Cuando se despertó después de 10 hs de dormir la mona, lo sorprendió el bullicio que había en la casa. Está bien que siempre era así, su casa era el lugar donde paraban todos sus amigos y vecinos. Pero esta vez se escuchaba que había más gente. Estiró la mano para manotear el reloj y ver la hora y ahí se dio cuenta de todo lo que había dormido, la cabeza se le partía de dolor y se quedó un largo rato mirando el techo, buscando despabilarse de a poco. Se levantó despacio y fue directo a la cocina. Abrió la heladera y se mandó un trago de agua fría. Necesitaba apagar el incendio que tenía adentro. Cuando entró al comedor vió a mucha gente que no conocía. Después le dijeron que eran periodistas que fueron llegando durante la tarde para hacerle notas sobre lo sucedido pero a esa altura de la noche (eran como las 12) estaban mezclados entre sus amigos y vecinos.
Todavía le dolía la cabeza y con esfuerzo trataba de recordar lo que había pasado. Todos lo miraban y se sonreían, lo palmeaban, le decían cosas como: “¡”Loco”, esto era lo único que te faltaba hacer!”, o se reían recordando la forma en que había entrado a la cancha.
Los saludó a todos y se fue a dar una ducha. Todavía tenía puestas las medias y los botines que había usado en el partido. Mientras se desataba los cordones lentamente, trataba de recordar y todo era cada vez más borroso. Sí se acordaba de la fiesta de cumpleaños de Dieguito, su hijo, que cumplió un año y de lo bien que lo habían pasado.
De eso sí se acordaba porque lo había vivido con una enorme alegría. El quería que fuera así. Una gran fiesta, que estuvieran todos; sus amigos y su familia, los de acá y los que se habían quedado en La Banda. Hacía mucho que quería juntarlos a todos porque desde que vinieron de Santiago del Estero, cuando solo tenía cuatro años, que quería una noche así, todos juntos, comiendo, chupando y cantando chacareras. La guitarreada empezó al mediodía y eran las 6 de la mañana y estaban como si recién empezaran.
“El Chancho”, como lo conocían sus parientes santiagueños, estaba feliz. Para eso quería una casa grande, para poder estar todos juntos. Aunque en la Villa quedaba medio exagerado semejante “rancho”, el había querido construirla ahí. Le ofrecieron vivir en otro lado, lejos del Bajo Belgrano, más cerca del Centro, pero no, él prefería seguir viviendo entre su gente. No importa que para verduguearlo, los hinchas contrarios le gritaran “villero”. Él los miraba con sorna y les dedicaba una gambeta de esas imparables. Qué sabían esos guanacos de todo lo que habían pasado él y su familia cuando llegaron de Santiago. No vinieron para hacer turismo. Había caído Perón y en las provincias de vuelta no había trabajo y había que salir a buscar otro destino. “¿Porque me iba a querer venir para Buenos Aires si yo era un pibe feliz jugando a la pelota en las calles polvorientas y bañándome en las orillas del Dulce? ¿Que se creen, que se vinieron a la Villa porque les gustaba vivir de esa manera? No viejo, la Villa del bajo de Belgrano fue la única posibilidad. Un hermano del viejo ya vivía ahí hacía cuatro años y los recibió en una pieza de cartón como si fuera un palacio. ¿Qué saben esos giles que gritan, lo que tuvieron que pasar los viejos para que el hoy pueda pintarles la cara a pura gambeta?. Estos no saben que yo me crié entre tipos bravos de verdad. Desde la época de “los intocables”, aquel equipo del barrio que tenía la cancha detrás de Excursionistas, aprendí a esquivar patadas como aprendimos a esquivar la miseria. ¿Y se creen que me van a joder diciéndome villero? A quien le ganaron?”
A veces lo amargaba recordar esas cosas. Pensar que cuando se fue a probar en Excursio, el cuadro de sus amores, lo rechazaron con excusas que no se creía nadie. Decían que era muy flaquito, que se iba a romper enseguida, pero la realidad es que no lo querían porque era “villero”. Ese fue el primer golpe duro, y ahí comprendió que nada le iba a resultar fácil.
La ducha lo va despabilando lentamente. Ahora se acuerda mejor de lo que sucedió cuando volvió a la concentración; ¡que caliente que estaba José; lo quería matar!. Lo que pasó es que se olvidó que jugaban con River a las 11 de la mañana. Otras veces había vuelto escabiado a la concentración, pero entonces tenía tiempo. Llegaba a la 1, 2 de la mañana y apoliyaba hasta el mediodía, se levantaba para comer con los muchachos y a las 4, 5 de la tarde, para la hora del partido, ya estaba fresquito.
Pero esta vez fue diferente, se juntó todo. El cumpleaños de Dieguito, su familia de Santiago a la que hacía tanto tiempo que no veía, y el partido a las 11 de la mañana. La culpa la tuvieron los muchachos que no le avisaron que jugaba tan temprano…
La ducha lo dejó como nuevo. Se fue para el comedor donde todos seguían reunidos, hablando y riéndose todavía con lo que había pasado en el partido. Pero el seguía igual, como en un sueño. Recordando solo algunas cosas que no sabía si eran reales o las había imaginado.
Carlos, su hermano mayor, el que lo llevó a jugar a Defensores de Belgrano, le empezó a contar lo que había pasado.
“A las 2 de la mañana, te dije que te tenías que ir, que tenías que volver a la concentración, que el partido con River era a las 11 de la mañana y que encima tenías un pedo como para quinientos. ¡El viejo Vigo te va a matar!…” No me distes ni bola. Estabas meta cantar y bailar y la verdad que me dio no sé que insistirte; después de todo era el cumple de Dieguito y estaba toda la familia”.
“A las 6 recién te pudimos convencer y te llevamos casi desmayado. ¿Te acordás que los muchachos te metieron por la cancha auxiliar para que José no te viera? Me contaron, sigue diciendo Carlos, que te bañaron, te dieron litros de café, te hacían masajes, pero vos estabas boleta.”
“Cuando a las 8 de la mañana fueron a desayunar, José se enteró de cómo estabas y le agarró un ataque.”
“¡No puede ser!, decía el viejo, ¡justo hoy, justo contra River que viene agrandado! ¡No puede ser, “El Loco” no aprende más!”
Y ahí empezó la deliberación a ver qué hacían. Los muchachos querían convencerlo a José que el “Loco”, una vez que empiece el partido, se iba a despabilar, “¡no ven que no puede ni hablar! ¡Eso me pasa por ser bueno, por dejarlo que se vaya al cumpleaños del pibe! Me dijo que iba a estar un rato, que le daba un beso y se volvía! Y mirá como está, no nos conoce a ninguno!”, repetía el técnico desaforado.
Entonces, ya resignado se le acercó al loco y le preguntó: “Ud. quiere jugar, se va a bancar el partido en las condiciones en que está?
El “Loco” lo miró como en una nube y sacando pecho le contestó: “Viejo, yo juego aunque sea en una gamba…”
Fatiga Russo sacó la cara por todos y le pidió a José en nombre del plantel que lo ponga de entrada, porque si lo dejaba en el banco, seguro se apoliyaba y todos se iban a dar cuenta que estaba mamado. Al final, pudieron convencerlo, José refunfuñaba y decía: “¡si se enteran que lo hice jugar en pedo, no dirijo nunca más, me voy a tener que ir a Arabia Saudita!”
Finalmente, a la hora del partido, “El Loco” salió con sus compañeros por el túnel del Ducó para enfrentar a River. Deambuló todo el partido, se inclinaba y se agarraba las rodillas buscando oxígeno cada vez que corría una pelota. Con cada infracción, se quedaba en el piso como si le hubiese caído un rayo encima.
En el entretiempo se tiró en un banco con la intención de dormirse hasta el otro día. Pero el “Coco” Basile y el “Yorugua” Chabay, los más grandes del plantel, lo levantaron y lo metieron bajo el chorro de una canilla, porque si se dormía, no lo despertaban más.
El segundo tiempo siguió igual, hasta que cuando parecía que el partido terminaba 0 a 0, se metió en diagonal al área, se filtró entre los guadañazos de Artico y Perfumo y se la clavó a Fillol contra el palo izquierdo. Se quedó boca arriba festejando. Todo Huracán se fue encima del “Loco”, René se quedó un rato en el piso mirando al cielo, agradeciéndole a Dios haberle permitido estar en el cumple de Dieguito, y sobre todo, por haberlo despabilado en el momento justo. Después pidió el cambio. Ya está, ya había hecho todo. Festejar con su hijito el primer año, estar con su familia y sus amigos, y hacerle a River un gol inolvidable, escabiado hasta la maceta…
P.D.: Este cuento es un homenaje a los “quemeros”, a su ídolo máximo René Houseman, y también a aquellos pibes que como “El Loco”, como “El Diego”, como el “Apache” Tevez, fueron visitados por un brujito que se metió por una hendija del cartón entre el hambre y la esperanza, para convocarlos a correr tras la pelota, a alcanzar un sueño lleno de estrellas…
Autor: R.D.
Este es un blog de futbol, un blog de cuentos, un blog de historias y recuerdos; es un blog hecho con amigos, para viejos amigos y nuevos amigos.
La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..
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viernes, 1 de octubre de 2010
“YO JUEGO AUNQUE SEA EN UNA GAMBA…”
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¡QUE BUENO RECORDAR A LOS GRANDES! EXCELENTE RELATO. YA ME ESTOY IMAGINANDO LAS LÁGRIMAS DE HERNAN CORRIENDO POR SUS MEJILLAS.
ResponderEliminar¡QUE EQUIPO EL DE HURACAN DEL 73!.
¡QUE DELANTERA: HOUSEMAN, BRINDIZI, AVALLAY, BABINGTON Y LARROSA!
Que linda Alquimia, borrachera y futbol. Solo elegidos pueden protagonizar semejante historia. Excelente cuento (una vez mas) y gran hallazgo mio del video, Ja!
ResponderEliminarSalud por el Loco y todos aquellos sin conflictos con su sed (como diría el carpo). R.D evitaré comentario por mas austero que sea porque después soy tildado de obsecuente, pero sepa que enriquece compartir este espacio con ud. Alquimista, su yerno no se emociona, no lee… va, no aporta. Abrazaaaa…
ResponderEliminarME ENCANTAN LOS CUENTOS DONDE SE MEZCLA LA IMAGINACION CON ALGO REAL. MUY BUENO!!! Y HASTA EL DETALLE DEL VIDEO!!!! CADA VEZ MEJOR. FELICITACIONES!!!
ResponderEliminarEn mi primer partido de inferiores, esperando que jugara la 9º, me senté al lado de un señor despeinado, no muy bien aseado, que se la pasaba dando indicaciones a los jugadores de Huracán, pidiéndoles que no revoleen la pelota. Mi viejo, que me había acompañado, me sacó de la ignorancia y me dijo que era "el loco". Jugando sólo lo vi en videos, pero lo imagino haciendole un gol en pedo a Fillol y no puedo evitar compararlo con los "craks" actuales, millonarios, famosos que NI EN PEDO pueden hacer un gol.
ResponderEliminarGracias Raul por tan grato recuerdo.