayoria. Y vale la pena consignar que mas de la mitad de ellas las habia gastado en una sola frase, previa a otro partido importante, cuando levantandose imprevistamente de una tertulia, anuncio: "Permiso, voy a ir al baño". Era asi, directo, franco, hombre de llamar al pan, pan, y al vino, vino, y no podian esperarse de el frases grandilocuentes o inflamados discursos. De mas esta decir que era la tortura de los periodistas radiales quienes, mas de una vez, debieron quitarle los auriculares sin haber obtenido de el ni un dato, ni un nombre, ni una fecha. Encontre a un Cardaña taciturno y cariacontecido, cosa que atribui a la resposabilidad del partido de la tarde. En aquella epoca no habian proliferado las lineas de ropa deportivas; por lo tanto, en las concentraciones, los players usaban sus propios atuendos a veces de gustos caprichosos o discutibles. Cardaña llevaba puesto un saco marron, colocado al reves, o sea, con la pechera sobre la espalda, lo que lo hacia parecer sujeto por un chaleco de fuerza.
--Es por el pecho-- me dijo, señalandose el cuello. Yo sabia que sufria de severas anginas de pecho. El cigarrillo --aquellos cigarritos negros "Barbudas", de la epoca, que solia lucir detras de la oreja durante los partidos-- le habia instalado una tos seca en el pulmon derecho y una tos convulsa en el izquierdo. Parecia mentira que un hombre que fumaba como el, casi siete etiquetas por dia, pudiese tener ese despliegue incesante y depredador en el campo de juego. Cuantos jugadores de hoy en dia, con los tan mentados y publicitados sistemas de entrenamiento, dietas especiales y cuidados dignos de una odalisca quisieran poseer aquella inagotable capacidad fisica que acreditaba Cardaña, aun considerando sus excesos y descuidos! Cuantos de los señoritos de hoy en dia, atentos siempre a sus peinados y manicuras, se hubieran atrevido a mostrarse a la prensa en saco de calle vuelto del reves, camiseta musculosa debajo y pantalon pijama, sin temor a ser el hazmerreir o al escarnio!
En la misma habitacion de Cardaña estaba Nelson Amadeus Farragudo, aquel implacable marcador de punta, el del gol agonico al Wanderers en el 49, de sombrero de fieltro sobre los ojos, tomando mate. Le decian "El Buitre" Farragudo, no solo por la nauseabunda peladura de su cuello, sino porque, cual la conocida ave carroñera, era quien caia sobre los restos de las victimas de Cardaña, cuando este recibia a los delanteros rivales por el medio de la cancha. Por la mustia actitud de Farragudo --mitigaba el sonido del mate cubriendose la cabeza con una toalla-- comprendi que algo no andaba bien en mi amigo, su compañero de pieza, el legendario centrehalf peñarolense.
Por si no lo he dicho, Wilson Everton Cardaña tenia una cara de rasgos grandes, muy marcados. Las cejas, negras y pobladas, se juntaban sobre el puente de la nariz. Los ojos, sin ser bellos, eran saltones y parecian querer fugarse por debajo de unos parpados gruesos, de piel porosa como la de los citrus. La nariz era prominente, larga, carnosa, de aletas amplias. La boca se abultaba bajo el bigote generoso y se alargaba hacia los costados, pareciendo que las comisuras profundas podian alcanzar los peludos lobulos de las orejas, tambien enormes. Entre estos lobulos y la boca, sin embargo, se interponian dos ondonadas como tajos, arrancando desde los pomulos protuberantes para bajar y delimitar con claridad el menton avanzado y desfiante. Daba la impresion de que uno podia tomar esa porcion inferior de la cara, por aquellos surcos que partian de las mejillas, y quitarla de alli, como si fuese un aditamento plastico removible. Habia en ese rostro algo perturbador y obsceno pero, al mismo tiempo, sobrecogedor. Era como contemplar un fiordo inmemorial, un precipicio de roca desnuda, el magma primigenio. Era asomarse al inicio de la naturaleza. Y ese rostro, aquel dia, estaba transfigurado.
Consciente Cardaña de que yo habia percibido ese clima extraño y dislocado, fue hasta una comoda y saco algo de uno de los cajones. Pronto se me acerco con la facilidad que le daba nuestra confianza mutua, y me extendio una hoja de papel azul.
--Es una carta-- me aclaro.
Lei la carta y, en ella, con una letra despareja, salpicada de errores ortograficos, decia: "Soy casi un niño y, desde hace mucho tiempo, me hallo encerrado en una oscura sala del Hospital Muñoz. Padezco de un mal reversible y, por eso mismo, no estare el domingo en el estadio para alentar al glorioso Peñarol. Si no es mucho pedir, me haria muy feliz tener en mis manos la pelota con que se juege el encuentro, firmada por todo el plantel mirasol. Si es necesario pagar, adjunteme la factura, que oblare gustoso con dinero que he ahorrado privandome de la medicacion. Suyo, Jose Petunio Invenianto, cama 747."
Confieso que termine de leer aquella carta con los ojos nublados por el llanto. Cuantos purretes de hoy en dia, deslumbrados por el artificio de la tecnologia y la banalidad de la computacion, serian capaces de solicitar a su idolo deportivo el humilde y significativo obsequio de una pelota? Cuantos niños de la actualidad, engañados por la urgencia de una sociedad que no sabe de la pausa para la charla amable o la reflexion, tendrian la delicada paciencia de solicitar la pelota para "despues" del partido y no para "antes" del mismo, con todos los inconvenientes que esa voracidad podria provocar en la popular justa? Pero mi sorpresa fue inmensa y total cuando alce los ojos. Alli, delante mio, Wilson Everton Cardaña, "El Hombre", "El Capitan Invicto", "El Hacha" Cardaña estaba llorando. Aquel que hiciera callar de un solo chistido a 150.000 brasileños aterrados en el estadio Pacaembu, cuando la final de la Copa Roca! Aquel que se bajo los pantaloncitos y el canzoncillo punzo para mostrar sus testiculos velludos, uruguayos y celestes a la Reina Isabel en el mismisimo estadio de Wembley! Aquel que ya a los ocho años quebrara en tres partes el tabique nasal a su porfesora de musica en la escuelita sanducense... estaba llorando! Esta cartita escrita sobre el burdo papel azul por aquel botija preso en la fria sala del Hospital Muñoz habia hecho el milagro de ablandar el corazon, en apariencia fiero, del granitico centrehalf de Peñarol y la seleccion uruguaya.
No abundare en detalles ni cedere a la tentacion periodistica de recordar los avatares de aquel partido memorable que termino con el resultado por todos conocido. Calle la historia por mi presenciada en la habitacion de Cardaña, por pudor y por prudencia, consciente de que no saldria de mis labios ese relato, como asi tampoco de los del "Buitre" Farragudo, austero en su vocabulario como en su manejo del balon.
El lunes, al dia siguiente del encuentro, acudi al Hospital Marcelo Muñoz, a ser testigo del final de la historia. Esperaba hallar alli tan solo a Cardaña pero cuan grande seria mi sorpresa al ver a las puertas de nosocomio el plantel integro de Peñarol, algunos aun con la camiseta puesta bajo el saco, deseosos de cumplir con el pedido postal! Y lo increible, lo conmovedor, es que no se habian reunido alli por un acuerdo previo o concertado. Uno a uno, por su propia cuenta, con la misma coordinacion que ponian en el campo de juego para implementar la ley del off-side o presionar a un juez de linea, habian llegado hasta el Muñoz para acompañar al capitan en la entrega del preciado regalo! Cuanto planteles de la actualidad, ahitos de dinero y fama facil, serian capaces de repetir aquella escena, aquella convocatoria, llevada a cabo por hombres simples y cabales, deportista que no conocian los devaneos en torno a contratos fabulosos ni los desplantes exigentes por unas cuantas monedas de oro, antes de comenzar algun encuentro?
Y entonces fue el sinceramiento. Ante esa presencia masiva y espontanea, frente a tanta humanidad enternecida, Wilson Everton Cardaña no aguanto mas y lloro como una criatura. Lo segui yo y luego el plantel. LLoramos abrazados sin avergonzarnos de los facultativos que nos miraban con cierta curiosidad o de los transeuntes que acertaban a pasar por el lugar. Algun periodista, mal periodista, arriesgo luego la mezquina version que el plantel de Peñarol lloraba aun el lunes la ignominia de la abultada derrota, soslayando el hecho irrefutable de que se trataba tan solo de un acto de amor y desprendimiento. Cuantos periodistas de hoy en dia, mercenarios que ponen su pluma al servicio de quien mas paga, habrian hecho exactamente lo mismo que aquel sicario de la prensa amarilla!
Desahogados en parte, pero aun tremulos por lo tocante de la escena, pudimos seguir rumbo a la sala 2, media hora mas tarde. Adelante, Cardaña, con la numero cinco entre sus manos enormes. Atras, yo y el plantel, encolumnados en un remedo de la tantas veces repetida entrada a la cancha.
Y quiero ser cauteloso al narrar lo que sucedio despues, ya que tuvo ciertos rasgos sorpresivos e inesperados. Como asi tambien advertir al lector que mi fidelidad al relato me obliga al uso de palabras que no son de mi predileccion, a pesar de ser moneda corriente en la via publica.
Fue casi simultaneo entrar en la sala 2 e individualizar al pequeño que habia solicitado el obsequio. Tendria doce, trece años y, cubierto por un camison blanco de tela basta, se hallaba de pie sobre su cama, expectante, mirando hacia la puerta como si nos hubiese adivinado. Tal vez el revuelo de enfermeras y doctores lo alerto, quizas la intuicion infantil, o tal vez el hecho de que, nosotros, nos acercabamos cruzando los largos y umbrosos pasillos cantando la Marcha del Deporte. Parecio no dar credito a lo que veian sus ojos, las pupilas se le empañaron y comenzo a temblar como atacado por la fiebre. Impresionado, Cardaña se acerco a el y le entrego la pelota firmada por todos. El pibe la miro, nos miro a nosotros, volvio a mirar la pelota, nos volvio a mirar a nosotros y finalmente grito:
--Hijos de puta! Como pueden perder con eso chotos de Nacional?
Confieso que nos quedamos estupefactos, helados por lo sorpresivo de la agresion.
--Como carajo puede ser que esos putos nos hagan cuatro goles?-- siguio gritando el imberbe, ya absolutamente desaforado, roja la cara, las venas del cuello tensas, como a punto de estallar--. Hijos de mil putas! Troncos de mierda! Metanse la pelota en el culo!
Y, acto seguido, arrojo el balon al rostro de Cardaña, estrellandolo contra su nariz. Vi palidecer al capitan y temi lo peor.
--Vendidos!-- seguia, para colmo, el botija-- Se vendieron como unos miserables! Cuanta guita les pusieron para ir para atras, guachos de mierda?
Vi a Cardaña dar un paso hacia el muchacho y supe que no podria contenerlo.
--Cagones!--vocifero el chico, empinandose hasta caer, casi, de la cama--. Maricones! Vayan a trabajar, ladrones!
Adverti, en el ultimo instante, el brillo asesino de tigre en los ojos de Cardaña, el mismo que habia apreciado tantas veces en las inmediaciones del area, y supe que atacaba. Se lanzo con los dos pies hacia adelante en la temida "patada voladora" y alcanzo al muchacho en pleno torax, de la misma forma que puso fin a la carrera de Alberto Ignacio Murinigo, el prometedor numero nueve del River Plate. Cayeron los dos del otro lado de la cama y, sobre ellos, se abalanzo una docena de enfermeros que se habian acercado atraidos por los gritos del botija.
Salimos destrozados del Muñoz. Los muchachos de Peñarol, heridos hasta lo mas recondito por la injusticia de los agravios recibidos. Yo, por lo estremecedor de la escena presenciada.
Al dia siguiente, un medico de guardia me informo que el chico tenia cuatro costillas fisuradas, lo que obligaria a prolongar su internacion seis meses mas. Tambien me dijo que el botija padecia de una calvicie irreversible, y que habia solicitado permanecer internado a los efectos de no concurrir a una escuela tecnica que detestaba. Que era un buen chico, en verdad muy hincha de Peñarol y que, meses atras, se habia hecho regalar un planeador firmado por un diestro del volovelismo que habia batido un record sudamericano.
Muy pocos conocen esta anecdota, ya que una conjura de silencio se cernio en torno a ella. Yo me abrigue en el secreto profesional para no revelarla. El plantel de Peñarol callo el suceso por un natural prurito del deportista derrotado y en cuanto al agresivo muchacho, tengo informacion de que aun sigue en el mismo hospital, aunque ahora con el cargo de "jefe de enfermeras". Wilmar Everton Cardaña siguio jugando, desparramando coraje y sangre charrua en cuanto campo de juego le toco en suerte asolar. Siguio acrecentando su fama de guapeza y virilidad sin limites. Siguio mostrando, en suma, una sola de sus dos caras o facetas: la del energico, petreo y filoso centrehalf de los de aquellos tiempos.
Apenas un puñado de sus mas intimos guarda, como un tesoro, el secreto de aquellas lagrimas que supo derramar ante el conmovedor y sencillo pedido de un niño.
Wilmar Everton Cardaña, número 5 de Peñarol de Roberto Fontanarrosa
Feliz día del amigo!, elEdu Leer más...
lunes, 12 de julio de 2010
El trofeo para un estilo, una manera de vivir el fútbol
Excelente resumen de J.P. Varsky sobre lo que dejo España campeón y el Mundial 2010.
Lo escuche por la radio Rock & Pop en su programa, y "o casualidad!" estaba escrito en "CanchaLlena.com" el mismo texto (que bueno escribir una vez y llenar 2 espacios o mas de laburo, ja).
"Me importa un bledo ser mediático. En el campo tengo el respaldo de muchísima gente, me lo he ganado", dijo en un reportaje concedido al diario El País el 25 de mayo de 2009. Si no alcanza esta frase para definir al personaje, aquí va otra, de la misma entrevista: "Lo que me gusta es llegar al final de la temporada y decirme a mí mismo que he mejorado. Eso es lo importante. Al menos para mí. Porque quiero más. Siempre quiero más". Este obsesivo de la perfección recibió el excelente pase de su compañero Cesc. Se acomodó la pelota con un control magnífico y de un golpe seco, pleno empeine derecho, le dio de arriba hacia abajo para derrotar a Stekelenburg. Celebró el gol más importante de su vida, igual que el anterior que ocupaba ese lugar, aquel derechazo al ángulo contra Chelsea, en Stamford Bridge. Se sacó y revoleó la camiseta. Esta vez, la remera de abajo tenía un homenaje muy especial: a su amigo Dani Jarque, futbolista del Espanyol, de Barcelona, fallecido en agosto del año pasado a causa de un problema cardíaco.
Andrés Iniesta ya era el mejor jugador de la final antes de marcar la diferencia en el resultado. Le costó más de una hora meterse en el partido. El pendenciero Van Bommel lo hizo reaccionar con un pisotón mala leche sobre un costado. Le respondió con un topetazo que el árbitro eligió ignorar. Y luego se dedicó a jugar al fútbol. Encontró un espacio entre los volantes y los defensores rivales. Desde ahí, comenzó a tejer el juego. Con el ingreso de Cesc Fábregas, tuvo el intérprete que necesitaba para influir definitivamente en un match que, afortunadamente, se había descosido tras la primera gran tapada de Casillas ante Robben.
Hasta ese momento, dos buenos equipos estaban haciendo un mal partido. Pero Holanda quería eso: un juego feo para neutralizar el toque español a partir de su marca agresiva y, por momentos, violenta. En las semifinales, Alemania había tardado 37 minutos en cometerle la primera falta a España. La Naranja demoró apenas 30 segundos, una entrada de Van Persie a Busquets. Salió a morder y a raspar de entrada. El permisivo e incoherente arbitraje de Webb le ayudó a mandar ese mensaje intimidante. Van Bommel y De Jong (de taekwondo contra Xabi Alonso) pegaron patadas de expulsión y recibieron amarillas. Del otro lado, también Puyol recibió licencia para repartir, apenas amonestado por una plancha artera.
Los futbolistas no colaboraban con el contradictorio inglés. A los 28 minutos contábamos once infracciones y cinco tarjetas. Stekelenburg le había negado el gol a Ramos en un buen arranque español. Y al final de ese primer tiempo, Casillas le ganó el primer duelo a Robben, que lo probó con un zurdazo.
Dormida durante los primeros diez minutos, Holanda ya había logrado llevar el partido al terreno que le convenía. Aguerrida como nunca, sólo la identificaba el color de su indumentaria porque en la cancha no mostraba ningún vínculo con su histórico estilo. Lejos de ese clásico juego de posesión, su arquero sacó largo muchas veces para que, en modo rugby, sus compañeros se adelantaran en el terreno. De esta manera, impedían el pressing sobre la pelota que tan bien hace España. Apostaban a un contraataque. Habilitado por el notable Sneijder, Arjen Robben tuvo la posibilidad soñada: mano a mano con tiempo y espacio para resolver. Tapó Casillas, un arquero gana-partidos que apareció con atajadas clave en cuartos, en las semifinales y en la final. Y ahí el partido se rompió en un ida y vuelta. La mitad de la cancha pasó a ser zona de tránsito rápido. Del Bosque tocó las teclas correctas. Entró Navas por Pedro para complicar a Van Bronckhorst en el costado izquierdo. Cesc reemplazó a Xabi Alonso para tener una alternativa al muy marcado Xavi. A Van Marwijk no le funcionó el teclado. Ni Elia, ni Van der Vaart pudieron meterse en el partido. España al ataque, Robben a la contra. Así se planteaba el juego. Webb ya había quedado totalmente desacreditado por su arbitraje sin compromiso, ni con el juego ni con sus decisiones.
Ya en la prórroga, Iniesta se tiró apenas sintió la mano de Heitinga sobre su hombro y provocó su expulsión. Andrés ya era el dueño del partido por encima de Sneijder, el mejor en los 90 minutos. Parecía adelantado en el primer pase de Torres, pero el laboratorio de DirecTV Sports lo dio habilitado por veinte centímetros. Tras el toque de Fábregas, ya no fue cuestión de cantidad y sí de calidad técnica en el control y en el remate. España campeón. Había llegado a Sudáfrica como el mejor del mundo y se despide como el mejor del Mundial. Casi nunca el favorito gana la Copa. Tiene un enorme mérito ahí. Se recuperó de un palo, aquella derrota con Suiza. Es el primer equipo que gana el título tras haber perdido su primer partido.
Este grupo, que tanto me hace acordar a la selección argentina de básquetbol por su capacidad para autorregularse, se sobrepuso a la inesperada adversidad. Pero más allá de estos intangibles como personalidad y temple, hay argumentos futbolísticos para este suceso histórico. Se consagra un estilo, una manera de sentir el fútbol desde la tenencia del balón. Tocar y moverse todo el tiempo. Es cierto que le ha faltado gol y, en algunos partidos, profundidad. La mala forma de Torres le recortó posibilidades en esta faceta. Pero España siempre quiso jugar así, imponer sus condiciones. Ganar o perder no depende de uno. El rival y otros factores también juegan. Pero uno sí puede elegir la manera de ganar o de perder. Y esta generación de futbolistas ha asumido un incondicional compromiso con esta idea, aun con entrenadores diferentes. Vicente Del Bosque heredó de Luis Aragonés nada menos que la Eurocopa, listón altísimo. Continuó con el proyecto, conservó la base y aprovechó el notable ciclo de Barcelona para enriquecer al plantel con Piqué, Busquets y Pedro. Respetado como líder por los 23, siempre tomó las decisiones pensando en uno solo: el equipo. Sus futbolistas se lo reconocieron cuando intentaron levantarlo por el aire en la celebración.
Nos llevamos el espíritu uruguayo, la inteligencia paraguaya, la audacia chilena, el Moulin Rouge francés, el derrumbe italiano, el fracaso inglés, la renovación alemana, la autodestrucción brasileña, la confirmación estadounidense, el catenaccio suizo, el temor portugués, el crecimiento japonés, el atrevimiento eslovaco, las lágrimas del norcoreano Jong Tae Se, la potencia ghanesa, la decepción del resto de Africa y nuestro contraste, bien argentino y maradoniano. Disfrutamos de futbolistas como el esloveno Birsa, el serbio Krasic, el ghanés Annan, el estadounidense Bradley, el japonés Honda, el paraguayo Alcaraz, el arquero portugués Eduardo y el chileno Medel, por citar algunos de los que se fueron más temprano. Los uruguayos Larrionda y Espinoza cargarán con el gol fantasma de Lampard ante Alemania, un LTA de 80 centímetros. Los italianos Rossetti y Airoldi con el gigantesco fuera de juego de Tevez ante México. La pelota generó tanta polémica como los fallos arbitrales. La indomable Jabulani dejó expuestos a pateadores y a arqueros. Las vuvuzelas nos volvieron locos. El 4-2-3-1 se impuso como el sistema de moda. Fue el Mundial de Forlán, de Müller, de Sneijder, de Villa. No fue el Mundial de Cristiano Ronaldo, de Kaká, de Rooney, de Messi. Nueva Zelanda, que venía a perder todos, no perdió ninguno y quedó como único invicto del torneo. Sólo este juego sagrado puede regalar una definición como la de Ghana-Uruguay. Y Abreu la picó. Palermo la metió. El Pulpo Paul y Larissa Riquelme la pegaron. Y de golpe, todo terminó. Sudáfrica 2010 hizo justicia con un equipazo y con un crack. Andrés Iniesta habla en el campo. No necesitamos nada más. Con eso, nos hace felices.
J.P. Varsky
Enlace: http://www.canchallena.com/1283911-el-trofeo-para-un-estilo-una-manera-de-vivir-el-futbol Leer más...
Lo escuche por la radio Rock & Pop en su programa, y "o casualidad!" estaba escrito en "CanchaLlena.com" el mismo texto (que bueno escribir una vez y llenar 2 espacios o mas de laburo, ja).
"Me importa un bledo ser mediático. En el campo tengo el respaldo de muchísima gente, me lo he ganado", dijo en un reportaje concedido al diario El País el 25 de mayo de 2009. Si no alcanza esta frase para definir al personaje, aquí va otra, de la misma entrevista: "Lo que me gusta es llegar al final de la temporada y decirme a mí mismo que he mejorado. Eso es lo importante. Al menos para mí. Porque quiero más. Siempre quiero más". Este obsesivo de la perfección recibió el excelente pase de su compañero Cesc. Se acomodó la pelota con un control magnífico y de un golpe seco, pleno empeine derecho, le dio de arriba hacia abajo para derrotar a Stekelenburg. Celebró el gol más importante de su vida, igual que el anterior que ocupaba ese lugar, aquel derechazo al ángulo contra Chelsea, en Stamford Bridge. Se sacó y revoleó la camiseta. Esta vez, la remera de abajo tenía un homenaje muy especial: a su amigo Dani Jarque, futbolista del Espanyol, de Barcelona, fallecido en agosto del año pasado a causa de un problema cardíaco.
Andrés Iniesta ya era el mejor jugador de la final antes de marcar la diferencia en el resultado. Le costó más de una hora meterse en el partido. El pendenciero Van Bommel lo hizo reaccionar con un pisotón mala leche sobre un costado. Le respondió con un topetazo que el árbitro eligió ignorar. Y luego se dedicó a jugar al fútbol. Encontró un espacio entre los volantes y los defensores rivales. Desde ahí, comenzó a tejer el juego. Con el ingreso de Cesc Fábregas, tuvo el intérprete que necesitaba para influir definitivamente en un match que, afortunadamente, se había descosido tras la primera gran tapada de Casillas ante Robben.
Hasta ese momento, dos buenos equipos estaban haciendo un mal partido. Pero Holanda quería eso: un juego feo para neutralizar el toque español a partir de su marca agresiva y, por momentos, violenta. En las semifinales, Alemania había tardado 37 minutos en cometerle la primera falta a España. La Naranja demoró apenas 30 segundos, una entrada de Van Persie a Busquets. Salió a morder y a raspar de entrada. El permisivo e incoherente arbitraje de Webb le ayudó a mandar ese mensaje intimidante. Van Bommel y De Jong (de taekwondo contra Xabi Alonso) pegaron patadas de expulsión y recibieron amarillas. Del otro lado, también Puyol recibió licencia para repartir, apenas amonestado por una plancha artera.
Los futbolistas no colaboraban con el contradictorio inglés. A los 28 minutos contábamos once infracciones y cinco tarjetas. Stekelenburg le había negado el gol a Ramos en un buen arranque español. Y al final de ese primer tiempo, Casillas le ganó el primer duelo a Robben, que lo probó con un zurdazo.
Dormida durante los primeros diez minutos, Holanda ya había logrado llevar el partido al terreno que le convenía. Aguerrida como nunca, sólo la identificaba el color de su indumentaria porque en la cancha no mostraba ningún vínculo con su histórico estilo. Lejos de ese clásico juego de posesión, su arquero sacó largo muchas veces para que, en modo rugby, sus compañeros se adelantaran en el terreno. De esta manera, impedían el pressing sobre la pelota que tan bien hace España. Apostaban a un contraataque. Habilitado por el notable Sneijder, Arjen Robben tuvo la posibilidad soñada: mano a mano con tiempo y espacio para resolver. Tapó Casillas, un arquero gana-partidos que apareció con atajadas clave en cuartos, en las semifinales y en la final. Y ahí el partido se rompió en un ida y vuelta. La mitad de la cancha pasó a ser zona de tránsito rápido. Del Bosque tocó las teclas correctas. Entró Navas por Pedro para complicar a Van Bronckhorst en el costado izquierdo. Cesc reemplazó a Xabi Alonso para tener una alternativa al muy marcado Xavi. A Van Marwijk no le funcionó el teclado. Ni Elia, ni Van der Vaart pudieron meterse en el partido. España al ataque, Robben a la contra. Así se planteaba el juego. Webb ya había quedado totalmente desacreditado por su arbitraje sin compromiso, ni con el juego ni con sus decisiones.
Ya en la prórroga, Iniesta se tiró apenas sintió la mano de Heitinga sobre su hombro y provocó su expulsión. Andrés ya era el dueño del partido por encima de Sneijder, el mejor en los 90 minutos. Parecía adelantado en el primer pase de Torres, pero el laboratorio de DirecTV Sports lo dio habilitado por veinte centímetros. Tras el toque de Fábregas, ya no fue cuestión de cantidad y sí de calidad técnica en el control y en el remate. España campeón. Había llegado a Sudáfrica como el mejor del mundo y se despide como el mejor del Mundial. Casi nunca el favorito gana la Copa. Tiene un enorme mérito ahí. Se recuperó de un palo, aquella derrota con Suiza. Es el primer equipo que gana el título tras haber perdido su primer partido.
Este grupo, que tanto me hace acordar a la selección argentina de básquetbol por su capacidad para autorregularse, se sobrepuso a la inesperada adversidad. Pero más allá de estos intangibles como personalidad y temple, hay argumentos futbolísticos para este suceso histórico. Se consagra un estilo, una manera de sentir el fútbol desde la tenencia del balón. Tocar y moverse todo el tiempo. Es cierto que le ha faltado gol y, en algunos partidos, profundidad. La mala forma de Torres le recortó posibilidades en esta faceta. Pero España siempre quiso jugar así, imponer sus condiciones. Ganar o perder no depende de uno. El rival y otros factores también juegan. Pero uno sí puede elegir la manera de ganar o de perder. Y esta generación de futbolistas ha asumido un incondicional compromiso con esta idea, aun con entrenadores diferentes. Vicente Del Bosque heredó de Luis Aragonés nada menos que la Eurocopa, listón altísimo. Continuó con el proyecto, conservó la base y aprovechó el notable ciclo de Barcelona para enriquecer al plantel con Piqué, Busquets y Pedro. Respetado como líder por los 23, siempre tomó las decisiones pensando en uno solo: el equipo. Sus futbolistas se lo reconocieron cuando intentaron levantarlo por el aire en la celebración.
Nos llevamos el espíritu uruguayo, la inteligencia paraguaya, la audacia chilena, el Moulin Rouge francés, el derrumbe italiano, el fracaso inglés, la renovación alemana, la autodestrucción brasileña, la confirmación estadounidense, el catenaccio suizo, el temor portugués, el crecimiento japonés, el atrevimiento eslovaco, las lágrimas del norcoreano Jong Tae Se, la potencia ghanesa, la decepción del resto de Africa y nuestro contraste, bien argentino y maradoniano. Disfrutamos de futbolistas como el esloveno Birsa, el serbio Krasic, el ghanés Annan, el estadounidense Bradley, el japonés Honda, el paraguayo Alcaraz, el arquero portugués Eduardo y el chileno Medel, por citar algunos de los que se fueron más temprano. Los uruguayos Larrionda y Espinoza cargarán con el gol fantasma de Lampard ante Alemania, un LTA de 80 centímetros. Los italianos Rossetti y Airoldi con el gigantesco fuera de juego de Tevez ante México. La pelota generó tanta polémica como los fallos arbitrales. La indomable Jabulani dejó expuestos a pateadores y a arqueros. Las vuvuzelas nos volvieron locos. El 4-2-3-1 se impuso como el sistema de moda. Fue el Mundial de Forlán, de Müller, de Sneijder, de Villa. No fue el Mundial de Cristiano Ronaldo, de Kaká, de Rooney, de Messi. Nueva Zelanda, que venía a perder todos, no perdió ninguno y quedó como único invicto del torneo. Sólo este juego sagrado puede regalar una definición como la de Ghana-Uruguay. Y Abreu la picó. Palermo la metió. El Pulpo Paul y Larissa Riquelme la pegaron. Y de golpe, todo terminó. Sudáfrica 2010 hizo justicia con un equipazo y con un crack. Andrés Iniesta habla en el campo. No necesitamos nada más. Con eso, nos hace felices.
J.P. Varsky
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lunes, 5 de julio de 2010
"Vamos, vamos, que ganamos...."
Breve (¿?) reseña del paso Argentino en el Mundial
Deje pasar unas horas para no escribir en caliente las impresiones que me dejo el paso de la selección Argentina en este Mundial.
Les propongo viajar hacia atrás en el tiempo, hace unos meses, el gol de “San Palermo” nos aseguraba prácticamente la clasificación, aunque faltaba un pasito más la participación en una nueva copa del mundo. Hoy a lo lejos decimos “obvio que no íbamos a quedar afuera de LA COPA”, pero recordemos lo que se vivía en ese momento, personalmente por ratos pensé que no entrabamos.
Cuando el árbol crece torcido no hay como enderezarlo, Argentina eligió en este inicio de camino hacia el Mundial a un casi retirado DT, que creía entre otras cosas que un partido se ganaba o se perdía dependiendo de como se “levantaran los jugadores ese día”.
Después de múltiples quilombos y de no encontrar un rumbo en las eliminatorias, el gran supremo “Humberto Pomona” elije para apaciguar las aguas a MARADONA. Si hay una característica que distingue a Diego no es justamente la de apaciguar o calmar quilombos. Pero Diego significaba en ese momento lo que el argentino necesitaba para volver a ilusionarse. Empezar a creer en el mito, en la leyenda Entonces dijimos, porque no? Y empezó el “vamos, vamos, que ganamos….”
Asume Diego Armando y empieza a calmar las aguas: se pelea con Riquelme, se pelea con Humbertito, se pelea con Bilardo, se pelea con Batista, se pelea con Ribolzi, se pelea con Alfito, se pelea con los periodistas, se pelea y se pelea y se pelea. Junto con estas peleas nacen convicciones Maradonianas tales como: “Si Riquelme no se saca un hombre de encima, no me sirve. No quiero que dé vueltas entre Mascherano y Gago o vaya y le quite la pelota a Demichelis.” (a donde la fue a buscar Messi con Alemania?!!)… “Yo le digo a todos que mi arquero es Juan Pablo Carrizo.", "Mascherano es el capitán" (el tema es que es sordomudo!!), “Ahora son Mascherano, Messi, Jonás y ocho más", “Verón es fundamental, por lo que ordena, por lo que grita, por su ascendencia sobre el plantel. Es el técnico dentro de la cancha”, etc. Todo, en unos pocos meses.
Con todo esto a cuestas fuimos a Sudáfrica. Ahí de a poco empezó a crecer la ilusión. La lista de 23 jugadores que Maradona llevó al Mundial era casi irreprochable, salvo raras excepciones (Garcé y alguno mas dependiendo del gusto personal de cada uno). A los días de entrenamiento en Pretoria se empieza a gestar un equipo que le gusta a la mayoría, que incluía a Tevez entre los titulares para que Messi tuviera compañía. Romero ya era indiscutible para todos (gran acierto), Samuel había entrado a ultimo momento para ser titular indiscutido (acierto) Mascherano y Verón eran en ese momento, la mejor opción para nivelar la media cancha, nadie hasta entonces discutía a Dermichelis, Heinze pasaba de resistido a: “y bueh, no esta tan mal, por algo lo eligen todos”, Jonás de 4 era una buena opción para “conservar a Tevez en cancha”, Di María era uno de lo mejores jugadores de “la era Maradona”, e Higuaín era otro indiscutido por presente en su club y por presentaciones hasta ese momento mas que efectivas en la selección.
Todo este nuevo caldo daba por resultado una incipiente sopa de rico gusto que como entrada nos dejaba mas que satisfechos. Y porque no? "Vamos, vamos que ganamos…."
Empezó el mundial y Argentina se ubico rápidamente dentro de los 3 mejores equipos que jugaban al futbol, y la ilusión no paraba de crecer, alimentada sobre todo por lo poco que ofrecían los demás equipos y por el propio exitismo criollo al que no podemos escapar por mas que tengamos la jeta marcada de cachetazos de mundiales pasados. Pero si van 3 partidos y no hay nadie mejor que nosotros, “VAMOS, VAMOS QUE GANAMOS…”
Llegaron los octavos y con ellos, el primer examen para el equipo. Y en su primer examen Diego cambia: adentro Otamendi de 4, Verón afuera. Argentina paso a Mexico mas por el peso de sus individualidades que por tener un buen partido, pero aquí es donde a mi humilde opinión se perdió la brújula. No tenia hasta aquí, grandes reproches sobre formaciones de Diego para afrontar los partidos pasados, ni sobre los cambios realizados; pero México, nos había advertido que el equipo Argentino debía cambiar algo para mejorar. Y acá nos equivocamos, y el “vamos, vamos que ganamos..” nos juega en contra, nos ciega. Que tenemos un arquerazo, que Mascherano se la banca solo en el medio, que Messi se guarda los goles para las difíciles, que Higuaín la mete seguido, que Tevez se destapó con México, que Otamendi cumplió de 4. A todo este nuevo caldo de Octavos de final, le metimos sal de exitismo argentino, agarramos la lanza y ahora si mas que nunca: “vamos, vamos que ganamos…”.
El pensamiento post-octavos quedo plasmado en la conferencia de prensa que dio Maradona antes del partido con Alemania: “No tenemos que hablar del rival, como lo hicieron ellos. Nos dedicamos pura y exclusivamente al equipo nuestro y lo vamos a demostrar.”, “Alemania le ganó a Inglaterra e Inglaterra le dejó tener la pelota. Sabemos que perdió con Serbia y que Serbia le quitó la pelota. Sabemos que le ganó a Ghana y que Ghana tuvo tres situaciones de gol. No nos comamos el chamuyo; no nos comamos el 4 a 1: Alemania supo aprovechar lo que Inglaterra le dejó hacer.”, “Baldassi no lo dejó llegar a Portugal(¿?!)…”, “He-llouuu. Hace tanto que no veo a una mujer, que..."
Y así con el lema de que los otros se preocupen por nosotros fuimos a jugar el partido. Entonces nosotros, que no nos preocupamos por los otros (Alemania) no teníamos plan anti-Teutón. Nos hacen un gol de cabeza, el arma futbolística alemana histórica; Podolski lo bailo a Otamendi, porque Otamendi no sabe marcar la línea; Schweinsteiger jugo libre porque nadie en 90 minutos se puso adelante para molestarlo; nunca a Messi o a Tevez o a Di María se le ocurrió ir a la espalda de Lahm; nunca apretamos a Boateng que no tiene manejo de un marcador de punta; nunca cubrimos las subidas sorpresa de Muller por derecha; en resumen, nunca nos fijamos en Alemania, porque con el “vamos, vamos, que ganamos”, era suficiente.
Pero ellos, los otros, así como hace 4 años cuando su arquero Lehmann había estudiado como pateaban los penales los Argentinos, tenían un plan para jugar contra Argentina. Por eso atacaron mas por izquierda que por derecha con Podolsky, hicieron que la pelota la manejara Schweinsteiger y no Ozil, dejaron que Otamendi y Heinze trajeran la pelota y presionaban a Di María M. Rodríguez, marcaron a Messi escalonado para que este tuviera que ir a buscarla hasta donde Mascherano por lo menos para tocarla un poquito, sacaron a Higuain del area para que este incomodo, etc., etc., etc.
Como nunca y como siempre Argentina evidencio su falta de proyecto futbolístico. Cuando “el proyecto es el no proyecto”, decía un post de Calito allá por abril cuando nació Mano Inquieta Blog. El no proyecto de Argentina a nivel institucional, dirigencial, futbolístico, desencadeno en un “no proyecto de partido” que nos dejo afuera.
Vendrán ahora las múltiples criticas descarnizadas de las cuales prefiero no ser parte, solo queda decir que espero que lo que venga nos identifique como nos identifico la selección de Maradona en algunos pasajes del Mundial, pero por sobre todo que nos identifique como proyecto futbolístico, que el: “vamos, vamos, que ganamos” quede para los hinchas y no para los que tienen la responsabilidad de conducir semejante ilusión.
Autor: elEdu Leer más...
Deje pasar unas horas para no escribir en caliente las impresiones que me dejo el paso de la selección Argentina en este Mundial.
Les propongo viajar hacia atrás en el tiempo, hace unos meses, el gol de “San Palermo” nos aseguraba prácticamente la clasificación, aunque faltaba un pasito más la participación en una nueva copa del mundo. Hoy a lo lejos decimos “obvio que no íbamos a quedar afuera de LA COPA”, pero recordemos lo que se vivía en ese momento, personalmente por ratos pensé que no entrabamos.
Cuando el árbol crece torcido no hay como enderezarlo, Argentina eligió en este inicio de camino hacia el Mundial a un casi retirado DT, que creía entre otras cosas que un partido se ganaba o se perdía dependiendo de como se “levantaran los jugadores ese día”.
Después de múltiples quilombos y de no encontrar un rumbo en las eliminatorias, el gran supremo “Humberto Pomona” elije para apaciguar las aguas a MARADONA. Si hay una característica que distingue a Diego no es justamente la de apaciguar o calmar quilombos. Pero Diego significaba en ese momento lo que el argentino necesitaba para volver a ilusionarse. Empezar a creer en el mito, en la leyenda Entonces dijimos, porque no? Y empezó el “vamos, vamos, que ganamos….”
Asume Diego Armando y empieza a calmar las aguas: se pelea con Riquelme, se pelea con Humbertito, se pelea con Bilardo, se pelea con Batista, se pelea con Ribolzi, se pelea con Alfito, se pelea con los periodistas, se pelea y se pelea y se pelea. Junto con estas peleas nacen convicciones Maradonianas tales como: “Si Riquelme no se saca un hombre de encima, no me sirve. No quiero que dé vueltas entre Mascherano y Gago o vaya y le quite la pelota a Demichelis.” (a donde la fue a buscar Messi con Alemania?!!)… “Yo le digo a todos que mi arquero es Juan Pablo Carrizo.", "Mascherano es el capitán" (el tema es que es sordomudo!!), “Ahora son Mascherano, Messi, Jonás y ocho más", “Verón es fundamental, por lo que ordena, por lo que grita, por su ascendencia sobre el plantel. Es el técnico dentro de la cancha”, etc. Todo, en unos pocos meses.
Con todo esto a cuestas fuimos a Sudáfrica. Ahí de a poco empezó a crecer la ilusión. La lista de 23 jugadores que Maradona llevó al Mundial era casi irreprochable, salvo raras excepciones (Garcé y alguno mas dependiendo del gusto personal de cada uno). A los días de entrenamiento en Pretoria se empieza a gestar un equipo que le gusta a la mayoría, que incluía a Tevez entre los titulares para que Messi tuviera compañía. Romero ya era indiscutible para todos (gran acierto), Samuel había entrado a ultimo momento para ser titular indiscutido (acierto) Mascherano y Verón eran en ese momento, la mejor opción para nivelar la media cancha, nadie hasta entonces discutía a Dermichelis, Heinze pasaba de resistido a: “y bueh, no esta tan mal, por algo lo eligen todos”, Jonás de 4 era una buena opción para “conservar a Tevez en cancha”, Di María era uno de lo mejores jugadores de “la era Maradona”, e Higuaín era otro indiscutido por presente en su club y por presentaciones hasta ese momento mas que efectivas en la selección.
Todo este nuevo caldo daba por resultado una incipiente sopa de rico gusto que como entrada nos dejaba mas que satisfechos. Y porque no? "Vamos, vamos que ganamos…."
Empezó el mundial y Argentina se ubico rápidamente dentro de los 3 mejores equipos que jugaban al futbol, y la ilusión no paraba de crecer, alimentada sobre todo por lo poco que ofrecían los demás equipos y por el propio exitismo criollo al que no podemos escapar por mas que tengamos la jeta marcada de cachetazos de mundiales pasados. Pero si van 3 partidos y no hay nadie mejor que nosotros, “VAMOS, VAMOS QUE GANAMOS…”
Llegaron los octavos y con ellos, el primer examen para el equipo. Y en su primer examen Diego cambia: adentro Otamendi de 4, Verón afuera. Argentina paso a Mexico mas por el peso de sus individualidades que por tener un buen partido, pero aquí es donde a mi humilde opinión se perdió la brújula. No tenia hasta aquí, grandes reproches sobre formaciones de Diego para afrontar los partidos pasados, ni sobre los cambios realizados; pero México, nos había advertido que el equipo Argentino debía cambiar algo para mejorar. Y acá nos equivocamos, y el “vamos, vamos que ganamos..” nos juega en contra, nos ciega. Que tenemos un arquerazo, que Mascherano se la banca solo en el medio, que Messi se guarda los goles para las difíciles, que Higuaín la mete seguido, que Tevez se destapó con México, que Otamendi cumplió de 4. A todo este nuevo caldo de Octavos de final, le metimos sal de exitismo argentino, agarramos la lanza y ahora si mas que nunca: “vamos, vamos que ganamos…”.
El pensamiento post-octavos quedo plasmado en la conferencia de prensa que dio Maradona antes del partido con Alemania: “No tenemos que hablar del rival, como lo hicieron ellos. Nos dedicamos pura y exclusivamente al equipo nuestro y lo vamos a demostrar.”, “Alemania le ganó a Inglaterra e Inglaterra le dejó tener la pelota. Sabemos que perdió con Serbia y que Serbia le quitó la pelota. Sabemos que le ganó a Ghana y que Ghana tuvo tres situaciones de gol. No nos comamos el chamuyo; no nos comamos el 4 a 1: Alemania supo aprovechar lo que Inglaterra le dejó hacer.”, “Baldassi no lo dejó llegar a Portugal(¿?!)…”, “He-llouuu. Hace tanto que no veo a una mujer, que..."
Y así con el lema de que los otros se preocupen por nosotros fuimos a jugar el partido. Entonces nosotros, que no nos preocupamos por los otros (Alemania) no teníamos plan anti-Teutón. Nos hacen un gol de cabeza, el arma futbolística alemana histórica; Podolski lo bailo a Otamendi, porque Otamendi no sabe marcar la línea; Schweinsteiger jugo libre porque nadie en 90 minutos se puso adelante para molestarlo; nunca a Messi o a Tevez o a Di María se le ocurrió ir a la espalda de Lahm; nunca apretamos a Boateng que no tiene manejo de un marcador de punta; nunca cubrimos las subidas sorpresa de Muller por derecha; en resumen, nunca nos fijamos en Alemania, porque con el “vamos, vamos, que ganamos”, era suficiente.
Pero ellos, los otros, así como hace 4 años cuando su arquero Lehmann había estudiado como pateaban los penales los Argentinos, tenían un plan para jugar contra Argentina. Por eso atacaron mas por izquierda que por derecha con Podolsky, hicieron que la pelota la manejara Schweinsteiger y no Ozil, dejaron que Otamendi y Heinze trajeran la pelota y presionaban a Di María M. Rodríguez, marcaron a Messi escalonado para que este tuviera que ir a buscarla hasta donde Mascherano por lo menos para tocarla un poquito, sacaron a Higuain del area para que este incomodo, etc., etc., etc.
Como nunca y como siempre Argentina evidencio su falta de proyecto futbolístico. Cuando “el proyecto es el no proyecto”, decía un post de Calito allá por abril cuando nació Mano Inquieta Blog. El no proyecto de Argentina a nivel institucional, dirigencial, futbolístico, desencadeno en un “no proyecto de partido” que nos dejo afuera.
Vendrán ahora las múltiples criticas descarnizadas de las cuales prefiero no ser parte, solo queda decir que espero que lo que venga nos identifique como nos identifico la selección de Maradona en algunos pasajes del Mundial, pero por sobre todo que nos identifique como proyecto futbolístico, que el: “vamos, vamos, que ganamos” quede para los hinchas y no para los que tienen la responsabilidad de conducir semejante ilusión.
Autor: elEdu Leer más...
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