La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

......Tu comentario es bienvenido!! (gracias)...........
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sábado, 16 de diciembre de 2017

EL OCASO DEL ENGANCHE



Vale admitirlo, alguna vez se le cruzó por la cabeza. Pero en el último domingo, las consecuencias del clasico, lo hacían pensar que era su última oportunidad de trascender, de hacer la bendita diferencia económica en su carrera. Lainez no encontraba su lugar. Casi la totalidad del campeonato lo había visto desde el banco. Y al equipo encima le iba bien, eran pocas las posibilidades de jugar. Banfield peleaba el campeonato y el equipo hacía un año y medio que se paraba 4-3-3, de esos 4-3-3 que se parecen más a un 4-5-1. Su puesto, el de enganche, no era necesario, siempre era la última alternativa de ingreso, eso, cuando rara vez le tocaba ir al banco de suplentes. Banfield jugaba como juegan casi todos los equipos en la actualidad, cuatro defensores con dos laterales rápidos que pasan al ataque, un cinco que cubre espaldas, dos carrileros de ida y vuelta incansable, un nueve definidor y dos wines picantes que muchas veces colaboraban más en defensa que en ataque. En ese dibujo táctico, Lainez no tenía dónde ubicarse, era un típico enganche lagunero, zurdo, lento de piernas, de buena pegada y de gran porte, el único detalle que no era común en los de su puesto.
Así que esa tarde, después del primer entrenamiento semanal del equipo, se quedó hasta que se fue el último de sus compañeros y lo encaró al técnico al borde del campo de juego.
-Esto no lo esperaba Lainez -le dijo Héctor Calcioni, el técnico de Banfield-. Pero debo decirle antes que nada, que el equipo necesita un jugador en ese puesto que pueda ocuparse de muchas cosas que usted no podría cumplir y no alguien que sea un parche de ocasión. Urrutia, el 3 titular se rompió los ligamentos, lo se. Pero necesito alguien que pueda jugar estos diez partidos y no me desarme la defensa. No es lo mismo, es una cuestión de enfoque, un dilema del punto de vista, de mi punto de vista en este caso. Ahora lo que nos hace falta es alguien que tenga experiencia en el puesto, que no desentone. Usted puede ejercitar sus indiscutibles habilidades en otro sector del campo.
- Don Héctor, quiero jugar. Tengo 29 años, pienso que se me acaban las posibilidades. Mi condición de enganche no puede ser un obstáculo -cuestionó Lainez-. 
- No es solamente un obstáculo. Puede ser, para el equipo, un agravante. 
- Considero que perfectamente puedo jugar de lateral, para empezar, soy zurdo. No hay otro zurdo en el equipo más que yo y Urrutia que se lesionó. Insisto que reconsidere por favor, la posibilidad de otorgarme el puesto. 
- Lainez, este país ha pasado muchos años de dictadura, exilio y muerte, actualmente, es un país democrático, o por lo menos mucho más democrático que aquellos años oscuros, usted tiene todo el derecho del mundo a pretender el puesto. Así como también en este caso, tengo derecho a decirle que no. La circunstancia puntual que me plantea es peligrosa, pese a que admiro esto de asumir valientemente su mishiadura y decidirse a retroceder en el campo, no es suficiente para obtener el puesto. Ocurre que el hecho de ser hasta ahora siempre enganche, no produce mayores ventajas para su postulación. 
- Pero tampoco produce inconvenientes, se que puedo adecuarme al puesto. 
- Planteadas así las cosas, en un marco democrático de tolerancia, como técnico y responsable de las tapas de los diarios del día lunes, también tengo el derecho a elegir el perfil de jugador apropiado para ocupar el lugar que hoy necesita el equipo. En otras palabras, Lainez, el equipo necesita nada más ni nada menos que un buen lateral. Que sea lateral, con alma y coraje de un lateral, y sobre todo, con una gran vocación de servicio. El equipo no necesita en ese sector a un respetable enganche devenido a menos que, por diversos motivos absolutamente explicables que no vienen al caso, esté dispuesto a jugar de tres. Debe darse cuenta Lainez, usted es enganche, no tiene nada de malo ser enganche. 
- En su sistema de juego, tiene todo de malo. 
- No es complicado de entender, creame. Su perfil no se ajusta al ideal que le resulta más conveniente para el equipo, no puedo, por una cuestión elemental de responsabilidad, aceptar su postulación. 
- Lo que me contesta es arbitrario, prejuicioso e injusto. 
- Probablemente, Lainez. Pero... ¿Usted cree realmente que puede cumplir con lo que me pide? No, lateral un carajo. Resignese y no insista más, usted no puede ser, está descartado, aunque me caiga bien. Por lo tanto, no me discuta entonces, Lainez, por favor no insista, porque me pone en una situación incómoda. Pero sobre todo le suplico que no se me regale, porque me hace mal. 
- No lo tome así, pero me parece que usted exagera. Hasta me parece que me está tomando el pelo. 
- No Lainez. Es mucho el camino recorrido juntos para que me diga eso. Acá estoy, hablando con usted cuando el entrenamiento terminó, cuando podría estar duchándome para ir a mi casa a rascarme los huevos. No quiero en ese puesto un jugador con ambiciones desmedidas, alguien que se sabe más del rol que está cumpliendo. 
- Su argumento es algo razonable, pero insisto, es prejuicioso y discriminatorio -dijo Lainez, algo abatido-. 
- Sigue agrediéndome y se equivoca. Cada vez que veo a un jugador jugando en un puesto que no es el suyo, me dan ganas de retirarme. Quiero jugadores que jueguen de lo que saben, y no experimentos improvisados. Insisto Lainez, usted tendría que agradecerme y guardarse la arrogancia del desdichado. No solamente debe agradecerme por mi paciencia y por los minutos de más que estoy dedicándole, sino por librarlo de algunas tareas que no le pertenecen y sé que usted nunca podrá hacerlas bien. 
- ¡No tengo arrogancia entrenador! Y le agradezco la paciencia de escucharme. Pero aca estoy, seguro de lo que necesito, pidiéndole una oportunidad de demostrarlo. ¡Pruébeme!. 
- Me seduce su seguridad, la confianza que se tiene, pero no me lo puedo imaginar a usted, suprimiendo sus ambiciones innecesarias de enganche, incorporando la vocación de servicio que tiene un lateral que se precie. 
- No hay aspecto del juego, ..... que yo no esté preparado para realizar, lo desafío a buscar una. 
- Pero qué bien, ahora el señor enganche me desafía. Y encima se le suben los humos de enganche a la cabeza. Jugar de lateral puede ser una tarea ingrata Lainez, veo por lo que me dice y cómo me contesta que realmente no está preparado. Usted cree que dice “Juego de lateral” y ya está. Un lateral que se precie jamás va a dar la raya, anticipa la acción ofensiva del delantero, gana en coraje y mentalidad los duelos del uno contra uno, obstruye la realización de paredes, debe estar dispuesto a ocupar espacios que sus compañeros de defensa abandonan, realizar coberturas y respaldos. Y algo fundamental, el lateral, jamás, por ninguna razón, se queja o mariconea. 
- Pero por favor señor Héctor...entienda de una vez, puedo hacer todo eso y mucho más. Necesito jugar, estoy preparado para asumir el desafío. Estoy en un momento crucial de mi vida, necesito abrirme nuevos caminos. No quiero irme del club, no quiero empezar a pasear de camiseta en camiseta sin destino. Estoy en el ocaso de mi carrera, separado y con tres hijos que mantener. Y en 12 años de trayectoria, no pude hacer una diferencia económica. Mi representante me puede ubicar de lateral a fin de año en un club Ruso. Tiene todo arreglado. Tampoco es facil par mi asumir todo lo que le estoy contando. Permítame demostrarle que estoy a la altura de las circunstancias. 
- Lainez, si lo pongo, nadie en el equipo lo va a respetar. Un enganche devenido a tres, pienselo. Encima usted mide 1,87mts, hizo mas goles de cabeza que de zurda, no tiene velocidad, y las lagunas... ¿Qué hacemos con sus lagunas típicas de enganche? De tres, una laguna, es un gol en contra. Terminemos acá, no insista más. 
- Insisto porque no me convence. 
 - Si lo pongo de tres, sus compañeros van a pensar que fracasó como enganche. Y los pibes de la reserva van a pensar que prefiero poner a cualquiera antes que a aquellos que se vienen preparando durante años en el puesto.Ya me lo imagino Lainez, en la primera de cambio, cuando le salga una oportunidad, lo veo queriendo salir jugando, queriendo tirar un cambio de frente y haciendo cagadas. Estamos primeros Lainez. Sabe usted lo que le cuesta estar primero a este Club... Es así, Lainez, el fútbol profesional muchas veces es una mierda. Yo no puedo velar por sus intereses, resulta que el señor se le acaba la carrera y yo tengo que acceder a su capricho y perjudicar al tres de vocación, al lateral de alma que espera su oportunidad. Usted no puede birlarle el puesto a un compañero por mero capricho. Yo se que es un hombre de valores, no se entregue tan fácilmente y confíe que más temprano que tarde le va a ir muy bien, todavía le queda hilo en el carretel. -agregó Calcioni, dándole la mano para dar por finalizada la charla-. 
- Listo señor, entiendo lo que me dice y gracias por tomarse el tiempo de darme sus explicaciones. Lo único Don Héctor, necesito poder servirle al equipo en algún lado. Tengame en cuenta. Entiendo sus dudas, pero quizá, en algún entrenamiento en la semana, pueda ubicarme en algún otro lado que le sirva al equipo...No lo molesto mas. Chau... 
- Espere Lainez. Tengo quizá una solución... ¡El Turco sigue siendo su representante? Usted es alto, de gran porte, y de buen juego aéreo... En el último partido nos empataron con dos goles de cabeza en el área... Si corro a Quique Sanchez de tres. ¿Como se ve de seis? Hablelo con el Turco, capaz los rusos con un compiladito viéndolo a usted en defensa agarran...¿no? Y si eso pasa, no se olviden de mi...
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jueves, 17 de agosto de 2017

SUBTERRANEO

Hacía muchos años que no viajaba en el subte de Buenos Aires. Había olvidado el submundo subterráneo. Allí, el tiempo no se detiene, hay muy pocos minutos para permanecer quieto, solo los que transcurren entre el paso de un tren y otro o los cortos viajes sentado o parado, entre estación de ascenso y de descenso. Después, el tiempo continuo transcurre caminando pasillos, subiendo y bajando escaleras, trepando y bajando de los trenes. Lo nuevo de este subtransporte de Buenos Aires es la modernidad de sus nuevas estaciones, con diseños similares a las de algunas de las capitales más importantes del mundo y muchos artistas urbanos, nueva expresión que reemplaza al ciego que tocaba la armónica o al viejito y su remendada guitarra. Los artistas urbanos del subte incorporaron la tecnología y sus instrumentos y voces suenan muy bien en la acústica de algunos pasillos y estaciones. Mini recitales de dos, o a lo sumo tres temas entretienen a un auditorio agradecido por mitigar la espera entre tren y tren o el viaje entre estación y estación. Pero esta nueva imagen choca con la profundización del problema de siempre, la marginalidad y la pobreza que se hace visible, pese a los muchos que agachan la cabeza ante el pedido de una monedita por parte de los pobres urbanos. Son los excluidos de la sociedad, alojados en viviendas precarias, en barrios cercanos al centro de Buenos Aires y que arrastran chicos en su periplo diario en busca de ayuda. Y allí aparece la dicotomía, mucha gente premia a los artistas urbanos, probablemente en el convencimiento de que reciben una contraprestación e ignoran el pedido de limosna de los pobres urbanos, porque naturalmente no reciben nada a cambio. Es el doloroso funcionamiento del sistema económico en que vivimos. Era el jueves de la semana pasada, de un invierno particular en Buenos Aires, con temperaturas más altas, cielos nublados y probabilidades de lluvia que se estiran de un día para el otro, como afirmando la imposibilidad de la meteorología de predecir, con cierta seguridad, las condiciones del tiempo. Hacía mi viaje habitual en el subte de la línea H, de Once a Las Heras, en horas de la tarde. En el andén contrario al mío, del tren que va a la estación terminal Hospitales, vi una escena que me llamó la atención, dos chicos corrían delante de un hombre que tenía otro chico dormido colgado en un arnés muy cerca de su cuerpo. Todos comían mandarinas. Pasaron rápidamente hacia el final del andén atravesando los asientos de espera y pasando por alto un tacho con su respectiva bolsa de residuos. Recién allí, en la semipenumbra del comienzo del túnel de ingreso del tren, tiraron las cáscaras al piso. La reacción casi instintiva de una señora que esperaba el tren sentada a mi lado y que también observaba la escena, fue de indignación y en vos alta sentenció: "éstos no aprenden más, les ponés un tacho de basura al lado pero igual tiran la basura en el piso, todo lo quieren de arriba. Es un problema de educ..." Unos segundos antes, el hombre había dejado al niño casi dormido en uno de los bancos de espera y al ingresar el tren a la plataforma, cuando todavía no reduce la velocidad por su entrada a la estación, observamos que el hombre se tiraba abajo del andén, entre los gritos de los dos chicos mayores que estaban con él y los pasajeros que esperaban. Creo que todos sentimos el golpe seco del los cuerpo en las vías aunque no lo hayamos escuchado, luego, el leve movimiento del vagón cuando, como pegando un saltito, el hombre fue aplastado. J.V. (EL ALQUIMISTA) Leer más...

jueves, 6 de julio de 2017

ENCUENTRO EN LA PLAZA DEL BARRIO

Miguel hace ese camino todos los días, de mañana, con sol o con nubes. Y si no llueve mucho, también.
Pero todo arranca en su casa, a las seis o siete de la mañana, según sea verano o invierno.
 Le entusiasma salir a caminar, piensa que solo se necesita ropa adecuada y un buen par de zapatillas, es saludable y está al alcance de cualquier bolsillo.
Siempre va con sus auriculares conectados al celular para escuchar audiolibros o música.
Las primeras cuatro o cinco cuadras al salir de casa son en subida, después hay unas diez de terreno llano y las últimas dos con una leve inclinación hacia abajo, desembocan en la plaza. 
La plaza Las Perdices tiene aproximadamente veinte mil metros cuadrados (200 de largo por 100 de ancho). Trata de recorrer cuatro vueltas a buen ritmo alrededor de ella. 
Es de los primeros en llegar, aunque rápidamente los corredores y caminantes van ingresando al predio y encolumnándose uno tras otro. 
Su preocupación inicial es que todos van hacia el mismo lado, generalmente en el sentido de las agujas del reloj. Recuerda cuando vio la película Expreso de medianoche, donde se observaba una cárcel en Estambúl, y los presos, ya trastornados por el encierro y la locura, daban vueltas a una especie de fuente, todos a la misma hora y justamente en el sentido de las agujas del reloj. El hecho de interrumpir esa rutina era terrible para los presos que se violentaban con el transgresor que osaba cambiar. Imagina que lo mismo pasaría si cambiara de dirección en la caminata por la plaza. 
Se cruza con mucha gente, pero casi siempre están las mismas personas, algunas solas como él, otras en grupos que caminan o corren juntos. Ve a las tres o cuatro amigas que salen a caminar y ocupan todo el ancho de la vereda que circunda la plaza, cincuentonas y rellenitas que hablan constantemente. Pasan los corredores expertos, que se nota entrenan todos los días, lucen las camisetas de las distintas maratones donde han participado. También hay chicas lindas, con curvaturas y piernas que envidiaría cualquier mediática de la televisión. 
Pero hoy, al que ve más adelante es a su cardiólogo. Viene siempre con su esposa y camina más lento que él. Calcula que en cinco o diez minutos lo alcanzará. Lo había visitado tres días antes en su consultorio. Recuerda que luego de revisar sus análisis de sangre y orina y leer el informe del Eco-doppler que le realizaron, tomó su presión arterial y estaba un poco alta. 
- Tomate la presión en casa a distintas horas y vemos. Si no baja, agregamos algún medicamento, le dijo. Ya que casi siempre nos encontramos en la plaza, comentame ahí, en la caminata, como te fue. 
- Pero doctor, le contestó, ¿no le molesta que tan temprano le rompa los quinotos con temas de trabajo? 
- No, haceme una seña: pulgar para arriba, bajó la presión, pulgar para abajo sigue arriba. 
- Bueno, nos encontramos allá y le cuento. 
- Ah, eso sí, en la plaza no atiendo por obras sociales, dijo sonriendo. En el momento del cruce, Miguel le hizo la señal con el pulgar hacia arriba. Ahí fue donde sintió un fuerte dolor de pecho que lo dobló en dos. 


ENCUENTRO EN LA PLAZA DEL BARRIO (VERSIÓN SUBJETIVA)
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viernes, 30 de junio de 2017

DEBAJO DE LOS TRES PALOS

“Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”.
Albert Camus, arquero y escritor.


Quien no se preguntó alguna vez, que motiva a ese tipo estar ahí, custodiando su soledad, su destino cambiante y su propio abismo. Quien no se lo pregunto, cuando de repente lo miramos, distantes, diferentes, bufones, dignos y solemnes. Ese artista solista en medio de una banda que de vez en cuando lo deja tocar. El niño, el muchacho aislado, pero rodeado de una multitud expectante de su soledad. Todos los demás se ocultan, aparecen y desaparecen, mientras este ermitaño cubierto por guantes y amor propio, debe permanecer atento a la espera de algún ataque fulminante o pelotazo hiriente que lo haga protagonista.
Quien no se pregunta qué motiva a ese joven, ser arquero. Un puesto individual en un deporte de equipo. El que viste distinto, en medio de camisetas que se reconocen. El que entrena diferenciado, mientras los demás se sincronizan en un solo conjunto. El único que puede utilizar las manos, en un deporte en el que nos maravillamos con las habilidades que nos brindan pies ajenos. 
Debajo de los tres palos es el guardián de pecados y errores ajenos. Guardián del egoísmo de sus delanteros, de los deslices de vanidad de sus mediocampistas, de los traspiés de sus defensores. Allí está para impedir los goles, para impedir la fiesta ajena. Debajo de los tres palos, el uno en su espalda, el uno consigo mismo, condenado a estar siempre atento, cuando muchos dejan de estarlo. 
Eduardo Galeano, escribió sobre Camus, el “arquero escritor” en su libro El fútbol a sol y sombra: “En 1930 Albert Camus era el San Pedro que custodiaba la puerta del equipo del fútbol de la Universidad de Argel. Se había acostumbrado a jugar de guardameta desde niño, porque ese era el puesto donde menos se gastaban los zapatos. Hijo de casa pobre, Camus no podía darse el lujo de correr por las canchas: cada noche, la abuela le revisaba las suelas y le pegaba una paliza si las encontraba gastadas. Durante sus años de arquero, Camus aprendió muchas cosas: ‘Aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser lo que se dice derecha’. También aprendió a ganar sin sentirse Dios y a perder sin sentirse basura, sabidurías difíciles, y aprendió algunos misterios del alma humana, en cuyos laberintos supo meterse después, en peligroso viaje, a lo largo de sus libros”. 
Sabemos algo los que jugamos y sentimos el fútbol. Lo natural, lo instintivo es darle a la redonda con los pies. La vocación de atajar puede darse por múltiples motivos e historias, y ahí está lo interesante del pibe que decidió ser arquero, esas múltiples historias que finalizaron en una volada de palo a palo para sacarla al córner. 
De chico, la decisión de ser arquero es generalmente por descarte: "Vos, gordo, andá al arco". También predomina la evasiva y la excusa de no querer ser: “un gol cada uno… " “Quien todavía no atajo…”. 
La “arqueridad”, en cambio, se vincula quizá a un cierto grado de madurez como alguna vez reflexiono Juan Sasturain. Madurez de haber aceptado sus limitaciones. Porque la verdad, supongo que ningún niño decidió ser arquero si jugando era un fenómeno. Hay que tener cierta madurez y fortaleza mental para aceptarlo. ¿O cuantos jugadores de futbol conocemos que jamás aceptan sus limitaciones y piensan que son más de lo que son? 
El que ataja es porque se aceptó rápidamente. Aunque sea un poquito. Y aceptarse es tener conciencia de que se puede trascender en el juego que se ama de otras formas y también asumir que se puede perder seguido, en cada jugada. El arquero apuesta siempre y no tiene empate. Tanto el gordito que se banca las puteadas porque no le salió al habilidoso que venía con pelota dominada, como el vocacional que la perdió en un lujo y también es masacrado sin piedad, ambos aprenden de entrada eso de "el puesto más ingrato". Como el referí, el arquero suele ser bueno cuando pasa inadvertido, cuando hace fácil lo difícil, cuando simplifica. Se repara en él cuando se equivoca y su error no es suyo solamente: todos los demás lo pagan por él y él paga por todos. 
Riquel Romalme, el reconocido neurocientífico de La Universidad de Astrorgen, al oeste de Moustreal, después de decenas de estudios y varios años observando guardametas, dice al respecto: “Se dice equivocadamente que el rol del arquero es muy narcisista, ayuda también a veces que lo ponen en ese lugar ciertos periodistas. Es cierto que es el que salva y el que hunde. Quizá tiene veinte atajadas extraordinarias pero le pifia en un centro y pasa a ser el responsable de la derrota. Con semejante sube y baja, no hay posibilidad de ser narcisista. Seguramente serán muchos más los partidos en que va a ser etiquetado como culpable que como salvador. Es así que la fortaleza anímica debe estar muy desarrollada para bancarse los sinsabores del puesto, las críticas de los sabios de siempre y hasta de los propios compañeros. En síntesis, se debe trabajar mucho fuera del campo de juego para que el arquero pueda tener desarrollado un elevado grado de concentración, de aceptación de responsabilidades, de tolerancia a la frustración y de manejo de las presiones. Debe aprender una lección fundamental: no existen las pelotas fáciles. No es bueno tener mucha confianza ni tampoco muy baja. En el fútbol siempre se buscan culpables: el árbitro siempre está a mano, es el más fácil, pero ellos ya están preparados para eso, nunca tuvieron hinchada propia. Un paso atrás del árbitro, está el arquero, al cual muchas veces esos que lo quieren e idolatran, lo pueden llegar a despreciar de un momento a otro.” 
Continua su explicación, el mejor neurocientífico de todos los tiempos: “Nosotros hace veinte años que trabajamos con arqueros de distintas nacionalidades. Apuntamos a que digan en voz alta: ´no estoy acá de casualidad´, ´lo estoy haciendo bien´, ´sigo concentrado aunque la pelota esté lejos´, ´no me debo relajar´; frases de ese estilo para que estén activos aunque no les llegue la pelota”. Finalmente el Doctor Romalme, quien detalla que utiliza tests para conocer los miedos del arquero y luego trabajarlos, explica: “Al ser un puesto tan individual, existe mucho miedo a fracasar, a equivocarse, a no dar lo que se espera de él. Lo que más trabajamos es el fenómeno de lo que yo llamo ‘Dejá Vú’,el error que queda en la memoria inmediata mientras transcurre el partido. Quien supere el fenómeno “Dejá Vú”, tiene resuelto gran parte de su carrera”. 
Así es que llegamos a esta historia, la historia de Federico. Su primer gol, cuando recién empezaba a jugar al fútbol en el club del barrio, había sido un gol en contra. Cuando todavía no entendía las reglas del juego, su primer festejo en el fútbol había sido en contra de su propia valla, en contra de su equipo y sus compañeros. Lejos de entristecerse por esta situación, se enfureció para siempre con aquel arquero que tendría que haber impedido su error. Cuando le explicaron que el gol era en el otro arco, miró sobre su hombro y vio a su compañero que debajo de los tres palos le reprochaba haberle anotado mientras iba a buscar la pelota adentro. Lo miro y lo siguió mirando largo rato, sin entender como no había podido evitar su humillación. ¿Como podía ser que ese muchacho robusto no había podido atajar aquel débil remate que lo hizo blanco de burlas durante el resto del día? Contuvo bronca e impotencia durante los días que le tocó volver al club, pero ya había tomado una decisión. 
Apenas tuvo la oportunidad de volver a entrenar con sus compañeros, le dijo al técnico: 
-Quiero ir al arco. 
 El técnico le explicó: 
-Mira Fede, ya hay un arquero, está Pablo, vos de defensor podes jugar, lo haces bien. 
A lo que Federico contestó inmediatamente: 
-No importa, puedo esperar mi oportunidad. Quiero atajar, quiero ser arquero. 
Así fue que casi el primer año de empezar a jugar al fútbol se lo pasó mayormente en el banco de suplentes. A los pocos entrenamientos en su nuevo puesto ya tenía méritos para ser titular, pero la madre Pablo, el arquero titular, era la tesorera del club y no había forma de que sacaran a Pablo para que él pueda atajar alguna vez un partido entero. Hasta que llegó aquel día que cambió todo. Su equipo se enfrentaba con el primero del campeonato y Pablo se comió diez goles. Esto no alcanzaba para sacarle el puesto, pero al décimo tanto se largo en llanto y tuvo que entrar hasta su mamá a consolarlo mientras gritaba: - ¡No quiero atajar nunca más! 
Desde ese día Federico se paró debajo de los tres palos para siempre. Pero los destinos suelen salir a pasear solo para dar vuelta a la manzana, y las historias a veces se repiten para recordarnos que quien no cree en los caprichos del destino, este vendrá a darle un bofetada para humillarlo. 
Federico logra después de mucho atajar y esperar, llegar a primera. Debuta en la Primera del Club Atlético Ituzaingó a los 16 años. A los 18 siendo una promesa consolidada, lo compra uno de los equipos denominados grandes del fútbol argentino. Pero pasa largo tiempo en el banco, debido a que el titular era quizá, uno de los mejores arqueros que tuvo el fútbol de nuestro país. Un arquero empecinado no solo en ser el mejor, sino en quedarse en el mismo club largos años. Federico vuelve a repetir su historia y espera en el banco su chance, espera lo que alguna vez espero de chico, que se repita la oportunidad de ser el titular, como en su infancia. En algún momento, un traspie, una transferencia, un retiro anticipado, estaba seguro, le iba a brindar lo que anhelaba. Pero este presente no se parecía en nada al pasado de su niñez. 
Durante casi 15 años fue suplente del mismo arquero. Un arquero único, que casi no se lesiono, que tuvo el récord de ocho años seguidos sin faltar un minuto. El destino cruel se reía de su suerte y lo condenaba a una espera eterna que renovaba en esperanzas efímeras cada fin de año. Solo cuando por fin se retira del fútbol el arquero titular, Federico encuentra la chance de atajar seguido, pero ya tenía avanzados 33 años. Le había llegado la hora de demostrar las cualidades que lo destacaban, pero pronto se daría cuenta que su largo letargo en el banco de suplentes lo transformaron casi en un arquero amateur, un arquero de entrenamientos. Atajo quince partidos seguidos como el nuevo titular y su rendimiento fue tan malo que en un partido contra Talleres de Córdoba, sus propios hinchas le tiraron de la tribuna una mano ortopédica. La presión que sentía de atajar con publico fue tal, que no podia rendir como sabía. Ese mismo partido el equipo venía de una racha perdedora tal, que sus hinchas provocaron incidentes en su propio estadio, por lo que se condenó a jugar al club sin público el resto del torneo. Paradojas del destino, los 13 partidos que se jugaron hasta finalizar el torneo con la cancha vacía, Federico fue figura. Esos partidos, mantuvo el arco invicto, con atajadas memorables que muchos recuerdan como casi imposibles. Eso lo puso en las tapas de los diarios y en rumores de transferencias a Europa pese a su avanzada edad. 
Terminaba el año y las noticias confirmaban la vuelta de los hinchas a la cancha en el inicio del nuevo torneo del año siguiente. Y para sorpresa de muchos, paralelamente anunciaban también que Federico se retiraba del fútbol profesional. Los que lo conocían sabían o intuían el porque, pero nadie dijo nada. Esa fue una de las múltiples historias debajo de los tres palos, que hay que contar, que hay que buscar... 
Los demás jugadores pueden equivocarse feo una vez o muchas veces, pero se redimen mediante alguna gambeta espectacular, un pase magistral o un disparo certero. El arquero no tiene esa suerte, la multitud no perdona al arquero. ¿Salió en falso? ¿Se le resbaló la pelota? ¿Fueron de seda los dedos de acero? Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la desgracia. Te equivocas una vez y perdiste el partido, te equivocas una vez, y te putea todo el mundo, podes ser la figura del partido durante 89 minutos, pero te comes un gol y pasas a ser el peor del mundo. Aunque no lo crean, muchos piensan que eso es lo lindo de ser arquero. Lo hermoso de la pasión de atajar, es que es un desafío que se construye día a día, un aprendizaje minuto a minuto dentro y fuera de la cancha... 
Quién le quita a los arqueros bordear el límite de suerte y verdad de dejar a vida en cada pelota. La sensación de libertad al estirarse por completo al tratar de que la pelota no entre en el arco. El buscar a cada instante el amado objetivo de contener el esférico con sus manos antes que cruce la línea de meta. 
Tuve la oportunidad de preguntarle al protagonista de esta historia sus motivos. El protagonista en tiempo real y protagonista en tiempos pasados y futuros que imagine e inventé para este cuento y estas reflexiones. 
Le pregunté a Federico que le gustaba de ser arquero y porque había elegido ese puesto. Debo admitir que esperaba respuestas obvias. Respuestas del tipo “me gusta tirarme al piso” “me gusta agarrar la pelota con las manos”, “porque es el puesto más importante de la cancha”, “porque me sobran huevos para jugar ahí”, o la más simple “no se, ni idea”. Mi imaginación no salía de esas respuestas. 
Pero grande fue mi sorpresa cuando me dijo: “Me doy cuenta que debajo de los tres palos soy importante para el equipo, para mis compañeros. Vos me lo dijiste cuando empecé a atajar y lo entendí enseguida”. Ahi nomas me di cuenta, que todo lo que pensé que motivaba a un arquero, elegir ser arquero, no era lo que la mayoría intuye. Me di cuenta que ese individualista que se pensaba diferente, distinto a los demás, en un juego solitario dentro de un equipo de conjunto, era el primero que pensaba en sacrificarse por sus compañeros. No pude más que sonreír de orgullo para mis adentros, y pensar que Federico aprendió algo que a muchos les cuesta toda la vida entender. Como Albert Camus años atrás, aprendió a ganar sin sentirse Dios y a perder sin sentirse basura, cuando su vida recién está empezando, ya resolvió una gran parte de los misterios del alma humana, y esa enseñanza, se la debe al fútbol.
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martes, 2 de mayo de 2017

SOLEDAD ILUMINADA

Hace unos 28 años me jubilé y decidí irme a vivir lejos, al sur. Me jubile joven, pero casi por obligación. En la crisis de la Argentina que terminó en la hiperinflación del año 1989, yo trabajaba en una empresa dedicada a producir alimentos (!Gran puntería tuve en esos tiempos!). La empresa cerró dos de sus tres plantas y forme parte de los retiros “voluntarios” que empezaron ese año, y que me dejaron sin trabajo, sin posibilidad alguna de reincorporarme al mercado laboral formal. Tenía en ese momento 56 años, actualmente tengo 83. En ese momento, con 56 años, sin trabajo, viudo desde hacía una década, y con mi único hijo trabajando en Uruguay, decidí irme a una casa que había heredado de mi tío unos años antes, en el Bolsón, provincia de Río Negro en el sur de la Argentina. Allí con lo poco que me habían dado de mi retiro, más la ayuda de mi hijo, puse un pequeño almacén y fui muy feliz. Admito igual que El Bolsón no es para todos, tiene una energía particular que acepta o rechaza a la gente de una forma difícil de explicar. Cada día en El Bolsón, cada amanecer, emerge la bruma en el valle y la nieve cubre los cerros con su silencio. Cada noche, millones de estrellas alumbran sobre el techo negro en el que ese momento se transforman los cerros, vigilantes nocturnos de la tranquilidad absoluta. El silencio, la ecología, el respeto por la naturaleza, la historia viva de los pueblos originarios, y los métodos naturistas de alimentación se mezclan a gusto en El Bolsón. Fui realmente feliz esos años ahí... Mi pasado, el haber quedado viudo joven, la lejanía de mi hijo y las características del Bolsón, fueron las causas de una vida bastante ermitaña esos días. Disfrutaba la soledad, pero cuando uno va envejeciendo, la soledad es una oscura compañera. Pocas visitas, solo fiestas de fin de año o cumpleaños, cuando mi hijo se daba una vuelta por mis nuevos pagos, eran mi compañía programada año a año. No mucho más. Encima nunca me gusto la tecnología, siempre fui bastante reacio a los cambios, por lo que es difícil comunicarme con mi hijo y ver como mis nietos crecen, pero no puedo acostumbrarme a esas nuevas formas de comunicarse. No me gustan ni un poco. En este último tiempo todo cambió. Debido a algunos problemas de salud, problemas que me regalaron mis años de adicción al “pucho”, me fui de mi vida en el campo y tuve que volver a la ciudad, a mi barrio de toda la vida. El cigarrillo, ese amigo que me había acompañado tantos años ahora se convertía en mi enemigo. Nunca lo pude dejar. Ni siquiera cuando Natalia, mi mujer, quedo embarazada. Fue un embarazo no planeado, excusa si las hay, para convencerme de que no pude dejar el vicio de un momento a otro. Pero la verdad es que no pude dejarlo ni siquiera por mi mujer y mi hijo. Natalia dejó de fumar de inmediato, yo no pude. La ansiedad por fumar era grande, cuando tenía que pensar acerca de las finanzas de la casa que no alcanzaban, y así, iba encontrando otras excusas para convencerme a mi mismo. A los 40, cuando quede viudo con un hijo de 12 años, ya fumaba a todas horas y en todos lados sin parar. Así volví al barrio, situación que a esta altura no me agradaba demasiado, pero había sido mayor suerte resistir la venta por parte de mi hijo de la casa de toda mi vida. Era realmente tranquilizador volver a un lugar que conozco de memoria. Ya hace unos seis meses que estoy de vuelta y no he salido mucho. Estos problemas de salud me trajeron un miedo que me paraliza y no me deja pasear por las calles del barrio, ni siquiera hacer las compras necesarias de la semana. De la compras y de mi salud en días donde no la paso bien, se ocupa Anita, la señora que “me ayuda” en la limpieza de la casa, la cual me consiguió mi hijo para que no “haga malos esfuerzos” según sus propias palabras. Después de un verano con calor abrumador, hoy viernes, día soleado de Abril, tengo resuelto salir de travesía por las calles que rondan mi casa. Por lo menos ir a tomarme un café al Bar de la esquina, uno de los pocos negocios que han sobrevivido a mi ausencia. El Bar se encuentra a una cuadra y media de casa. Se que no va ser fácil llegar, a través de los años mis pasos se han convertido en “pasitos”, por lo que puedo llegar a tardar unos diez o doce minutos, con suerte, si no me canso. Son las cinco de la tarde y me decido a salir en busca de la aventura de volver a sentir el sol de otoño en mi piel y en mi cabeza, ya desprovista de pelos desde hace unos pocos años. Siempre tuve la capacidad de abstraerme en innumerables pensamientos cuando caminaba, o realizaba alguna actividad deportiva en épocas donde todavía podía hacerlas, así es que mientras daba esos “pasitos” al Bar, empecé a pensar como muchas veces en estos últimos tiempos en la vejez y en como iba a afrontar estos últimos años de vida con los graves problemas pulmonares que me acechan… La vejez siempre me despertó miedo. Lo asocio a la idea del deterioro y a la idea de la muerte cercana. Será porque no la estoy pasando bien debido a estos problemas respiratorios. No puedo imaginar la muerte, como imaginar lo que nadie te puede contar, esas cosas son las que más asustan a uno, lo que no se conoce. La muerte es ese desconocido que permanece silencioso, que nos acompaña, es invisible, hasta que lo vemos, lo conocemos y ya no podemos hablar de él. Esa espera, con algunos avisos previos de mi débil salud, hace que sea infinita. Pienso que nunca hablamos de la muerte realmente, solo cuando asistimos algún velorio se da la posibilidad. Pero en esos casos se comenta más de la vida del fallecido, que de su propia muerte de la cual estamos siendo testigos. Jamás pude hablar con nadie de mi muerte, ni de la muerte de otros amigos que se han ido antes. Debo estar viejo y necesitado de alguien que me diga o me mienta acerca de lo que viene, debe ser eso, o simplemente los largos minutos que llevo caminando hacia el Bar. Llego al Bar por fin, y veo de reojo como Anita me acompaña con la mirada desde la vereda de enfrente, seguramente órdenes de mi hijo que desconfiaba de este paseo. Como hace 30 años, como lo hice siempre, me siento al fondo mirando hacia la puerta. Desde ahí puedo ver todo lo que en él sucede. Quienes entran, quienes salen, donde se sientan, como son las personas que eligen ese instante tomarse algo en una tarde perdida de Morón. Recuerdo la última vez que estuve en este lugar, fue un domingo de lluvia, lo recuerdo bien porque todos entraban a refugiarse y esperar que pase el diluvio, la mayoría saliendo del trabajo con paraguas y sobretodos grises... Aca estoy de vuelta, muchos años después. Miro a mi alrededor, hay mucha gente, pero casi todas las mesas están ocupadas por no más de dos personas, muchas tienen solo una persona. Esto le daba al Bar, una gran impresión de soledad. No había ningún murmullo de conversaciones, solo la tele de la punta relataba noticias del clima en ese momento. Debido al esfuerzo que había significado llegar hasta ahí, y como llevaba mucho tiempo sin hablar con nadie que no sea Anita, fui midiendo con quien podía empezar una charla casual, pero el paisaje no era el mismo que años atrás. Estuve meditando un buen rato sobre cómo iniciar algun encuentro ocasional, pero cuanto más estudiaba las caras a mi alrededor, más difícil me parecía. Era como si nadie tuviera mirada, desde mi perspectiva, el mundo y el Bar en esos momentos se habían vuelto muy deprimentes. Se me ocurrió dejar caer mi bastón, pensé que tal vez una o dos personas se levantarán a recogerlo y me lo darían, pues soy un anciano, o al menos me dirian: “Se le ha caído el bastón” y podría iniciar alguna conversación de este modo. Aunque estos son los momentos que medito que si uno dejara de albergar esperanzas, se ahorraría un montón de decepciones. Por lo que no hice nada y me dedique a observar ese lúgubre panorama. Me di cuenta que aquel Bar de mis años, de diarios, conversaciones prolongadas, ajedrez, largos cafés y paquetes de tabaco, donde éramos testigos de plantones de parejas, el lugar donde la espera se debía pasar a base de paciencia y bastante permisividad de los camareros, ya no existía. ¡Hasta carteles de prohibido fumar había! Encontré que todos, absolutamente todos los presentes, aún los que estaban acompañados, miraban sus celulares. Como una mascota digital que se muere si no se la atiende y alimenta continuamente, ese Bar era una película de zombies, obnubilados en una pequeña pantalla, la cual no podía entender desde mi vejez, que les ofrecía. Había una pareja en un rincón. Los dos miraban su pequeño aparato y no se miraron en los casi veinte minutos que les mantuve una atención exclusiva. Pensé, que ambos estaban en otra charla a través de su aparato y lo compare con lo gracioso que sería si ella estuviera mirando por sobre su hombro, participando de la conversación de una mesa vecina, mientras él le hablaba. Si esto pasara, se diría que es una mal educada. Pero ahora es al revés, si uno está mirando esa pequeña pantalla, no solo se está manejando dentro de las normas sociales aceptadas, sino que se la considera una persona coherente, informada y actualizada. ¡Increíble! ¡Otro logro de la revolución digital! !Está de moda ser desconsiderado en estos tiempos! Indudablemente estas personas tienen la ilusión de que pueden estar en múltiples lugares al mismo tiempo. Pero mi sensación ahora viendo este panorama, es que el celular debe ofrecerles todo, pero también reclama subordinación absoluta. Resolví irme de ahí, con la pena de haber hecho el esfuerzo de salir de casa y terminar en esta depresiva realidad que me ofrecía el barrio donde pase casi toda mi vida. Me fui pensando, las experiencias únicas que esta generación va a perder. No sabrán jamás por ejemplo, la increíble aventura de ser mirado por una mujer en un bar, un viaje de tren o en la calle buscando alguna dirección. Las charlas casuales en almacenes, paradas de colectivo, filas de banco o con gente del barrio, cuando las esperas no hacen más que invitar a conocer a otras personas. Y así me fui, eché a andar los muchos miles de pasitos hasta casa. Ay, el mundo cambió demasiado para asimilarlo, pensé. Y llegando a mi destino resolví, que al día siguiente iba a tener que comprarme un celular o volver a pasar mis días con mi viejo amigo el “pucho” para que me acompañe hasta la recta final de mi vida y morirme nomas… Leer más...

sábado, 1 de abril de 2017

EL MECHA ORDOÑEZ

“Si, es verdad. Soy así. Pero le voy a decir una cosa señor periodista, porque estoy cansado de que me difamen. Así como sé que en algunas personas no cae bien mi forma de ser en el fútbol, yo sin ir más lejos, jamás he festejado un trancazo de atrás de algún jugador nuestro para cortar un contragolpe, justificado porque habíamos quedado mal parados. Le doy otro ejemplo señor, tampoco he celebrado feroces patadas por otro de los nuestros a la altura de las rodillas que merecía algún pibito habilidoso que nos tomaba el pelo con gambetas burlonas en el final de un partido. Tampoco alenté algún codazo rompedor de sonrisas de propaganda de dentífrico, aplicado por nuestro central a algún delantero bocón. Ni siquiera he aplaudido algún gol que alguno de los nuestros hizo en orsai o con la mano, para sacar ventaja de la mediocridad arbitral del fútbol argentino. En ningún momento alenté a aquellos que se sacaron la camiseta para festejar un gol, a los que levantaron los tapones más allá del empeine del contrario para hacer crujir algún hueso. ¡Escuche usted bien lo que le digo! Ni siquiera apoyé a jugadores que le mostraron un gesto impresentable a la tribuna propia o contraria, motivados por la revancha del momento. En toda mi trayectoria, no puede reprochárseme que incentive a aquellos que pisaron a un rival en el suelo solamente para lastimarlo, no señor periodista, podrán decir muchas cosas de mi forma de expresarme, pero nunca festeje ni celebre ninguna de esas cosas. Yo solo puteo. Pero puteo mirando a los ojos, de frente, y puteo solamente cuando tengo razón. No más preguntas por ahora. Gracias.” El Mecha Ordoñez no sabía de grises. Todo era blanco o negro. Era un futbolista macizo y enorme, enorme de inmenso, no solo porque media 1,95mts, sino porque pasaba las puertas de costado debido a su colosal cuerpo. Jugaba de 5, solo. Nunca le pudieron exigir el moderno doble 5. De todas formas, todos sabían que mientras más lejos tuviera el próximo compañero en la cancha, mejor era. Ordoñez custodiaba la mitad de la cancha como si en esa tarea le fuera la vida. Era temido por los rivales y respetado por los propios, respetado por el miedo que también le tenían. Su formidable entrega y estampa de caudillo, suplían los grandes defectos de su técnica con la pelota. Era una montaña humanoide lenta y compacta que, sin embargo, llegaba siempre a tiempo para cortar los contragolpes con una feroz elegancia. Sabía de sus limitaciones, por eso no perdía casi nunca la pelota. Robaba y tocaba, no cometía errores en el campo de juego. Su voz de mando gruesa y atronadora se oía con claridad desde los cuatro rincones del estadio diferenciándose de los murmullos habituales de la cancha y llegando siempre los insultos que propiciaba a su destinatario. Nunca escatimó pierna fuerte pero leal. Pero contrario a esto, tampoco escatimo agravio certero y desleal. Su colección de tarjetas rojas era más grande que la de sus trofeos. Su récord, llegado al ocaso de su carrera era de 57 rojas en 497 partidos. Era récord en el ámbito local, sin embargo, la mayoría de sus rojas, 48 de ellas, habían sido en los finales de partido. Se decía en el ambiente que cuando el resultado ya no estaba en riesgo el Mecha “se sacaba las ganas” y puteaba a quien lo había fastidiado todo el partido. Pero este detalle no afectaba para nada su popularidad con la hinchada. Julio Jacinto Ordoñez, apodado el “Mecha” poco tiempo después de su primera rabieta, ya en su primer partido en primera división había sido determinante. En un córner en tiempo de descuento, un cabezazo suyo de atropellada, había salvado al club del descenso. Jugo siempre en el mismo club, pese a tentadoras ofertas del exterior y de clubes grandes del ámbito local. Ordoñez jamás se lesionaba, había sido titular y capitán en los cinco campeonatos de la historia del club. Su etapa de entrega total como futbolista en ese club de los denominados “chicos”, ya llevaba 14 años. Era ídolo indiscutido. Sin embargo, los años pasan para todos y pese a que a principio de torneo había declarado que estos eran sus últimos partidos como futbolista, sus reiteradas actitudes hacia todo el ambiente del fútbol y la sequía de conquistas en los últimos años, puso de manifiesto lo que todos manifestaban por lo bajo, ya nadie lo soportaba. El gran problema era que el Mecha Ordoñez era un insultador serial, era más fuerte que él, y para peor, ya no distinguía entre rivales y compañeros. Insultaba a sus compañeros de equipo casi más que a sus rivales, y los despreciaba en todo momento. Los humillaba de manera continua, antes, durante y después de los partidos. Pero debido a su historia y pergaminos en el Club, nadie le contestaba. El último ejemplo fue lo que declaro hace unos meses, al final del primer encuentro del torneo: “este equipo mediocre repleto de jugadores medio pelo y sin huevos, me tiene podrido.” Dijera lo que dijera, ninguno le hacía frente. El Mecha era símbolo del club, una de las populares del estadio ya llevaba su nombre y había sido declarado ciudadano ilustre hace dos años en el Concejo Deliberante por voto unánime de todas las fuerzas políticas. La única vez que sucedió algo así en ese Concejo. Nadie jamás se entregaba tanto a una camiseta como él, por eso para los demás, compañeros, técnico y dirigentes, no quedaba otra que callar. De todas formas, a medida que habían pasaban los años, su verborragia se acrecentaba a limites difíciles de soportar para cualquiera que tuviera un par de orejas. Hacía rato que preocupaba el comportamiento descontrolado del capitán. Nadie sabía cómo llevar a buen puerto esta compleja situación. La mayoría callaba por miedo, porque encima las respuestas de Ordoñez a quienes se atrevían a enfrentarlo eran lapidarias. Algunos hasta se iban después del partido sin bañarse para que no les recriminara su compromiso en el partido finalizado. El ultimo antecedente de sus sobrias contestaciones se dio en medio del torneo pasado, con el equipo puntero. El DT Carlos Alvarenga y el subcapitán del equipo, el colorado Ramírez, sintieron que tenían en ese momento “espalda” para criticarlo por como venía el equipo en el torneo. Alvarenga y Ramírez por pedido de este, en los pasillos del club, siempre que podían lo desacreditaban por lo bajo con cuanto dirigente y periodista se cruzaban. Ordoñez se enteró y en la charla técnica de ese día, mirando siempre a los ojos al DT, dijo en la arenga previa a salir a la cancha: “Estamos solo un punto arriba del segundo y algunos se creen campeones, pese a que empatamos los últimos dos partidos. Pero les digo algo desde el fondo de mi ser, siento una profunda vergüenza por nuestra manera de jugar. Por todos ustedes, los que juegan y los que dirigen este plantel. Hable con varios hinchas, hasta hable con las familias de los que están aca presentes y la mayoría piensa igual. Cada vez que salen a la cancha, todos ellos terminan apagando el televisor porque les provoca un dolor horrible ver el miedo que les da la posibilidad de salir campeones. Basta de jugar como inservibles fracasados que deshonran la camiseta de este glorioso club. Pongan lo que Dios les dio y lo que el miedo les está privando poner. ¡Pongan huevo maricones! Quiero que cuando lleguen a casa puedan mirar a los ojos a sus familias, a su mascota, a su esposa, a sus vecinos y les digan, por fin puedo decir que soy hombre”. En ese mismo partido, una vez terminado el encuentro, también se ocupó de Ramírez cuando declaro a la prensa de manera cortante: “Ganamos, pero algunos no jugaron tan bien. Eso por suerte no se notó porque tienen puestos que si juegan mal no se nota, como por ejemplo el 4 que es de madera terciada. A ese además lo caga la mujer, pero como no nos atacaron por ese costado pasó desapercibido y menos mal que fue así, nuestro técnico estaba preocupado porque todo el mundo sabe que juega porque tienen el mismo representante. Salimos a jugar con un esquema tan conservador que si cruzábamos la mitad de la cancha teníamos la orden de devolver la pelota para que nos ataquen de nuevo. Hoy se ve que regalaban milagros y con un tiro libre desde lejos que rebotó en un contrario que boludeaba y descolocó al arquero, ganamos por la mínima. Eso fue de pedo apenas arranco el partido, a partir de ahí nos sentimos mejor y pudimos hacer lo que nos pidió el técnico, tirarla para arriba. No sabíamos qué carajo hacer con la pelota, nuestro DT se puso a improvisar, a cuidar el resultado y nos ordenó esperar que llegue el final del partido todos colgados del travesaño, algo que le gusta a este DT, colgarse.” Ni el técnico Alvarenga, ni Ramírez, ni los dirigentes del club le dijeron o reprocharon algo. Pero desde ese día, más de uno le juro venganza. Un año después, se disputaba un encuentro que no era un partido más, eran de esos partidos de los denominados fáciles que suelen complicarse, y encima estaba en juego después de mucho tiempo la posibilidad de un campeonato. Apenas arrancado el encuentro, después de que desbordaran a Ramírez como si no existiera, Ordoñez, con su estruendosa vos le dijo: ¡Ramírez, ponete el vestido de novia de tu vieja y disfrázate de la p…. que te pario! En ese instante Ramírez miro al árbitro como niño al que cansado que le hagan bullying, deposita esperanzas en quien puede. Y paso lo increíble, el árbitro en un ataque de valentía, le saco la roja a Ordoñez. Ordoñez se volvió loco y le recriminaba al árbitro que no lo había insultado a él, sino a su compañero. Pero todos sabemos que cuando la roja está en el aire, no hay vuelta atrás... Y aquí es donde vieron su oportunidad algunos que se la tenían jurada a Ordoñez. Una comisión encabezada por Ramírez y el presidente del club fue hasta el vestuario del árbitro en el entretiempo. Allí en una reunión secreta de la que pocos detalles se conocen, se acordó que el informe de la expulsión seria terminante. El árbitro redacto el informe, muchos dicen que ahí mismo y declaro que al momento de expulsarlo por haberlo insultado, Ordoñez le había dicho una cantidad de barbaridades que no se correspondían con un profesional, ni siquiera se correspondían con un ser humano, así arranco ese informe. En él detalla que amenazo a su familia, a sus mascotas, a su abuela moribunda, al mismísimo presidente de la nación y su esposa. Le dijo ahí mismo en la cancha que estaba en contra del aborto y que solo lo justificaba en el caso de su madre. Se declaro a favor de la dictadura militar, del libre mercado, de los presos políticos, de los atentados, hasta del abandono de mascotas; también le hizo saber que estaba de acuerdo con la despenalización de las drogas y en contra del matrimonio igualitario, mientras se despedía de la cancha con un saludo Nazi, algo que por cierto ninguna de las más de 30.000 personas que asistieron ese día vieron. Termina este nefasto informe, el funesto árbitro diciendo: “no puedo reproducir lo que Ordoñez también dijo de nuestro Papa Francisco, dejo esa sanción en manos del señor de los cielos, que en el mas allá, cuando todos seamos juzgados, decidirá las consecuencias de haber insultado de esa manera al Santo Padre”. El informe de todo lo dicho por Ordoñez estuvo firmado por veintinueve testigos: los cuatro árbitros, cuatro jugadores del equipo rival, dieciséis compañeros suyos de equipo, incluidos su técnico y ayudantes. Hasta lo firmo el DT del equipo rival, que en ese momento, maldita casualidad, era Alvarenga que después de su partida en el Club donde jugaba Ordoñez, justo ese partido dirigía el equipo contrario. El escándalo fue tal, que la sanción para Ordoñez fue de 63 partidos, casi dos campeonatos completos. Eran dos largos años sin poder jugar, obligándolo a un retiro forzado. Un retiro mucho tiempo antes del soñado y por supuesto, de la forma que no quería. Pero Ordoñez fiel a su costumbre no se quedó callado, después de conocida la sanción declaro en conferencia de prensa a todo el periodismo: “¡Debe decidir la multitud, los verdaderos hinchas probos, no aquellos hinchas que solo van de local y arrugan, hablo del hincha que la banca en todos lados, ese debe decidir si mi humanidad debe marchar a la ducha eterna del retiro! ¡Solo la justicia desinteresada del pueblo debe tomar esta injusticia dictaminada por unos pocos y marchar para pedir mi retorno! Y cuando vuelva, solo a algunos perdonare, la vuelta no compensará, el dolor que aún siento en mis carnes y mis tendones por lo que están haciendo esta manga de enucos culorotos. ¡Que Dios, que existe y es justo, se manifieste a través de ustedes, los hinchas! ¡Queda en ustedes esa voluntad! ¡Elijan forros! Que me expulsen para siempre del fútbol o tomar por las armas la Asociación del Fútbol Argentino, hacerles entender a los dirigentes quien manda y restablecer el orden”. Pasaron horas y algunos días, no hubo respuesta alguna ante el pedido público del Mecha Ordoñez. Los hinchas, siempre malagradecidos, todavía estaban enojados porque en el partido que lo habían expulsado, el equipo perdió la oportunidad del campeonato. Cuando Ordoñez se dio cuenta que sus palabras ya no motivaban y que nadie temía por lo que de su boca salía, se rindió. Luego de hablar con el único dirigente que todavía le dirigía la palabra, acordó su retiro y un partido despedida que se jugaría en dos años cuando finalice su sanción. Luego, salió por la confitería del club sin que nadie lo mirara siquiera y se fue maldiciendo bajito… Leer más...

martes, 14 de marzo de 2017

EL CIELO PUEDE ESPERAR



Hoy, 10 de abril de 2.167, el problema ya está descontrolado. Debido a la superpoblación mundial que venimos arrastrando desde hace cientos de años, los trámites para entrar a las puertas del cielo están colapsados. No hubo mucha información desde el purgatorio al respecto, pero los rumores son tan repetitivos que ya lo damos por sentado: la burocracia se apodero del reino de los cielos. Una vez muerto, el espíritu del fallecido debe esperar en la tierra, no menos de dos años para poder llegar a su destino final y descanso eterno. Esto trajo como consecuencia que en el planeta haya una gran cantidad de almas y fantasmas que están dando vueltas por el éter sin saber que hacer la mayor parte del tiempo. Este aburguesamiento de los espíritus, ha generado que causen gran cantidad de inconvenientes. Aparte de la superpoblación, otro punto importante en los atrasos a la entrada al purgatorio se debe a que los Ángeles se cansaron de los humanos. Les parece injusto estar siempre trabajando para seres que no hacen más que destruirse entre ellos. Algúnángel caído aseguro en una noche de borrachera que hasta se habían sindicalizado, y en vez de las 24 horas habituales, ahora solo trabajan seis. Y este sería otro motivo fundamental de los atrasos en el purgatorio. Recordemos que según el último informe del Vaticano, el purgatorio es un estado de “purificación no eterno”, por el cual tienen que pasar las almas que no están listas para ir directamente al Cielo. Pese a que las almas que llegan al Purgatorio ya están salvadas, solo luego de su purificación pasan al Cielo. Y esto es así porque al Cielo “no puede entrar nada manchado”. El Purgatorio funciona entonces como un lavadero automático de coches, un sitio de limpieza, de purificación, de depuración, para luego poder ver a Dios cara a cara y vivir en ÉL para toda la eternidad.En esa felicidad perfecta que llamamos Cielo. Como dijimos, en el más allá Dios, en su infinita misericordia, nos da la opción de saldar nuestros pecados, de purificarnos. El purgatorio es para aquéllos que no mueren tan mal como para merecer el Infierno, pero que tampoco mueren tan bien como para merecer el pasaje directoal Cielo.Podríamos resumir que es como una moratoria, no importa lo adeudado al momento de entrar en ella, pero si pagas y te pones al día, sos aceptado. Un problema no menor que han generado los atrasos, es que las almas pasan poco tiempo en el purgatorio. Debido al colapso, muchas de ellas obtienen purificaciones exprés, llegando al Cielo con dudosa validez de su purificación completa. Se dice que el Cielo ya no es lo que era tiempo atrás... Mientras tanto, en la tierra de los vivos, las almas y fantasmas están por doquier. ¿Porque decimos almas y fantasmas? ¿No son los mismo? No señor. Según la Universidad de La Matanza, se ha comprobado que el alma es una de las tres entidades del ser humano. Es la conciencia del hombre. En ella se hallan los instintos, sentimientos y emociones del ser humano. El alma es elpaso intermedio entre cuerpo yespíritu. Es por ello que nunca como ahora,numerosas almas desconcertadas no saben si seguir esperando el turno que les confirme la entrada al purgatorio o empezar a vagar las calles del planeta como fantasmas. La decisión de un alma de dejar ese estado vegetativo de espera y empezar a vagar por la tierra, la convierte automáticamente en fantasma. Años atrás no había tiempo de pensarlo, uno se moría e inmediatamente se hacia la luz y venían a buscarlo. Pero los retrasos complicaron todo. Ahora la espera ya no se la banca nadie y la mayoría prefiere convertirse en fantasma. Pero. ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de ser fantasmas? La ventaja es hacer de la espera, que será infinitamente más larga, una experiencia única de poder ver el mundo desde otra perspectiva. La desventaja queda clara después de un comunicado oficial del Reino de los Cielos: “solo van a tener prioridad de entrar al PURGATORIO, aquellos que todavía son almas puras, almas que esperan, que supieron esperar”. En términos prácticos, la cosa se divide como en cajas de supermercado. Hay mil cajas que atienden las entradas de las almas y solo 10 cajas que atienden la entrada de fantasmas. Las almas no pueden viajar, ni moverse, ni realizar ninguna acción; ni siquiera relacionarse con otras almas, solo se encuentran en un éter monótono consigo mismos, esperando el retrasado encuentro con San Pedro. Este gran aburrimiento trae como consecuencia que numerosas almas tomen la decisión de “fantasmear”. Y estos fantasmas posmodernos ya no son como sus antepasados que solo se manifestaban a la vida humana con esporádicas aparicionesentre las sombras, causando pequeñas descargas estáticas en la electricidad oa lo sumo, generaban de improvisto algunos cosquilleos en nuestra nuca. Al haber una gran cantidad de fantasmas dando vueltas, estos se la fueron rebuscando para hacerse notar, llegando a un nivel mucho más preocupante. Hay fantasmas en la localidad de Moreno que fueron apagando las luces del alumbrado público de las calles, haciendo de esta localidad el lugar más oscuro que se ha visto jamás. Las malas lenguas dicen que eligieron este lugar ya que no les costó mucho trabajo llegar al objetivo, la mitad del municipio ya estaba a oscuras cuando arrancaron su travesura. Otros espectros han colmado diversos recorridos de colectivo, como por ejemplo la Línea 670 que recorre todo el partido de San Martin. Este bondi recorre Villa Lynch, Villa Lanzone, San Martin (centro), Barrio Libertador y Loma Hermosa. Allí los espíritus, no se bajan nunca del colectivo, obligando a los pasajeros a viajar siempre parados, ya que ocupan la totalidad de los asientos. Es de destacar que lo hacen solo de lunes a viernes, lo que demuestra en ellos, un total desprecio por la clase trabajadora. Algunos “fantoches”, en la Avenida Estanislao Zeballos de Morón, cambian los colores de los semáforos para que cada vez que el transito pasa un semáforo en verde, el siguiente lo espere con un largo rojo a veces interminable. Aunque en este caso, algunos vecinos,aseguran que eso es culpa del municipio. Otros, los más crueles, se pasean por el cementerio Santa Mónica en Merlo y secan las flores de las tumbas apenas se van los familiares de los visitados, haciendo de este cementerio el lugar más seco y triste del conurbano. En el Barrio Ferroviario de Ituzaingó, algunos aparecidos que no han madurado ni siquiera en el más allá, juegan al ring raje. En este caso particular, debo decir, que casi ridículamente estos espírituslogran de alguna manera hacer sonar el timbre y que obviamente no corren, porque nadie que haya abierto la puerta los vio todavía. Pero los más peligrosos se encuentran en la zona sur del gran Buenos Aires.Estos pueden alterar a través de la energía negativa, cambios en la conducta de las personas. “Toma alcohol ahora”, “Come choripán ahora”, “Escucha música alta ahora”, “Drógate ahora”, “Ten sexo ahora”, son las ordenes preferidas de estos fantasmas que se divierten generalmente recorriendo partidos de futbol de amigos, obligándolos a realizar innumerables acciones deshonrosas antes de regresar a casa con sus familias… Claro que también, están los que sacan ventaja de cualquier tipo de situación.Hayun aprovechamiento de algunas personas que después se haber hecho algo que no correspondía, se excusan, asegurando que fantasmas los obligaron a hacerlas. Cosas inverosímiles son dichas por esta gente, buscando que se los salve de pecados y errores. Es poco creíble que un espíritu te ordene “estaciónate en doble fila”, más si son las diez de la mañana. Mientras tanto, los vivientes no se han quedado atrás. Desde hace un año, la policía ha encontrado una nueva manera de entrenar a sus agentes, de manera física y también psicológica. Ahora no solo se los entrena para combatir el delito con los seres vivos, sino también para enfrentar a delincuentes del más allá. Así es como se eligió como lugar de entrenamiento,la ex villa turística Villa Lago Epecuén, desde hace años abandonada, que se ubica en el partido de Adolfo Alsina, a casi 600 km de la Ciudad de Buenos Aires. Esta localidad sufrió una terrible inundación en el año 1985 que, con el pasar del tiempo, la hizo desaparecer literalmente bajo el agua, dejándola totalmente en ruinas. En este paisaje alejado de los grandes centros urbanos, a los agentes se los equipa con un medidor de CEM (Campo ElectroMagnético) que mide los cambios o alteraciones de los campos eléctricos circundantes que pueden indicar la presencia de un fantasma. Los uniformados deben entrar y requisar todo. A los reclutas se les da unos minutos para que estudien la distribucióndel lugar, rincón por rincón. El objetivo es “sobrevivir” a todos los obstáculos, y tratar de esposar algún espíritu u obligarlo a recapacitar acerca de las consecuencias negativas de delinquir en el másallá. Un fragmento del manual de entrenamiento que se “filtro” a la prensa dice: “Señor oficial, es de suma importancia que usted procure hablar con el/los espíritus. Pregúntele lo que desean, pero con tacto, con delicadeza. No los rete, no los provoque, no les haga bromas de mal gusto, no los insulte. Por su bien y el de todos, evite este tipo de conductas. Respete la privacidad de los espíritus, recuerde que antes que espíritus o fantasmas fueron personas, padres, madres, niños, etc. Pregunte cosas como: ¿Hay alguien aquí ?, ¿Por qué estás aquí ?, ¿Cómo te llamas?, ¿Cómo te puedo ayudar?” Y sigue: “Usted está obligado a ayudar a los espíritus. Cuando enfrente a uno, hágaselo saber. Dígale que es tiempo de que se vaya de ese lugar, que ese sitio ya no es su hogar y que ya no están atados a vivir aquí, que hay algo mejor detrás del umbral. Pídales de la manera más amable posible que se vayan al lugar donde están todos sus seres queridos esperándolos.” Expertos en criminología ya han planteado numerosas dudas de ser tan condecientes con los espíritus, pero saben que es mejor no hacer enojar a tanta energía junta, es imposible saber la consecuencia de esto si llegara a pasar. “Después de sólo tres pasos, mi linterna iluminó un esqueleto”, escribió un periodista que se le permitió probar el funcionamiento del nuevo Centro de Entrenamiento Policiaco AntiFantasmas (CEPAF). “De repente, el viento comenzó a soplar y había relámpagos dentro de una casa. Vi una sombra que aparecíaen medio de la lluvia torrencial. A mi izquierda, los gritos de una mujer me sorprendieron. La escuché llorar, y luego reír. Cuando me di vuelta, pude ve a través de una ventana, un cadáver femenino con el pelo largo y vestido de blanco estaba colgando de un árbol. Debo decir, no aguante y me puse a llorar como un niño”, le confesaba un recluta al mismo periodista al que se le permitió el ingreso. “La ciudad genera tensión, miedo, mejora la concentración y el equilibrio psicológico. La idea es que el sujeto pueda incorporar el elemento sorpresa y pueda resolver en un instante los pasos a seguir”, declaro días más tarde a la prensa el Coronel a cargo de los entrenamientos en el CEPAF. El entrenamiento de todas maneras no solo genera polémica, sino que también desconfianza entre la población en general, ya que los resultados han sido hasta ahora desalentadores. Solo fueron apresados sospechados de ser delincuentes del mas allá, una sábana que colgaba de una ventana, un mendigo que pedía limosna en el lugar equivocado, y un albino de pelo largo que compraba unos chicles en un kiosco cerca de la estación de Hurlingham. Leer más...

miércoles, 1 de febrero de 2017

UNA NOCHE DE GARDEL EN TIEMPOS DE LE PERA

Juan no lo sabía, pera ya eran sus últimos partidos. O por lo menos sus últimos partidos en esa etapa mágica. En su carrera había ganado y perdido, pero jamás sin elegancia. Nunca había abandonado tampoco su puesto. Era un dos silencioso, eficiente, exacto, puntual. No le molestaba jugar de último hombre, casi sin cruzar la mitad de la cancha. Ni siquiera lo inmutaba haber jugado casi 200 partidos sin haber hecho un gol. No perdía el sueño por más que la pelota estuviese en sus pies esos pocos segundos que cortaba avances de los contrarios. Él estaba para otra cosa. Juan creaba el quite, buscaba el tiempo justo para arrojarse con sus largas piernas flacas y como un cirujano extirpaba la pelota del delantero que seguía corriendo como si todavía la tuviera en su poder. Su presencia en el fondo era garantía, y si él no estaba, el equipo podía venirse en picada.
Debuto en el club nada menos que en un clásico y nunca más salió. Había llegado adonde quería llegar, jugaba donde quería jugar. Hasta había participado en un mundial. Eran tiempos de paz. Tiempos que cosechaba lo que había sembrado tantos años.
Los que lo vimos jugar no recordamos haberlo visto pegar patadas, dar manotazos o ponerles cara de malo a los jugadores que enfrentaba. El rosarino se había ganado la chapa de ídolo solo por su categoría para defender. Siempre a tiempo, nunca tarde, galera y bastón. Parado en el lugar justo y en el momento indicado. 
A los 32 años quería lograr lo que muchos buenos jugadores del club no habían podido lograr, un campeonato... El año anterior tenían todo para ganarlo y lo perdieron por penales. Este año estaba todo dado para dar la vuelta. Más de una década que no salían campeones y esta vez, llegada la mitad del torneo, iban primeros. El club era una olla a presión buscando explotar. 
Entonces llega ese partido en el que la sospechosa parsimonia del desarrollo, anuncian alguna desgracia en el horizonte. Irían, cuanto mucho, veinte minutos del segundo tiempo. Cero a cero, trabado en el medio, como siempre el equipo jugaba mejor que el rival, pero no mucho. Lo suficiente para sacar la mínima diferencia o no perder. Juan, el tiempista, el último hombre de la defensa, hacía lo suyo. Ordenaba. Cerraba. Trababa e iba al piso para quedarse con contragolpes de los rivales. Hasta ahí un partido más. Pero las hecatombes no se anuncian a través de señales contundentes. Aparecen, así, como si salieran del escondite, esperando el momento más inoportuno. Simplemente se inició cuando Juan salió a cortar una pelota dividida con el siete contrario, un petiso rápido y atrevido, que siempre amagaba por adentro y salía por afuera. Juan lo espero y cuando fue al piso pese a quedarse como siempre con la pelota, sintió como la rodilla seguía de largo y el dolor lo inundo… Grave lesión que iba a dejar al equipo diezmado en la segunda parte del torneo. Para colmo tal era la seguidilla de partidos de Juan sin faltar ni un minuto, desde hacía años, que el equipo solo tenía de recambio un par de pibes de las inferiores. Todo pintaba oscuro a futuro en la búsqueda del esquivo campeonato. 
Ese partido, como la mayoría, lo ganaron casi sobre el final con un gol de tiro libre del Chino. En la semana, el técnico un poco desorientado por la inesperada baja para el resto del campeonato de Juan, recurrió a un pibe de las inferiores que solo había jugado unos pocos minutos en su carrera y ya en los diarios era una polémica de todos los días. La apuesta era brava, ya que el próximo partido era el clásico. 
Era el turno de Luis, un pibe del oeste del conurbano bonaerense que había hecho todas las divisiones inferiores del club. Se venía el clásico y Luis no había sido ni una sola vez titular. Para mayores, debía reemplazar a uno de los mejores defensores del país. Todo esto sabia el viejo back central, que ya el primer día de entrenamiento de la semana se hizo presente, se llevó al pibe a un costado de la cancha y le charlo un inolvidable monologo de 45 minutos…: 
-No siempre es mirar la pelota pibe. El último hombre mira todo, tiene todo el panorama de cómo viene la jugada. Tenes que calcular el efecto que trae la pelota, distancia, velocidad y alternativa de quite. Intenta calcular donde va a caer la bocha pero no olvides el pique o rebote que es algo muy importante. Sino tenes en cuenta esto último la pelota te puede pasar por arriba dejando al delantero mano a mano con el arquero, vos sos el último escollo, el último soldado de tu equipo. 
Luis lo miraba con admiración y respeto, pero no le salían palabras… 
-Cuando quitas, mira a tu alrededor buscando opciones. Siempre la primera y la más cercana es la que tenes que elegir, son tus primeros partidos. La opción que tenes mas cerca pibe, entendelo. Escúchame bien, si robas la pelota y después se la regalas al contrario, no hay vuelta atrás. Ni en tu cabeza en lo que resta de partido, ni en la memoria del hincha. Es muy importante pibe, roba y pase corto. No te quieras hacer el Gardel, sos pendejo, ahora es robar y pase corto, robar y pase corto, grábatelo. Nada de hacerte el Gardel. ¿Sabes quién es Gardel nene no? ¿Si? Bárbaro. Bueno, nada que ver con lo que tenes que ser. Vos estas para ser Le Pera. ¿Sabes quién es Alfredo Le Pera? ¿No? Bueno, a eso voy. No te quieras hacer el Gardel, tenes que ser Le Pera. Fundamentales, pero detrás de Gardel. Nosotros los defensores somos eso. Deja que el Chino o Beto sean Gardel. Nosotros acompañamos pibe, somos el arranque, la puntada inicial, el poeta que empieza a crear para que defina alguno al que le toque ser Gardel ese día. Grábatelo, vos y tus alrededores, donde te muevas en la cancha, son Le Pera… 
Luis quiso meter un bocado, pero las palabras no le salían de la boca. Estaba por debutar en un clásico y su ídolo, el ídolo del club le hablaba como un par. 
 -Un 2 no puede arrugar. De ninguna manera te digo que vayas a partir a alguien o a jugarle sucio. Pero el pie, con fuerza, sin regalar nada. Ningún rapidito o gambetita puede ganarte trabando pibe. Ahí es blanco o negro. Ahí te recibís de último hombre, traba y dale vuelta la gamba, que la próxima vez, salte o se vaya para la otra punta. Como si fuera la última, así hay que ir todas las pelotas divididas. ¿Entendes pibe? Estas medio pálido… 
En seguida Luis abrazo al veterano defensor de mil batallas y conteniendo las lágrimas le dijo: 
-Me voy a jugar la vida en cada pelota señor, entendí todo. 
Luis debuto en el clásico, mostró un nivel y una seguridad que superó las expectativas de todos. Y encima en un puesto tan clave como el de primer marcador central. El club iba camino al título y los sueños de ambos defensores estaban al alcance de la mano. Pero faltando dos fechas, como nada de lo que cuesta o se añora puede salir sin sufrimiento, una derrota de local complica el campeonato. 
Llega la anteúltima fecha, partido de visitante y la obligación de ganar. El partido transcurre y la victoria hasta ahí estrecha le permite por ahora seguir soñando con ese campeonato. Pero el local está cada vez más cerca del empate y la mayoría espera que ocurra la lógica antes del final… 
Luis hasta ahí, había cumplido en los ocho partidos que transcurrieron, el manual del perfecto zaguero. Algunos aplausos bajaban de las tribunas cuando la tocaba, pequeños instantes, ya que Luis haciendo caso a su "consejero", largaba rápidamente la pelota al primero que se le acercaba. 
Faltando pocos minutos, la pelota se le va larga a un compañero y cae suave en el muslo derecho de Luis que achicaba espacios en la mitad de la cancha. Controla el pique y en vez de tocar inmediatamente, gira… Escucha los aplausos que bajan de la tribuna “Bochini” y se queda unos instantes más con el esférico en su poder… Faltaba únicamente buscar con la mirada al tres que ya se abría por izquierda o algún volante que se acercara a pedirla, para que pase el tiempo del juego. Pero entonces pasó lo que nunca había pasado antes. Luis bajó de nuevo los ojos y vio sus pies embarrados, su rodilla raspada, sus medias bajas, y la pelota radiante, reluciente, debajo de los viejos reflectores que parecían que solo a ella iluminaban. Los gritos desde el costado de la cancha le llegaron de inmediato ¡Lárgala, lárgala! Gritaba el técnico charrúa desaforado, al que el final del partido se le hacía interminable. Pero algo dentro de Luis tomaba forma. Cascini, el volante contrario, advirtió sus vacilaciones y se le vino al humo para atorarlo en su torpeza. Luis no pudo evitar bajar de nuevo la cabeza y volver a ver la pelota, como nunca hasta entonces, hasta enamorarse perdidamente de ella hasta el último rincón de su ser. Respiro profundamente y avanzo. Empezaba a entrar en la historia para siempre. Dejo atrás a Cascini, paso entre medio de Cravero y Mayo y cruzo el círculo central. Hamacó su cuerpo, balanceó su cadera inexperta, y dejó que el botín acariciara suavemente la pelota unos metros hacia adelante. El técnico ya sacado, tiro la botella de agua a un costado y le gritó que la tire al área. En eso sintió la mano de Juan, el veterano central que le dijo: déjalo que siga… Luis los miro un instante, sin prisa y con dejadez y siguió avanzando. Llegó hasta ¾ de cancha casi sin despeinarse y ya había dejado tres contrarios en el camino. Iba con la cabeza en alto, con el gesto sereno, con una libertad indómita que le nacía en el estómago y lo invitaba a seguir yendo. Cuando al fin le salió Baena el defensor central, Luis le amago hacia la izquierda y acomodo su cuerpo para la derecha, pero en su apuro inexperto la tiró algo larga, de modo que Bellini apuro su paso pensando que lo cerraba, seguro de llegar primero. Pero no, Luis se recuperó y cuando el arquero salía a achicar, la adelantó la derecha y casi yendo al piso como cuando robaba pelotas en el área de su propio arco y con la destreza de un delantero consumado, definió fuerte, por encima del arquero Moriconi. 
Sintió la luz de los flashes. Sintió los abrazos desaforados de sus compañeros. Y sintió la caricia abrupta de la historia. Era un gol maradoniano, era la borrachera soñada, ensordecedora, de los que juegan futbol cada fin de semana. Era la locura desatada y la confirmación de un campeonato seguro y esperado. 
Así, eufórico y extasiado, lo fue a buscar a Juan al banco de suplentes. Juan lo recibió y se dieron un abrazo como padre e hijo. Entonces Juan, el defensor de mil batallas, le dijo: 
 -¡¡Sos Gardel pibe!! ¡¡Sos Gardelito fenómeno!!
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miércoles, 11 de enero de 2017

EL PRIMER GOL DE FEDERICO

Hay un texto del Negro Dolina que siempre me marco a fuego. Describe a través de los Hombres Sensibles de Flores, al fútbol como el juego perfecto. Arengaban a respetar a los cracks del fútbol tanto como a los artistas o a los héroes. “En un partido de fútbol caben infinidad de novelescos episodios. Allí reconocemos la fuerza, la velocidad y la destreza del deportista. Pero también el engaño astuto del que amaga una conducta para decidirse por otra. Las sutiles intrigas que preceden al contragolpe. La nobleza y el coraje del que hincha sin renunciar. La lealtad del que socorre a un compañero en dificultades. La traición del que lo abandona. La avaricia de los que no sueltan la pelota. Y en cada jugada, la hidalguía, la soberbia, la inteligencia, la cobardía, la estupidez, la injusticia, la suerte, la burla, la risa o el llanto” Son muchas las dudas que uno tiene al tener un hijo, un hijo varón. El ochenta por ciento de esas dudas para los padres que amamos el futbol, es como jugara ese pibe cuando le toque entrar a una cancha. ¿Sera fuerte, hábil, noble, solidario, avaro, leal, inteligente o bruto? ¿Sera feliz o desdichado cuando juegue? Y la duda más cruel ¿Le gustara el fútbol? Eso es lo que me produce el texto del negro Dolina, la incertidumbre de la vieja frase “se vive como se juega”. La incertidumbre en definitiva de su tu pibe va a tener para su desgracia (eso pensamos los futboleros), los “pies redondos”… Hoy temprano, pensaba como el fútbol se ha convertido en el deporte del mundo. Ni hablar acá, en Argentina dónde es casi un ritual inamovible. Cada vez es más común ver como los clubes, profesores y padres apuntan a sus hijos con la esperanza de que se conviertan en estrellas. ¿Somos los padres el problema de que un pibe con capacidades llegue o no llegue? Eso me preguntaba cuando veía a mi hijo caminando a mi lado, yendo a averiguar qué días de practica tenía la “categoría 2004” en el club del barrio. He conocido muchos padres, en realidad la gran mayoría, que sienten la certeza de que sus hijos son mejores que cualquier otro, no se dan cuenta que como él hay miles. Piensan que su hijo es único, un fuera de serie, una potencia futbolística por descubrir. Y ojo de aquel entrenador que no sepa apreciar la calidad que tiene su hijo, y mucho cuidado con el que se atreva a interrumpir la brillante carrera. Pero cuando me toco hablar con el pibe-jugador, te das cuenta que es un niño y nada más. Con ilusión, con ganas de hacerlo muy bien, con sus cualidades y con sus defectos. Recuerdo de chico, en mis primeros pasos en el fútbol, no sabía qué hacer y cada dos por tres miraba a mi viejo para saber si estaba contento con lo que estaba haciendo. Ningún pibe a la edad de cinco, seis, siete años quiere que su papá quede decepcionado, ni siquiera pensar en defraudarlo. Por estos lares, donde la mayoría de los pibes empieza jugando al fútbol, donde la base de los que juegan es muy amplia, donde el camino final se va estrechando llegando muy pocos, hay obviamente numerosas decepciones. Pocos consiguen “llegar”. Pucha si son pocos los que llegan. Poquísimos… Obviamente quiero que mis hijos disfruten practicando deporte, que se relacionen con nuevos amigos y que vayan adquiriendo nuevas destrezas según pasa el tiempo. Pero en el fútbol es distinto. En el fútbol, muchos, confunden el juego con un deporte competitivo de adultos y volcamos en nuestros pibes todas nuestras frustraciones. Y ahí está la encrucijada en cuanto tu hijo empieza a jugar. Sabemos desde chicos que cuando empezamos a jugar al fútbol, según como jugamos, es una de las consideraciones que tenemos dentro del grupo de amigos. Eso también nos asusta como padres. Si tu hijo juega bien, pocos o ninguno abra que lo moleste, porque la consideración del grupo será alta si es buen jugador. Y será blanco fácil de futuras burlas si es un mal jugador. Ojalá que aquello que decidí, sin pensarlo si quiera un segundo, cuando empezó a dar sus primeros pasos, solo sea un obsequio de lo que uno piensa serán momentos únicos. Nunca le pregunte a mi hijo que deporte quería practicar, simplemente le regale una pelota y una camiseta. Di por sentado que le iba a gustar el fútbol, el mejor juego, el mejor deporte de todos. Con estas preocupaciones y reflexiones iba a ver el primer entrenamiento de mi hijo. Era jueves, y como todos los jueves desde hacía un mes a las seis de la tarde, la categoría 2004 entrenaba en el club del barrio. Federico espera con ansiedad y alegría, poder ir a aprender a jugar al fútbol. Todavía no entiende mucho las reglas del juego, pero disfruta pegándole a la pelota todos los días en el patio de casa. Está empezando a sentir dentro suyo toda la pasión que genera disfrutar del deporte por primera vez en su vida. El profe reparte las pechera verdes y naranjas porque a punto esta de empezar el partido de práctica. En ese momento, su abuelo se hace presente también en el club para verlo jugar. Federico que lo ve a lo lejos sentado junto con su padre, se alegra de su presencia gritándole que lo mire como patea la pelota. Ya van 10 minutos del partido, el padre y abuelo de Federico se distraen en una
charla entre ellos dos, mientras Federico “relojea” si lo miran o no, hasta que sus compañeritos le reclaman airadamente que dejo pasar la pelota dos veces por adelante suyo, por distraído. Luego de un rato de charla, y segundos después de un silencio entre ambos, casi en simultaneo, padre y abuelo de Federico miran hacia la cancha para ver como venía el partido y justo lo ven. De repente recibe una pelota que algún compañero le envía, correr sabía y ahora tenía que hacerlo llevando la pelota delante suyo. La patea para adelante entre tres jugadores de pecheras naranjas y verdes, sigue corriendo y pasa por el costado de otro jugador y cuando el arquerito sale desaforado a su encuentro le pega de puntín. El arquero muy sorprendido ve como se le mete la pelota dentro del arco. La emoción se apodero del chiquito que salió gritando su gol desaforado haciendo una vuelta olímpica a la canchita de “baby fútbol”, mientras sus compañeritos lo seguían por toda la cancha, queriéndolo abrazar, pero al mismo tiempo escuchábamos con su abuelo que le reclamaban algo. Su abuelo y su padre aplaudían y gritaban su nombre emocionados y divertidos por el enorme festejo de Federico, que seguía gritando y corriendo como loco alrededor de la cancha, hasta llegar adonde estaban su padre y su abuelo para decirles: Hice el gol yo… No importaba ni iba a importar, por más que el profe y algunos de sus compañeritos le intentaran explicar mientras lo seguían, que era para el otro arco que él tenía que patear. Nada ni nadie, le iban a quitar la emoción inmensa de su primer gol, por más que fuera en su propio arco. Ahí nomás fije la mirada en mi hijo que, tras jugar su primer partido, sale sonriente a mi encuentro y me pregunta como jugo… Me doy cuenta de que quizá no será Messi, también lo poco que me importa en esos instantes que no lo sea, pero si me importa más que nada, que pueda experimentar lo que el fútbol me dio, en definitiva, para bien y para mal, mayormente lo que aprendí de la vida, me lo enseño el fútbol. Leer más...