La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

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sábado, 29 de mayo de 2010

El regalo de don Atilio

“Hay veces que no alcanzan las palabras”. Vicente se dio cuenta de esto cuando Atilio, el abuelo del gordo Chiarenza, le regaló sus primeros botines. En aquellos tiempos los Fulvencito eran algo así como el calzado de privilegiados para los pibes del barrio. Cuando los recibió en aquella bolsa de Casa Tía, Vicente los apretó contra el pecho y se fue corriendo a su casa a mostrárselos a su mamá. En el camino gritaba sin parar, le agradecía a Don Atilio por tanda bondad. Los gritos de ese pibe con botines nuevos se escucharon en todo el barrio, así como se escuchaban los pelotazos que daban contra la pared de al lado del campito donde se hacía las veces de local cuando algún equipo proponía el desafío.
Cuando llegó la noche, Vicente se sentó en la puerta de la casa, ahí justo en el escaloncito de material que hace unos días había hecho su papá. Justamente a él lo esperaba. El Chueco (así se lo conocía en la cuadra) era uno mas de esos hombres sin rostro que todos los días viajaba temprano al centro, enlatado, compartiendo el viaje con miles de rostros que cada día se multiplicaban. Pero a pesar de todo, cuando llegaba a su casa, tenía energías para levantar a su hijo y tirar algunas paredes desde la vereda hasta la cocina, ahí donde los esperaba Bety, la mamá de Vicente.
Esa noche, cuando el Chueco apareció en la esquina, Vicente sintió como si su corazón se le saliera del cuerpo. Corrió a toda velocidad, como un wing que quiere llegar al fondo para encontrarse con la pelota delante suyo y con chanfle de afuera hacia adentro ponerle la pelota en la frente al centro delantero. La bolsita de Casa Tía flameaba en el aire cual banderín que va a ser entregado al capitán del equipo contrario.
Al llegar a su papá, el pequeño saltó y se colgó como quien festeja con el compañero a quien le había prometido dedicarle el gol. Fue entonces cuando intercambiaron las primeras palabras en este ansiado encuentro:
- Hola hijo! No sabés la noticia que tengo para darte!! – dijo el Chueco con un tono misterioso.
- Mirá Papá, mirá! - gritaba Vicente sin dejar de saltar. Don Chiarenza me regaló unos botines, mirá …
La cara del Chueco se transformó. Inmediatamente abrazó a Vicente y le dijo:
- ¿Y qué esperás para ponertelos? Los tenés que ablandar para el domingo.
- Pero … si el domingo no hay partido … el campeonato empieza el mes que viene, pá.
Fue ahí cuando el Chueco volvió a tener esa mirada misteriosa, como quien quiere alargar la sorpresa pero no puede contener la alegría, tal vez porque es demasiado para guardarlo para después.
- Recién vengo del Club. El domingo vienen dos equipos de Ferro a jugar a nuestra cancha. Dicen que quieren ver a los chicos del barrio porque llegó el comentario que hay muchos pibes con condiciones.
- ¿En serio? ¡Vamos todavíiiia! – Vicente volvió a dar saltos gigantes ante la atenta mirada de su padre.
- Lo que nadie sabe es quien hizo llegar el comentario hasta Caballito, porque así de un día para el otro llamaron al Club y avisaron que el domingo están acá a las 10 de la mañana con dos equipos para jugar. Pero eso lo de menos, hay que prepararse … dale, te juego una carrera hasta casa!!!
Antes de la cena, el Chueco fue hasta la casa de don Chiarenza y le agradeció por el gesto. Atilio, amable como siempre, lo abrazó y le dijo que su Vicentito se lo merecía, por buen pibe. Así que una vez terminado el agradecimiento, el Chueco volvió a su casa.
Esa noche, Vicente no paró de pensar. Se veía con sus botines nuevos, con la número nueve en la espalda violeta de la camiseta del Alumni, su querido Alumni. Se veía perseguido por camisetas verdes que lo miraban mientras él se acercaba al área. Hasta escuchaba los gritos de Pepe pidiéndole que se la pase: “dale, dale que estoy solo, pasaala …”
Daba vueltas y vueltas en la cama, pensando cómo iba a ser su primer partido con los botines nuevos.
- Los tendría que probar mañana – pensaba.
- ¡No, qué boludo! Mañana es sábado, tengo que ir a catecismo!! La puta madre!
Y si no voy, mamá me mata y no me van a dejar jugar el domingo.
Para cuando pensó esto, ya estaba sentado en la cama, mirando donde había dejado los Fulvencito. Tenía ganas de lustrarlos, pero se dio cuenta que todavía no los había usado, no valía la pena, así que los puso más cerca de la cama, se acostó boca abajo y dejó un brazo colgando, con la mano apoyada en los botines. Así, con su tesoro bien custodiado, se entregó al sueño. Tal vez soñando podría imaginar todas las gambetas necesarias para el domingo.

Era domingo por la mañana, el Chueco y Bety tomaban mate en la cocina. El silencio que compartían mientras miraban por la ventana se interrumpió con un ruido extraño que se acercaba por el pasillo que llevaba a la pieza de Vicente. Fue entonces cuando lo vieron: camiseta violeta de Alumni, shorcito y medias blancas y … los Fulvencito! Con los pelos revueltos y la cara típica de un chico con botines nuevos se acercó al padre:
- ¡Vamos a la cancha, pá … vamos!
- Pará, pará campeón, hay que desayunar primero! Le contestó el padre mientras le acercaba la taza de mate cocido.
- Te preparé unas tostadas con manteca como te gustan – le dijo la mamá con ese tono de voz que tienen las madres cuando uno se siente tan ansioso.

El desayuno familiar siguió en silencio, salvo por el ruido de los tapones de Vicente galopando en el piso. Por la ventana se veían unas nubes oscuras que parecían preocupar al Chueco. Claro, si se largaba a llover …chau partido y ¿qué hacía con las ganas de Vicente de estrenar los botines que le regaló don Chiarenza?
Una vez que terminaron de desayunar, llenaron la canasta con galletitas, termo, mate, y un bidón de jugo de naranja y salieron los tres caminando para la cancha. A medida que se acercaban, Vicente caminaba más rápido, hacía un trotecito, levantaba las rodillas, pateaba una pelota que no estaba…
Al llegar a la esquina de la cancha, Vicente vio a sus compañeros y emprendió una carrera veloz que incluyó un salto para cruzar la zanja que rodeaba a la cancha de Alumni. Y ahí se perdió, entre tantas caras felices con sus compañeros de equipo, que como él no veían la hora de empezar a jugar.

Cuando llegó la hora del partido, el Chueco vio a Vicente parado en la mitad de la cancha preparado para empezar el juego y no pudo contener la emoción. Lo veía tan feliz, con tantas ganas de jugar para estrenar sus botines que se acordó inmediatamente de don Atilio Chiarenza y le agradeció en silencio. Abrazó a Bety que no paraba de apludir y se preparó para disfrutar.
Del otro lado de la cancha, donde estaban los de Ferro, Don Atilio Chirenza charlaba con el Director Técnico de los de Caballito, pero el Chueco no lo había visto.
Y en la mitad de la cancha estaba Vicente: camiseta violeta, shorcito y media blancas, los Fulvencito a punto de tener su primer partido, los pelos revueltos por el viento y con la cara típica de un chico con botines nuevos.
Las nubes negras de la mañana desaparecieron, dándole lugar a un sol radiante que iluminó a toda la ansiosa gente del barrio que esperaba rodeando toda la cancha. Nadie quería perderse el partido.
Fue entonces cuando el pibe se miró los botines, miró para los costados, y con una sonrisa movió la pelota para que empiece el juego.

9 comentarios:

  1. Muy bueno Pacua. Me acuerdo: "Y para pibes cancheritos, botas y botines, Fulvencito...". Lo tengo en la memoria pero no tengo la menor idea de si estaban todavia cuando era chico. Creo que duraron hasta los `80, no se si mas. Cuando todavia cada regalo era magico, un recuerdo imborrable..

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  2. QUE BUENO. FUE ASI COMO EMPEZASTE VOS HUGO? O ES PURA IMAGINACI{ON? LA VERDAD ME GUSTO MUCHO. TE FELICITO!!!!!!

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  3. Gracias Edu por la foto!
    Tuve unos así, igualitos, aunque no es de mí de quien escribo, Laura. Pero es una historia que se ha repetido y se repetirá siempre en nuestro país. Cambiarán las marcas, los modelos, cambiará el fútbol mismo ... pero el sueño de los botines propios y las ganas de usarlos hasta en los sueños seguirá por generaciones.

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  4. EL ALQUIMISTA JV31 de mayo de 2010, 5:19

    Muy emocionante. En mi época usábamos los botines Sacachispas, que tenían una protección en los tobillos en forma de pelota de fútbol (protección era mucho decir porque los botines eran de goma). Otra observación: noto cierta obseción en los comentarios de LEV en relación a conocer si los relatos del blog son historias verídicas, ¿porqué?

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  5. Yo técnicamente también tuve unos, en realidad Carlitos Nieto como era hijo del panadero y tenía plata tenia dos pares. Unos como los de la foto y otros negros y blancos. Me prestaba estos últimos y yo me sentía Gambetita Latorre. Buenísimo Pacua!!! Se me pianta un lagrimon, con que poco tocábamos el techo con las manos

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  6. En mi barrio y en mi epoca, lo maximo en calzado deportivo eran las flecha azules con puntera de goma blanca. Habia uno que jugaba en patas,(el negro Andres) que tenia el cuero tan duro que si le ponias cordones a los pies descalzos casi que parecian botines de verdad. Yo tuve mis primeros botines con tapones cuando empece a jugar con "murmullo"luisito y el "pincha" carletti en el C.A.I. NO me acuerdo quien me los paso(eran usados y me quedaban 2 numero mas grandes) pero yo los lustraba antes de cada partido hasta hacerlos brillar como nuevos. Son buenos los relatos que te permiten hacer volar los recuerdos... Grande Huguito!

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