La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

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lunes, 12 de julio de 2010

El trofeo para un estilo, una manera de vivir el fútbol

Excelente resumen de J.P. Varsky sobre lo que dejo España campeón y el Mundial 2010.
Lo escuche por la radio Rock & Pop en su programa, y "o casualidad!" estaba escrito en "CanchaLlena.com" el mismo texto (que bueno escribir una vez y llenar 2 espacios o mas de laburo, ja).

"Me importa un bledo ser mediático. En el campo tengo el respaldo de muchísima gente, me lo he ganado", dijo en un reportaje concedido al diario El País el 25 de mayo de 2009. Si no alcanza esta frase para definir al personaje, aquí va otra, de la misma entrevista: "Lo que me gusta es llegar al final de la temporada y decirme a mí mismo que he mejorado. Eso es lo importante. Al menos para mí. Porque quiero más. Siempre quiero más". Este obsesivo de la perfección recibió el excelente pase de su compañero Cesc. Se acomodó la pelota con un control magnífico y de un golpe seco, pleno empeine derecho, le dio de arriba hacia abajo para derrotar a Stekelenburg. Celebró el gol más importante de su vida, igual que el anterior que ocupaba ese lugar, aquel derechazo al ángulo contra Chelsea, en Stamford Bridge. Se sacó y revoleó la camiseta. Esta vez, la remera de abajo tenía un homenaje muy especial: a su amigo Dani Jarque, futbolista del Espanyol, de Barcelona, fallecido en agosto del año pasado a causa de un problema cardíaco.
Andrés Iniesta ya era el mejor jugador de la final antes de marcar la diferencia en el resultado. Le costó más de una hora meterse en el partido. El pendenciero Van Bommel lo hizo reaccionar con un pisotón mala leche sobre un costado. Le respondió con un topetazo que el árbitro eligió ignorar. Y luego se dedicó a jugar al fútbol. Encontró un espacio entre los volantes y los defensores rivales. Desde ahí, comenzó a tejer el juego. Con el ingreso de Cesc Fábregas, tuvo el intérprete que necesitaba para influir definitivamente en un match que, afortunadamente, se había descosido tras la primera gran tapada de Casillas ante Robben.
Hasta ese momento, dos buenos equipos estaban haciendo un mal partido. Pero Holanda quería eso: un juego feo para neutralizar el toque español a partir de su marca agresiva y, por momentos, violenta. En las semifinales, Alemania había tardado 37 minutos en cometerle la primera falta a España. La Naranja demoró apenas 30 segundos, una entrada de Van Persie a Busquets. Salió a morder y a raspar de entrada. El permisivo e incoherente arbitraje de Webb le ayudó a mandar ese mensaje intimidante. Van Bommel y De Jong (de taekwondo contra Xabi Alonso) pegaron patadas de expulsión y recibieron amarillas. Del otro lado, también Puyol recibió licencia para repartir, apenas amonestado por una plancha artera.
Los futbolistas no colaboraban con el contradictorio inglés. A los 28 minutos contábamos once infracciones y cinco tarjetas. Stekelenburg le había negado el gol a Ramos en un buen arranque español. Y al final de ese primer tiempo, Casillas le ganó el primer duelo a Robben, que lo probó con un zurdazo.
Dormida durante los primeros diez minutos, Holanda ya había logrado llevar el partido al terreno que le convenía. Aguerrida como nunca, sólo la identificaba el color de su indumentaria porque en la cancha no mostraba ningún vínculo con su histórico estilo. Lejos de ese clásico juego de posesión, su arquero sacó largo muchas veces para que, en modo rugby, sus compañeros se adelantaran en el terreno. De esta manera, impedían el pressing sobre la pelota que tan bien hace España. Apostaban a un contraataque. Habilitado por el notable Sneijder, Arjen Robben tuvo la posibilidad soñada: mano a mano con tiempo y espacio para resolver. Tapó Casillas, un arquero gana-partidos que apareció con atajadas clave en cuartos, en las semifinales y en la final. Y ahí el partido se rompió en un ida y vuelta. La mitad de la cancha pasó a ser zona de tránsito rápido. Del Bosque tocó las teclas correctas. Entró Navas por Pedro para complicar a Van Bronckhorst en el costado izquierdo. Cesc reemplazó a Xabi Alonso para tener una alternativa al muy marcado Xavi. A Van Marwijk no le funcionó el teclado. Ni Elia, ni Van der Vaart pudieron meterse en el partido. España al ataque, Robben a la contra. Así se planteaba el juego. Webb ya había quedado totalmente desacreditado por su arbitraje sin compromiso, ni con el juego ni con sus decisiones.
Ya en la prórroga, Iniesta se tiró apenas sintió la mano de Heitinga sobre su hombro y provocó su expulsión. Andrés ya era el dueño del partido por encima de Sneijder, el mejor en los 90 minutos. Parecía adelantado en el primer pase de Torres, pero el laboratorio de DirecTV Sports lo dio habilitado por veinte centímetros. Tras el toque de Fábregas, ya no fue cuestión de cantidad y sí de calidad técnica en el control y en el remate. España campeón. Había llegado a Sudáfrica como el mejor del mundo y se despide como el mejor del Mundial. Casi nunca el favorito gana la Copa. Tiene un enorme mérito ahí. Se recuperó de un palo, aquella derrota con Suiza. Es el primer equipo que gana el título tras haber perdido su primer partido.
Este grupo, que tanto me hace acordar a la selección argentina de básquetbol por su capacidad para autorregularse, se sobrepuso a la inesperada adversidad. Pero más allá de estos intangibles como personalidad y temple, hay argumentos futbolísticos para este suceso histórico. Se consagra un estilo, una manera de sentir el fútbol desde la tenencia del balón. Tocar y moverse todo el tiempo. Es cierto que le ha faltado gol y, en algunos partidos, profundidad. La mala forma de Torres le recortó posibilidades en esta faceta. Pero España siempre quiso jugar así, imponer sus condiciones. Ganar o perder no depende de uno. El rival y otros factores también juegan. Pero uno sí puede elegir la manera de ganar o de perder. Y esta generación de futbolistas ha asumido un incondicional compromiso con esta idea, aun con entrenadores diferentes. Vicente Del Bosque heredó de Luis Aragonés nada menos que la Eurocopa, listón altísimo. Continuó con el proyecto, conservó la base y aprovechó el notable ciclo de Barcelona para enriquecer al plantel con Piqué, Busquets y Pedro. Respetado como líder por los 23, siempre tomó las decisiones pensando en uno solo: el equipo. Sus futbolistas se lo reconocieron cuando intentaron levantarlo por el aire en la celebración.
Nos llevamos el espíritu uruguayo, la inteligencia paraguaya, la audacia chilena, el Moulin Rouge francés, el derrumbe italiano, el fracaso inglés, la renovación alemana, la autodestrucción brasileña, la confirmación estadounidense, el catenaccio suizo, el temor portugués, el crecimiento japonés, el atrevimiento eslovaco, las lágrimas del norcoreano Jong Tae Se, la potencia ghanesa, la decepción del resto de Africa y nuestro contraste, bien argentino y maradoniano. Disfrutamos de futbolistas como el esloveno Birsa, el serbio Krasic, el ghanés Annan, el estadounidense Bradley, el japonés Honda, el paraguayo Alcaraz, el arquero portugués Eduardo y el chileno Medel, por citar algunos de los que se fueron más temprano. Los uruguayos Larrionda y Espinoza cargarán con el gol fantasma de Lampard ante Alemania, un LTA de 80 centímetros. Los italianos Rossetti y Airoldi con el gigantesco fuera de juego de Tevez ante México. La pelota generó tanta polémica como los fallos arbitrales. La indomable Jabulani dejó expuestos a pateadores y a arqueros. Las vuvuzelas nos volvieron locos. El 4-2-3-1 se impuso como el sistema de moda. Fue el Mundial de Forlán, de Müller, de Sneijder, de Villa. No fue el Mundial de Cristiano Ronaldo, de Kaká, de Rooney, de Messi. Nueva Zelanda, que venía a perder todos, no perdió ninguno y quedó como único invicto del torneo. Sólo este juego sagrado puede regalar una definición como la de Ghana-Uruguay. Y Abreu la picó. Palermo la metió. El Pulpo Paul y Larissa Riquelme la pegaron. Y de golpe, todo terminó. Sudáfrica 2010 hizo justicia con un equipazo y con un crack. Andrés Iniesta habla en el campo. No necesitamos nada más. Con eso, nos hace felices.
J.P. Varsky
Enlace: http://www.canchallena.com/1283911-el-trofeo-para-un-estilo-una-manera-de-vivir-el-futbol

1 comentario:

  1. Como siempre, IMPECABLE lo de JPV! Prácticamente no se le escapa ningún detalle importante. Hasta parece uno de Manoinquieta! Jajaja!
    Ojalá que el fútbol argentino pueda ver en este campeón un modelo, no para imitar, si no para sacar IDEAS que puedan ser viables en nuestra realidad, con las características de nuestra dirigencia y nuestros jugadores.
    Salud campeón! El FÚTBOL agradecido.

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