Mientras Ariel enrollaba las vendas pensó que aquella final no sería un buen momento para romper con las cábalas. Pasaría a ver a Tamara y a darle un beso. Resultaba ser un gran estímulo recibir del cariño de su chica antes de un partido, como también las promesas para después del mismo.
Terminó de preparar el botinero, saludó a su mama y salió para la mercería donde trabajaba su novia. Conduciendo puso el mismo disco de Ismael Serrano que había escuchado antes de jugar la semifinal. El triunfo fue de dos a uno y uno de esos dos goles había sido de su autoría. Desde ese partido lo aquejaba un leve esguince de tobillo, pero nada que no se solucionaría con un estribo de cinta.
Él era un buen jugador de fútbol, zurdo, hábil y muy rápido, pero algo lagunero y con el pecho más bien frío como la mayoría de los enganches. Su timidez era utilizada como escudo, dentro y fuera de la cancha. Un pibe más bien tranquilo, por no decir lerdo; con una vida repleta de certezas y sin ninguna sorpresa. Único receptor del cariño de una gran madre muy presente y principal encargada de evitarle cualquier sobresalto a su hijo. Acostumbrados los tenía a todos (madre, novia, compañeros y entrenador) a sus nanas previas a los partidos, sobre todo en aquellos definitorios como éste.
Llegando a la mercería no pudo estacionar en el mismo lugar de siempre, un camión con acoplado ocupaba casi media cuadra, lo hizo sobre la calle lateral y cruzó a pie hacia la vereda del negocio. Antes de dar vuelta la esquina vio como de un Torino marrón cupe, detenido y en ruidosa marcha, salía la cara del conductor a centímetros de la de su novia, ella de pie en el cordón y reclinada hacia la puerta del auto. Se ocultó detrás de la cabina del teléfono público y presenció desde allí el beso. El Torino se fue y su novia regresó al local.
Se quedo inmóvil unos diez segundos, o capaz que fueron muchos más, giró y caminó en dirección contraria. Como flotando, casi sin respirar, llegó al auto. Ya no hubo música de fondo, manejó muy despacio hasta el club. Abstraído, recontra ausente se sentó en el bar, decidió en primer lugar utilizar de excusa la lesión, después pedir hielo para su tobillo y un sifón de soda. Juntó dos sillas para poder poner su pierna en alto, se vendó la bolsa de hielo en el tobillo y sirvió un vaso del sifón. Por su cabeza seguía dando vueltas ese beso, su Tamara en la boca de otro.
El canchero que enrollaba la manguera con la que había regado el campo, fue el primero en preguntarle que le sucedía. El respondió casi sin palabras, con su mirada señaló el vendaje y respiró fuerte como maldiciendo. Su secreto sería disfrazado de dolor de tobillo.
El primero en llegar fue Tito, el entrenador dejó el bolso de camisetas en el mostrador y se sentó a la mesa. Recibió de las excusas del jugador que él consideraba clave para ganar el partido. Supo ver por una hendija ese temor que Ariel no pudo ocultar, pero estéril quedó su esfuerzo para que le contase algo. Se fastidió con el jugador por su actitud, sentía que se estaba negando a jugar.
Ariel apuró un nuevo vaso de soda y salió rengueando para el baño. Con las manos sobre los azulejos una lágrima salió corriendo de uno de sus ojos, los cerró bien fuerte y aguantó el dolor en el pecho que le cortaba la respiración. Se lavó la cara, vendó una nueva bolsa de hielo a su tobillo y regresó a su mesa. A la vuelta ya habían llegado más de la mitad del equipo, decidieron entre todos ir al vestuario y esperar al resto ahí mismo.
Fue Tito quien insistió con anotarlo en la planilla del partido, también le exigiría cambiarse e ir al banco de suplentes, no sea cuestión de agrandar al rival dándole a conocer con anticipación que no estaba en condiciones para jugar. Ariel ni quiso, ni pudo dar una sola palabra de aliento a sus compañeros. Apagó el teléfono celular que no paraba de sonar. Tamara nunca recibió respuesta a sus insistentes llamados y con muy buen tino, comenzaba a sospechar que su medio limón de algo estaba al tanto.
Se sentó entre Cabañas y Mancha, estos dos muchachos le aseguraban el silencio necesario para poder empezar a remontar lo que estaba viviendo. Del partido vio poco y nada, también el mismo partido se encargó de no tener nada para mostrar. Pensó y siguió pensando, tragó muchísima saliva y el nudo en la garganta que lo aquejaba nunca se pudo aflojar.
El pitazo de final del primer tiempo lo corrió de esa nebulosa, pero no lograba ni siquiera sentir las piernas. Empatados en cero y sin nada de nada, el equipo vacío de juego y lleno de dudas.
Caminó al vestuario y allí Tito le pidió que se haga un estribo en el tobillo y que se preparase para jugar cuando él considere que fuese necesario. Atónito y más desilusionado aún, no logró que el técnico escuchara ni un cuarto de palabra de su parte.
A los veinte minutos del segundo tiempo el partido no podía armarse, continuaban empatando en cero y del juego bien-gracias. Tito desde el borde de la línea de cal giró hacia el banco de suplentes y dio la indicación para que fuesen a precalentar. Todos detrás del arco que estaba defendiendo el Tano, arrinconados entre la red y el alambrado vencido.
En pleno ejercicio Cabañas, que no había emitido sonido desde que se habían sentado en el banco, se le acercó al oído a Ariel y le dijo: “…Zurdo, tu caramelo hace un tiempo ya que pasea en Torino, el equipo te necesita…”.
Muy inquieto, se lo escuchó a Tito al grito de “Ariiii”, subiendo y bajando su brazo derecho. Ariel aturdido y agitado, se dirigió hasta donde lo estaban llamando. Recibió del entrenador la única indicación para los quince minutos que le quedaban por jugar: “… como te dijo Cabañas, te necesitamos pendejo…”
Mientras elongaba, la medallita que Tamara le había regalado se dejó caer sobre su mentón. La encerró en su puño izquierdo por un instante, tiró de la cadena y la cortó. Respiró muy fuerte y encaminó el trayecto a la mesa del partido. Firmó la planilla, mojó su cabeza con el botellón de agua y tomó algunos tragos. Gesticuló un fallido revoleo de la cadenita, pero una vez mas en muestra de su falta de coraje la dejo en el botinero. Mientras Tito le gritaba el cambio al árbitro, saltó llevando las rodillas a su pecho. Ese mismo pecho siempre frío y ahora también dolido pero por fin, dispuesto a jugar.
Este es un blog de futbol, un blog de cuentos, un blog de historias y recuerdos; es un blog hecho con amigos, para viejos amigos y nuevos amigos.
La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..
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lunes, 4 de octubre de 2010
El dolor de un pecho frío
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Calito,
Cuentos Inquietos,
Mano Inquieta y el Futbol
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Asi son los pecho frio, dubitativos, previsibles, parece que dan para mas, pero se van en amagues, cuando el equipo los necesita , siempre les pasa algo por la cabeza que los bloquea y no rinden un carajo. Se juega como se vive dice la sabiduria popular y asi debe ser. Para colmo, encima aparece un carniza con un Torino cupe y le birla la mina. ¡Mas pecho frio no se puede ser! Muy bueno Calito.
ResponderEliminarjajaja, la verdad muy bueno, aparte me lo imagine y todo , la situaciòn esa, que fea!!y encima no hacer nada, tal cual el titulo del cuento.Besos Cali, tu cuña.
ResponderEliminarYo le tengo fe al pecho frío. Me hubiera gustado saber el resultado del partido, porque el fúlbol es para eso, te motiva, te agranda, te achica, te bajonea. En este caso: gran actuación de Ariel en los últimos 15 minutos con dos pases gol a sus compañeros. Despues, la contestación del llamado a Tamara: ¡andate a la puta que te parió!
ResponderEliminarExcelente relato Carlitos.
EXCELENTE RELATO CARLITOS! LA VERDAD PUDE SENTIR CADA SENSACION DEL POBRE ARIEL. BUENO, A MI ME DIO LASTIMA EL PIBE, AUNQUE LO TILDEN DE PECHO FRIO. TE FELICITO!
ResponderEliminarEsta relación "Pecho frio-Talentoso", no es de mi agrado. No porque me considere un talentoso y mucho menos un pecho frío; sino porque en el futbol, creo y sostengo, es mas dificil gambetear o meter un buen pase, que quitarle la pelota a alguien o pegarle una patada. Y encima una analogia "Pecho Frio-Cornudo", demasiado castigo subliminal a los talentosos. Por demas el cuento es excelente, señor Calito veo una gran evolución en su escritura (visión desde mi ignorancia literaria), felicitaciones. Me quedara la duda a mi tambien de si el pecho frio la rompió o se fue al mazo en el partido final...
ResponderEliminarAsí como sus comentarios hacia su querido suegro son tan dulces como la miel, este relato fue un deleite señor! Nos paseaste detrás de Ariel y nos dejaste en la línea de cal, con todas las ganas de definir el partido.
ResponderEliminarMuy bueno lo de Cabañas, y hasta puedo ir más allá y pensar que el Torino era de él o aprovechar el comentario de su suplente compañero y asegurar que una palabra justa vale más que el vamo vamo que ganamos que se ve en el túnel antes de salir a la cancha.
Muy bueno el Carlitos!