La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

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lunes, 16 de abril de 2012

Garrafa, la pelicula


Nunca ganó los millones de Messi ni se lo vio con las modelos top del momento.
Jamás se llevó el Balón de Oro ni brilló en el fútbol europeo. Pero tampoco nunca se lo vio demasiado interesado en alcanzar ese tipo de logros. José Luis “Garrafa” Sánchez era un futbolero de barrio. Esos enamorados de la pelota que saben muy bien cómo tratarla y hacerla feliz. A ella y a todo aquel que se detenga a mirar la relación entre ambos.
Eso se transmitía al público (de propios y extraños) a través de su manera de jugar. Displicente. Insolente. Lleno de talento. Casi faltándole el respeto al híper profesionalismo del fútbol moderno. Es que a “Garrafa” no le interesaba jugar al fútbol. Él amaba jugar al “fulbo”. Y así dedicó su carrera a llenar de alegría el corazón del “fulbolero”. De aquel que se emociona cuando ve un caño, un sombrero, una pisadita, un taco.
Así lo interpretaron los hinchas de Banfield, de Laferrere, de El Porvenir y del fútbol en general.
El Garrafa, una película de fulbo es un fruto nuevo en el árbol artístico de José Luis Sánchez, que guarda cuatro canciones y una estatua en el Florencio Sola. Su vida está contada por amigos, familiares, colegas. Y por sus ocurrencias. Por sus salidas. En 1998, el Gaucho Alfredo Almirón, compañero en El Porvenir, iba en un auto junto a Garrafa rumbo a la segunda final por el ascenso a la B Nacional entre su equipo y Deportivo Armenio. El presupuesto no alcanzaba para las concentraciones. En Pompeya, Garrafa le dijo que pare. Se bajó y volvió con dos chorizos a la pomarola. “Tenemos que jugar una final. Ni en pedo me como eso.” Garrafa le devolvió: “¿Quién te dijo que uno es para vos?”. Al psicólogo deportivo Darío Mendelsohn, a quien tuvo en El Porve, le rompía los tests en la cara y le recriminaba: “Sos una mentira que camina.” Lo hacía para divertir al plantel. En un comentario en la página web de la película, un hincha de Banfield escribe: “No vi nada igual. Cuando jugaba era feliz. Tengo una remera con una foto que me saqué en el predio. Antes de un partido con Boca que perdimos le pregunté si estaba nervioso, y me dijo: ‘Sí, porque en media hora tengo la revancha al pool con el Laucha (Lucchetti) y le tengo que ganar’.”
Era el jugador que Alejandro Dolina había elegido para querer. En la sala de lectura de su casa, el Negro, entrevistado para el documental, tiene un par de fotografías junto a él. Ricardo Spreafico, aquel que en el asado pensó que Garrafa tenía frío, a partir de entonces entabló una amistad con él y su familia. Ricky, el asistente de dirección, ofició de contacto entre José Luis y Dolina. El escritor lo había elogiado en público. “¿Viste lo que dijo de vos? Te quiere conocer”, le comentó. “Buenísimo, pero, ¿quién es?” Ricky fue al teatro a verlo a Dolina y le dijo que Garrafa quería hablarle y regalarle una camiseta. “Abrió los ojos grandotes y dijo: ‘¿En serio? Sería un honor’.” “Cuando tuvo el accidente y se mató, Dolina me llamó. Estaba muy triste. Como si le hubiese pasado a un amigo. Hay gente que no lo conoció y también se emocionó.” En Laferrere sí lo conocen. Es un semidiós. Cuando le preguntaron qué fue lo más importante que le pasó en su carrera, respondió: “Haber debutado contra Almirante Brown.” “Cuando vos llegás a Laferrere, hay dos imágenes: la de Gregorio de Laferrere y la de Garrafa”, suma Smietniansky. “Ahí hablás del Diez y es uno de los pocos lugares que no representa al Diego.” La leyenda conurbana cuenta que en un Día del Niño José Luis pasó a bordo de una moto por el centro de la ciudad, vio los festejos y regresó con cajas de alfajores para repartir entre los chicos.
Hoy, como dice Cherco, la gente vuelve a la cancha a ver a Garrafa, al lugar en el que desparramó felicidad ese hombre-niño con sus travesuras. A esta película, que nació entre carnes y vinos, hace dos años le levantaron el pulgar final. Antonia, la madre de José Luis, había tenido problemas cuando se le acercaban después de la muerte de su hijo, en especial con los dirigentes de fútbol. “Los hermanos mellizos, Adolfo y Fabián, estaban muy de acuerdo –dice Sergio Mercurio–, pero era importante la opinión de la madre.” Mercurio, el titiritero de Banfield, fue hasta la casa y la invitó al Teatro Cervantes a ver la obra Viejos. Cuando terminó, salió a saludar al público. La mujer se le acercó y le auguró: “Vas a hacer la película y va a salir bien porque ustedes la hacen con el corazón y a pulmón. Te espero en mi casa para comer.” Mercurio descubrió que la única posición beligerante del jodón de Garrafa la levantó en defensa de su familia. Más aun: que a todos les cuesta ponerlo en pasado.
Fuentes: Tiempo Argentino y 24CON.
Gracias J.Rehl por el aporte.

1 comentario:

  1. He visto jugadores de fútbol con muchas condiciones; también jugadores con pocas condiciones. De vez en cuando algun jugador de fútbol con condiciones excepcionales, pero cuando aparece un garrafa te das cuenta que esos tipos mueren por jugar a la pelota, y lo demás les importa muy poco.
    Y son los que le dan valor al precio de la entrada.
    Gran homenaje al desfachatado, al pícaro, habilidoso jugador de potrero que se mezcla en el profesionalismo.

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