La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

......Tu comentario es bienvenido!! (gracias)...........
Queremos recibir tus aportes y sugerencias a: correomanoinquieta@gmail.com

domingo, 10 de octubre de 2010

La vida es una Tombola - Manu Chao

Manu Chao, grabo esta canción a pedido de Emir Kusturica para el documental que realizo acerca de la vida de Diego Maradona La canción se centra en Diego persona, y en como los demás proyectan en sí lo mejor y peor de sus propias vidas. Habla de lo fácil que es criticar, pensando en que uno sabe que haría si fuera Maradona.

Letra:
Si yo fuera Maradona
viviría como él
si yo fuera Maradona
frente a cualquier portería
si yo fuera Maradona
nunca m'equivocaría
si yo fuera Maradona
perdido en cualquier lugar.

La vida es una tómbola...
de noche y de día...
la vida es una tómbola
y arriba y arriba....

Si yo fuera Maradona
viviría con él
...mil cohetes... mil amigos
y lo que venga a mil por cien...
si yo fuera Maradona
si yo fuera Maradona
saldría en mondovision
para gritarle a la FIFA
¡Que ellos son el gran ladrón!

La vida es una tómbola...
de noche y de día...
la vida es una tómbola
y arriba y arriba....

Si yo fuera Maradona
viviría como él
porque el mundo es una bola
que se vive a flor de piel

Si yo fuera Maradona
frente a cualquier porquería
nunca (¿siempre?) me equivocaría...

Si yo fuera Maradona
y un partido que ganar
si yo fuera Maradona
perdido en cualquier lugar...

La vida es una tómbola
de noche y de día...

Decia Manu Chao sobre esta experiencia (pelicula-canción)en Junio del 2005:

Me voy pa Napoli a conocer a Diego.
Este es un día suyo...... uno como otro cualquiera... ... y en ese día tan suyo... ... se escribió esta canción...

El llega de Argentina, como es él, para el jubileo de su amigo Ciro Ferrara.
Llevaba quince años sin volver a Napoli.
Algunos dicen que Diego es un dios,otros dicen que lo lleva el diablo .....yo no lo sé... porque de cierto modo, no creo en esas cosas ...... pero de lo poco pero intenso que compartí...no hay duda que es un gran artista.
Como futbolista, y como compañero.
Gracias a él, por existir.
Las imágenes de ese día fueron grabadas por el equipo técnico y humano de la película

Le doy las gracias a Emir, a José y a toda la tropa involucrada por haberme dado la oportunidad de editar ese material tan candela.
El video de La Vida Tombola fue realizado junto con mi buen amigo Lucas Fuica.
Gracias a él por la confianza, la amistad y el arte.
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jueves, 7 de octubre de 2010

Sportivo Virreyes

de Juan Santurain.

Grandes cuentos de grandes cuentistas.


La historia es muy linda y no es mía. Me la contó un amigo. Sólo me he ocupado de entreverar circunstancias, agregar detalles y sumar nombres propios para hacerla más próxima a cosas que sí conocí, que cualquiera conoció. El lector puede imaginarse el contexto de la secundaria, hace unas décadas. No tantas, apenas las necesarias para que nada haya cambiado demasiado.
Ritmo, explicaba Paternó: en principio, era una cuestión de ritmo. La memorización se sustentaba –en parte- en encontrar la cadencia. Aunque no siempre alcanzaba con eso, advertía Paternó; y enseguida condescendía a recordar el cuento de Jaimito en que, cuando le tomaron la tabla del dos empezó así: “La la-lá, lá; la la-lá, lá; la la-lá, lá…” la maestra lo paró ahí: “¿Y eso qué es?” “Es la música de la tabla. La letra todavía no me la sé”. Y Paternó dejaba que la tropa riera, se dejaba franelear demagógicamente como docente permisivo y piola, capaz de contar cuentos en clase. Y en seguida, sobre el pucho y las risas, contaba otro, atribuido nada menos que a Charles Chaplin y llamando precisamente “Ritmo”: un condenado a muerte ya expuesto al pelotón de fusilamiento espera la posibilidad de un indulto de última hora. Vencidos todos los plazos, el oficial “Apunteeen”, grita “¡Listosss!”… y en ese momento se oye una exclamación: “¡Paren!”. Pero todos los soldados –llevados por una ciega cadencia- hacen fuego. Era el indulto, pero nadie ha escuchado las palabras, sino que todos han oído una orden, llevados por la inercia del ritmo. El indultado está muerto, fusilado.
Paternó lo contaba bien. Cierta mecánica aplicación de recursos y efectos, dada por veinte años de docencia, no alcanzaban a empañar la eficacia del relato. Un profesor de Historia capaz de dramatizar las Guerras Médicas o la muerte de Julio César para apacentar a las fieras de primer año, o de describir las penurias de Cortés en la Noche Triste de Tenotchitlán para mantener suspensos a los salvajes de segundo tenía que ser un buen vendedor de su materia. Y lo era: vendía lo suyo con fervor, sobre todo cuando en la historia había madera aventurera para tallar. En otras zonas más áridas, despertar el interés del hirsuto estudiantado se hacía más difícil, pero ahí es cuando Paternó extremaba recursos, sacaba ideas de la galera. Como cuando se le presentaba el “problema de los virreyes”, según solía decir en reuniones de profesores.
La experiencia le indicaba a Paternó que si bien la secuencia de Descubrimiento y Conquista de América era entretenida por los viajes, los charrúas que se comieron a Solís y las morbosas matanzas en las minas de plata, el interés decaía con la insoportable Época Colonial: hacia el mes de junio, la aridez de temas como las Leyes de Indias, la Real Audiencia y el Monopolio, el tratado de Tordesillas y el contrabando hacían casi interminable el camino que llevaba hasta las amenísimas Invasiones Inglesas, penúltimo foco de interés antes de que el pueblo quiera saber de qué se trataba. Por eso, había encontrado un recurso para zafar de los virreyes que, sacando el iluminado Vértiz y el cagón de Sobremonte –se permitía el exabrupto- eran una serie indiferenciada, imposible de retener.
-Por eso, muchachos- decía Paternó después de la introducción referida al ritmo, el cuento de Jaimito y de Chaplin-, es cuestión de encontrar un esquema previo, una unidad rítmica y de algún modo visual que les permita memorizar sin esfuerzo esta lista de nombres que van de don Pedro de Cevallos a don Gaspar Hidalgo de Cisneros. Y yo les propongo una –y ahí se volvía imprevistamente a uno de los más atorrantes:
-A ver, vos: ¿Cómo forma Racing?
Luego de unos instantes de vacilación, el adoquín incapaz de hilvanar el nombre de tres próceres recitaba sin vacilación la rítmica oración consabida: Negri; Anido y Murúa; Blanco, Peano y Sachi; Corbatta, Pizzuti, Manfredini, Sosa y Belén.
-Bien. Y a ver vos: ¿cómo forma Boca?
Y el otro empezaba: Roma; Silvero y Marzolini; Simeone, Rattin y Orlando…
-Está bien- interrumpía Paternó yendo hacia el pizarrón, tiza en mano-. Hagan de cuenta que hoy van a aprender otro equipo: Sportivo Virreyes, si quieren. En el arco, Cevallos; dos backs: Vértiz y Del Campo – y los ponía en forma de pirámide, respetando la vieja, clásica formación futbolera-; la línea media forma con Arredondo de half derecho, Melo de centrehalf y Olaguer de seis; adelante, de wing Avilés; Del Pino de insai; Sobremonte de nueve; Liniers de diez y Cisneros de wing izquierdo. A ver, léanlo, díganmelo.
Y los analfas lo repetían con la precisión inolvidable de una formación con camiseta y todo. Lo repiten todavía.
El amigo que me lo contó es incapaz de armar la Primera Junta sin trabucarse y ni hablemos de los escurridizos Triunviratos. Pero de Sportivo Virreyes no se puede olvidar. Para él, fana de River, Carrizo es Cevallos; Mantegari es Arredondo; Pipo Rossi es Melo y el glorioso Walter Gómez tiene, para siempre, el lugar del cagón de Sobremonte.
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miércoles, 6 de octubre de 2010

Correo en un caño

Nuevo agradecimineto a la revista.....



El Correo:
Amigos de Un Caño, les escribo para tomarme el atrevimiento de sugerirles una sección. Vale aclarar igual, no tengo nada que reprocharle a la Revista, es excelente.
Hoy en día, miles de personas están interconectadas via Internet. Las opiniones, las informaciones y sus interpretaciones van y vienen, y es bueno pensar cuánto mienten los grandes medios de difusión a la humanidad desde hace años. Qué fácil les resultaba a la prensa adueñarse de “la verdad” y transformar su mirada en la mirada de las mayorías.
Asi como su revista vino a ocupar uno de esos espacios de opinión deportiva que estaba vacio, y que muchos de nosotros esperabamos leer y escuchar; los Blogs ocupan voces tambien que antes no teniamos, opiniones independientes acerca de infinitos temas.
Por lo que me gustaria que analicen la posibilidad de incorporar a la revista una sección dedicada a los blogs de futbol (hay muchos), a aquellos que escribimos sobre futbol y construimos día a día espacios de reflexión y opinión de este "juego" que apasiona a todo el pueblo argentino.
Un abrazo grande a todos, sigan asi.
Los saluda "Mano Inquieta Blog".
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lunes, 4 de octubre de 2010

El dolor de un pecho frío

Mientras Ariel enrollaba las vendas pensó que aquella final no sería un buen momento para romper con las cábalas. Pasaría a ver a Tamara y a darle un beso. Resultaba ser un gran estímulo recibir del cariño de su chica antes de un partido, como también las promesas para después del mismo.
Terminó de preparar el botinero, saludó a su mama y salió para la mercería donde trabajaba su novia. Conduciendo puso el mismo disco de Ismael Serrano que había escuchado antes de jugar la semifinal. El triunfo fue de dos a uno y uno de esos dos goles había sido de su autoría. Desde ese partido lo aquejaba un leve esguince de tobillo, pero nada que no se solucionaría con un estribo de cinta.
Él era un buen jugador de fútbol, zurdo, hábil y muy rápido, pero algo lagunero y con el pecho más bien frío como la mayoría de los enganches. Su timidez era utilizada como escudo, dentro y fuera de la cancha. Un pibe más bien tranquilo, por no decir lerdo; con una vida repleta de certezas y sin ninguna sorpresa. Único receptor del cariño de una gran madre muy presente y principal encargada de evitarle cualquier sobresalto a su hijo. Acostumbrados los tenía a todos (madre, novia, compañeros y entrenador) a sus nanas previas a los partidos, sobre todo en aquellos definitorios como éste.
Llegando a la mercería no pudo estacionar en el mismo lugar de siempre, un camión con acoplado ocupaba casi media cuadra, lo hizo sobre la calle lateral y cruzó a pie hacia la vereda del negocio. Antes de dar vuelta la esquina vio como de un Torino marrón cupe, detenido y en ruidosa marcha, salía la cara del conductor a centímetros de la de su novia, ella de pie en el cordón y reclinada hacia la puerta del auto. Se ocultó detrás de la cabina del teléfono público y presenció desde allí el beso. El Torino se fue y su novia regresó al local.
Se quedo inmóvil unos diez segundos, o capaz que fueron muchos más, giró y caminó en dirección contraria. Como flotando, casi sin respirar, llegó al auto. Ya no hubo música de fondo, manejó muy despacio hasta el club. Abstraído, recontra ausente se sentó en el bar, decidió en primer lugar utilizar de excusa la lesión, después pedir hielo para su tobillo y un sifón de soda. Juntó dos sillas para poder poner su pierna en alto, se vendó la bolsa de hielo en el tobillo y sirvió un vaso del sifón. Por su cabeza seguía dando vueltas ese beso, su Tamara en la boca de otro.
El canchero que enrollaba la manguera con la que había regado el campo, fue el primero en preguntarle que le sucedía. El respondió casi sin palabras, con su mirada señaló el vendaje y respiró fuerte como maldiciendo. Su secreto sería disfrazado de dolor de tobillo.
El primero en llegar fue Tito, el entrenador dejó el bolso de camisetas en el mostrador y se sentó a la mesa. Recibió de las excusas del jugador que él consideraba clave para ganar el partido. Supo ver por una hendija ese temor que Ariel no pudo ocultar, pero estéril quedó su esfuerzo para que le contase algo. Se fastidió con el jugador por su actitud, sentía que se estaba negando a jugar.
Ariel apuró un nuevo vaso de soda y salió rengueando para el baño. Con las manos sobre los azulejos una lágrima salió corriendo de uno de sus ojos, los cerró bien fuerte y aguantó el dolor en el pecho que le cortaba la respiración. Se lavó la cara, vendó una nueva bolsa de hielo a su tobillo y regresó a su mesa. A la vuelta ya habían llegado más de la mitad del equipo, decidieron entre todos ir al vestuario y esperar al resto ahí mismo.
Fue Tito quien insistió con anotarlo en la planilla del partido, también le exigiría cambiarse e ir al banco de suplentes­, no sea cuestión de agrandar al rival dándole a conocer con anticipación que no estaba en condiciones para jugar. Ariel ni quiso, ni pudo dar una sola palabra de aliento a sus compañeros. Apagó el teléfono celular que no paraba de sonar. Tamara nunca recibió respuesta a sus insistentes llamados y con muy buen tino, comenzaba a sospechar que su medio limón de algo estaba al tanto.
Se sentó entre Cabañas y Mancha, estos dos muchachos le aseguraban el silencio necesario para poder empezar a remontar lo que estaba viviendo. Del partido vio poco y nada, también el mismo partido se encargó de no tener nada para mostrar. Pensó y siguió pensando, tragó muchísima saliva y el nudo en la garganta que lo aquejaba nunca se pudo aflojar.
El pitazo de final del primer tiempo lo corrió de esa nebulosa, pero no lograba ni siquiera sentir las piernas. Empatados en cero y sin nada de nada, el equipo vacío de juego y lleno de dudas.
Caminó al vestuario y allí Tito le pidió que se haga un estribo en el tobillo y que se preparase para jugar cuando él considere que fuese necesario. Atónito y más desilusionado aún, no logró que el técnico escuchara ni un cuarto de palabra de su parte.
A los veinte minutos del segundo tiempo el partido no podía armarse, continuaban empatando en cero y del juego bien-gracias. Tito desde el borde de la línea de cal giró hacia el banco de suplentes y dio la indicación para que fuesen a precalentar. Todos detrás del arco que estaba defendiendo el Tano, arrinconados entre la red y el alambrado vencido.
En pleno ejercicio Cabañas, que no había emitido sonido desde que se habían sentado en el banco, se le acercó al oído a Ariel y le dijo: “…Zurdo, tu caramelo hace un tiempo ya que pasea en Torino, el equipo te necesita…”.
Muy inquieto, se lo escuchó a Tito al grito de “Ariiii”, subiendo y bajando su brazo derecho. Ariel aturdido y agitado, se dirigió hasta donde lo estaban llamando. Recibió del entrenador la única indicación para los quince minutos que le quedaban por jugar: “… como te dijo Cabañas, te necesitamos pendejo…”
Mientras elongaba, la medallita que Tamara le había regalado se dejó caer sobre su mentón. La encerró en su puño izquierdo por un instante, tiró de la cadena y la cortó. Respiró muy fuerte y encaminó el trayecto a la mesa del partido. Firmó la planilla, mojó su cabeza con el botellón de agua y tomó algunos tragos. Gesticuló un fallido revoleo de la cadenita, pero una vez mas en muestra de su falta de coraje la dejo en el botinero. Mientras Tito le gritaba el cambio al árbitro, saltó llevando las rodillas a su pecho. Ese mismo pecho siempre frío y ahora también dolido pero por fin, dispuesto a jugar.
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domingo, 3 de octubre de 2010

Futbol para Todos

Mas alla del trasfondo politico, el analisis mas coherente del Futbol para Todos.
Como diria Coco B.: No comments. Mas claro, echale agua.
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viernes, 1 de octubre de 2010

“YO JUEGO AUNQUE SEA EN UNA GAMBA…”

Cuando se despertó después de 10 hs de dormir la mona, lo sorprendió el bullicio que había en la casa. Está bien que siempre era así, su casa era el lugar donde paraban todos sus amigos y vecinos. Pero esta vez se escuchaba que había más gente. Estiró la mano para manotear el reloj y ver la hora y ahí se dio cuenta de todo lo que había dormido, la cabeza se le partía de dolor y se quedó un largo rato mirando el techo, buscando despabilarse de a poco. Se levantó despacio y fue directo a la cocina. Abrió la heladera y se mandó un trago de agua fría. Necesitaba apagar el incendio que tenía adentro. Cuando entró al comedor vió a mucha gente que no conocía. Después le dijeron que eran periodistas que fueron llegando durante la tarde para hacerle notas sobre lo sucedido pero a esa altura de la noche (eran como las 12) estaban mezclados entre sus amigos y vecinos.
Todavía le dolía la cabeza y con esfuerzo trataba de recordar lo que había pasado. Todos lo miraban y se sonreían, lo palmeaban, le decían cosas como: “¡”Loco”, esto era lo único que te faltaba hacer!”, o se reían recordando la forma en que había entrado a la cancha.
Los saludó a todos y se fue a dar una ducha. Todavía tenía puestas las medias y los botines que había usado en el partido. Mientras se desataba los cordones lentamente, trataba de recordar y todo era cada vez más borroso. Sí se acordaba de la fiesta de cumpleaños de Dieguito, su hijo, que cumplió un año y de lo bien que lo habían pasado.
De eso sí se acordaba porque lo había vivido con una enorme alegría. El quería que fuera así. Una gran fiesta, que estuvieran todos; sus amigos y su familia, los de acá y los que se habían quedado en La Banda. Hacía mucho que quería juntarlos a todos porque desde que vinieron de Santiago del Estero, cuando solo tenía cuatro años, que quería una noche así, todos juntos, comiendo, chupando y cantando chacareras. La guitarreada empezó al mediodía y eran las 6 de la mañana y estaban como si recién empezaran.
“El Chancho”, como lo conocían sus parientes santiagueños, estab
a feliz. Para eso quería una casa grande, para poder estar todos juntos. Aunque en la Villa quedaba medio exagerado semejante “rancho”, el había querido construirla ahí. Le ofrecieron vivir en otro lado, lejos del Bajo Belgrano, más cerca del Centro, pero no, él prefería seguir viviendo entre su gente. No importa que para verduguearlo, los hinchas contrarios le gritaran “villero”. Él los miraba con sorna y les dedicaba una gambeta de esas imparables. Qué sabían esos guanacos de todo lo que habían pasado él y su familia cuando llegaron de Santiago. No vinieron para hacer turismo. Había caído Perón y en las provincias de vuelta no había trabajo y había que salir a buscar otro destino. “¿Porque me iba a querer venir para Buenos Aires si yo era un pibe feliz jugando a la pelota en las calles polvorientas y bañándome en las orillas del Dulce? ¿Que se creen, que se vinieron a la Villa porque les gustaba vivir de esa manera? No viejo, la Villa del bajo de Belgrano fue la única posibilidad. Un hermano del viejo ya vivía ahí hacía cuatro años y los recibió en una pieza de cartón como si fuera un palacio. ¿Qué saben esos giles que gritan, lo que tuvieron que pasar los viejos para que el hoy pueda pintarles la cara a pura gambeta?. Estos no saben que yo me crié entre tipos bravos de verdad. Desde la época de “los intocables”, aquel equipo del barrio que tenía la cancha detrás de Excursionistas, aprendí a esquivar patadas como aprendimos a esquivar la miseria. ¿Y se creen que me van a joder diciéndome villero? A quien le ganaron?”
A veces lo amargaba recordar esas cosas. Pensar que cuando se fue a probar en Excursio, el cuadro de sus amores, lo rechazaron con excusas que no se creía nadie. Decían que era muy flaquito, que se iba a romper enseguida, pero la realidad es que no lo querían porque era “villero”. Ese fue el primer golpe duro, y ahí comprendió que nada le iba a resultar fácil.
La ducha lo va despabilando lentamente. Ahora se acuerda mejor de lo que sucedió cuando volvió a la concentración; ¡que caliente que estaba José; lo quería matar!. Lo que pasó es que se olvidó que jugaban con River a las 11 de la mañana. Otras veces había vuelto escabiado a la concentración, pero entonces tenía tiempo. Llegaba a la 1, 2 de la mañana y apoliyaba hasta el mediodía, se levantaba para comer con los muchachos y a las 4, 5 de la tarde, para la hora del partido, ya estaba fresquito.

Pero esta vez fue diferente, se juntó todo. El cumpleaños de Dieguito, su familia de Santiago a la que hacía tanto tiempo que no veía, y el partido a las 11 de la mañana. La culpa la tuvieron los muchachos que no le avisaron que jugaba tan temprano…
La ducha lo dejó como nuevo. Se fue para el comedor donde todos seguían reunidos, hablando y riéndose todavía con lo que había pasado en el partido. Pero el seguía igual, como en un sueño. Recordando solo algunas cosas que no sabía si eran reales o las había imaginado.
Carlos, su hermano mayor, el que lo llevó a jugar a Defensores de Belgrano, le empezó a contar lo que había pasado.
“A las 2 de la mañana, te dije que te tenías que ir, que tenías que volver a la concentración, que el partido con River era a las 11 de la mañana y que encima tenías un pedo como para quinientos. ¡El viejo Vigo te va a matar!…” No me distes ni bola. Estabas meta cantar y bailar y la verdad que me dio no sé que insistirte; después de todo era el cumple de Dieguito y estaba toda la familia”.

“A las 6 recién te pudimos convencer y te llevamos casi desmayado. ¿Te acordás que los muchachos te metieron por la cancha auxiliar para que José no te viera? Me contaron, sigue diciendo Carlos, que te bañaron, te dieron litros de café, te hacían masajes, pero vos estabas boleta.”
“Cuando a las 8 de la mañana fueron a desayunar, José se enteró de cómo estabas y le agarró un ataque.”

“¡No puede ser!, decía el viejo, ¡justo hoy, justo contra River que viene agrandado! ¡No puede ser, “El Loco” no aprende más!”
Y ahí empezó la deliberación a ver qué hacían. Los muchachos querían convencerlo a José que el “Loco”, una vez que empiece el partido, se iba a despabilar, “¡no ven que no puede ni hablar! ¡Eso me pasa por ser bueno, por dejarlo que se vaya al cumpleaños del pibe! Me dijo que iba a estar un rato, que le daba un beso y se volvía! Y mirá como está, no nos conoce a ninguno!”, repetía el técnico desaforado.
Entonces, ya resignado se le acercó al loco y le preguntó: “Ud. quiere jugar, se va a bancar el partido en las condiciones en que está?
El “Loco” lo miró como en una nube y sacando pecho le contestó: “Viejo, yo juego aunque sea en una gamba…”
Fatiga Russo sacó la cara por todos y le pidió a José en nombre del plantel que lo ponga de entrada, porque si lo dejaba en el banco, seguro se apoliyaba y to
dos se iban a dar cuenta que estaba mamado. Al final, pudieron convencerlo, José refunfuñaba y decía: “¡si se enteran que lo hice jugar en pedo, no dirijo nunca más, me voy a tener que ir a Arabia Saudita!”
Finalmente, a la hora del partido, “El Loco” salió con sus compañeros por el túnel del Ducó para enfrentar a River. Deambuló todo el partido, se inclinaba y se agarraba las rodillas buscando oxígeno cada vez que corría una pelota. Con cada infracción, se quedaba en el piso como si le hubiese caído un rayo encima.

En el entretiempo se tiró en un banco con la intención de dormirse hasta el otro día. Pero el “Coco” Basile y el “Yorugua” Chabay, los más grandes del plantel, lo levantaron y lo metieron bajo el chorro de una canilla, porque si se dormía, no lo despertaban más.
El segundo tiempo siguió igual, hasta que cuando parecía que el partido terminaba 0 a 0, se metió en diagonal al área, se filtró entre los guadañazos de Artico y Perfumo y se la clavó a Fillol contra el palo izquierdo. Se quedó boca arriba festejando. Todo Huracán se fue encima del “Loco”, René se quedó un rato en el piso mirando al cielo, agradeci
éndole a Dios haberle permitido estar en el cumple de Dieguito, y sobre todo, por haberlo despabilado en el momento justo. Después pidió el cambio. Ya está, ya había hecho todo. Festejar con su hijito el primer año, estar con su familia y sus amigos, y hacerle a River un gol inolvidable, escabiado hasta la maceta…

P.D.: Este cuento es un homenaje a los “quemeros”, a su ídolo máximo René Houseman, y también a aquellos pibes que como “El Loco”, com
o “El Diego”, como el “Apache” Tevez, fueron visitados por un brujito que se metió por una hendija del cartón entre el hambre y la esperanza, para convocarlos a correr tras la pelota, a alcanzar un sueño lleno de estrellas…



Autor: R.D. Leer más...