Cuando le dijeron lo que tenía que hacer, pensó que iba a estar bueno pasar un sábado distinto después de casi 2 años de correr en el servicio de emergencias detrás de heridos de bala, accidentados, tipos con sobredosis y otras cosas por el estilo que pasan los fines de semana. En eso, Boston es una ciudad como tantas otras, a pesar de su desarrollo económico y cultural.
Para Sally, pensar que iba a tener la mañana del sábado libre para llevar a Jhony y Maggie a pasear al Boston Commons, ya era todo un hecho que la ilusionaba y la alegraba por anticipado. Le habían dicho que tenía que estar en el lugar indicado a la 1 PM y que seguramente a las 6 PM ya iba a estar de vuelta en su casa. La posibilidad de una noche de sábado, despatarrada frente al televisor, comiendo pochoclos junto a sus dos hijos que hace rato le reclamaban una noche de sábado para ellos, la llenaba de entusiasmo.
Después de todo, ella mucho no entendía para qué tenía que hacer lo que le habían dicho. Tampoco le importaba. Confiaba en su jefe, el Dr. Thompson, que siempre la había aconsejado bien desde que entró en el Massachusetts General Hospital cuando solo tenía 21 años. Parece mentira que ya habían pasado 15 años. En ese hospital conoció a Frank al poco tiempo de ingresar. Todavía lo recuerda con su impecable guardapolvo blanco, sus manos siempre limpias y con las uñas perfectamente cortadas, su sonrisa seductora. El ya era un prometedor cirujano, hijo de un matrimonio de prestigiosos médicos que le permitía desenvolverse en ese ambiente con total soltura. Desde que se vieron por primera vez, Sally supo que ese joven y apuesto doctor iba a ser su esposo. Y aunque ella era una simple enfermera recién recibida, la hermosura de Sally deslumbró a Frank y en poco tiempo se casaron. Jhony y Maggie nacieron enseguida, pero la diferencia social entre Sally y Frank comenzó a ser un obstáculo insalvable. Cuando a Frank lo nombraron jefe del área de cirugía, ya el matrimonio con Sally había llegado a su fin. Frank al poco tiempo empezó una relación, que hasta hoy dura, con una Dra. no tan linda como era Sally, pero que le sentaba mejor a su condición social. También es cierto que Sally ya no era la misma de hace 15 años. Los dos embarazos habían producido en Sally un cambio en su físico que no la favoreció. Aún conservaba sus hermosos ojos claros y el pelo rubio, pero los kilos demás acumulados, ya no pudo bajarlos.
Apenas entendió lo que tenía que hacer. Lo que pasa es que el hombre que le explicó, con una mezcla de portugués e inglés chapuceado, solo le dio unas pocas instrucciones. Apenas el lugar, el horario, la persona que tenía que buscar y por donde tenía que salir. Nada más. Muy poco para algo que parecía ser muy importante. No para ella, pero si para esos hombres que la convocaron junto con el Dr. Thompson a uno de los edificios más imponentes de Beacon Hill. Con medidas de seguridad que ella nunca había visto y en un ambiente tan secreto que la hacía pensar que evidentemente lo que ella tenía que hacer era muy delicado y trascendente.
El sábado a la mañana se sentía inquieta. Jhony había pasado toda la noche con fiebre y aunque ahora estaba bien, no quería irse y dejarlo con la vecina del 2ºC que siempre le daba una mano para cuidar a los chicos cuando ella la necesitaba. Pensó en llamar al Dr. Thompson y pedirle que busque a otra enfermera del hospital para que haga lo que le habían pedido hacer a ella. Total no era tan difícil si seguramente la persona que tenía que ir a buscar no conocía a ninguna de sus compañeras y no le iba a extrañar que fuera una u otra. Iba a esperar hasta las 11 AM y lo iba a llamar. Pero antes de la hora, a las 10,45 AM escuchó ruidos de frenada frente al edificio donde vivía y vió por la ventana que cuatro hombres con traje bajaban de dos autos y llamaban a su departamento.
Los atendió y cuando le dijeron que venían para llevarla al lugar que le habían indicado, ya no pudo negarse y entonces llamó a la vecina del 2ºC para que se quedara con sus hijos. Comenzó a cambiarse lentamente, porque tampoco era cuestión de ir de cualquier manera y aparecer desarreglada ante millones de personas. Eligió su guardapolvo más blanco y como la cruz era celeste pensó que quedaría vistoso si se ponía algo en el pelo del mismo color. Encontró un sujetador del mismo tono que la cruz y se lo puso sosteniéndole su pelo rubio. Recién cuando llegó la vecina, besó a sus hijos y bajó con los cuatro hombres que no decían ni una sola palabra.
A la 1 PM en punto llegó al lugar que le habían indicado. El Dr. Thompson la esperaba un tanto nervioso y también estaba con aquel hombre, maduro y elegante, que con extraño idioma mezcla de portugués con inglés, le había dicho lo que tenía que hacer. A los pocos minutos, el Dr. Thompson y el hombre maduro salieron y Sally se quedó sola. Escuchaba el griterío y calculaba que ya debería faltar poco. Sin embargo los minutos pasaban lentamente y ella pensaba en la fiebre de Jhony. De repente entró el Dr. Thompson agitado y le dijo que se preparara, que ya tenía que entrar. Le recordó que lo hiciera rápido, antes que se dispersen, que buscara a la persona que le habían indicado y que sonriendo (sobre todo le habían indicado eso, que pareciera simpática y despreocupada) lo tomara del brazo y lo sacara por la puerta H; nada mas que eso y después podía irse a su casa.
Cuando se empezó a escuchar el griterío que anunciaba el final, Sally entró rápidamente al campo de juego del Foxboro, ubicó al jugador con la camiseta blanca con rayas celestes y el 10 en la espalda, lo tomó delicadamente del brazo y le hizo una sonrisa. El hombre también le sonrió, la tomó de la mano y le dijo algo que ella no entendió pero que le sonó agradable. Se fueron caminando lentamente, como si fuera el paseo que había programado por Boston Commons, y cuando entró por la puerta H, ya estaban esperando el Dr. Thompson con un grupo de personas que se lo llevaron por un pasillo. A los pocos metros, el jugador se dio vuelta, la miró con una sonrisa triste y le tiró un beso con sus dedos, y Sally le devolvió una sonrisa que esta vez le salió espontánea.
Todavía no eran las 6 PM y por suerte todo había salido como le habían dicho. Sally salió a la calle y tomó el primer taxi que venía. Una sensación de alivio y de angustia la invadió en ese momento. Se sintió aliviada porque todo había salido bien y el Dr. Thompson seguramente la tendría en cuenta para el próximo ascenso. Pero también estaba angustiada y no sabía si era por la fiebre de Jhony o por aquella sonrisa triste que tenía aquel jugador, que iba lentamente por el pasillo, con el diez en la camiseta.
AUTOR: R.D.Para Sally, pensar que iba a tener la mañana del sábado libre para llevar a Jhony y Maggie a pasear al Boston Commons, ya era todo un hecho que la ilusionaba y la alegraba por anticipado. Le habían dicho que tenía que estar en el lugar indicado a la 1 PM y que seguramente a las 6 PM ya iba a estar de vuelta en su casa. La posibilidad de una noche de sábado, despatarrada frente al televisor, comiendo pochoclos junto a sus dos hijos que hace rato le reclamaban una noche de sábado para ellos, la llenaba de entusiasmo.
Después de todo, ella mucho no entendía para qué tenía que hacer lo que le habían dicho. Tampoco le importaba. Confiaba en su jefe, el Dr. Thompson, que siempre la había aconsejado bien desde que entró en el Massachusetts General Hospital cuando solo tenía 21 años. Parece mentira que ya habían pasado 15 años. En ese hospital conoció a Frank al poco tiempo de ingresar. Todavía lo recuerda con su impecable guardapolvo blanco, sus manos siempre limpias y con las uñas perfectamente cortadas, su sonrisa seductora. El ya era un prometedor cirujano, hijo de un matrimonio de prestigiosos médicos que le permitía desenvolverse en ese ambiente con total soltura. Desde que se vieron por primera vez, Sally supo que ese joven y apuesto doctor iba a ser su esposo. Y aunque ella era una simple enfermera recién recibida, la hermosura de Sally deslumbró a Frank y en poco tiempo se casaron. Jhony y Maggie nacieron enseguida, pero la diferencia social entre Sally y Frank comenzó a ser un obstáculo insalvable. Cuando a Frank lo nombraron jefe del área de cirugía, ya el matrimonio con Sally había llegado a su fin. Frank al poco tiempo empezó una relación, que hasta hoy dura, con una Dra. no tan linda como era Sally, pero que le sentaba mejor a su condición social. También es cierto que Sally ya no era la misma de hace 15 años. Los dos embarazos habían producido en Sally un cambio en su físico que no la favoreció. Aún conservaba sus hermosos ojos claros y el pelo rubio, pero los kilos demás acumulados, ya no pudo bajarlos.
Apenas entendió lo que tenía que hacer. Lo que pasa es que el hombre que le explicó, con una mezcla de portugués e inglés chapuceado, solo le dio unas pocas instrucciones. Apenas el lugar, el horario, la persona que tenía que buscar y por donde tenía que salir. Nada más. Muy poco para algo que parecía ser muy importante. No para ella, pero si para esos hombres que la convocaron junto con el Dr. Thompson a uno de los edificios más imponentes de Beacon Hill. Con medidas de seguridad que ella nunca había visto y en un ambiente tan secreto que la hacía pensar que evidentemente lo que ella tenía que hacer era muy delicado y trascendente.
El sábado a la mañana se sentía inquieta. Jhony había pasado toda la noche con fiebre y aunque ahora estaba bien, no quería irse y dejarlo con la vecina del 2ºC que siempre le daba una mano para cuidar a los chicos cuando ella la necesitaba. Pensó en llamar al Dr. Thompson y pedirle que busque a otra enfermera del hospital para que haga lo que le habían pedido hacer a ella. Total no era tan difícil si seguramente la persona que tenía que ir a buscar no conocía a ninguna de sus compañeras y no le iba a extrañar que fuera una u otra. Iba a esperar hasta las 11 AM y lo iba a llamar. Pero antes de la hora, a las 10,45 AM escuchó ruidos de frenada frente al edificio donde vivía y vió por la ventana que cuatro hombres con traje bajaban de dos autos y llamaban a su departamento.
Los atendió y cuando le dijeron que venían para llevarla al lugar que le habían indicado, ya no pudo negarse y entonces llamó a la vecina del 2ºC para que se quedara con sus hijos. Comenzó a cambiarse lentamente, porque tampoco era cuestión de ir de cualquier manera y aparecer desarreglada ante millones de personas. Eligió su guardapolvo más blanco y como la cruz era celeste pensó que quedaría vistoso si se ponía algo en el pelo del mismo color. Encontró un sujetador del mismo tono que la cruz y se lo puso sosteniéndole su pelo rubio. Recién cuando llegó la vecina, besó a sus hijos y bajó con los cuatro hombres que no decían ni una sola palabra.
A la 1 PM en punto llegó al lugar que le habían indicado. El Dr. Thompson la esperaba un tanto nervioso y también estaba con aquel hombre, maduro y elegante, que con extraño idioma mezcla de portugués con inglés, le había dicho lo que tenía que hacer. A los pocos minutos, el Dr. Thompson y el hombre maduro salieron y Sally se quedó sola. Escuchaba el griterío y calculaba que ya debería faltar poco. Sin embargo los minutos pasaban lentamente y ella pensaba en la fiebre de Jhony. De repente entró el Dr. Thompson agitado y le dijo que se preparara, que ya tenía que entrar. Le recordó que lo hiciera rápido, antes que se dispersen, que buscara a la persona que le habían indicado y que sonriendo (sobre todo le habían indicado eso, que pareciera simpática y despreocupada) lo tomara del brazo y lo sacara por la puerta H; nada mas que eso y después podía irse a su casa.
Cuando se empezó a escuchar el griterío que anunciaba el final, Sally entró rápidamente al campo de juego del Foxboro, ubicó al jugador con la camiseta blanca con rayas celestes y el 10 en la espalda, lo tomó delicadamente del brazo y le hizo una sonrisa. El hombre también le sonrió, la tomó de la mano y le dijo algo que ella no entendió pero que le sonó agradable. Se fueron caminando lentamente, como si fuera el paseo que había programado por Boston Commons, y cuando entró por la puerta H, ya estaban esperando el Dr. Thompson con un grupo de personas que se lo llevaron por un pasillo. A los pocos metros, el jugador se dio vuelta, la miró con una sonrisa triste y le tiró un beso con sus dedos, y Sally le devolvió una sonrisa que esta vez le salió espontánea.
Todavía no eran las 6 PM y por suerte todo había salido como le habían dicho. Sally salió a la calle y tomó el primer taxi que venía. Una sensación de alivio y de angustia la invadió en ese momento. Se sintió aliviada porque todo había salido bien y el Dr. Thompson seguramente la tendría en cuenta para el próximo ascenso. Pero también estaba angustiada y no sabía si era por la fiebre de Jhony o por aquella sonrisa triste que tenía aquel jugador, que iba lentamente por el pasillo, con el diez en la camiseta.
(Gracias por el aporte) Leer más...