El hombre mira una vez más el reloj, y como hace dos minutos se siente por enésima vez un imbécil. "¡Cuántas cosas podría estar haciendo en este momento!" piensa y se sumerge en una nueva cebada de su único compañero de la tarde. Ni siquiera ese rayo de sol que se cuela por las cortinas blancas puede detener su nueva espera. Pero todo esto lo decía por el simple hecho de estar ante una situación de incertidumbre. Ángel no soportaba lo extraño, lo imponderable.
Ella todavía no aparece, pero él sabe bien que en cualquier momento aparecerá y ya todo cambiará su rumbo. Sólo falta conocer con qué nuevas ideas irrumpirá en la escena.
Ángel quiere que el encuentro sea mágico. De la misma manera que lo hace con su cabello canoso, con raya al costado, ordenó cada objeto sobre la mesa con precisión envidiable. Los sillones están simétricamente enfrentados, hasta parecieran tener brazos que intentan alcanzarse. La luz es la mínima indispensable, una mezcla de intimidad y secreto pero con la suficiente claridad para no perder ningún detalle, ningún movimiento. Hasta el entorno parece comprometido con este encuentro; los automóviles pasan a escasa velocidad, no hay ningún vendedor de pochoclos y pirulines, el colectivo pasa como si sus pasajeros estuvieran en esos micros sin techo, paseando como turistas ante alguna maravilla urbana.
Ya pasaron quince minutos desde la última señal y el reloj se acerca a la hora indicada. Ángel mira su teléfono para corroborar que el encuentro se llevará a cabo como estaba planeado. A esa altura de la tarde no resistiría una desilusión. Hace 1 año que no la veía. Sí, hace doce meses que estaba desesperado por contemplarala, disfrutarla como la primera vez. Nadie es tan paciente ni tan poco sentimental cuando se trata de su primer amor.
Se escuchan unos pasos acercándose. Sólo Ángel podría ser capaz de detectar y adivinar que eran de ella. Sandra se acercaba al lugar del encuentro, y de sólo pensarlo lo envolvían sus propios nervios al pobre Ángel. Una vez más iban a estar frente a frente. Una vez más iban a fundir sus miradas y a buscar en el otro un gesto que hable más que mil palabras.
En el momento en que Sandra se acerca al living, Ángel sube el volumen del televisor y la hinchada de Chacarita en primer plano festeja por la vuelta del equipo a su remodelado estadio. Ahí donde Ángel había pasado cada tarde de domingo (o sábado, o lunes o martes) alentando a su equipo. En el mismo lugar donde conoció al "Chueco" Martinez, hermano de Sandra quien ahora era su esposa. La misma que le permitió casarse con la bandera del funebrero atada en el cuello, y que ahora lo miraba como si se tratara de un extraño.
Ella no dejaba de mirarlo. Él tampoco. Sandra buscaba en Ángel un gesto de humanidad y que de una vez por todas se diera cuenta que estaba a su lado. Ángel miraba como habían quedado las plateas, qué "cómodos" estaban los de la popular y se acercaba al televisor cuando la cámara enfocaba de cerca a los hinchas de Chaca, por ahí veía a alguno de sus "secuaces".
Pero nada.
Ni Sandra lograba la atención de su marido, ni Ángel lograba encontar a sus amigotes en medio de miles de camisetas tricolor. Claro, el "pelado" Nuñez estaba en el cumpleaños de su hija menor; "tato" Heredia se había ido de pesca con el "oso" Brizuela y el "pájaro" Lopez estaba de vacaciones.
Por eso no había tres docenas de facturas en la mesita, por eso los sillones estaban acomodados, por eso Ángel esperaba el partido solo, y tal vez, sólo digo tal vez, por eso Sandra ya se había resignado. Ya había colgado su saquito de hilo negro, se había soltado el cabello y se estaba sacando el maquillaje mientras murmuraba por una nueva derrota de domingo por la tarde.
Y eso que el partido recién comenzaba.
Autor: Grafo (Hugo P.)
Ella todavía no aparece, pero él sabe bien que en cualquier momento aparecerá y ya todo cambiará su rumbo. Sólo falta conocer con qué nuevas ideas irrumpirá en la escena.
Ángel quiere que el encuentro sea mágico. De la misma manera que lo hace con su cabello canoso, con raya al costado, ordenó cada objeto sobre la mesa con precisión envidiable. Los sillones están simétricamente enfrentados, hasta parecieran tener brazos que intentan alcanzarse. La luz es la mínima indispensable, una mezcla de intimidad y secreto pero con la suficiente claridad para no perder ningún detalle, ningún movimiento. Hasta el entorno parece comprometido con este encuentro; los automóviles pasan a escasa velocidad, no hay ningún vendedor de pochoclos y pirulines, el colectivo pasa como si sus pasajeros estuvieran en esos micros sin techo, paseando como turistas ante alguna maravilla urbana.
Ya pasaron quince minutos desde la última señal y el reloj se acerca a la hora indicada. Ángel mira su teléfono para corroborar que el encuentro se llevará a cabo como estaba planeado. A esa altura de la tarde no resistiría una desilusión. Hace 1 año que no la veía. Sí, hace doce meses que estaba desesperado por contemplarala, disfrutarla como la primera vez. Nadie es tan paciente ni tan poco sentimental cuando se trata de su primer amor.
Se escuchan unos pasos acercándose. Sólo Ángel podría ser capaz de detectar y adivinar que eran de ella. Sandra se acercaba al lugar del encuentro, y de sólo pensarlo lo envolvían sus propios nervios al pobre Ángel. Una vez más iban a estar frente a frente. Una vez más iban a fundir sus miradas y a buscar en el otro un gesto que hable más que mil palabras.
En el momento en que Sandra se acerca al living, Ángel sube el volumen del televisor y la hinchada de Chacarita en primer plano festeja por la vuelta del equipo a su remodelado estadio. Ahí donde Ángel había pasado cada tarde de domingo (o sábado, o lunes o martes) alentando a su equipo. En el mismo lugar donde conoció al "Chueco" Martinez, hermano de Sandra quien ahora era su esposa. La misma que le permitió casarse con la bandera del funebrero atada en el cuello, y que ahora lo miraba como si se tratara de un extraño.
Ella no dejaba de mirarlo. Él tampoco. Sandra buscaba en Ángel un gesto de humanidad y que de una vez por todas se diera cuenta que estaba a su lado. Ángel miraba como habían quedado las plateas, qué "cómodos" estaban los de la popular y se acercaba al televisor cuando la cámara enfocaba de cerca a los hinchas de Chaca, por ahí veía a alguno de sus "secuaces".
Pero nada.
Ni Sandra lograba la atención de su marido, ni Ángel lograba encontar a sus amigotes en medio de miles de camisetas tricolor. Claro, el "pelado" Nuñez estaba en el cumpleaños de su hija menor; "tato" Heredia se había ido de pesca con el "oso" Brizuela y el "pájaro" Lopez estaba de vacaciones.
Por eso no había tres docenas de facturas en la mesita, por eso los sillones estaban acomodados, por eso Ángel esperaba el partido solo, y tal vez, sólo digo tal vez, por eso Sandra ya se había resignado. Ya había colgado su saquito de hilo negro, se había soltado el cabello y se estaba sacando el maquillaje mientras murmuraba por una nueva derrota de domingo por la tarde.
Y eso que el partido recién comenzaba.
Autor: Grafo (Hugo P.)
Me encanto el cuento y dejo una frase para entender más:
ResponderEliminar"Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol"
Albert Camus (filósofo y novelista)
Firmado: el alquimista